lunes, 28 de julio de 2014

Pelando la cebolla: ¿Guerra social maya, Guerra de Castas o Guerra multiétnica?

Ruinas de la iglesia de Tihosuco
Es un hecho que el grueso de los ejércitos que cimbrarían la Península en 1847-1848, se trató de población maya campesina, pero considero que es un error no menor, decir "Guerra Social Maya" a lo que se inició el 30 de julio de 1847 en Tepich, porque no fueron únicamente “mayas” los que participaron en ella: el vallisoletano Bonifacio Novelo, los petuleños José María Barrera y José María Torres, así como Leandro Santos o Dionisio Zapata; y tantos otros líderes mestizos de los pueblos, algunos “chinos” y negros de Belice, lucharon a la par con indígenas como Chi, Pat (aunque, de este último, igual se señala su posible origen mestizo) y Crescencio Poot (en varias descripciones de Poot que he tenido la suerte de analizar, se le describe con características “africanas”). La pregunta es, ¿es válido todavía ningunear al concepto "Guerra de Castas"?
Podemos sostener, que es muy superficial –o muy ideológico- mayanizar totalmente un conflicto que tuvo sus matices y sus ricas diversidades, como rico y diverso son los pueblos yucatecos hasta hoy en día. Y por ese solo hecho, considero que el término “Guerra de Castas” todavía es el más correcto para nombrar a ese conflicto de larga duración, aunque no desconozco los orígenes sociales y agrarios de aquella Gran Guerra, los cuales defiendo a ultranza y sin tiquismiquis, frente a los “revisionistas” de toda laya.

Las características de la naturaleza primigenia de la “Guerra de Castas” han sido descritas por innumerables estudiosos, demostrando cómo el largo conflicto dividió geográficamente a Yucatán en la segunda mitad del siglo XIX. “Guerra Social” la denominó Berzunza Pinto;[1] “guerra campesina” la adjetivó Quintal Martín;[2] guerra popular contra la economía asimétrica, sostuvo Canto López;[3] guerra tanto “agraria como étnica” con predominancia campesina, apuntó Dumond[4]; lo cierto es que podríamos interpretar este conflicto como multiclasista (hacendados como Pat convivían en los campos de batalla con líderes militares como don Cecilio Chi, o “prófugos de la justicia” como el “desnaturalizado” Bonifacio Novelo); o bien, revisitando documentación de la época, llegar a la conclusión a que Reed llegó posterior a su célebre libro: la “Guerra de Castas” fue un conflicto multiétnico y cuyas causas no fueron una sino múltiples.[5]
En su reciente estudio sobre el “mestizo”[6]  de Valladolid Bonifacio Novelo -que al igual que José María Barrera para la región de Peto, combatió del lado de los “mayas rebeldes” y fue líder indiscutible a finales de la década de 1860 en Chan Santa Cruz-, Canto Alcocer concluyó que la sublevación de 1847 no fue solamente indígena como la hiciera creer la ideología decimonónica criolla, y Novelo –así como Barrera, apunto aquí- es “un contundente mentís” a esa retórica. Bonifacio Novelo era un mestizo, un auténtico líder que pugnaba por espacios de poder en la sociedad cerrada vallisoletana, pero “los espacios de desarrollo estaban plenamente cerrados en aquel Valladolid de mediados del XIX, y Bonifacio tomó la decisión de combatir esa desesperante realidad con las armas en la mano.”[7]
Creo que he hablado mucho de José María Barrera, un “mestizo de Peto que, por causas ignoradas, había desertado de los suyos para pasarse al bando de los indios,”[8] y ahora podríamos hablar de otro ladino petuleño que decidió pelear del bando de los mayas. Me refiero a “Don José María Torres.” El “Don” aparece en varias ocasiones cuando se habla de Torres en la documentación de la época.
Don José María Torres era otro de aquellos “mestizos” petuleños que secundaría la rebelión de 1847. Natural y vecino de la Villa de Peto, para finales de diciembre de 1849 era un “comisionado de los sublevados”, y al parecer, su lugarteniente en Kantemó –paraje cercano a Peto, por el rumbo de la bahía de Chichankanab- era el comandante José Tun, muerto en un ataque que 100 soldados yucatecos hicieron a su posición que defendía. Antes del ataque a Kantemó del 25 de diciembre de 1849, los capturados, entre ellos un tal Tiburcio Kú, aseguraron:
[…] que un día antes de ser aprehendidos, había estado en Kantemó un comisionado de los sublevados, llamado José Torres, natural y vecino de Peto, á prevenirles que todos los que estuviesen allí reunidos, fuesen á obstruir el camino principal que de este pueblo va al de Barbachano, y que concluida esta operación, volviesen al mismo punto, para que al primer aviso suyo, viniesen a sitiar a este cuartel [de Peto].[9]
Con esta somera lista de líderes de la primera época de la Guerra de Castas, podemos dudar, o matizar las señalizaciones que actualmente se le efectúa, diciendo que la guerra de larga duración iniciada en Tepich el 30 de julio de 1847, se trató exclusivamente de una “Guerra Maya”. Fue una Guerra Maya, desde luego, pero también fue una guerra donde los mestizos de los pueblos no veían etnicidades para luchar, al igual que los “mayas” no veían sino una posibilidad de que el mundo neocolonial yucateco fuera modificado para dar cabida a la diversidad étnica de poder. Si bien es cierto que el grueso de los combatientes fue a todas luces de origen maya campesino, no hay que dejar en el tintero del olvido a estos mestizos que decidieron pelear movidos únicamente por términos de justicia, y no así por términos “raciales.” Venancio Pec, para 1849, recordaba que en un futuro territorio liberado del colonialismo y el racismo de las élites yucatecas, no veía “objeción ninguna á que los blancos residiesen dentro del territorio que pretendían obtener, pero que nunca consentirían en que estos ejerciesen autoridad en el lugar que residiesen.”[10].
Sin embargo, con el correr de los años –se señala el año de 1867 como el predominio de los elementos tradicionalistas en Chan Santa Cruz-, lo que comenzó como una lucha multiétnica, devendría en un reforzamiento de la indianidad combativa en el oriente de la Península.






[1] Ramón Berzunza Pinto, Guerra social en Yucatán (Guerra de Castas), Mérida, Maldonado Editores– Gobierno del Estado de Yucatán – Secretaria de Educación, 1997.
[2] Fidelio Quintal Martín, “Interpretación de la Guerra Campesina de Yucatán de 1847”, Revista de la Universidad de Yucatán, Marzo-Abril de 1976, número 104, año XVIII,  Vol. XVIII, pp. 60-89.
[3] Antonio Canto López, La Guerra de Castas en Yucatán, Mérida, Ediciones de la Universidad de Yucatán, 1976.
[4] Don E. Dumond, The Machete and the Cross. Campesino Rebellion in Yucatan, University of Nebraska Press, 1997.
[5] Nelson Reed, “Liderazgo de blancos y mestizos entre los cruzoob”, en Saastun. Revista de cultura maya, año 0, número 1, abril, Mérida Yucatán, México, 1997, pp. 63-88.
[6] Entiendo la palabra “mestizo”, muy distinta a lo que en el habla actual de Yucatán se entiende: como población no indígena. Los mestizos son los “no indígenas”, los cuales en el Yucatán de la segunda mitad del siglo XIX, coparon y seguirían copando, las estructuras de poder de los partidos y los ayuntamiento. Incluso se ha planteado la hipótesis de que el término “mestizo” para denominar a la población indígena de Yucatán, tuvo sus orígenes posterior a la segunda mitad del siglo XIX, como una forma para “exorcizar” la indianidad de la población maya yucateca viviendo dentro de las fronteras, y cuyo objetiva era que, mediante la palabra mestizo, se borrara todo nexo posible con los “indios bárbaros” de Chan Santa Cruz.
[7] Jorge Alberto Canto Alcocer, “Las otras castas de la guerra: Bonifacio Novelo y los mestizos de Valladolid en la guerra social de 1847”, en Jorge Canto Alcocer y Terry Rugeley (coordinadores), Ventana de Zací: otras miradas de la Guerra de Castas, Valladolid, Yucatán, Universidad de Oriente, 2013, p. 132.
[8] Alfonso Villa Rojas, 1987, Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo, México, INI, p. 98.
[9] “Comandancia principal del cuartel de Peto”. Boletín oficial del Gobierno de Yucatán, 29 de diciembre de 1849.
[10] “Guerra de bárbaros”, El Fénix, Campeche, 25 de enero de 1850.

domingo, 27 de julio de 2014

El lugar del "mono" uayú, o breve relación de Uayma

Iglesia de Uayma

El 19 de julio de 2014 revisé mis apuntes de una entrevista que realicé a mí amigo, el uaymense Rodrigo Ay Xooc. Estos apuntes versaban sobre su solar materno: Uayma. Y queriendo saber  qué cosas se habían escrito sobre ese silencioso poblado oriental, puse la palabra Uayma en los buscadores de la UADY y de la Biblioteca Virtual de Yucatán: los datos que me arrojaron resultaron irrisorios, pobres y débiles para abordar de una manera coherente y exhaustiva al pueblo de Uayma. En la Biblioteca Virtual de Yucatán, sitio en línea de uno de los dos más importantes repositorios historiográficos de la Península –me refiero a la Biblioteca Yucatanense-, el pueblo de Uayma está representado textualmente por los siguientes trabajos:

a)     Por una Monografía de Uayma, que más que monografía coherente y totalitaria, es un estudio rudimentario de 38 páginas que sirvió como tesis de medicina de un tal Eladio Ek Tax (sin relación alguna con este amanuense). Es del año 1989, al parecer de la facultad de medicina, y editado en Mérida.

b)     En la vena de los estudios campesinos –muy en boga en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado-, está la tesis de licenciatura en antropología del maestro José Juan Cervera Fernández: “Iglesia no católica y estructura política: Los campesinos de Uayma.” Es una tesis de 1991, de 112 páginas salidas de las aulas de la histórica facultad de ciencias antropológicas  de la UADY, la que quedaba entre dos míticas cantinas levistraussianas, a donde recalaban con constancia los futuros antropólogos yucatecos.

En el buscador de la UADY, los datos arrojaron una pobreza textual todavía mayor. Mejor traigo a cuento un twitt que escribí comentando esta dejadez de esa universidad para uno de los tantos pueblos yucatecos (“sin historia”, según los letrados urbanos): “Puse la palabra Uayma –rezaba en mi twitter- en el buscador de la UADY y aparecieron textos de medicina (parasitismo). Para unos, eso es la historia de los pueblos.” Siguiendo con mi diatriba contra el provincianismo urbano de la ciudad letrada meridana, dije: “Para la ciudad letrada, los pueblos de Yucatán no tienen historia: tienen etnografía y tienen problemas socioeconómicos y de salud. Visión más pobre y reduccionista no puede haber.”

Sabía, porque ya había trabajado con anterioridad las Relaciones histórico-geográficas de la gobernación de Yucatán, que existe una “Relación de Uayma”. Esta relación no entra en un débil folleto turístico que conseguí para seguir indagando sobre el pueblo de Uayma. El folleto de marras se denomina “Uayma. Guía turística cultural”,  es bilingüe (no necesito decir que está escrito en español e inglés), y fue editado con todas las pobrezas académicas por alumnos del Centro Universitario de Valladolid (CUV). En una palabra, es descartable de raíz, pero podemos tomar algunas ideas mercantiles que contiene, con las cuales se intenta realzar el turismo “rural” o “cultural”. De entrada, la historia de Uayma se adelgaza, y al pueblo se le adjetiva como “un pueblo mágico, turístico y cultural.” O en otras palabras, la magia y la cultura, o la trasmutación de la cultura por la magia del turismo, para solaz y recreo del turista conquistador; asegurándole, a este bárbaro neo invasor, que todavía existen “los hombres mayas”; y que despreocúpese usted, señor turista rubicundo, si está dudoso en interactuar y acercársele a ellos sin ningún problema a que lo flechen o le saquen el corazón; ya que:
[…] si le gusta observar y tener un acercamiento a la comunidad rural o es amante de la naturaleza, le aseguramos que eso y más disfrutará, ya que en la población podrá interactuar con la gente local, visitar y gozar de la frescura del cenote o realizar recorridos por sus tranquilas calles para conocer sus casas coloniales y las artesanías, producto del trabajo diario de hombres mayas que aún existen en nuestras épocas contemporáneas”.[1]
Para los mercadólogos del turismo, sólo existen “experiencias inolvidables” (cliché indigesto, éste, de “experiencia inolvidable”) y superficialidades que terminan en el eslogan siguiente de un folleto manido de 50 páginas infumables:
Después de este breve recorrido histórico-etnográfico de carácter cultural, social y económico, solamente nos queda decir: ¡Ven a Uayma! ¡Te esperamos con sonrisas cálidas! Recorrer esta comunidad te hará sentir en casa. ¡Uayma es mío, tuyo y de todos![2]
Sin embargo, Uayma, y yendo contra los mercadólogos del turismo burgués, es más que una “experiencia inolvidable”; y, desde luego, yendo contra la cerrazón de la ciudad letrada meridana, Uayma es más que parasitismo y problemas socioeconómicos y de salud. Uayma es la tierra de los cupules, y es la tierra de mi amigo Rodrigo Ay Xooc y de mi amigo Reynaldo Xooc Padilla, los cuales me dedicaron algunos minutos de su tiempo para hablarme de “cosas de su pueblo”.
Señalé líneas atrás, la existencia de una “Relación de Uayma”. En efecto, en las muy socorridas Relaciones histórico-geográficas de la gobernación de Yucatán, Mérida, Valladolid y Tabasco, la relación de Uayma (y Kantunilkin) fue escrita el 20 de marzo de 1579 por el encomendero de ese lugar, Juan Vellido. El soldado raso Vellido, convertido, por actos de la brutalidad de la conquista, en señor feudal y alcalde ordinario de Valladolid y con indios bajo su encomienda, decía que el capitán don Francisco de Montejo le dio en repartimiento, en nombre de “Su Majestad”, los pueblos de  Guayma [Uayma], que dista de Valladolid dos leguas, “y el pueblo de Cantaniqui” [Kantunilkin], que distaba dieciocho leguas hacia el puerto de Conil. Vellido afirmó que cuando se le dio en encomienda Uayma a finales de 1540, “tenía trescientos tributarios, y al presente no tiene más que 120.” La causa de esa baja poblacional, apuntó Vellido, se debió a las políticas de congregación de los religiosos (el reducir a un solo pueblo cabecera de doctrina a los indios arranchados), así como a “las muchas obras que los religiosos han hecho en los monasterios, que han sido suntuosas y de mucho edificio, y también por cierto beneficio de añil que en esta tierra hay”, dos compulsiones laborales que iban contra el sistema milpero de los hombres de Uayma.

El conquistador Vellido, que fue testigo de “primera vista” del levantamiento general de los cupules en el año de 1546, apunta en aquella Relación de Uayma y Kantunilkin, que:

Después que yo vine a estas provincias, que fue el año de mil e quinientos e quarenta e quatro, según referido tengo, desde a dos años poco más o menos, que fue en el año de mil e quinientos e quarenta y seis años, a nueve de noviembre de dicho año, los naturales desta provincia de Valladolid se alzaron y rebelaron contra la Real Corona, en manera que mataron diez y ocho españoles que estaban derramados en los pueblos y seiscientos indios naborías que servían a los españoles, en manera que ninguno de los dichos españoles ni indios dexaron a vida, siendo los dichos indios muchos dellos sus hermanos e hijos y deudos, y de su natural, lo qual hicieron porque servían a los españoles, y a muchos dellos se halla cosa cierta que les sacaban los corazones vivos y los descoyuntaban y hacían otros martirios, cortándoles brazos y piernas, lo cual ofrecían a sus ídolos de barro…[3]

Según Farris, este “levantamiento” temprano que tocó a los fieros cupules de Uayma, no se puede decir que fue contra el orden colonial, porque ese orden no existía en el temprano año de 1546; más bien, hay que ver el levantamiento de 1546 como el último episodio del largo proceso de conquista de los mayas yucatecos.[4]

El cenote de Uayma

Vellido hace unas acotaciones corográficas de los suelos y el paisaje del Uayma de 1579. Dice que “está este pueblo poblado en tierra sana y llana”, y que no había ningún río, fuente ni laguna; y menos sierras y volcanes. Lo importante de Uayma, es que tiene “un cenote de agua hondo que tiene mucha cantidad de agua, que está en la mitad del pueblo, de donde beben todos los naturales de él”, y tiene “desde lo alto del dicho cenote al agua diez brazas, y otras tantas tiene de hondo de la dicha agua hasta el suelo”. En ese entonces, el agua de ese cenote era “buena y sana”, pero ahora, según vemos en las fotografías recientes de dicho cenote, sus aguas parecen que no son buenas para beber, tiene suficiente verdín y a simple vista repele el probarla. Vellido sigue con sus descripciones paisajísticas: “Es esta tierra de mucha arboleda silvestre, hay en ella mucha cantidad de piedra laja, y lo mismo la hay en toda la tierra en general”. El encomendero habla sobre la fauna de los montes cercanos a este pueblo cabecera de doctrina:
Dase buen maíz, frijoles, ají y algodón…Hay muchas frutas silvestres de muchas manera, que comen los naturales; hay asimismo, mucha caza de venados, conejos, perdices, codornices, tórtolas, pavos, puercos de monte, que llaman los indios quitanes [kitam]; hay otros muchos géneros de caza del monte de que se sustentan los naturales.”[5]

Titulares de la encomienda de Uayma (Valladolid)
Titulares
Número de población indígena
Valor de la encomienda
Juan Bellido (1549) (1579)
200
No se especifica
Martín de Güemes, 1579

120[6]
Gaspar González (1607) (3.ªv)
200
775,0,0 (T=
Pedro de Valencia (1666) (2.ª v)
120
No especifica
Francisco Menéndez Morán, 1683 (1688)
161
342,6,0
Joaquín Menéndez (2.ªv)
No especifica
No especifica
Fuente: Basado en García Bernal, Manuela Cristina (1978), Yucatán. Población y encomienda bajo los Austrias, Sevilla, EEHA, p. 524.

Las cosas de mi pueblo: hablan los primos Xooc

Dejemos la relación de Vellido por un lado, y pasemos ahora a apuntar algunas relaciones –o nuevas relaciones- de Uayma, dadas por los primos Xooc: Rodrigo Ay Xooc, y Reynaldo Xooc Padilla. Lo primero que hago para conocer un pueblo yucateco con toponimia maya, es saber su significado.  Rodrigo Ay Xooc, quien fue el que me dio casi todos los datos del pueblo que me parecieron interesantes de rescatar, dice que el nombre es compuesto, y dos son los significados que los uaymenses gustan referir a los visitantes.
El primer significado, tiene que ver con el cenote que queda en el centro del poblado, del cual Vellido nos habló: Uayma significa “agua de uayos”. Rodrigo dice que “en el cenote principal que está al lado de la iglesia, arriba, en su boca, está cubierto o rodeado de árboles de uayas, estos árboles uayos hacen sombra al cenote, lo verdean, pero cada vez que las uayas están maduras, caen y van a dar al cenote, de ahí que sus aguas se conozcan como aguas de árboles uayos. Le pregunté a Rodrigo si con las uayas que fermentan en el cenote, las aguas saben distintas: no me supo dar respuesta, tal vez porque ningún uaymense bebe ahora de esas aguas estancadas.
Reynaldo, un uaymense al que le gusta andar en motocicleta, señaló un origen más erótico del nombre de Uayma:
Había una mestiza de amplias caderas bañándose desnuda en el cenote, era un pleno día de intenso calor y la conquista de Yucatán no había terminado. La mestiza se bañaba y dejaba ver parte de su amplio y voluminoso trasero. En eso estaba quitada de la pena, cuando vino un español y la quiso agarrar, y la mestiza sólo pudo decir ¡Uay, maa![7]
En sus toponimias mayas, Santiago Pacheco Cruz asienta que Uayma, o Uayénmá, es una:

Población de relativa importancia de la jurisdicción de Valladolid, Yucatán; su denominación quiere decir, por aquí no o por acá y má, no en sentido negativo, por derivarse de las voces uayé, por acá o por aquí, y má, no, aunque podría interpretarse también como: brujo no, qe viene de uay…El nombre primitivo, según el Códice Pérez, fue Uayunmhaa, que quiere decir lugar de las huayas de agua, por venir de las voces, UAYUM, huaya, fruta aquí conocida, y HAA, agua y también interjección.[8]

La gramática del "mono" uayú

Rodrigo me asegura que su experiencia de cazador lo ha llevado en una ocasión a toparse con este nuevo animal fantástico que engrosa la panoplia de animales borgeanos que pueblan los montes de la Península de Yucatán. Me dice que los cazadores expertos de Uayma, para evitar los peligros del monte, tienen que ofrendarles primicias o regalos a sus guardianes, y una forma para congraciarse con los vigilantes de la selva maya, es el tener bien alimentados, cebados y apuercados a sus fieles perros que los acompañan en la cacería.  Pasando los cabos del pueblo de Uayma, el peligro siempre es latente. Cuando un cazador va a “lamparear” (una técnica muy utilizada para la cacería del venado[9]), se va de noche, y en la noche uaymense hay un sinfín de peligros: desde el yun-tun (honda) de los traviesos aruxes, los malos vientos que enredan al cazador en los “laberintos sonoros” de la soledad de la selva, los rugidos ubicuos del balam, o las picaduras fúnebres de las crótalos. Pero para los uaymenses, estos peligros que he referido, son casi nada si se les compara con el peligro de peligros para los hombres del poblado: lo peor que le puede suceder, a un caminante del monte de Uayma, es toparse con el atrevido mono uayú (en realidad, se trata de un cacomixtle, o Bassariscus astutus).
¿Y qué es el mono uayú? ¿Es un mono uaymense, único en su especie, que decidió vivir para siempre en esa querencia de monte oriental?, ¿es real, es mítico, o es otro “laberinto sonoro” de la selva yucateca, un mono mítico que sólo los uaymenses pueden ver? Reynaldo dice que el mono uayú es un maax[10] que anda dando brincos por la arboleda de la selva, es nocturno, y hay una legión de ellos alrededor de Uayma. Rodrigo, con tranquilidad de cazador, describe al mono (cacomixtle) uayú de esta forma:

El uayú es un mono. Es puerco el hijo de su chingada porque le gusta orinar a la gente desde los árboles. Los persigue y los comienza a bañar con su pestilente orina. Es gordo, a veces perezoso cuando hace la canícula, y de color rojo. Cuando vas al monte a cazar o a leñar, ves que viene una lluviecita amarilla, es el uix[11] de ese mono uayú. A veces, para chingarte solamente, hace más bromas que los aruxes: te guarda tus cosas como escopetas, sabucanes o el chuu.[12] A veces, los pendejos se matan solos revisando las escopetas, pero son peligrosos si las tienen en sus manos regordetas. Los monos uayús, además de jugarte bromas con su vejiga, te pueden golpear, morder, incluso tirar piedras. Travieso como es, sin embargo, este mono le regaló a Uayma su nombre, ya que otro de los significados de Uayma es el lugar del mono uayú.

Le aseguré a Rodrigo que algún día visitaré los montes de Uayma para toparme, vis a vis, con tan crapuloso "mono" uayú.

El "mono" uayú

Los fantasmas de la Guerra de Castas en Uayma y el escriba Don Secum

Como a todos, lo que más me ha llamado la atención del pueblo de Uayma, es su convento de Santo Domingo de Guzmán, fundado por los dominicos en el siglo XVI y principios del siglo XVII. Se dice que su esbelta arquitectura fue formada con las piedras de los templos mayas que había en el momento de la conquista. Esto se refuerza con lo que Vellido dice en su Relación: “Hay en este pueblo de Guayma unos cues de piedra hechos a mano muy altos, de los cuales se sacaba piedra para hacer la iglesia y aposentos de los religiosos, y cerca de la iglesia y todo lo demás.”
Para los uaymenses, es un hecho que el ahora remozado convento es una de sus joyas visuales, agradable para los visitantes. Sin embargo, una pequeña monografía dice que durante la Guerra de Castas, este convento fue presa del incendio de la tea de los mayas rebeldes.[13] Su reconstrucción data de 1891, fecha en que la guerra latente en las fronteras yucatecas comenzaba a desaparecer[14]. En el mismo texto en línea, se puede ver una fotografía del convento de Uayma antes de su restauración completa en el año 2005.


Como hemos dicho, la Guerra de Castas fue crucial para el pueblo de Uayma, y su iglesia, a más de un siglo y medio, todavía sigue guardando ecos de esa enorme conflagración social de la Península. En Uayma se asegura que por las noches –incluso en la más cerrada de las noches- se puede observar “como militares andando por el atrio o viendo por las almenas de la iglesia”. “Son las almas de los soldados de la Guerra de Castas” cuidando todavía a la iglesia. Esa iglesia que no pudieron defender cuando el incendio que comenzó en Tepich corrió por toda la manigua reseca de la Península. La iglesia, dice Rodrigo, fue creada para defenderse, tiene almenas en el techo, y ahí, con la claridad de la luna se puede apreciar a esas sombras negras de los tiempos de la guerra, yendo de un lado a otro apresuradas. Atrás de la iglesia había “escapes” (o túneles) que salían a otras iglesias para defenderse. El municipio de Uayma fue fundado[15] por 3 familias: los Cupules, los Tuz y los Xooc, actualmente siguen siendo familias grandes de Uayma. Cuando hubo la Guerra, la gente salía despavorida de Uayma, y se comenzaron a asentar en pequeños ranchitos alrededor del pueblo. Así se formaron los ranchitos de Santa Rosa, San Roque, Santa Cruz, Santa Eleuteria, puros nombres de santos tienen los ranchos de Uayma.
De esa guerra, hay un señor que fue conocido como “Don Secum”. Ya murió, tenía 104 años al morir. El vio la guerra. Don Secum decía que, para ese entonces, toda su familia se refugiaba en cuevas para salvar la vida, y aún así, el vio morir a toda su familia. Don Secum escribió El libro de Uayma, un libro que nadie conoce. Ese señor, don Secum, era un escritor, y al mismo tiempo, un pintor: sabía escribir la historia y sabía ilustrarla. El libro que escribió lo hizo con tela, y tiene dibujos llamativos. Don Secum es un señor antiguo al que le gustaba escribir las cosas de Uayma e ilustrarlas. Lamentablemente, murió y no sabemos nada del libro. Le han ofrecido dinero a la familia de don Secum, pero esta no acepta mostrar el libro porque varias veces han intentado robarlo.

Coda

Otras cosas me contaron los primos Xooc del pueblo de Uayma, pero sin duda, creo que esta breve relación de tan atractivo lugar, ha valido la pena rescatar.




[1] Canché Canché, Sergio Eduardo (director de proyecto), sin fecha. Uayma. Guía turística cultural. Un pueblo mágico, turístico y cultural, p. 4.
[2] Ibidem: p. 48.
[3] Ignacio Rubio Mañé, Prólogo al libro de Robert Chamberlain, Conquista y colonización de Yucatán. 1517-1550, Porrúa, México, 1974, p. CVII.
[4] Cfr. Farris, Nancy, 2012, La sociedad maya bajo el dominio colonial, México, CONACULTA-INAH.
[5] Garza Camino, Mercedes de la (coord.), 1984, Relaciones histórico-geográficas de la gobernación de Yucatán, Mérida, Valladolid y Tabasco, volumen 2, México, UNAM.
[6] 40 pesos de oro de minas.
[7] Es decir, en español ¡uayy, nooo!
[8] Pacheco Cruz, Santiago, 1953, Diccionario de etimologías toponímicas mayas (Conjunto de apreciaciones). Primera Edición, Impresora Oriente, Mérida, Yucatán, p. 219.
[9] Sobre esta técnica del lampareado y otras técnicas, cfr. Yah Balam, David, 1983, La cacería del venado. (Bilingüe: maya-español), Mérida, SEP, 41 p.
[10] Maax: mono en español.
[11] Uix: orina en español.
[12] El chuu es el calabazo que sirve a los campesinos como cantimplora.
[13] http://uayma.blogspot.mx/, visto el 27 de julio de 2014.
[14] En mi tesis doctoral sobre el partido de Peto, señalo a la década de 1890 como los años del Declive de la Montaña Rebelde, o el apaciguamiento de la violencia efectiva en las fronteras yucatecas del sur y oriente de la Península.
[15] ¿O será repoblado? Tal vez sí.

sábado, 26 de julio de 2014

Cuando mataron a Manuel Antonio Ay, se enojó don Cecilio Chi

Manuel Antonio Ay, según el lápiz del pintor Marcelo Jiménez
"Afortunadamente, acabo de descubrir una conspiración en el maldito pueblo de Chichimilá, el que con otros pueblos más de este partido se hayan en comunicación con Cecilio Chi que encabeza los indios, que se están reuniendo en el rancho Culumpich para levantarse contra el Gobierno y los blancos. El cabecilla principal que lo es el supremo revoltoso y atrevido indígena Manuel Antonio Ay, lo tengo seguro, y he mandado instruir contra él un breve sumario, y estoy resuelto á fusilarlo sobre la marcha para que sirva de un ejemplar escarmiento..." 

Carta de Eulogio Rosado  del 22 de julio de 1847 al gobernador Domingo Barret. 


En un diálogo conmemorando hoy el asesinato del batab de Chichimilá, don Manuel Antonio Ay, el maestro Jesús Solís Alpuche acotó algunas someras descripciones biográficas de este célebre –y célebre, más que por su vida, por su muerte- chichimileño de 30 años según Alpuche (y de 45 según yo), el cual fue muerto la tarde del 26 de julio de 1847 en el parque de Santa Ana de la ciudad oriental de Valladolid, siendo su cadáver expuesto por más de una hora para ejemplo de la “indiada” de la región.

La muerte de Ay marcaría un rumbo preciso en la conjura general de los batabes de la Península, y en Chichimilá, lugar en el que Felipe de la Cámara Zavala había devuelto su cadáver, a las 8 de la noche de ese mismo 26 de julio comenzaba ya a oírse “el inmenso clamor de los indios que lamentaban la muerte de su padre y protector, del sol que los alumbraba y dirigía…” La Guerra de Castas, esa Gran Guerra que devoró como una manga de langosta a la Península, había dado inicio, y pronto los batabes de los pueblos –indios y mestizos- secundarían los ejércitos que crecerían desde Culumpich para sitiar a Mérida y tirar al mar al señor Obispo y a todo blanco enemigo: Bonifacio Novelo, Barrera, el “martillo de Yucatán” Crescencio Poot, y tantos otros que vendrían después como el comandante Sóstenes Mendoza, más que caudillos, podemos visibilizarlos como unos héroes que lucharon contra la colonialidad del poder, por hacer del execrable Yucatán de las élites meridanas del siglo XIX, un lugar mejor para vivir. Podemos estar de acuerdo, desde luego, que con el asesinato de Manuel Antonio Ay, la Gran Guerra había dado comienzo. Un relato de historia oral en el que se “mitifica” esta solidaridad de estos héroes que hicieron la guerra al despojo y la avaricia meridana, fue recogido recientemente en el centro de Quintana Roo. Reza así:

Cuando mataron a Manuel Antonio Ay se enojó don Cecilio Chi contra los españoles, porque mataron al pobre hombre. Por eso les hizo frente a los españoles, y así lo odiaron y le dijeron que también a él lo matarían. Porque los españoles ya se creían dueños de esta tierra. Lo que pasó es que mataron a don Cecilio Chi. Pero don Jacinto Pat no era de aquí [del centro de Quintana Roo]; venía de Maxcanú. Él, como vino a Chichimilá, vio qué les sucedió a las personas. Cuando vio que mataron a Cecilio Chi, le dolió, y le dijo a un señor de Chichimilá, don Crescencio Poot: “¿Cómo lo ves? Yo no estoy de acuerdo con lo que han hecho los españoles”. Los dos querían vengar las muertes….” (Bracamonte y Sosa, Pedro, Elmer Ek Ek, 2014, Después de 2012. Libro de la memoria y vaticinios mayas, México, CIESAS).
Esta es una de las bellas piezas de memoria que abundan entre los pueblos del centro de Quintana Roo, muy distinta a la memoria de los pueblos surianos como Peto, donde si bien he encontrado recuerdos de Poot, estos se presentan de una forma negativa: Poot, para los surianos, ya no sólo venga las muertes y va en contra de los españoles, sino que va en contra de los pueblos de la región con sus acciones guerreras.
Me llama la atención que los apasionamientos nos obnubilen. No podemos referirnos de Ay, de Chi o de Pat, del modo como se refiere el maestro Solís Alpuche, por lo que después diré. Dice el maestro Solís Alpuche, lo siguiente sobre Manuel Antonio Ay:
Manuel Antonio Ay (Chichimilá, 1817 – Valladolid, 26 de julio de 1847), indígena maya, cacique de Chichimilá en Yucatán (México), fue promotor junto con Cecilio Chí y Jacinto Pat de la guerra campesina más significativa de América, denominada Guerra de Castas en 1847, que pretendió liberar a la población maya de la opresión criolla y constituir un estado independiente de México. Fue el primer mártir de la guerra en un día como hoy.
Con camaradería, le contesté:


Monumento a Manuel Antonio Ay en el parque principal de Chichimilá

Maestro Jesús Solís Alpuche, me gustaría precisar un punto en el que discrepo de usted. Es este: decirle "caudillo" a Manuel Antonio Ay empobrece (o españoliza) el concepto de poder entre el pueblo maya...Existen palabras mismas en la lengua maya con las que se puede señalar a estos “caudillos” de la primera época: “batabes”, o propiamente, “u chunt’ano’ob”. El concepto de caudillo es muy “criollo”, y por lo tanto, descartable. Otro punto: si nos fijamos bien en los primeros brotes de rebelión, los campesinos que se levantaron en armas en el oriente y el sur, no tenían, al principio, una noción clara de “constituir un estado independiente de México”. Esta concreción de un nuevo estado dentro del estado yucateco -de ahí la creación de las fronteras interiores durante la segunda mitad del siglo XIX, como la frontera petuleña- se dio posterior a las muertes de estos batabes como Chi y Pat...Las circunstancias de la guerra orillaron a un Venancio Pec a proponer, el 22 de noviembre de 1849, al Superintendente de Honduras Británica, que el único camino que veían para la solución de la guerra era que los rebeldes tuvieran “un gobierno independiente: que deseaban se les dejase una parte del país, TIRANDOSE UNA LÍNEA DESDE BACALAR HACIA EL NORTE HASTA EL GOLFO DE MÉXICO, y quedar libres del pago de contribuciones al gobierno del estado”, y para señalar que la guerra no tenía un fin étnico, añadieron que “por su parte no harían objeción ninguna á que los blancos residiesen dentro del territorio que pretendían obtener, pero que nunca consentirían en que estos ejerciesen autoridad en el lugar que residiesen”.

Sin embargo, dudo de que Pat, o Ay, tuvieran esa idea de crear un estado independiente, pero no así Chi: Chi representa el ala radical de todo movimiento social. Es el non plus ultra del radicalismo que cunde y embrolla a todo movimiento. Sin embargo, ese radicalismo es el que más me seduce, el que más me interesa destacar, porque es una visión nativista de la mayanidad que viene desde tiempos prehispánicos, pasa la conquista, entra a la colonia y hace eclosión en la Gran Guerra de 1847.

lunes, 14 de julio de 2014

El reparto de tierras en el pueblo de Tzucacab por el gobernador don Felipe Carrillo Puerto. 1923.




Transcripción de la nota de prensa de La Revista de Yucatán, del 9 de febrero de 1923.

Ayer a las cinco de la mañanas salió en un tren extraordinario compuesto por el pullman “Mayapán”…para el pueblo de Tzucacab, el Sr. Gobernador del Estado, Don Felipe Carrillo Puerto, en unión de los miembros de la Comisión Local Agraria y de…varios diputados y el artista fotográfico don Salvador Badía y otras personas con el fin de hacer entrega de sus tierras a los agricultores de la región. Al llegar el tren a las nueve de la mañana, un numeroso grupo de vecinos esperaba a los viajeros lanzando vítores y cohetes voladores. Una banda de música tocó dianas, siendo saludado el señor Carrillo Puerto por el Presidente Municipal Prof. Esteban Andrade, los Concejales Eduardo Cardós y Camilo Canul, el Presidente del Consejo Municipal de Peto, señor Alberto Castilla…etc. En medio de una manifestación se dirigieron  a la Casa Municipal pasando por el camino llamado real que ha sido terraplenado. Al llegar a los corredores no habían llegado todos los agricultores, por lo que se retardó un poco el acto de entrega. A las diez y media se procedió a esta. El presidente interino de la Agraria don Felipe Valencia López, puso los planos en manos del Comité Ejecutivo del pueblo, compuesto de esta forma: Presidente Diego Canul, Secretario Victoriano Caamal, y vocal Miguel Carrillo. Hubo varios discursos, y por último fue el discurso de Carrillo Puerto, quien exhortó a los agricultores a cultivar las tierras. Se entregaron tierras a 137 agricultores de la siguiente manera:

Kakalná: 404 hectareas, 42 áreas, y 51 centiáreas afectada.

Thul: 1,225 Hs., 54 As, y 41 Cs.

Hobonil, 1654 Hs, 03 As. Y 08 Cs.

Que hacen un total de 3,288 áreas.

Llegaron las Ligas de Resistencia de los pueblos de Dzi, Chacsinkín y de Ekbalam. Una comisión del último entrevistó al Sr. Gobernador para pedirle tierras y otra del de Dzi pidió una profesora para la Escuela. El Gobernador les dijo que todo les será concedido.
Al retornar de una visita a Kakalná, una comisión de 30 chicleros encabezada por Yocundo R. Salas presentó una queja ante el Gobernador contra el señor don Rómulo Fernández, quien, dijeron, les adeuda sus sueldos de tres meses que ascienden a más de $2,400. El Sr. Gobernador les ofreció interceder para que les sea pagada dicha suma y en el acto envió un mensaje telegráfico al señor Fernández.
El Dr. Mario Villamil, que iba en la comitiva del gobernador, atendió a numerosos enfermos de paludismo tanto de la población como del ingenio y chicleros, ascendiendo al número de 79.
El Presidente Municipal, Sr. Andrade, nos manifestó que a instancias del Ayuntamieto se está instalando una bomba en la plaza del pueblo, que será movida con una caldera de vapor, con el fin de resolver el difícil problema del agua.
Los viajeros fueron obsequiados con un almuerzo servido en los corredores de la Casa Municipal, en donde después se improvisó un baile al que concurrieron numerosas señoritas. La orquesta de Akil bajo la dirección del Sr. Audomaro Ortegón que amenizó la fiesta, fue muy elogiada y aplaudida. De todos estos actos tomó fotografía el Sr. Badía.

Poco antes de las tres de la tarde se dispuso el retorno llegando a Mérida en las últimas horas de la tarde de ayer.

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