Vean lo que piensa, dice y escribe, uno de la orden capuchina, el duce Franco Savarino, un fascistoide que ha hecho la apología de la hacienda henequenera –“países de jauja”, tal es lo que he concluido después de leer detenidamente sus descripciones de esa aberración de la codicia meridana que fueron las haciendas henequeneras- en su mamotreto
Pueblos y nacionalismo, del régimen oligárquico a la sociedad de masas en Yucatán, 1894-1925, que muchos han pensado que es un “corte de caja” de finales del siglo XIX y comienzos del XX yucateco, pero que yo ya hasta dudo de su profundidad, y sin qué decir de su acomodamiento a la mitra y al "molinismo" historiográfico.
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Un católico protestantefóbico y un reactualizador de las ideas de la historiografía yucateca derechistas como sus Gamboa Ricalde, sus Hugo Sol, sus Mena Brito y las cartas pastorales de sus bien cebados obispos. Un anti maderista apologista del régimen homicida de Victoriano Huerta (véase
Pueblos y nacionalismo…pp. 330-331); un hombre que no cree en la historia oral de los campesinos mayas cuando habla de la infame época de la esclavitud (Ibidem., p. 346), pero que se refociló en hablar de los que quemaron a su Cristo de las Ampollas en septiembre de 1915 (no narra el fervoroso italiano, el episodio de la quema comenzada por Diego Rendón, aquel Rendón que inundó la historia de la península cuando gritó a una muchedumbre que lo secundaba en el saqueo: “¡Si un Diego de Landa quemó los ídolos de los indios, otro Diego quemará hoy los ídolos de los fanáticos católicos!”), llamándolos como simples “chusmas ‘revolucionarias’”.
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En fin, un hombre que, en medio de toda la crítica que le pudo endilgar a la “revolución desde fuera” alvaradista, llamándola “invasión” al más puro clásico estilo de un “soberanista” defensor del status quo de la oligarquía yucateca, diciendo que se trataba de un Estado militarista y que iba directo al “totalitarismo”, hizo de tripas corazón para apuntar que el 36.2% del presupuesto del gobierno de Alvarado, en 1915-1917, se fue para instrucción pública. En fin, un defensor del catolicismo y de su ideología adoctrinante, pero que criticaba que esa misma educación alvaradista, y posteriormente socialista, hizo más que en 100 años atrás, en reducir el índice indignante de analfabetismo que los hacendados que tenían a Yucatán en un “país de jauja”, habían establecido a base de explotación al campesino. En fin, ahora, el reactualizador de las tesis derechistas de los Gamboa Ricalde, de los Hugo Sol, de los Carrillo y Ancona y de los mitrados, al hablar del indigenismo carrilloportista, negaba hasta que la cultura del campesino maya era en verdad una forja de ellos (Sierra O’Reilly, a mediados del siglo XIX, tenía ideas similares del duce italiano de finales del siglo XX). Decía el reactualizador de la historiografía de la derecha yucateca –“revisionista”, dice ser-, lo siguiente:
Entre los campesinos mayas sobrevivía un lejano eco de la civilización prehispánica, alterada por las leyendas y revivida durante los desplazamientos en la selva, en donde los campesinos literalmente tropezaban con ruinas mayas. Sin embargo, la cultura campesina se había formado durante la Colonia, y estaba impregnada de catolicismo, aunque sui generis. En pocas palabras, la cultura campesina era en parte de origen europeo, con la excepción del idioma, los nombres, los topónimos, la alimentación y elementos del parentesco, del ritual y de la cosmovisión (p. 49).
No entiendo qué quería decir el duce capuchino Savarino con esa chorrada indigesta. Y me pregunto, ¿acaso conoció el duce Savarino, en su proceso de investigación, a un campesino solo?, ¿supo diferenciar entre las subregiones de la península a esa, al parecer, homogénea cultura que, salvo el 95 por ciento de ella, de origen maya, es netamente europea? Si al idioma, a la toponimia, a la alimentación, al parentesco, al ritual y a la cosmovisión no se le puede poner como elementos fundamentales de una cultura, no sé a qué elemento cultural se refiere Savarino para designar a la cultura de los campesinos mayas como predominantemente europea. Insisto, ¿cómo es que la analfabeta España pudo hacer mella en el núcleo duro de una sociedad que vivió buena parte de la Colonia, autónoma de los elementos culturales de unos cuantos analfabetos y parásitos españoles?
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