jueves, 28 de agosto de 2014

"Y dicen que bien durmieron, por el chicle que mascaron": a propósito de ese periodo olvidado por la encopetada historiografía yucateca



“La época del chicle” en Yucatán, es uno de los periodos poco estudiados por la actual histrioriografía yucateca, reacia al siglo XX y a los “temas” que no sean del agrado de sus académicos apoltronados. Podríamos decir que con torpeza etnocéntrica se ha dejado esa parte de la historia peninsular, a trabajos salidos de Quintana Roo o de Campeche, rezagándose Yucatán: arguyo que a los meridanos –hegemónicos de un discurso fácil de la historiografía yucateca que no salga de su regionalización política- les cuesta mucho salir de sus fronteras imaginarias.

En Quintana Roo existen trabajos pioneros desde principios de siglo XX (desde las distintas expediciones científicas al ex “Territorio de Quintana Roo”); y los trabajos de Herman W. Konrad y los estudios de Luis G. Jiménez son imprescindibles para entender esa industria de la resina; el estudio antropológico de Martha Patricia Ponce Jiménez para Campeche, y el trabajo histórico de Claudio Vadillo para la Laguna de Términos, es de ayuda invaluable para los interesados en el tema. En Quintana Roo propiamente, los trabajos sistematizadores de Lorena Careaga, Antonio Higuera Bonfil, Teresa Ramayo Lanz, Juventino Poot y los estudios recientes de Gabriel Macías y Martha Villalobos González, sin contar con nuevas tesis salidas del CIESAS Peninsular[1]), son de necesaria obligación revisar; y en Campeche, contrario al Archivo General del Estado de Yucatán, el AGEY - es legendaria la dejadez de este último, al no clasificar como se debe el siglo XX-, se encuentra un “Fondo Chiclero” en su archivo estatal, además de que se han efectuado historias de vida de chicleros trota montes como el célebre Rubentino Ávila Chi.[2] En mis propios trabajos de historias orales con los ex chicleros petuleños Raúl Cob, Francisco Poot Aké, Ceferino Briseño Solís, et al, sus “archivos de la palabra” que se encuentran en mi poder, dan para abultar las biografías de estos “gambusinos de la selva”, nombre con el que se refirió atinadamente de los chicleros,  Ramón Beteta en su clásico libro Tierra del chicle.



En Yucatán, la historiografía yucateca destilada hasta ahora desde su unicéntrica universidad –la UADY-, ha obviado, como dama encopetada, ese rico periodo nuestro, a pesar de que pueblos del sur y oriente de Yucatán (pienso en Peto y Valladolid, así como sus pueblos comarcanos de ambos) fueron chicleros durante poco más de la segunda mitad del siglo XX, y toda la vida económica de estos pueblos –incluso hasta la vida cultural- giró en torno a la fiebre traída por “la hojarasca chiclera”.
A pesar de ello, trabajos que toman en serio a las escalas micro regionales, apuntarán a un hecho sin duda importante: ¿cuál fue el significado del periodo chiclero en la zona sur y oriente del actual estado de Yucatán? Podríamos argüir, que las subidas y bajadas de “la Montaña chiclera” significaron alegrías, a veces penas, nostalgias y reguero de movimiento –de gente, de dinero, de broncas de cantina y machetazos callejeros- a los pueblos antes fronterizos del sur y oriente de Yucatán.
En la recopilación de datos para un pueblo de frontera convertido en un pueblo chiclero en la primera mitad del siglo XX, me encontré textos curiosos respecto al chicle. Desde poemas a los chicleros:

¡Oh qué raras figuras
las de estos hombres pálidos!
van llegando, llegando lentamente,
bajo el sureño sol auricandente
que quizás los envuelva
por la postrera vez…Huelen a selva;
tienen la faz huraña
y son hoscos y agrestes como la Montaña...

Hasta quejas, alabanzas, preocupaciones y meditaciones sobre las temporadas anuales de la “chicleada”. Uno de estos textos, es un poema escrito por dos niños: Marcos y Arturo Solís Enseñat, de 8 años apenas. Tal vez, Marcos y Arturo eran gemelos que vendían “El Chicle Maya” al menudeo en el centro de Mérida, en el año de 1923, año en el que los socialistas comandados por don Felipe Carrillo Puerto estaban en el poder. El poema de venta, además de que da un guiño a ese importante periodo chiclero para toda la Península, es interesante porque en sus sencillos aunque ripiosos versos, da una nomenclatura étnica de Yucatán (chinos, mestizos y catrines masticando vacunamente el chicle), así como pone en su justo término a figuras tan dispares como “don Felipe Carrillo”, el reaccionario don Carlos Menéndez y el poeta Luis Rosado Vega: a todos les gustaba mascar el chicle, pues esta goma salida de los zapotales de La Montaña Chiclera, ayuda al buen dormir si se le masca con sabiduría. Sin más nota introductoria, transcribo el poema precitado (aparecido en La Revista de Yucatán, domingo 23 de marzo de 1923).

EL REY DEL CHICLE

                   A los Sres. Espinosa Alcalá Hnos.

Yo que vendo chicle Maya
y lo vendo al menudeo,
me admiro de lo que veo
de la vida en la batalla.

Chicle Maya es superior
a todo el que se ha vendido,
pues sólo entra en su labor
un material escogido.

Lo compra un chino amarillo
y no se crean que miento,
lo compra el Ayuntamiento
y don Felipe Carrillo

Me compraron los turistas
los mestizos, los catrines
y me compran los artistas
los fifís y figurines

Si en la Catedral yo vendo
me compran los padrecitos
y me compra el Reverendo
y hasta los sacristancitos.

Si vendo en el “Principal”,
no se crean que es juguete,
lo compra el Municipal
y el coronel Barriguete.

Y sin hacerme sus dengues
y con muchísimo agrado
compra don Carlos Menéndez
y también don Luis Rosado,

Y si la venta se entona,
Y el compañero se punza,
Compra el Jefe de la Zona,
y también Manuel Berzunza.

Debajo de un aguacero
Juventino Villacís
le dijo a don “Financiero”
allá va Marcos Solís,

Y los dos chicle compraron
y a su casita se fueron,
y dicen que bien durmieron,
por el chicle que mascaron.

Marcos y Arturo Solís Enseñat. (Niños de 8 años)




[1] Actualmente, está en proceso de redacción la tesis de maestría en Historia de Eunice Pinto, tocando el tema del chicle para Quintana Roo.
[2] Cfr. Rubentino Ávila Chi (José Antonio Hernández Trujeque, Leticia de los Ángeles Ceballos Mass y William J. Folan editores), 2009, Andando bajo el monte, picando chicle, cazando lagartos, tumbando palos y haciendo milpa. Una autobiografía, México, CONACULTA. 

"Como gota que se vuelve a la mar": velada para un muerto grande


Tratando de hacer la “historia cultural” de una Villa sureña muy distinta al horroroso gallinero en que está convertido actualmente el Peto de principios del siglo XXI, he encontrado pruebas de una pujante sociedad petuleña de principios del siglo XX adicta al cine, a las fiestas, a los bailes y vaquerías; y que se preocupaba por la limpieza de sus calles y por el buen concierto de su gobierno, aunque a partir de 1920, la apacible sociedad petuleña sería alanceada por los vientos que traería con ella la hojarasca chiclera

Además, los repentinos actos de violencia pueblerina por parte de la población que no entraba en eso que he denominado “élite pueblerina”, rompería esta tranquilidad en repetidas ocasiones mediante las pugnas entre liberales y “socialeros”. Sin embargo, puedo decir que estas élites pueblerinas subsistirían a la vorágine instaurada a partir de 1911, y muchas todavía tendrían actitudes que podemos encontrar desperdigadas en los documentos periodísticos. Tal es el caso de esta siguiente nota que inserto, refiriendo que el Ayuntamiento de Peto –liberal, que no socialista- realizó una velada para recaudar fondos para las ceremonias que los yucatecos realizarían a la memoria del insigne poeta mexicano Amado Nervo:

La Revista de Yucatán, 5 de septiembre de 1919. De Peto. Septiembre 2 de 1919. Velada.

Con el objeto de recaudar fondos para contribuir a la solemnidad de las ceremonias que se organizan en honor de Amado Nervo al pasar su cadáver frente a Progreso, el H. Ayuntamiento concibió la idea de llevar a cabo una velada en el salón cine petuleño. Para el efecto se dirigió al señor Fernando Lara propietario de dicho salón, quien noblemente y como admirador del bardo mexicano secundó la idea del H. Cabildo ofreciendo una función en la que fueron exhibidas sugestivas “films” de gran arte.

El pueblo acudió con su grano de arena con el fin de honrar la memoria del ilustre vate autor de “Serenidad”.

martes, 26 de agosto de 2014

DEL ZAMARRIPAZO: APUNTES PARA UNA EXPLICACIÓN NO HAGIOGRÁFICA DEL SOCIALISMO EN YUCATÁN



El Zamarripazo (nombre de un periodo de la historia de la revolución en Yucatán, bautizado así por su figura principal, el pirómano coronel carranclán, Isaías Zamarripa) no es, ni por mucho, un periodo de violencia en Yucatán. Concedo a la idea de que hubo mucho humo en el Zamarripazo, por esta nota siguiente:
…entre densas columnas de humo, los soldados de la Federación se ocupaban en sacar del edificio incendiado, estantes, mesas, máquinas de escribir, bancos, escritorios, sillas, etc., que amontonaban, ardiendo algunos de estos, en la calle…[1]
Concedo, también, de que hubo algunos enfrentamientos, y como dice la nota precitada, se quemaron las instalaciones meridanas de los socialistas en ese malhadado diciembre de 1919, y hubo algunas perseguideras y varios enfrentamientos de poca monta y poca polvareda entre liberales y socialistas. En Peto, Villa del sur yucateco, el Zamarripazo pasó desapercibido, porque en el pueblo los socialistas eran minoría.
No obstante, podríamos decir que el Zamarripazo fue una bofetada de dama fina y achacosa contra la cara regordeta del Dragón Rojo de Motul y sus lame-alpargatas de indistinta ralea. 
La verdadera violencia, sin duda, fue la que sucedió una vez que en Tlaxcalantongo le sacaran el mondongo a Carranza; y los sonorenses -el triunvirato De la Huerta, Calles, Obregón- tomaran, como niñas malcriadas y “chiqueadas”, la Silla hechizada que dejara vacante don Porfis al partir en el Ypiranga
Porque a partir de la segunda mitad de 1920, el Dragón Rojo, el motuleño, con furia incontrolada, arengaría y atronaría el cielo límpido y plano de Yucatán llamando a levantar cabeza a sus pobres pisa alpargatas (neologismo que en mi léxico particular significa huarachudos); e innumerables socialistas, jaurías rojas viniendo desde el fondo de los siglos de la injusticia y el consabido racismo de los dzules yucatecos, se pasearían por los pueblos, sedientos de furia, tirando dentelladas y haciendo una que otra verracada. 

Los hagiógrafos de don Felipe -pienso en el iraní noventón, en el colombiano pendejón y en otros tantos infumables de la prensa diaria y la mafia tinterilla meridana- no dicen casi nada de esa violencia que se desató en menos de un mes, del mes de noviembre de 1920 en Yucatán: tal pareciera que todo estaba planeado desde Mérida, que desde Mérida la “violencia” motuleña habría de aplastar cabezas, quemar pueblos, convertir a la nueva fe “socialera” a los que no querían otra cosa que vivir su vida como Dios o el cura mandara.



[1] La Revista de Yucatán, 23 de diciembre de 1919. “Las oficinas del Partido Socialista, incendiadas.”

lunes, 18 de agosto de 2014

La memoria olvidada del general Elías Rivero




“Soy veterano de la Revolución habiendo causado alta en ella el 3 de marzo de 1911 combatiendo con las armas en las manos en este mismo lugar [de Peto] en contra de los latifundistas y enemigos del pueblo.”
                                                                           Carta del general Elías Rivero al presidente Lázaro Cárdenas, 1939.

Bajo el signo de cáncer muy pocos revolucionarios han nacido. Elías Rivero nació bajo ese signo, un día 5 de julio de 1875. 8 meses apenas más joven que Felipe Carrillo Puerto, fue contemporáneo de Antonio Machado, de Carl Jung y de Thomas Mann: todos nacieron el mismo año.
Era un signo de agua el que traía el hijo natural de Ysidra Rivero, y nieto de doña Catalina Rivero: de agua premonitoria, de un viento de justicia y venganza que irrigaría los montes del sur con escopeta en mano, levantándose como un león en contra de "los latifundistas y enemigos del pueblo" (palabras de Elías apenas sacadas del polvo de los archivos del AGN). En los registros parroquiales de la iglesia de la Asunción, de Peto, existe otro Elías Rivero, pero éste con segundo apellido Gómez, nacido en 1841. Tal vez este Elías Rivero Gómez sea un tío de nuestro general.
Como el Elías bíblico, este Elías suriano desafiaría a los 450 y más demonios del Baal porfiriano, racista y esclavista del pueblo, incendiando cañaverales y proclamando la Revolución, en la cual se dio de “alta” el día 3 de marzo de 1911. Con 25 primeros años de su vida viviendo en un pueblo fronterizo, seguramente Rivero, o el adolescente y joven Rivero, participaría en las pequeñas revueltas de 1892 y 1894 de los de Peto en contra de don Porfirio y sus políticas agrarias que iban en contra de los ejidos; y para 1900 marcharía al oriente a combatir a los de Chan Santa Cruz. Era un hombre de armas que se andaba preparando para cosas más duras cuando alcanzara sus bien entrados 34 años para 1911. No sabemos si esto fue así, si en verdad Rivero participó en aquellos antecedentes directos de la rebelión de 1911, o si fue a combatir a los de Santa Cruz, porque de Rivero apenas sabemos nada, ya que las “circunstancias de entonces” le impidieron a este agricultor, maestro de la platería y futuro revolucionario, “guardar los documentos” donde constaban su participación en innumerables acciones de combate.

Sin embargo, sabemos ya bastante de Rivero: sabemos que con sus acciones de combate movió las viejas estructuras podridas de las élites pueblerinas petuleñas en 1911, sabemos que no tuvo descendencia, que vivía en la calle 27 número 204, que se levantó cuando menos dos veces, que fue fundador del Partido Socialista en el pueblo y creó la Liga de Resistencia local con la cual ayudaría a los campesinos a obtener tierra (la libertad, Rivero ya la había ganado para estos parias del sur), que fue diputado bajo la égida del Dragón Rojo con ojos de jade Motul representando a los mayas del sur, que le hizo frente a los delahuertitas  y al traidor José Loreto Baak durante más de dos meses, y que al final de su vida acabó siendo excluido, su memoria queriendo ser extirpada del pueblo por las élites pueblerinas, y que apenas a finales de 2011, como un homenaje a los cien años de cuando los conjurados de Xtahzi de marzo de 1911 dirigidos por Rivero se levantaron en armas proclamando en el pueblo la Revolución al grito de ¡Viva Madero! y escupiendo bala con sus máuseres, un historiador nacido en su mismo pueblo, de ancestros porfirianos, tendría como objetivo restaurar la memoria olvidada del general Rivero.

miércoles, 13 de agosto de 2014

El Supremo Capón (cuento contrarrevolucionario)



"Castrar, según el monárquico RAE significa capar, castro tiene sus raíces en este verbo, y capar es extirparle a un macho -animal o humano- los órganos genitales. Fidel Castro, desde el primero de enero de 1959, haciendo honor a su apellido de sátrapa, no ha dejado de castrar a casi todos los cubanos, incluido a sus hembras". (Del libro "Cartas a una joven prostituta", del filósofo petuleño Sergio Salvador Vilax).

“Se acabó la diversión,
Llegó el Comandante
Y mandó a parar.” (Letra de Carlos Puebla, aunque uno preguntaría ¿qué es lo que mandó a parar el Comandante?, ¿El tiempo, su muerte?)

Allá en mi pueblo -un pueblo sin crepúsculos arrebolados que siempre fue conservador y porfiriano en sus tiempos mejores-, se decía cosas de Cuba y del comunismo, que escuchaba desde mis muy infantes años de la última década del socialismo real anterior a la caída del Muro de Berlin. Estas consejas pueblerinas iban desde alabanzas acríticas a esa gigantesca mazmorra isleña, hasta execraciones malignas proferidas por los beatos del pueblo: que de Cuba nada bueno –salvo Reinaldo Arenas, Cabrera Infante y otros grandes disidentes como Huber Matos- salió desde que llegó Fidel y “mandó a parar” y mandó a defenestrar el tiempo para imponer un único tiempo: el tiempo de la “Revolución”, petrificando hasta las olas del mar de aquella inmensa mazmorra tropical.

 Una de esas historias  (algunas, sicalípticas si había una jinetera de ancho caderamen de por medio) que mis orejas no tan inocentes oyeron alguna vez, me la contó un viejo marxista del pueblo que quiso hacer la guerrilla subido a la Sierrita Puuc, pero que a la vuelta de su autocrítica se volvió un descreído de ronco penar de su vieja fe de idólatra “marjijta leninijjta”,  y tocaba directo a la larga longevidad del sátrapa antillano nacido de los testículos estirados de su señor padre gallego feudal, hijo de señor feudal, el sátrapa antillano burgués amanerado que estudió el derecho corrompido salido de la colonialidad cubana donde los negros siguen siendo siervos de la gleba a pesar de revoluncioncitas-sierramaestras-conchadesumadre-pelaná.
El viejo profesor ex materialistahistórico-mao-sendero-ligado23-delincuencial, en una cantina de mala muerte de aquel pueblo de no menos mala muerte, al octavo misil me preguntó algo así (sus palabras estaban trufadas de "coños" y de por "una chingada" y de “comemierdas”):

¿Usted sabe por qué Fidel enterrará a todos esos hijueputas que se inmolan como bestias por una ideología roja del carajo? Ya enterró a Hugo, ahora va por Evo, luego por Correa el hijo de su chingada.

Yo, apenado de mi supina y crasísima ignorancia, dije:              

No, maestro, usted cuente: ¿por qué el dictador enterrará a todos esos hijueputas comemierdas mactaes pelanaes chingada de su madre rojos pútridos sin elegancia?

El ex marxista, descreído de todo dogma y de todo caudillaje y anexas peladajes, contestó:

Es sencillo: el caballo está capado.

¿Cuál caballo está capado?

No sabes ni una chingadera de historia, ¡recoño! El caballo, para que vayas sabiendo mi querido historiador pueblerino, era el apodo que tenía en la Sierra Maestra el camaján que regentea la isla-jinetera aquella.

¿Así?

Sí, dicen que no tiene un huevo el hijueputa, y las malas lenguas aseguran que no uno sino los dos le faltan. Que es un capón, un macho dictador pero capón, como esos cochinitos que capaba tú abuelo para que no sean verracos y anden chingando la carne con sus testosteronas.
Una vez, estando en La Habana en un viaje de turista revolucionario –por las mañanas aprendía con los cubanos estrategias de guerra en un cuartel a las afueras de la ciudad, y por las noches iba de putas con todas las negras y mulatas que me encontraba sin querer, dándome el culo sin pedir nada a cambio, apenas unos mugres dolaritos-, recalé en una lancha de pescadores furtivos porque quería homenajear a Hemingway comiendo pescado frito con pan cazabe y tomando hartos litros de ron. En medio de aquel mar azul-azul de la mazmorra antillana, con algunas aletas de tiburón rodeando la barcaza, los pescadores comenzaron a contarme cosas antirrevolucionarias según yo, porque en aquel entonces todavía no había renegado de mi marxismo pueblerino. Los pescadores me decían que no tenían ni para bañarse bien ni para comer como se debe, que el colectivismo había vuelto conchudo a medio mundo, y que las universidades “revolucionarias” seguían siendo de los blancos, no de los negros ni de los guajiros:

“¿Has visto tú –me cuestionaron- a un médico negro?”

“¡En mi puta vida, ahora que lo dices, no!, pero he observado que el mercado jinetero está copado de negras, pero de esas jineteras, igual hay blanquitas culoredondos”.

Yo ya estaba a punto de sacar mi revolver de guerrillero y mandar a la chingada a los pescadores furtivos contrarrevolucionarios, cuando uno, el más viejo de la tribu, dijo:

Yo pertenecía a la guardia revolucionaria cubana, combatí en África con el asmático asesino, y una vez, en una orgía en que el Sátrapa se cogía a Haydé hasta por las amígdalas, después de sus arrumacos, oía que ésta le decía a Fidel que se siente rebonito que le estén dando por el culo por un supremo capón. Yo entendí, del otro lado de la puerta de la alcoba del sátrapa supremo, al instante que Fidel no tenía huevos. Luego, paré bien la oreja para seguir oyendo: el Supremo Capón, practicante de la santería, le contó a Haydé que la causa de su capada, o emasculada para ser finos en la hablada, se debió a que, teniendo ya a todos sus hijos, el “macuco” santero de la Habana le dijo que por cada huevo que se cortara, 25 años de vida tendría. No había ni terminado de explicar sus razones el brujo, cuando el Sátrapa, amante de la vida, con un “filo” o navajita para rasurar que traía, se descuajó ahí mismo sus mierdas.

El viejo profesor, bebiendo el décimo misil, con un delirio de lucidez tremens, dijo:

Ahora, imagínate que el hijo de su chingada hubiera nacido monstruo como mi tío Tino, que nació con tres huevos en el escroto. Capaz y que nos entierra a todos el hijueputa.

jueves, 7 de agosto de 2014

De las fijezas del "Yucatán profundo" a las tripas y vísceras al aire, o de la miseria de nuestras “tradiciones y costumbres”


En una nota de prensa del Diario de Yucatán leo que en la cuenta de facebook del rancho San Pedro Kulinché, se promueve  una cabalgata para defender aquella barbarie de alta y profunda “tradición” yucateca, llamada "torneos de lazo", inventada o traída a lajas yucatecas por empresarios del alcohol, del vicio y de la prostitución de la condición humana en Yucatán. Al entrar en la página del Facebook del rancho de marras, la defensa de “la tradición” decía:

Jueves 7 de agosto cabalgata y charlota gratis, en apoyo a que sigan los torneos de lazo en todo yucatan si quieres participar eres ganadero, caporal, vaquero, narrador, rejero, o eres aficionado a los torneos de lazo apoya para que siga este deporte extremo la reunion es EN EL RUEDO CHAMACO BALAM ubicado en la colonia leona vicario x la 42 sur la salida es a las 3 d la tarde llega a tiempo participa necesitamos de tu apoyo corre la voz…DILE SI A LAS CORRIDAS, LOS TORNEOS DE LAZO Y AL USO DE NUESTRAS COSTUMBRES Y TRADICIONES VIVA YUCATAN...

Hurgando otras cosas de esa página, me sorprendió esta siguiente fotografía sanguinolenta:


Y debajo de la foto, la siguiente leyenda:cabalgadura que le toco perder el día de ayer en el duelo de ganaderías de Ucu en astas de nuestro toro estrella el AGUACATE”.

Tanto la nota en defensa de “nuestras costumbres y tradiciones”, así como la foto, me dio pie a unas pequeñas reflexiones y preguntas. En primera, me pregunté que, ¿qué es lo que pasa por la cabeza seborreica de un yucateco o yucateca “linda hermosa”, mientras asiste impertérrita a la recreación de una barbarie paleolítica? Algo de mesoamericano, algo anormalmente mesoamericano, o algo de rescoldos de guerra inter-tribal existe en esas muestras de destripamiento de caballos, como para causarles admiración y atracción a las y los “mestizos”, y a otras wiradas de los pueblos del Yucatán profundo.

Si en este país las leyes se respetaran y se cumplieran, y más exacto, si en esta país los animales tuvieran el derecho de morir con dignidad (salvo los que sirven para el consumo humano, ya que tampoco creo en vegetarianismos), ésta sola imagen y esta frase de desprecio a la vida, frase de homicidas sin escrúpulos, nos haría decir que Pedro Pérez es un criminal en toda la extensión de la palabra, o peor aún, un ser amoral, una bestia sedienta de tripas, de caca mezclada con sangre de caballos, como casi todos los yucatecos que van y asisten a los torneos de lazo: seres despreciables, seres amorales, bordeando o traspasando los límites del delito, no tengo la menor duda de que, si pudieran, el yucateco o la yucateca que asiste a los torneos de lazo, como un deseo inconsciente, se bañaría y fornicaría entre tripas y sangre coagulada de caballos.

Dicen que es una costumbre, o podríamos ser radicales al momento de hablar, y decir que es "la costumbre" por antonomasia del Yucatán profundo de los seres despreciables (adiós baile de la cabeza de cochino, y qué chachac ni qué estupideces milperas, lo importante, para el yucateco despreciable, son los torneos de lazo que no tienen ni 20 años de hacerse), entrando con todo derecho en el catálogo de los "usos y costumbres" de la otredad yucateca.  Que defender los torneos de lazo es defender nuestra identidad como pueblo, dice "don" Pedro Pérez, aquel peligroso individuo que fuera dueño del difunto “toro asesino” llamado “Sinaloense”. Pues bien, si a esas vamos, si eso entienden por su “identidad como pueblo yucateco”, déjenme decirles que sus identidades corrompidas me dan harta flojera, me causan vómitos, y me dan ganas de orinarlas. Orino en sus tradiciones de chacales. 

Y perturba más saber, que esas “tradiciones” que defiende Pedro Pérez, al 95 o más de los yucatecos de "los pueblos" les gusta y les atrae. A pesar de que el Ayuntamiento de Oxkuzcab negara recientemente un torneo de lazo, no obstante, los palqueros y empresarios del alcohol de ese pueblo de bárbaros del sur de Yucatán les importó un bledo y decidieron hacer lo que se les antojara. ¡Total!, dicen, si la Ley de Protección a la Fauna del Estado es muy tenue al momento de establecer medidas administrativas, multas pequeñas que no lesionan para nada los bolsillos de los empresarios del alcohol y de los palqueros “mayas” del Yucatán profundo. Así como sucedió en Oxkutzcab, en casi todos los pueblos del “Yucatán profundo”, muchos se refocilan ante la barbarie, tienen una fijeza a las tripas y vísceras al aire, y demasiados ven con indiferencia la muerte de un animal porque es un animal, un ser irracional y creado por su dios cristiano al servicio de la bestia de costumbres trogloditas. ¡Viva la costumbre, viva las tradiciones de las tripas!

domingo, 3 de agosto de 2014

La corrida de toros de los pueblos del Yucatán profundo: apuntes para una ¿polémica?



Ahora que están desatados los anti taurinos de toda laya y de todo peladaje porque la clase política yucateca ha dado el visto bueno para la supresión de los torneos de lazo, han surgido enésimas ofensas y bombardeos contra las corridas de toros (tanto la corrida de toros de Mérida como la de los pueblos yucatecos). Los fundamentalistas anti taurinos –entre los que se encuentran, amantes de los animales, indianistas, gente “pensante” y “distinguida”- han hecho un frente común para, además de prohibir los torneos de lazo (cosa que aplaudo y apoyo), ahora pretenden ir contra la "bestial fiesta" de los pueblos, las corridas de toros.
Incluso, se dice que la corrida de toros de los pueblos, no va y no entra en el catálogo de las tradiciones de la mayanidad. Esto es lo que piensa el escritor Jorge Cocom Pech. ¿En verdad es así? Que le diga eso a los simples pueblerinos de las aldeas más perdidas de Yucatán, que se lo diga a los de Tixcacal Guardia (bastión, según los antropólogos más radicales, el más puro de la “mayanidad” donde he visto la mejor corrida de toros habida y por haber), que le diga a cada "macehual" que se encuentre: que le diga que ya no tendrá su corrida de toros anual, ni su sabroso chocolomo, con su rico hueso meduloso.

El escritor Jorge Cocom Pech, dijo que "esa bestial fiesta" de la corrida de toros de los pueblos, debe ser “erradicada”. Yo le contesté lo siguiente:

Yo creo que “esa bestial fiesta", la corrida de toros de los pueblos, es muy distinta a los torneos de lazo, no hay comparación alguna. “Esa bestial fiesta” es un ejemplo claro y prístino de la readaptación y transformación de la continuidad cultural maya en nuevos contextos coloniales. El árbol del Yaxché, etc., preside la fiesta, y en la fiesta de los pueblos, la mayor parte de los toreros son de origen maya, y la charanga no es sino una música que cala hondo para un yucateco que se dé a respetar. Erradicar esa fiesta -no así los torneos de lazo, o las babosas charlotadas, esas sí, ¡que las erradiquen!- significa única y exclusivamente etnocidio. 
Jorge Cocom Pech reviró:
“Discrepo de tu punto de vista. Es una tradición ajena a nuestra cultura maya que adoptamos desde el siglo XVIII. Es desde la època de las haciendas, aunque su origen, occidental, es mucho más remoto. El ganado vacuno nos vino con los conquistadores, por lo que no es una fiesta originada desde nuestra cultura ancestral. Los tiempos, como las culturas se transfiguran. No todo siempre es igual, ni permanecerá inmutable”.

Yo volví a decir:

Claro que no es originaria, Jorge, pero lo importante es el hecho que fue adoptada, adaptada y recreada la corrida de toros. Tanto fue mayanizada esa fiesta, que ya señalé su continuidad prehispánica en el árbol del yaxché, y algo que demuestra la plasticidad de la cultura maya, es que el toro y todo lo que implica la ganadería, entraron en el mito: Juan Thul  y los ganados sirvieron mucho no solo a las haciendas, sino que en los pueblos, antes de la creación de una ley ganadera que dispuso llevar a potreros a los ganados (alrededor de 1970), los ganados sirvieron para la economía de la población maya y mestiza de los pueblos. No podemos seguir hablando de "imposiciones" ahora, porque si así fuera, no se comería tranquilamente el chocolomo....Juan Thul, ¿es maya, es español, es mestizo?

Una de esas “tradiciones” que se desea erradicar, sucede en el pueblo de Temozón, al oriente de Yucatán. En una memoria de un temoceño, se describe cuáles eran los preparativos de la fiesta anual en honor a la virgen de la Asunción. La fiesta iniciaba el primer viernes de agosto a las 4 de la tarde con el “corte de una mata de ceibo o ya’axché, “donde los hombres vestidos con sus ro­pas de gala y las mujeres de todas edades vestidas con sus coloridos ternos, bellas mestizas a acompa­ñados por la orquesta de músicos jaraneros ‘Charanga’ detonan vo­ladores, cortan la Ceiba en el terre­no de la casa de la persona que lo prometió a la virgen de la Asunción para las festividades dedicadas a su honor”. Esto sucedía en el Temozón de la década de 1940. Una vez cortado el ceibo, el presidente municipal de Temozón se sentaba “montando el árbol del “ya’axche’”, y los “hombres y mujeres de diferentes edades participantes en la tradicional corte de la ceiba la car­gan y recorren las calles acompañados con música de jaranas, reventando voladores, kiis buuts’ los “fiesteros” tomando aguardiente hasta llegar a la “plaza de toros” (tablados) y sembrarlo exactamente en el centro del ruedo”.


No sé si esta tradición sea bestial, pero para los temoseños, esta fiesta era válida, y no veían en ella ningún viso de “imposición”. Sin embargo, estas fiestas de los pueblos, hoy quieren ser erradicadas por los indianistas que, paradójicamente, resultan los más completos etnocidas. 

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