sábado, 26 de julio de 2014

Cuando mataron a Manuel Antonio Ay, se enojó don Cecilio Chi

Manuel Antonio Ay, según el lápiz del pintor Marcelo Jiménez
"Afortunadamente, acabo de descubrir una conspiración en el maldito pueblo de Chichimilá, el que con otros pueblos más de este partido se hayan en comunicación con Cecilio Chi que encabeza los indios, que se están reuniendo en el rancho Culumpich para levantarse contra el Gobierno y los blancos. El cabecilla principal que lo es el supremo revoltoso y atrevido indígena Manuel Antonio Ay, lo tengo seguro, y he mandado instruir contra él un breve sumario, y estoy resuelto á fusilarlo sobre la marcha para que sirva de un ejemplar escarmiento..." 

Carta de Eulogio Rosado  del 22 de julio de 1847 al gobernador Domingo Barret. 


En un diálogo conmemorando hoy el asesinato del batab de Chichimilá, don Manuel Antonio Ay, el maestro Jesús Solís Alpuche acotó algunas someras descripciones biográficas de este célebre –y célebre, más que por su vida, por su muerte- chichimileño de 30 años según Alpuche (y de 45 según yo), el cual fue muerto la tarde del 26 de julio de 1847 en el parque de Santa Ana de la ciudad oriental de Valladolid, siendo su cadáver expuesto por más de una hora para ejemplo de la “indiada” de la región.

La muerte de Ay marcaría un rumbo preciso en la conjura general de los batabes de la Península, y en Chichimilá, lugar en el que Felipe de la Cámara Zavala había devuelto su cadáver, a las 8 de la noche de ese mismo 26 de julio comenzaba ya a oírse “el inmenso clamor de los indios que lamentaban la muerte de su padre y protector, del sol que los alumbraba y dirigía…” La Guerra de Castas, esa Gran Guerra que devoró como una manga de langosta a la Península, había dado inicio, y pronto los batabes de los pueblos –indios y mestizos- secundarían los ejércitos que crecerían desde Culumpich para sitiar a Mérida y tirar al mar al señor Obispo y a todo blanco enemigo: Bonifacio Novelo, Barrera, el “martillo de Yucatán” Crescencio Poot, y tantos otros que vendrían después como el comandante Sóstenes Mendoza, más que caudillos, podemos visibilizarlos como unos héroes que lucharon contra la colonialidad del poder, por hacer del execrable Yucatán de las élites meridanas del siglo XIX, un lugar mejor para vivir. Podemos estar de acuerdo, desde luego, que con el asesinato de Manuel Antonio Ay, la Gran Guerra había dado comienzo. Un relato de historia oral en el que se “mitifica” esta solidaridad de estos héroes que hicieron la guerra al despojo y la avaricia meridana, fue recogido recientemente en el centro de Quintana Roo. Reza así:

Cuando mataron a Manuel Antonio Ay se enojó don Cecilio Chi contra los españoles, porque mataron al pobre hombre. Por eso les hizo frente a los españoles, y así lo odiaron y le dijeron que también a él lo matarían. Porque los españoles ya se creían dueños de esta tierra. Lo que pasó es que mataron a don Cecilio Chi. Pero don Jacinto Pat no era de aquí [del centro de Quintana Roo]; venía de Maxcanú. Él, como vino a Chichimilá, vio qué les sucedió a las personas. Cuando vio que mataron a Cecilio Chi, le dolió, y le dijo a un señor de Chichimilá, don Crescencio Poot: “¿Cómo lo ves? Yo no estoy de acuerdo con lo que han hecho los españoles”. Los dos querían vengar las muertes….” (Bracamonte y Sosa, Pedro, Elmer Ek Ek, 2014, Después de 2012. Libro de la memoria y vaticinios mayas, México, CIESAS).
Esta es una de las bellas piezas de memoria que abundan entre los pueblos del centro de Quintana Roo, muy distinta a la memoria de los pueblos surianos como Peto, donde si bien he encontrado recuerdos de Poot, estos se presentan de una forma negativa: Poot, para los surianos, ya no sólo venga las muertes y va en contra de los españoles, sino que va en contra de los pueblos de la región con sus acciones guerreras.
Me llama la atención que los apasionamientos nos obnubilen. No podemos referirnos de Ay, de Chi o de Pat, del modo como se refiere el maestro Solís Alpuche, por lo que después diré. Dice el maestro Solís Alpuche, lo siguiente sobre Manuel Antonio Ay:
Manuel Antonio Ay (Chichimilá, 1817 – Valladolid, 26 de julio de 1847), indígena maya, cacique de Chichimilá en Yucatán (México), fue promotor junto con Cecilio Chí y Jacinto Pat de la guerra campesina más significativa de América, denominada Guerra de Castas en 1847, que pretendió liberar a la población maya de la opresión criolla y constituir un estado independiente de México. Fue el primer mártir de la guerra en un día como hoy.
Con camaradería, le contesté:


Monumento a Manuel Antonio Ay en el parque principal de Chichimilá

Maestro Jesús Solís Alpuche, me gustaría precisar un punto en el que discrepo de usted. Es este: decirle "caudillo" a Manuel Antonio Ay empobrece (o españoliza) el concepto de poder entre el pueblo maya...Existen palabras mismas en la lengua maya con las que se puede señalar a estos “caudillos” de la primera época: “batabes”, o propiamente, “u chunt’ano’ob”. El concepto de caudillo es muy “criollo”, y por lo tanto, descartable. Otro punto: si nos fijamos bien en los primeros brotes de rebelión, los campesinos que se levantaron en armas en el oriente y el sur, no tenían, al principio, una noción clara de “constituir un estado independiente de México”. Esta concreción de un nuevo estado dentro del estado yucateco -de ahí la creación de las fronteras interiores durante la segunda mitad del siglo XIX, como la frontera petuleña- se dio posterior a las muertes de estos batabes como Chi y Pat...Las circunstancias de la guerra orillaron a un Venancio Pec a proponer, el 22 de noviembre de 1849, al Superintendente de Honduras Británica, que el único camino que veían para la solución de la guerra era que los rebeldes tuvieran “un gobierno independiente: que deseaban se les dejase una parte del país, TIRANDOSE UNA LÍNEA DESDE BACALAR HACIA EL NORTE HASTA EL GOLFO DE MÉXICO, y quedar libres del pago de contribuciones al gobierno del estado”, y para señalar que la guerra no tenía un fin étnico, añadieron que “por su parte no harían objeción ninguna á que los blancos residiesen dentro del territorio que pretendían obtener, pero que nunca consentirían en que estos ejerciesen autoridad en el lugar que residiesen”.

Sin embargo, dudo de que Pat, o Ay, tuvieran esa idea de crear un estado independiente, pero no así Chi: Chi representa el ala radical de todo movimiento social. Es el non plus ultra del radicalismo que cunde y embrolla a todo movimiento. Sin embargo, ese radicalismo es el que más me seduce, el que más me interesa destacar, porque es una visión nativista de la mayanidad que viene desde tiempos prehispánicos, pasa la conquista, entra a la colonia y hace eclosión en la Gran Guerra de 1847.

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