sábado, 26 de mayo de 2012

No supimos verte

En el año 2009, en el atrio del convento de Maní de Yucatán, cuarenta y dos frailes franciscanos cumplieron una ceremonia de desagravio a la cultura indígena.
-Pedimos perdón al pueblo maya, por no haber entendido su cosmovisión, su religión, por negar sus divinidades; por no haber respetado su cultura, por haberle impuesto durante muchos siglos una religión que no entendían, por haber satanizado sus prácticas religiosas y por haber dicho y escrito que eran obra del Demonio y que sus ídolos eran el mismo Satanás materializado.
Cuatro siglos y medio antes, en ese mismo lugar, otro fraile franciscano, Diego de Landa, había quemado los libros mayas, que guardaban ocho siglos de memoria colectiva.
Eduardo Galeano, Los hijos de los días...

Libertadores mayas

Marzo 26. "En esta noche de 1936, fue muerta a pedradas Felipa Poot, indígena maya, en el pueblo de Kinchil. En la pedrada, cayeron con ella tres compañeras, también mayas, que a su lado luchaban contra la tristeza y el miedo. Las mató la casta divina, como se llamaban a sí mismos los dueños de la tierra y de la gente de Yucatán".
Eduardo Galeano, Los hijos de los días

jueves, 10 de mayo de 2012

Temozón o el arte de la petición de los grupos subalternos

Del pueblo de Temozón (una “haciendita” del siglo XIX que se convirtió en pueblo con la reforma agraria del XX), comisaría de la villa de Peto, tengo el recuerdo del que fuera mi condiscípulo, el bachiller Abelardo Vitorín Ek, oriundo de allá. Pero esto no es un artículo evocador de años clausurados, sino una pequeña nota al pie de página de la historia agraria del pueblo de Temozón. En este caso, las peticiones de ampliación de tierras del pueblo de Temozón, pueden representar icónicamente aquello que Romana Falcón ha denominado como el arte de la petición entre los "plebeyos" o grupos subalternos al Estado dizque hegemónico. Con 816 hectáreas de ejido desde la primera dotación que se le otorgó en 1934, en la década de los setenta, crecido un poco la población temoceña (no pasaban de 100 habitantes), el comisariado ejidal de ese lugar (un comisariado dominado por Akés y Vitorines, como mi amigo Abelardo, pero con casi nada de problemas intra-ejidales como sucedían en otros comisariados ejidales de la zona cuyo lugar central era y sigue siendo la villa de Peto) tuvo que recurrir a esas barrocas peticiones con un tono y una retórica de los tiempos setenteros de la dictadura de partido único. Le decían, al todavía candidato único a la presidencia del país, José López Portillo, que:
"De manera atenta y respetuosa, nos dirigimos a Ud. para manifestarle a nombre de los integrantes de esta población, que el próximo 4 de Julio de 1976, Votaremos por Ud. y por los candidatos de nuestro partido a Diputados y Senadores a la vez que le exponemos los problemas por que atraviesa nuestra comunidad, para que sean considerados dentro de su programa de Gobierno".
Los de Temozón, que tenían problemas con el ejido de Peto por invasiones de los primeros a los segundos de 200 hectáreas, así como rispideces por mensuras ejidales con sus vecinos de Yaxcopil, pedían ampliación ejidal de precisamente 200 hectáreas, al norte del fundo legal del pueblo, en un paraje conocido como San Antonio Halal (petición que con Luna Kan fue denegada por carecerse de tierras a repartir), así como la petrolización del camino Peto-Temozón para unirse con más celeridad a la Villa; una comisaría ejidal y municipal, seguramente de mampostería ambas; y una bomba extractora de agua o la introducción de agua potable en el pueblo..
El arte de la petición, y las enseñas encontradas en los estudios de Raymond Willliams sobre el marxismo y literatura, nos han educado la mirada para ver que un aspecto cotidiano aunque fundamental de la formación del Estado postrevolucionario fue esa "hegemonía negociada" entre las élites revolucionarios y las clases populares (campesinos, obreros). Los de Temozón, pueblo en extremo milpero y apícola (en la década de los setenta contaban con 100 colonias de abejas), así como casi todos los pueblerinos de las distintas partes del Peto agrario, participaron en dicha hegemonía negociada que Florencia Mallon ha caracterizado del modo siguiente: […] “defino la hegemonía de dos maneras distintas, aunque a veces relacionadas. Según la primera, la hegemonía es un conjunto de procesos incubados, constantes y en curso, a través de los cuales las relaciones de poder son debatidas, legitimadas y redefinidas en todos los niveles de la sociedad…De acuerdo con la segunda, la hegemonía es un punto final real: el resultado de un proceso hegemónico. Se llega a un equilibrio siempre dinámico o precario, un contrato o acuerdo entre dos fuerzas disputantes”. La hegemonía es negociada entre las distintas regiones, ciudades, pueblos y villas con el centro político –o en jerga de la ciencia política, el sistema político mexicano- que se pretende hegemónico. En otras palabras, los de Temozón afirman en su petición de ampliación de ejidos, ¡que sí!, ¡que efectivamente votarán por los senadores y diputados del PRI!, ¡que claro que se declaran priístas!, pero a cambio de eso, el “qué me das” no puede faltar, y eso es el negocio cotidiano, la baja política de los plebeyos se vuelca en cosas y aspectos cotidianos aunque fundamentales para la comunidad: los de Temozón piden que se les amplíe su ejido a 200 hectáreas, así como un camino idóneo para conectarse con Peto, una bomba de agua y dos casas que sirvan para el ejido….Sin duda, los de Temozón no tienen empacho de engalanar su arte discursivo de la siguiente manera, diciéndole al candidato López Portillo que:
“No dudando que con su alto espíritu Revolucionario y con el deseo nuestro de superación, daremos solución a muchos de nuestros problemas, le saludamos efusivamente”.
Los de Temozón escriben claramente eso de “Daremos”, y no “Dará” solamente López Portillo y sus lugartenientes partidistas, “Daremos” (temoceños y políticos del régimen juntos pero no revueltos, usted allá y yo acá por favor) solución a los problemas cotidianos aunque fundamentales del pueblo de Temozón. Fuentes: Registro Agrario Nacional (RAN), Mérida, Carpeta básica y carpeta dotación, expediente 23/231, poblado Temozón, municipio Peto.

viernes, 4 de mayo de 2012

"Civilización" o "barbarie": el lacónico telegrama de Ignacio Bravo del 4 de mayo de 1901.

El día 4 de mayo de 1901, el general porfirista entrado en el invierno de su vida militar, Ignacio Bravo (de ingrata memoria todavía entre los descendientes de los cruzoob, porque en 8 años en que ejerciera el poder de forma total en el oriente de la Península, Bravo se dedicó a hacer el negocio de su vida en las selvas inhóspitas y palúdicas del centro de Quintana Roo, además de la guerra a las esmirriadas huestes rebeldes, sobrellevando con viajes anuales al altiplano central sus fiebres palúdicas, así como sus achaques de viejo), lacónicamente escribió un telegrama desde Chan Santa Cruz, informando a los señores D. Rodulfo y D. Delfín G. Cantón, que el bastión de los mayas rebeldes de Chan Santa Cruz, por fin ya entraba a la órbita del Estado nacional. El Eco del comercio transcribió el domingo 5 de mayo de 1901, el telegrama de Bravo:
Sres. Rodulfo y D. Delfín G. Cantón. Mérida. Los patrióticos deseos de Uds. Están satisfechos: hoy á las 7 de la mañana comenzó á flamear en esta población (Chan Santa Cruz) el glorioso pabellón nacional.- Firmado. Ignacio A. Bravo.
Esa simple frase dio inicio a lo que por más de cincuenta años, desde que los mayas del sur y oriente de Yucatán se rebelaran en el verano de 1847 de las taras coloniales de la sociedad yucateca barnizada con la ideología liberal, los yucatecos todos -y me refiero no solo a la élite meridana, sino a las distintas élites pueblerinas de Yucatán- esperaban tan ansiosamente celebrar: la "pacificación", a como diera lugar, de los osados “bárbaros” cruzoob. Los diarios de la época, como El Eco del comercio, dan cuenta de las tumultuarias olas de festejo en la capital de los dzules, Mérida, al saberse el triunfo de la “civilización” sobre la “barbarie”. El Eco del comercio terminaba la nota periodística que hacía referencia del recién telegrama de Bravo (Ocupación del Cuartel General de los mayas rebeldes, 5 de mayo de 1901), diciendo lo siguiente:
Tal es el tenor del lacónico y grandilocuente telegrama que ha tenido la bondad de facilitarnos para su publicación, nuestro apreciado amigo D. Delfín G. Cantón. Decimos en nuestro editorial de hoy, que la guarida del maya sustraído por tantos años á la obediencia del Gobierno Nacional, sería ocupado militarmente el día de hoy, pues parecía indicada esta fecha gloriosa, para ejercer el primer acto del dominio sobre aquellos campos. Un día más ó un día menos, nada significa ante la trascendencia y la importancia de la ocupación del cuartel general de los indios mayas. De ello nos ocuparemos en nuestro próximo número: por hoy nos limitaremos á congratularnos con toda la sociedad yucateca, por el primer mensaje telegráfico, fechado en Chan Santa Cruz, en el que se anuncia que la bandera de la patria flamea nuevamente en aquellas regiones.
El editorial de El Eco del comercio, no deja lugar a dudas sobre la forma como los meridanos tomaron la noticia:
Al recibirse la noticia en esta ciudad, se dispararon salvas de artillería, se lanzaron cohetes voladores que atronaron los aires: las locomotoras de los diversos trenes llenaron de ondas sonoras el espacio con sus prolongados silvatos (sic); las campanas echadas á vuelo, unieron sus voces de bronce á la de las alegres dianas de las bandas de tambores y cornetas: todo ello para celebrar debidamente el primer mensaje fechado en Chan Santa Cruz y firmado por el recto, pundonoroso y sereno militar, Sr. General D. Ignacio A. Bravo. A él, al Sr. Presidente de la República, y al Sr. Ministro de la Guerra enviamos nuestras felicitaciones por este interesantísimo hecho, que formará época en los anales de la civilización mexicana y en la brillante era de paz que ha sabido inaugurar y sostener el Sr. General D. Porfirio Díaz.
Sin duda, las palabras de los editorialistas de El Eco del comercio cifraban en unas cuantas palabras a una sociedad yucateca que no veía a los mayas más que como peones de carga o "bárbaros insumisos": era, en palabras de los voceros de la oligarquía del henequén, el triunfo de la "civilización" capitalista sobre la "barbarie" indígena.

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