sábado, 26 de julio de 2008

Lucía, bellamente violenta




Corre la especie de que en los pasillos del poder nicaragüense, un ex guerrillero sexagenario, hoy presidente de ese país asolado por sus inepcias administrativas, ha encontrado el verdadero amor después de mucho camino andado por los andurriales de la dictadura somocista, de la revolución triunfante de los valerosos imbéciles de esa “Nicaragua bellamente violenta”, y posterior del chasco que se llevó en 1990 al triunfo de Chamorro proclamando la democracia de los votos por encima de la forzada democracia salida de las bocas de fuego de los kalashnikov. “Un segundo aire, un segundo mandato, y Fidel es eterno, ¡coño!, y el socialismo del Siglo XXI será por decreto de mis cojones o por una pinche reforma constitucional”, rumia el viejo guerrillero, y desde su oficina presidencial, los ujieres, intendentes y secretarias, lo oyen pudrirse de cansinos suspiros pedorreando el ambiente con versos melifluos del vate nacional: “La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?”/ “Como rosa de oriente me fascinas…/ ¡Oh bello amor de mil genuflexiones”/. El declamador de los versos de Darío, ¡quién iba a ser sino Daniel Ortega!, el hombre más feliz del mundo de la izquierda pre-perestroika latinoamericana; satisfecho a pesar de los múltiples a pesares económicos con los que sobreviven los nicaragüenses, a pesar de que con sus rústicos discursos genera conflictos internacionales con sus confesiones simiescas. ¿Y cual es la princesa, dueña de sus pedorreantes suspiros? ¡Quién iba a ser sino la Moret!, la chilanguita de cerebro afiebrado por recetas de cocina marxista de la Harnecker.
La confesión simiesca que Ortega hiciera en una alocución a la narcoguerrilla de las FARC para que deponga las armas, designándoles, entre otras lindezas, como “hermanos”, desencadenó muestras de rechazo tanto en grupos opositores al Mandril Rojo (es decir, Ortega) en calles de Managua, como denuncias del gobierno de Colombia ante la OEA. Sobre el discurso (en el cual estuvieron presentes Chávez y las dos “guerrilleras heroicas”) en el que Ortega fincó su parentesco con los chacales de la narcoguerrilla de las FARC, el embajador de Colombia en aquel organismo interamericano, Camilo Ospina, acotó lo siguiente:
“Resulta ofensivo para la nación colombiana que se otorgue ese tratamiento a un grupo terrorista que comete crímenes de lesa humanidad, incluidos el secuestro, reclutamiento de menores, y uso de minas antipersonas y armas no convencionales de efecto indiscriminado…” (AP, 25 de julio de 2008).
Pero ahí no termina la queja del embajador, ya que, como he dicho líneas arriba, él también, el embajador y media América, se ha dado cuenta del escarceo amoroso entre el pachucho ex guerrillero y la filósofa maoísta salida de los subterráneos de una de las clases soporíficas de Sánchez Vázquez, o de uno de sus discípulos sesentayocheros desmadrosos del primero. (Para guardar apariencias, ya que la favorita es la chilanguita, las dos “guerrilleras heroicas” se pasean en “la hora del Oficio Nocturno”, cuando Ortega, y no Somoza, sale redivivo de su mausoleo de semental domesticado. Y en automóviles que pasan “rápidos por las carreteras” de Managua, las risas de la Moret desangran la palidez callada de la luna de siempre. Ortega suspira. Y presiente que esa belleza pasará rápida, “como el modelo de los autos” y la marca de condones y los amores que se desechan al pie de idiotas lejanías. ¡Uta, que cursi se vuelve uno leyendo a Cardenal!).
El embajador de Colombia indicó que con las acciones del amoroso Ortega, que, además de conceder asilo a las dos “guerrilleras heroicas” de las FARC –es una hipótesis de que sean guerrilleras, es una suposición de que sean heroicas; no sé por qué, pero estas dos muchachillas me recuerdan los versos finales del Canto XLV de Ezra Pound: “Han traído putas para Eleusis (léase a los mandos de las FARC)/ Se sientan cadáveres al banquete/ a petición de usura (o del difunto Reyes)./- “se ha presentado con ellas y las ha elogiado en público ‘tratándolas como princesas’”, Bogotá, por vez segunda (la primera fue el 24 de junio, cuando Ospina señaló que Ortega protegía a farianos en su territorio) “tendrá base para pedir sanciones internacionales” contra el gobierno que encabeza el Casanova ex guerrillero. Nadie se espante de aquel trato principesco que recibe la Moret (el amor es el amor, aquí y en el culo del mundo), y ya que me ando muy citador de poetas, recuerden los versos del bardo Lizalde, con los cuales me despido y hasta luego: “Aman los puercos. No puede haber más excelente prueba/ de que el amor/ no es cosa tan extraordinaria”/.

La libertad contra la fe

En el ensayo “La libertad contra la fe” (de El ogro filantrópico), Octavio Paz escribió que “No hay despotismo más despiadado que el de los propietarios de la verdad…”; que la lógica de estos “ignora los remordimientos y su virtud la piedad”. Sin piedad, los ucases de muerte de las FARC, esos "predestinados por la Historia colombiana", rompen cualquier dique de cordura (razón, leyes, derecho internacional si se trata de minas anti personas, discurrir de la propia historia, economía, psicología del pueblo) con tal de implantar su ideología asesina en la estructura del Estado colombiano. Y no creo que incurra en violencia adjetival al llamar ideología asesina la que ostenta las FARC. Para ellos, siguiendo consignas maoístas, el poder nace del fusil, y la violencia sigue siendo –a pesar de las marchas por la paz colombiana sucedidas en París, Washington, Miami, y en Leticia, Colombia- partera de la Historia. La fe de sus dirigentes es una fe suicida, pero al fin y al cabo, fe autista, inamovible en sus machos doctrinarios. “Las iglesias (en este caso la iglesia negra de las FARC) comienzan predicando la palabra de Dios y terminan quemando herejes y ateos en nombre de esa misma palabra; los partidos revolucionarios actúan primero en nombre del proletariado y después, también en su nombre, lo amordazan y lo oprimen”.
Pero esta iglesia que comanda el sumo sacerdote Alfonso Cano, ha mandado a sus fieles el nuevo decálogo de muerte, poniendo como dogma el muy dicho mexicano de Jalisco nunca pierde: “Dos de los comandantes – Rodrigo Granda y Jesús Santrich, leo en la nota de AP que recoge un diario de la Península- advirtieron ayer que la guerrilla no bajará los fusiles, pese a los llamados desde todo el mundo, incluso de la izquierda política, a poner fin a la lucha armada”. En dicho comunicado de la ABP las FARC tachan, sin nombrarlos explícitamente, de “oportunistas” a Chávez, al perro de Ortega, barragano de la Moret, que ladró con jactancia desde Managua que las FARC son, ciertamente, sus “hermanos” (pero no aclaró de qué, si de sangre o de infamias criminales), al casi cadáver Fidel Ruz y a otros especímenes que hoy les dan la espalda a este grupo narcoterrorista sumamente maltrecho pero no extinguido.
En una pieza desopilante, las FARC sentenciaron que las posiciones en contra de su chamba de narcóticos y secuestros en pos de la liberación colombiana, eran “retruécanos con los que se suele manosear la realidad sin asco de arrastrar los principios para mostrarse revolucionario mientras se es oportunista”. Me pregunto: ¿Qué se puede esperar de un grupo, a todas luces homicida, que no sólo manosea a la realidad, sino que la niega rotundamente, y que por burdos principios leídos en libracos del carajo, hecha bomba, rastrilla vidas con metrallas, produce coca, empuerca la izquierda democrática colombiana, numantinamente se aferra al poder de la violencia por una sola cosa: no la liberación de la clase campesina u obrera –el que siga creyendo esa falacia no tiene madre o es un miembro de la CIA-, sino los dividendos que implica su empresa capitalista de la coca y los secuestros. No hay que hacernos guaje.

viernes, 25 de julio de 2008

Muerte en la tarde del “Sinaloense”



He visto corridas de toros. Pero para un argentino, hay algo feo en una corrida…no me parece muy hábil agarrar a un toro y matarlo entre diez o doce personas
Jorge Luis Borges

Por lo que toca a las cuestiones morales, no puedo decir más que una cosa: es moral todo lo que hace que me sienta bien, e inmoral todo lo que hace que me sienta mal. Y, juzgados por este criterio, que no intento defender, los toros son absolutamente morales para mí, porque, durante la corrida, me siento muy bien, tengo el sentimiento de la vida y de la muerte, de lo mortal y de lo inmortal, y una vez terminado el espectáculo, me siento muy triste, pero muy a gusto…Ernest Hemingway


Ha muerto un toro descomunalmente “matrero”. Muerto es un decir, porque en realidad fue cobardemente victimado, asesinado, muerto por asfixia, ahorcado como el más vulgar criminal, sentenciado a morir y remorir por el hecho simple de que este burel se limitaba a cumplir con su instinto animal de sobrevivencia, de defensa combativa. Destripaba y descoyuntaba caballos, es cierto, y es cierto que se iba directo contra la “caballanidad” humana de las cabalgaduras y la inhumanidad caballuna de jinetes y vaqueritos, desquitando su furia, su neurosis asesina enclaustrada en las innumerables plazas terrosas de las villas y pueblos perdidos de la Península, los famosos “tablados” de indios. Su nombre, ya leyenda de la memoria popular que recorre los caminos y la manigua peninsular, “El Sinaloense”, terror de vaqueros, cagados de miedo cuando veían detrás de la reja de maderas que reprimían los ímpetus de muerte de sus caballos, que el “toro asesino” apisonaba, con sus cuartos traseros, vez enésima, el suelo rojo del ruedo de bajareques.

Fue muerto en Homún, aldea yucateca sin esperanza, por cuatro infames canallas, miedosos de que el Sinaloense les sacara las vísceras a sus meretrices yeguas, a sus sementales deslechados.

Al Sinaloense ya la calaca le rondaba, le jugaba bromas a sus tarros cacarañados. Echeverría –vaquero tendero de mi pueblo, conocedor experto del ritual fiestero peninsular, aún atribulado en las noches de lluvia por el recuerdo insistente, tenaz, de la “Julia”, yegua suya a la cual le fue escarbado con brutalidad su vientre por los cuernos de un hermano del Sinaloense, del rancho de Kulunché-, cuenta que…

…a ese pinche toro ya le había cargado la verga, entre los vaqueros ya corría el precio de su cabeza.

El Sinaloense se salvó en Kalkiní, devastó con el remover tumultuario de su cuello las innumerables celadas que le fraguaron en “Ox”, vio de cerca el abismo de la nada en otros crepúsculos dispersos del ayer, pero en aquella tarde fatal de Homún (miércoles 16 de julio de 2008) el destino, o lo que conocemos como tal, decidió que ya le había llegado la hora de pagar con su sangre, lengua y pulmón, las doce destripadas y las doce cagadas de pánico que le propinara a doce vaqueros sin destreza para la brida y el lazo. Como dijo Echeverría, “ya le había cargado la verga”. Murió el Sinaloense, y los enanos acomodados únicamente a lidiar becerritos, hoy pueden montar en paz, que ya no hay toro que cubrirá, en los concursos de lazo, de aquí en adelante, el puesto que dejó vacante el padre de los toros yucatecos.

Pero el Sinaloense, padre de los toros yucatecos, y laxante semoviente de los pendejos vaqueritos, en realidad no nació en ninguna de las vegas empedradas de la Península. Cuenta su deudo-dueño, Pedro Pérez Sosa, que al astado se lo compró a una señito ama de casa de Tepakán (otro pueblo sin esperanza de la península), una mujer que después de hacer la comida y el mandado, pos como que le metía, por amor a su acendrado catolicismo, a eso de la empresa taurina. La seño compró al burel en Cancún, y al parecer corre la especie o rumor de que el astado escuchó por vez primera los trinos de los pájaros en el rancho de “Cerro Viejo” del lejano Guanajuato. Antes de ser asesino, fue una promesa que la seño de Tepakán le hizo, no se si al cura mofletudo o al santito del pueblo. Posterior a la “promesa”, la ama-empresaria buscóle dueño al futuro asesino, junto con un hermanito suyo (es decir, el mismo que escarbó con saña de violador el vientre no tan virginal de la Julia); y su morrillo, cuerpo, cuartos y tarros cayeron en las vegas empedradas del ranchito de Kulunché de don Pérez Sosa. En esas vegas lajosas de Kulunché nacería la leyenda de furia y sangre, de vísceras y muerte, que el Sinaloense iría construyendo, como una inamovible albarrada a prueba de equinos huracanes, con las doce vísceras caballunas que sacara al aire y a las moscas de muerte en su paso raudo, paso de hoz, de hacha y machete cortante, por los tablados calinosos de la sofocante Península.
Era una muerte anunciada la muerte que con suma cobardía le perpetraron al Sinaloense. En Homún, la verga, el destino, la hora o la pinche mala leche de los vaqueritos cobardones, cargó con la vida del Sinaloense. Antes de que se llevaran a los toros en el camión de redilas al tablado de Homún, una llamada telefónica advirtió a don Pérez Sosa de que la verga, el destino, la hora o la pinche mala leche de los vaqueritos cobardones, ya afilaba el plan de muerte contra el astado: “una persona habló a la casa para prevenirnos, pero como se le dijo que era difícil llevarlo porque cojeaba de una pata, ya no dijo nada hasta después de los hechos”.

“Después de los hechos”. Hechos espantables, airados por haber sido realizados con suma cobardía, sin ningún sentido de la piedad cristiana, esa piedad que movió a San Francisco de Asís a llamar hermanos al lobo silvestre y a los animales del bosque. La muerte del Sinaloense, para mí, fue un hecho amoral, y en la que, sin ser Hemingway, sólo puedo decir una cosa: no estoy en contra de la corrida de toros, que no intento denigrar, ni de las fiestas salvajes del pueblo, que no intento comprender, pero al ver por DVD pirata (y no se cual es el original) los últimos estertores del “toro asesino”, sentí que era partícipe de una acción, amoral para mí, porque durante el tiempo en el que observé la agonía del toro, me sentí muy, pero muy mal, y tuve el sentimiento de que lo que se realizaba ni era fiesta sin consecuencias teológicas, ni arte, ni mucho menos tragedia escenificando la vida y la muerte: era, eso sí, un atroz e impune asesinato, agravado porque sus cuatro asesinos que lo ahorcaron se supone que cuentan con razón, que no se mueven como autómatas, por instinto, como el Sinaloense; y que, como bien dijo don Pérez Sosa, “los vaqueros que entraban a lazarlo sabían a lo que (se) exponían”, que a “nadie se le obligaba a participar”.

Pero los cobardes, esos cuatro canallas que se observa en la filmación de la muerte del Sinaloense, no querían exponer ya más el pellejo de sus parturientos equinos, la sentencia era inamovible. Me pregunto ¿Quién resultó en realidad el asesino? Porque es fácil prever que el animal, en un estado de fiebre producido por la adrenalina, mataba a caballos por instinto, al calor de su cuerpo primitivo. Pero esos cuatro asesinos, como se aprecia en el video, actuaron con fría humanidad: sin compasión, con un amarre tipo “cochino”, que aprieta y no afloja, los vaqueros, viendo al toro mordiendo el polvo, picaban con sus espuelas a sus monturas y las hacían retroceder en direcciones contrarias al cuello de la bestia moribunda. Sin escuchar los gritos de los curadores del astado y de la concurrencia, como autómatas, podría decirse que por instinto asesino, los vaqueros no cedían a los ruegos para que soltaran a la bestia. Me pregunto: ¿Quién es en realidad el asesino, el instinto o la razón?

Posterior de su muerte, el Sinaloense -bautizado así por el hecho de que, al salir al ruedo, la canción del mismo nombre lo acompañaba en su faena de carcomer el vientre de cuanto caballo le pusieran a su alcance- fue destazado, y su carne regalada entre los moradores de Cacalchén. Seguramente ha de haber salido de a poca el chocolomo que hicieron con sus restos. Yo no sé, no lo probé. Me limité a comer las criadillas, y al día siguiente sentí una furia asesina, difícil todavía de controlar.

viernes, 18 de julio de 2008

Los que matan y asolan a los macondianos

¿Quiénes “matan y asolan” en Colombia? Además de la desmigajada FARC y las carretadas de dinero corrupto de sus primos los narcos, el no menos terrorista ELN, el fascismo de los Para y, desde luego, el Ejército colombiano, matan y asolan a Colombia el hambre de los macondianos que chapalean su inanición en las riberas del Magdalena (no en el frío de los “cachacos”), la inflación de los panes y pescaditos en la cada vez más exigua mesa de los Buendía, y la sordera mágico realista de la terrateniente oligarquía…Por supuesto que la doctrina antropofágica de las FARC no se estructura ni en libres mercados ni en socialdemocracias templadas, menos en democracias políticas: es el más selvático, agrario y pedestre marxismo leninismo cruzado con rememoraciones a un Bolívar precursor de Marx.
Perdido en el trópico del desamparo generacional posterior a la muerte bruta del bloque comunista, y de ahí su soledad histórica frente a la inmensa mayoría de los colombianos que creen que no con catecismos de color sepia y otras chaladecez prosóviets se resolverá la situación de violencia y pobreza del país de los macondianos, las FARC han sacado de su estuche de monerías su pragmatismo guerrillero: Cano, un antropólogo loco enamorado del olor picante de la pólvora, hubo de haber recordado una de sus clases de etnología salvaje, hubo de haber reinterpretado el concepto del potlach para el hoy cadáver Tirofijo, para poner a Bolívar entre la barba de Marx y la calvicie de Lenin.
Marxismo-leninismo + bolivarianismo + terrorismo + homicidios y secuestros a granel más narcotráfico capitalista, he ahí la estructura organizativa de las FARC, aunque el experto en el tema, Marco Palacios, en reciente colaboración para Letras Libres, indica que, siendo las FARC una agrupación antifanática de las modas (no es indigenista, siendo el indigenismo, posterior al EZLN, lo más chic en las pasarelas revolucionarias del primer mundo), su estilo no ha cambiado demasiado desde los sesenta. Un estilo agrario, campesino: “El estilo campesino de las FARC, ajeno a los romanticismos, se mantiene con la tenacidad, la autosuficiencia, el patriarcalismo y el pragmatismo como valores centrales. Por eso no debe extrañar que, entre las nuevas generaciones de la Colombia urbana, los farianos sean vistos con desdén e ironía por su arrogancia y su violencia prolija y sombría” (Las FARC y la paz en Colombia, LL, julio de 2008).
De ahí el desfase histórico y generacional de un grupo autista que no reconoce la incapacidad del romanticismo guerrillero para borrar diferencias sociales e inaugurar el reino de San Guevara en la tierra (tierra, no se olvide, minada por minas quiebrapatas, irrigada por la sangre derramada de los civiles). El dato histórico nos indica la pudrición de la economía nicaragüense, cubana y ahora venezolana a pesar de los petrodólares, si se confronta con la inteligente vía chilena a la izquierda democrática.
Lo que urge, en primer lugar, es la solución al conflicto armado (tanto con los capos como con los farianos), para asegurar la economía colombiana, que con Uribe ha visto la aurea mediocritas.
Mientras tanto, hoy en el portal de Internet de El País aparece una fotografía de un homúnculo de alrededor de 1.60 que le calculo frisando los cuarenta y tantos años, vestido con camiseta blanca y pants negros de ejercicio. Va escoltado por dos militares colombianos y ostenta un mostacho de fumador taquicárdico. No se ve peligroso pero ha sido el más famoso carcelero de la historia de infamias latinoamericanas. En la expresión de su rostro no se visibiliza nada, salvo la nada que los asesinos sienten cada vez que se acuerdan de los exterminios realizados a sus jurados enemigos de clase. El nombre del escoltado es Gerardo Antonio Aguilar, alias el “César, quien junto con Alexander Farfán Suárez, apodado Enrique Gafas, fue detenido cuando la “Operación Jaque” -“Fénix” o lo que diablos sea- liberó a Betancourt y a otros catorce rehenes. Las FARC han tachado de “despreciables” traidores a César y a Gafas, y desde diversos puntos ideológicos han llovido epítetos contra el honor de estos machos de pelo en pecho guerrillero: judas, collones, rajones, vendidos al imperio, poco marxistas, sin madre, etcétera.
En voz de su abogado, César se defiende, y contumaz, a grito pelado niega el comunicado de las FARC, y niega el haber defeccionado: fiel como un perro enamorado de la perra más lasciva de la jauría; o masoquista, dolido en su amor mancillado por ese infame comunicado de las FARC dudando de su perruno corazón de esbirro, tras las celdas César aspira a que se le reconozca dos cosas: su fidelidad a la quien le da de palos (las FARC), y su olímpica estupidez, cuando dice que lo chamaquearon por una inteligencia militar superior a su selvática civilización: “El guerrillero sostuvo –leo en la nota de prensa- que ‘todo el mundo sabe que el rescate fue producto de una inteligencia militar sumamente avanzada’”.
La verdad, es que la tesis del señor Sheridan, similar a la que escribieran Cano y el Mono Jojoy, es muy explicativa y casi convincente, pero líneas arriba Carlos A. Carrillo ha recurrido al sentido común para modificar mi hipótesis de la defección de César y el Gafas: “Resulta, - escribe don Carlos- por demás, entendible, lógica, probable y creíble la versión FARCista acerca de la ‘traición’ de ‘César’ y ‘Enrique’, pues entre las opciones de vivir en libertad en la selva colombiana, con cierto nivel jerárquico y sin tener que esforzarse mucho para subsistir y la traición, resultaba mucho más conveniente e interesante -para los dos Judas- ésta última”.
Maticemos: supongamos que el gavillero César, acostumbrado a mandar a la tropa, además de que rehúye al trabajo y que utiliza el sistema del patriarcado jerárquico para irla pasando huevoniando su práctica revolucionaria, además de eso es un reverendo estúpido con un coeficiente de macaco al suponer que existe inteligencia entre los militares: sólo los pendejo se dejan atrapar de esa burda manera.

martes, 15 de julio de 2008

Aforismos del humo

En el dominio de la poesía la verdad es múltiple, trascendente.

La poesía es la única forma valedera a todo lo humano, es la realidad visible de lo invisiblemente contradictorio: la inteligencia puesta al día por sus conciudadanos.

El hombre sólo puede expresar sus desarraigos, o lo que es peor, sus envilecimientos corporales, lingüísticos.

Se expresa un leve sentido por imposible que parezca, aunque es cierto que lo más profundo es inexistente: estamos inmersos en la apariencia cotidiana de las cosas vulnerables. De ahí que escribamos para aprehender las fugaces bellezas.

El pensamiento sistemático es lo más aburrido que existe, por eso la poesía y Nietzsche no aburren.

Conocer es un acto puro de barbarie.

La naturaleza no conoce. En realidad solo el poeta conoce, pero su conocimiento es irreductible a otro cognoscente. Cuanto más, el lector de poesía solo busca la atonalidad, la consonancia, o un ritmo que lo seduzca o lo acalle.

El tiempo es uno de los atributos del hombre, aunque lo trágico venga del movimiento del tiempo. La verdadera poesía no es tiempo.

Dios está fuera del tiempo, es un concepto irreal. Dios es un poeta que, cuando se le ocurre lanzar una metáfora construye un mundo o manda a la chingada a los hombres

Se conoce contra los prejuicios, al conocer violentamos nuestra naturaleza. Los prejuicios del poeta deben ser transfigurados por el filtro de la métrica.

Lo más inhumano en el hombre sólo es posible de explicar con una única razón: su chaladez estriba sobre el cuerpo de una ideología o de una mujer. El poema es un monstruo que da cabida a estos dos movimientos del alma.

Las prostitutas seducen por el hecho de estar más cerca de la irracionalidad creadora de los poetas. Mesalina, a su modo, fue un poeta del rango de Safo.

Una mujer hermosa sin tapujos que se va a la cama con cualquiera es más casta que una mojigata: es un producto más allá de la humilde naturaleza de una santa. La evolución natural la ha llevado al pináculo de las especies: debajo de sus caderas todos los hombres –incluido el poeta –se arrodillan a su violenta naturaleza.

El lenguaje de un hombre es lo único que aborrezco.

Un orgasmo femenino es mejor que escribir un soneto surrealista.

En la actualidad, el espíritu heroico colinda con lo anacrónico y lo cursi. El bardo andante es un simulacro de hombre.

Dios no pudo haber creado al hombre, es decir, Dios no pudo haber creado una poesía tan simple.

Dios no debió haber creado al hombre, es decir, Dios no debió haber creado el arte que se contradice.

La tarjeta de crédito, el celular y la Internet han desplazado a la cruz.

Yo estoy condenado al ascetismo…por hoy.

Todos los hombres se odian naturalmente los unos a los otros. Hobbes pensó en mayor profundidad que Jesús, de ahí que su filosofía me seduzca en demasía.

Hacer un análisis retrospectivo de la vida del otro es como entrar en un sueño e interpretarlo con los usos insulsos de la lógica de siempre…

Un chandala o un nihilista melancólico como el que esto suscribe, excluido voluntaria o involuntariamente del género humano, no se atreve, no por comodidad sino por aburrimiento, a tomar partido o a crear su ideología para confrontarse en la lucha de clases

Mis semi-silencios me acompañan

El principio de identidad es nacionalista

Tuvieron que pasar más de 2,500 años para que Helena de Troya reencarnara en el cuerpo de Violeta. Es una pena que yo no sea ni siquiera el perro de Paris…

Lo primero que se me ocurre para reconciliarme con la humanidad es la destrucción por bomba atómica de mi pueblo

El espíritu en su cordura se disgrega en la carne

Espero que algún día triunfe el comunismo y que tú no seas más la propiedad privada de tu cónyuge.

El ala reptílica de mi cerebro enamorado.

Civilizados ¿por quién? Es mejor decir: Amaestrados, y preguntarse: ¿por cuál domador?

La Jergafasia de los filósofos, la idiotez semántica del pensamiento puro. Yo creo muy profundamente en lo que dijera Wittgeinstein: “Acerca de lo que uno no puede hablar, debe uno callar.” Se hipostasia la inteligencia con la verborrea indiscriminada de palabras nescafé. Eso dejadlo en manos de poetas herméticos.

El hombre ya no es un fin en si mismo. El hombre se ha devaluado. La mujer ya no quiere saber nada de él.

Sólo se globaliza la pobreza y la estupidez de occidente.

Ninguna guerra es justa, salvo la de primates.
La inteligencia es bella ¿Por qué no habría de serlo?

Toda heterodoxia deviene, a la vuelta de los días, en la más irracional ortodoxia. Toda revolución (festiva, heterodoxa) deviene en una revolución petrificada, cerrada, autista, homicida como la cubana.

Se globaliza la mierda, el aburrimiento, el hastío. ¿Acaso no sabemos globalizar otras cosas?

Creo que con el tiempo, todos mereceremos leer a Borges.

Escribir por ejemplo, un futuro libro que llevase por título: “El porvenir de una desilusión.”

La ambición es un exceso de vanidad. Nunca he entendido la vanidad de la ambición. Soy un pobre hombre que, en su simple reducto de vida, sólo es capaz de ambicionar el Nóbel.

Está bien así, dejen a la Razón sin Alma. No le pongan pesos muertos, vanas rémoras teológicas.

¿Por qué sigue viva la pasión atávica por destruir al otro? No sé, yo apenas voy por el degüellamiento de los Hunos, que en nada se parecen a las gentes decentes. Mañana haré patria, mataré mil chilangos.

El hombre es el único animal que se complica la vida: crea a la mujer de su costilla, le canta y le compone versitos, se angustia por que no lo aceptan, la deifica y, ya por último, sólo le produce aburrimiento. En definitiva, el hombre es el único animal que se complica la vida.

Nietzsche y se acabo la pinche filosofía.

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