miércoles, 5 de agosto de 2015

¿Quintanarroísmo, yucatanismo, veracruzanidad, indianidades o negritudes omitidas en el potlatch tropical?



Esta tierra que mira al oriente
Cuna fue del primer mestizaje
Que nació del amor sin ultraje
De Gonzalo Guerrero y Za’asil.[1]


En un reciente discurso proferido en un lugar conocido como la Explanada a la bandera, en la ciudad de Chetumal, por el actual gobernador del estado de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo -señalado a nivel nacional como uno de los represores más conspicuos de la libertad de expresión en el país- se puede apreciar una visión obtusa de la historia de ese estado, y a la que se le ha denominado con el mote de “nativista”. Antes de transcribir y comentar algunos de estos párrafos del discurso, y antes de apuntar qué entendemos por nativismo, señalemos algunos pareceres sobre la parca libertad de expresión que ocurre en ese estado caribeño de la Península.
El caso Pedro Canché, su encarcelación por nueve meses por el delito de criticar a Borge Angulo,[2] así como las clonaciones a la revista Luces del Siglo, crítica del borgismo, si no los únicos casos, sí son los  más representativos de la subordinación abyecta de los tribunales de justicia, de casi toda la “prensa” oficialista,  y de buena parte de la sociedad quintanarroense, y sin qué decir de los visos racistas de la clase política de ese estado, que tuvo hasta el descaro de burlarse de la condición de periodista de Canché, pues no podían imaginar que un valiente maya de ese estado hiciera un periodismo desligado de las estructuras de poder local y, además, osara criticar esa extraña  “normalidad” democrática del “quintanarroísmo”.
Mientras escribo estas páginas, me entero que el día de ayer 4 de agosto de 2015, el Congreso local de ese estado, aprobó la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, la Ley Borge o Ley Mordaza, que junto con la Ley de Ordenamiento Cívico –Ley Antimarchas, violatoria de varios preceptos de la parte dogmática de la Constitución federal, como el derecho a la manifestación o el derecho a la asociación, etc.- del 29 de abril de 2014, se ciernen como mecanismos jurídicos fascistas de un Estado autoritario, con terror profundo a las básicas libertades de los pocos individuos y grupos civiles que ejercen el derecho a la ciudadanía (en el entendido de que no todos son ciudadanos plenos, y sí, por el contrario, se da la existencia de muchos idiotas políticos). La Ley Borge se presenta como una disposición jurídica restrictiva “para el ejercicio del periodismo, que de acuerdo con la organización Artículo 19, constituye ‘un acto de simulación de un gobierno que continúa agrediendo a periodistas críticos e independientes”.[3] Periodistas que no se encuentren en una nómina[4] –tal es el caso de Pedro Canché- de una empresa reconocida por el gobierno de Borge Angulo como periodística, o que fueran freelance como lo era el periodista asesinado Rubén Espinosa, no entran en la categoría de periodistas para el gobierno de Quintana Roo. En 2014, ese estado fue la segunda entidad en agresión a los periodistas, por debajo del Distrito Federal y por arriba del gobierno de Javier Duarte, el Mata Periodistas de Veracruz. En los nuevos contextos de la revolución digital y periodística, donde el monopolio del decir, del escribir y de la protesta, se ha desmadrado debido a los nuevos causes informativos de las redes sociales y el internet: blogueros, twitteros, facebooqueros y tantos analistas políticos de ocasión que escriben en sitios virtuales, no entrarían en las disposiciones jurídicas borgistas para la defensa del periodista ante posibles agresiones públicas o privadas. Artículo 19, al respecto, trajo a colación lo estipulado por el Comité de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que reconoce que “en la función periodística participan una amplia variedad de personas, como analistas y reporteros profesionales y de dedicación exclusiva, autores de blogs y otros que publican por su propia cuenta en medios de prensa, en Internet o por otros medios…”[5] La labor periodística de Pedro Canché, que practica un periodismo comunitario y social, es muy similar a la que en su momento realizó el desaparecido director del semanario La Unión, de Medellín, Veracruz, Moisés Sánchez Cerezo: tanto a Canché como a Sánchez, la soberbia y el racismo de sus gobiernos locales –el borgista y el de Duarte- le negaron la categoría de periodistas.[6] Sánchez fue asesinado porque al presidente municipal de Medellín, de extracto panista, no le gustaba lo que escribía; Sánchez escribía para hacer mejorar las imperfecciones y para combatir las estolideces administrativas del presidente en turno de Medellín. El pequeño semanario de Sánchez, se solventaba con los recursos que este periodista comunitario obtenía de un taxi de su propiedad: mientras recorría las calles de Medellín, lo que grababa con la reportera, las fotografías que tomaba con su cámara fotográfica, y su capacidad de escuchar a sus vecinos, paraban en la laptop donde salían las notas y los artículos sociales de su gaceta.[7]
Mientras el periodismo en Quintana Roo se presenta con el espectro del fascismo tropical, y las conculcaciones básicas a las garantías constitucionales es la tónica del sexenio más controvertido de la historia reciente de Quintana Roo, al mismo tiempo, viejas cantaletas nativistas inundan el discurso político borgista.

La vieja cantaleta nativista

El nativismo, en Quintana Roo, fue una especie de chauvinismo tropical creado por sectores políticos y por algunos escritores locales de ese estado en un contexto que dejó de ser el mismo hace más de una generación, y que en términos culturales refirió a la búsqueda sistemática de una identidad –el mito de ser Chetumal la cuna del mestizaje, por ejemplo; el pasado poco comprendido de los chicleros, las relaciones tormentosas con el recuerdo oficializado de la Guerra de Castas[8]-; y en términos “históricos” y políticos, hacía referencia a la defensa de la “autonomía” del Territorio contra los abusos del centro o de Yucatán,[9] y sintetizaba su visión en la frase de ¡Quintana Roo para los quintanarroenses! Recientemente, el nativismo, una especie de tara que cunde entre la clase política y los pocos escritores quintanarroenses, similar al recurrente separatismo yucateco, ha impregnado no sólo los discursos borgistas, sino a  la otrora Máxima casa de estudios de ese estado, la UQROO, universidad donde se reconocen, en vez de calidades académicas, calidades solariegas y oriundeces provincianas.
La crítica al “nativismo” –es decir, la crítica al monopolio del poder en manos locales, principalmente, en manos de los grupos políticos de Cozumel, y que posterior al periodo de Mario Villanueva Madrid, tienen en subordinación al grupo chetumaleño- podría formularse, estableciendo que con esta “ideología” política, se pretendía excluir al resto del estado, no sólo a la zona turística sino también a la Zona Maya (municipios como Felipe Carrillo Puerto o Lázaro Cárdenas), aunque si hablamos de “nativistas”, los mayas del centro de Quintana Roo deberían ser los primeros nativistas por ser los pobladores permanentes de estos lugares, “pero son indios y no blancos como en la capital estatal”, o la isla de las golondrinas cozumeleña.[10] Habría que decir, en esta aserción, una verdad de Perogrullo: los que gobiernan en Quintana Roo, no han sido, precisamente, los herederos de la Cruz Parlante. El general Francisco May fue una excepción a principios del siglo XX, una excepción que no se volvería a repetir hasta la actualidad, y esto como falta de maduración del asentamiento de los órganos estatales, de su burocracia y de su ideología “quintanarroense” o quintarroísta.[11]
Sin duda, la fórmula historiográfica del nativismo quintanrroense, se puede leer en la visión que tuviera el historiador amateur, Carlos Hoy,[12] pero igual podemos analizar el nativismo en cualquier relato periodístico del cronista vitalicio de Chetumal, Ignacio Herrera Muñoz, quien como “Presciliano el Cronista” de la novela de Aguilar Camín, escribe la historia croniquera publicable de su ciudad, mientras deja en el baúl de los recuerdos la crónica maldita y, por impúdica, impublicable;[13] e incluso, en revisiones del nativismo reciente escriturados supuestamente desde una historia con pretensiones científicas.[14]
Sin embargo, podemos apuntar brevemente algunos extractos del discurso proferido por Borge Angulo en la Explanada a la bandera, ya que tocan las más sensibles fibras del nativismo, o en palabras políticamente correctas, “quintanarroísmo”: “Hoy quiero decirles, paisanas y paisanos –peroraba el gobernador nativista-, aquí en esta Explanada histórica y ante este Obelisco que representa nuestro quintanarroísmo, que nuestro Estado tiene identidad propia, libre y soberana, y que ha sido gobernado bien por quintanarroenses y debe seguir siendo gobernado por quintanarroenses”. Con todo el discurso nativista que bordeaba temerariamente el fascismo, este gobernador, que no oculta que tiene un fastidio por el indio díscolo, dijo que desde la “oportunidad histórica” que tuvo Jesús Martínez Ross de gobernar ese estado en 1974, “no sólo nunca se ha visto que un no nativo gobierne esta entidad, sino que han pasado siete Gobernadores quintanarroenses que han hecho bien su trabajo y que lo seguirán haciendo, para “nunca más estar bajo la sombra de nuestros vecinos de Yucatán”. Y siguiendo el libreto establecido por la historia nativista de Hoy, etc, recordó “la intensa lucha que nuestros ancestros libraron para que, en un principio, Porfirio Díaz decretará el Territorio Federal de Quintana Roo, siendo que cuando se revirtió esa decisión, fue el entonces jefe de la Nación, Lázaro Cárdenas del Río, quien volvió instaurarla para que, por fin, fuera el entonces Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, quien nos diera identidad propia como Estado Libre y Soberano”.[15] ¿Hay en el discurso de este gobernador, así como en el discurso de buena parte de la adocenada academia quintanarroense, unas palabras para los ancestros de Pedro Canché, que al contrario de los ancestros de Borge Angulo, libraron no batallas para que Porfirio Díaz decretara la existencia del Territorio Federal,[16] sino batallas numantinas para sobrevivir a los años malditos de la guerra y la entrada de los “huaches” a su tierra desde 1901? En el carril de la más patética historia oficial, Borge Angulo, mirando retrospectivamente la historia del Estado soberano de Quintana Roo, describió que “Mucho se dijo en ese momento que los quintanarroenses no estábamos preparados, que cómo nos iba a ir, que cuál iba a ser la experiencia, sin embargo, hoy, 40 años después, aquí está la prueba, aquí están los nombres en este Obelisco de quienes me han antecedido y el de su servidor, quintanarroenses todos, comprometidos y que hemos sacado adelante a Quintana Roo con la única palabra que vale en el corazón y el alma”.[17] Por cierto, es atingente hacer explícita esa nueva etnofagia indigenista de la memoria oficial de ese estado, cuando el gobierno de Borge escribe, en el mismo obelisco, además de los nombres de los caudillos de la independencia nacional y los “padres de la patria” quintanarroense – me refiero a sus gobernadores, empezando por Martínez Ross, pasando por el Chueco Villanueva Madrid, y acabando con Borge Angulo-, a los guerreros mayas como Cecilio Chi y Jacinto Pat,[18] que tuvieron una idea distinta del Estado indigenista de los nativistas, que niega y oculta las otras historias de los otros pueblos arraigados en Quintana Roo. En un texto donde traté de comprender esta tabula raza y esta exclusión política al pueblo maya en Quintana Roo, escribí lo siguiente:

La visión “nativista” en el estado, tuvo su tiempo histórico justificado por las circunstancias, pero podríamos establecer que esta ideología es lo diametralmente opuesta a los afanes autonómicos de los macehualoob de la época de Morley, de Reed, de Sullivan, y de las palabras que los oficiales de X-Cacal Guardia dejaron oír a finales de 2009, para pedir respeto, dignidad y liberación de algunos de sus hermanos detenidos, tratados por las autoridades como animales. Es contrario, no por el hecho de que quienes ostentaron esta ideología no pertenecieron a los herederos de la Cruz Parlante, sino por el hecho de que el nativismo implica una luminiscente negación del proyecto autonómico macehualoob, ya que permeó toda la estructura de poder del Estado posterior a 1974, e intentó componer una “Historia” única, mestiza, valiéndose del indigenismo, cooptando líderes, inmovilizando afanes autonómicos a costa de cualquier medio, por conducto de su órgano político hegemónico de 1974 a 2000 [y hasta la fecha], el PRI, o del gobierno en turno…[19]

La negación política del pueblo maya en Quintana Roo, no se puede solventar apelando a los flacos discursos del “indio permitido”, aquel que sólo pide reconocimientos culturales. En el año 2001, un viejo conocedor de la historia de los mayas rebeldes de Quintana Roo, Miguel Alberto Bartolomé, resumió brevemente esta exclusión que refiero:

Quintana Roo es entonces la única jurisdicción política de un estado multiétnico, en cuyo origen se encuentra la presencia de un grupo organizacional y culturalmente diferenciado. Pero a pesar de estos antecedentes Quintana Roo no es un estado maya. Desde mediados del siglo XX fue abierto a la colonización como si se tratara de un ámbito vacío. A partir de la década de los setenta el desarrollo del complejo turístico de Cancún en el norte transformó en pocos años la fisonomía regional. Los macehualob fueron progresivamente arrinconados, en lo que hoy se conoce como ―la zona maya‖ del municipio de Carrillo Puerto (la antigua Chan Santa Cruz). Se pretende incluso convertirlos en un atractivo turístico más (hasta el cenote donde supuestamente apareció la Cruz Parlante es objeto de visitas guiadas). No sólo se les ha expropiado el territorio por el que tanto lucharan sino también del pasado: las ciudades construidas por sus antepasados forman parte de la Riviera Maya, un circuito turístico transnacional que ha reemplazado al antiguo País Maya. Y lo más escandaloso es la falta de escándalo: el no cuestionamiento de un proceso de usurpación y marginación que implica el flagrante desconocimiento de los derechos colectivos de los macehualob mayas.[20]
                                                                                                               
Si no podemos hablar ya más de nativismo, si no podemos ya más seguir tolerando frases hueras de ¡Quintana Roo para los quintanarroenses!, cuando observamos las tasas de crecimiento demográfico anuales de ciudades como Playa del Carmen, o bien, cuando observamos más la yucataneidad y la veracruzanidad en una ciudad beliceña como Chetumal, en vez del fantasmagórico “quintanarroísmo”; del mismo modo ya no podemos seguir negando, hacer la depuración de la memoria, y omitir la importancia de la negritud en la historia de Quintana Roo.[21] En 1974, Jesús Martínez Ross (nacido el 7 de mayo de 1939) fue el primer gobernador electo del nuevo estado que se creaba en el sexenio echeverrista: el estado de Quintana Roo. La madre de Martínez Ross, Adela Ross, era chiapaneca que migró al Territorio de Quintana Roo a principios del siglo XX.
El padre de don Jesús fue Pedro Manuel Martínez, originario de Trujillo, en la costa Caribe hondureña. Elisabeth Cunin, de la cual extraigo estos datos,[22] escribe que don Pedro Manuel Martínez era negro y garífuna que llegó al Territorio en 1919 y fue la mano de confianza de un rico empresario beliceño, Robert Sidney Turton, administrándole sus negocios forestales y, a  veces, trabajando de arriero en los campos del benque y del chicle. Recordemos que por garífunas se conoce a la población “de origen africano y amerindio que migró de la isla de San Vicente hacia las costas caribeñas de Centroamérica a finales del siglo XVIII”.[23]
Pedro Manuel, el garífuna, nunca renunció a su nacionalidad hondureña. De esa estirpe cimarrona venía el primer gobernador constitucional del naciente estado de Quintana Roo. Con el tiempo, a ese estado lo gobernarían descendientes de libaneses cozumeleños, negros y garífunas chetumaleños, algún blanco de origen yucateco, y un popular mestizo que reside actualmente tras las rejas de una celda gringa; pero nunca, hasta ahora, Quintana Roo ha sido gobernado por uno de la "etnia vencida" al inicio del siglo XX cuando un general porfiriano ondeó, a las siete de la mañana del día 4 de mayo de 1901, el lábaro patrio mexicano, ocupando la histórica plaza de los ancestros de Pedro Canché, el periodista.


El primer gobernador constitucional del Estado de Quintana Roo, Jesús Martínez Ross (1975-1981).





[1] Estrofa III del Himno a Quintana Roo. Letra del poeta campechano, Ramón Iván Suárez Caamal.
[2] Carlos Águila Arreola, “Liberan en Quintana Roo al periodista maya Pedro Canché”. La Jornada, 3 de mayo de 2015.
[3] “Ley Borge decide, desde hoy, quién es periodista y quién no; ejemplo Rubén Espinosa no era”. Sin embargo.mx. Periodismo digital con rigor. 5 de agosto de 2015. Disponible en http://www.sinembargo.mx/05-08-2015/1439154 
[4] O tal vez, lo que en jerga periodística se conoce como el chayo.
[5] Ídem.
[6] Manu Ureste, “Él es Moisés Sánchez, el reportero asesinado en Veracruz”. Animal Político, 26 de enero de 2015.
[7] Ídem.
[8] Sobre este recuerdo oficializado y canibalizado por el indigenismo etnofágico de la clase política en Quintana Roo, véase mi tesis de maestría Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante: De la autonomía cruzoob a los derechos “indigenistas”, Tesis para obtener el grado de Maestro en Ciencias Sociales aplicadas a los estudios regionales, Chetumal, UQROO, 2010, p. 248 y ss.
[9] Antonio Higuera Bonfil, A Dios las deudas y al alcalde las jaranas: religión y política en el Caribe mexicano, Chetumal, Quintana Roo, CONACYT-UQROO, 1999.
[10] César Dachary y Arnaiz Burne, Stella Maris, Quintana Roo. Sociedad, economía, política y cultura, México, UNAM, 1990, p. 46.

[11] Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante, p. 250.
[12] Carlos Hoy, Breve historia de Quintana Roo, Quintana Roo, Imprenta México, 1977.
[13] Falta un texto de tesista de licenciatura, que analice pormenorizadamente la parca producción libresca de don Ignacio Herrera Muñoz, pero rica en cuanto a textos periodísticos. Cfr. Gilberto Avilez Tax, “Sobre el ‘cronista vitalicio’ de la ciudad de los Curvatos”, Desde la Península y las inmediaciones de mi hamaca, 2 de septiembre de 2013. Igualmente véase la versión novelada de la fundación del Carrizales-Chetumal, en un inhóspito lugar, “no donde quiso el amor, sino la guerra”, en Héctor Aguilar Camín, El resplandor de la madera, México, Alfaguara, 1999.
[14] Me refiero al trabajo de Antonio Higuera Bonfil A Dios las deudas y al alcalde las jaranas: religión y política en el Caribe mexicano, Chetumal, Quintana Roo, CONACYT-UQROO, 1999. Igualmente, véase este texto entre apologético y hagiográfico de una apretada historia jurídica y constitucional: Luis Geraldo Samaniego Santamaría, “Treinta y cinco años de historia y evolución constitucional del Estado de Quintana Roo”, Portal. Revista de Investigaciones en Ciencias Sociales, Económicas y Administrativas, número 8, año 6, verano de 2010, pp. 55-86.
[15] “Quintana Roo para los quintanarroenses”. Periodistas Quintana Roo, 5 de agosto de 2015.
[16] Aunque habría que decir, que la mayor parte de los que pujaron y cabildearon con Díaz para que se decretara la existencia del Territorio, fueron miembros de la Casta Divina yucateca, así como señeros personajes de los científicos porfirianos, con fuertes intereses en invertir en los ricos bosques del oriente de la Península.
[17] “Quintana Roo para los quintanarroenses”.
[18] Sergio Caballero, “Busca Borge inmortalizar su nombre en obelisco de Chetumal”. Proceso, 10 de febrero de 2015.
[19] Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante…
[20] Miguel Alberto Bartolomé, “El derecho a la autonomía de los mayas macehualob”, revista Alteridades, 2001, 11 (21): p. 107.
[21] En este último párrafo, sigo el ameno libro de Elisabeth Cunin, 2014 Administrar los extranjeros: raza, mestizaje, nación. Migraciones afrobeliceñas en el Territorio de Quintana Roo, 1902-1940, México, CIESAS-Institut de recherche pour le développment-Karthala.
[22] Idem.
[23] Ibidem. p. 14. 

domingo, 2 de agosto de 2015

EL HOMBRE DE LAS FLORES BLANCAS



En un portal de noticias de la nota roja de Chetumal, esta fotografía me llamó de inmediato la atención. Es la de, al parecer, un indigente al que las malas lenguas tacharían de “loco”. Sin camisa, una barba y cabello crecido, desnudo del torso, lleva en la mano derecha un ramo de flores blancas. Mirándolo bien, se asemeja un poco a un ex gobernador de Quintana Roo originario de la Ciudad de los Curvatos. El pie de foto dice que “este personaje de Chetumal Quintana Roo se pasea todos los días a las afueras del IMSS siempre presuroso, tratando de llegar a tiempo a su cita”.
            ¿Llegar a donde?, ¿con quién tendrá esa cita impostergable? ¿Qué historia podemos contar o imaginar de este hombre con un leve parecido al ex gobernador de marras chetumaleño?, ¿por qué siempre anda con prisa, ramo de flores blancas en ristre, caminando con pasos veloces, dejando atrás a las gentes que lo miran pasar? ¿Va en busca de una memoria perdida, de una vida dejada atrás de las lluvias de todos los veranos pasados? O bien, ¿va al panteón municipal a platicar con los que ya no están, a escuchar el canto de los pájaros mientras sus ojos tranquilos recorren las lápidas que no logra descifrar? No sé.
A lo mejor es un hombre tocado por la certeza de la frugalidad de la vida, y esa idea le impide detenerse. Pero, pensándolo bien, tal vez se dirige todas las mañanas y tardes a ver salir y ver morir este sol tropical que nos cobija con su manto de calor, mientras las olas cansadas de la bahía hacen mover las barcas de los pocos pescadores del antiguo Payo Obispo.
Vaya bien, hermano de las flores blancas,
que tu puntualidad inglesa,
golpeadora del tiempo de la tortuga chetumaleña,
algún día te la agradecerán.






viernes, 31 de julio de 2015

La Guerra de Castas y la nación independiente yucateca que no fue



Por culpa de esa malhadada guerra, llamada Guerra de Castas de Yucatán, la Península no pudo ser nación independiente. Encontrándose fuera del seno de México cuando en Tepich se dio el grito de Cecilio azuzando a la barbarie el 30 de julio de 1847, los yucatecos (blancos, mestizos e indígenas) no pudieron parar esas mangas de langosta de blancos, mestizos e indígenas levantados en armas,[1] y que comenzaron a crecer de forma sostenida hasta sitiar a Mérida y a Campeche.
El gobierno, desesperado, malbarató la soberanía yucateca a Inglaterra, a España y a Estados Unidos. Nadie aceptó la imploración yucateca, ese grito proferido en medio de la soledad americana mientras los tunkules de guerra de los bárbaros horadaban los días con sus noches, sólo unos cuantos batallones de yanquis llegaron a pelear y a morir como verracos en la floresta peninsular. Y el gobierno, al ver que tantos pueblos del sur y del oriente, tantas haciendas y ranchos de azúcar, y capitales de partidos políticos como Valladolid, Peto o Tekax habían sucumbido ante “la alpargata” del bárbaro, no le quedó de otra que mandar ministros y diplomáticos a México para pedir que la vuelta de Yucatán al seno mexicano sea aceptada a cambio de armas y dinero para contener a la barbarie. Los mexicanos mandaron lo necesario para defender a la civilización yucateca que corría el peligro de fenecer en medio de la más completa oscuridad, y no le pidieron a los yucatecos anexarse nuevamente al Estado mexicano. Por ese sólo gesto magnánimo, los yucatecos todos, agradecidos, exigieron la inmediata reincorporación de Yucatán al extraño país llamado México.
La idea soberanista de los yucatecos, sin embargo, no desaparecería. En momentos de auge, y una vez exorcizados los fantasmas de la Guerra de Castas, las élites yucatecas, majadas en sus intereses, volverían a insistir en la independencia de Yucatán en 1915, en los tiempos de Felipe Carrillo Puerto y hasta con Cárdenas.





[1] No necesito decir que la Guerra de Castas fue al inicio, en ambos bandos, multiétnica. 

El golpeador del tunkul. Leyenda maya



En los libros sagrados de los sabios de esta tierra,
se decía que cuando se oiga en el horizonte de la tarde
el sonido de un tunkul poderoso causando gran espanto
a los animales del monte,
ese día comenzará la caída de los poderosos de esta tierra,
los reyezuelos del henequén,
y en su lugar subirá a gobernar el golpeador del tunkul.
Golpea fuerte, muchacho, esa albarrada que nos impide caminar,
golpea con el mazo de nuestra furia.
Madre vieja, abuela Xbatab de los tiempos olvidados,
¿cuándo se cumplirá este relato?
El niño, subido a un mul a las afueras de su pueblo
junto con la vieja Xbatab,
contempla las estrellas con su verde mirada
e imagina un horizonte nuevo para los nietos esclavos de la vieja Xbatab.

Llamémoslo Felipe.

jueves, 30 de julio de 2015

¿Desde cuándo acá los tamemes disparan a las escopetas? Aventuras de un tameme vuelto reyezuelo en un simulacro de universidad en Yucatán



Me cuentan que en el muro de Facebook de un idiota acomplejado de no sé qué diablos del trauma de 500 años, al parecer demasiado autoritario el loador de la milpa que un día quiso ser neo cacique de la Villa de donde nací; una Villa  siempre conservadora y de buenas costumbres que, aunque les mal pese a los fundamentalistas étnicos autoritarios, le dio la espalda al acomplejado y resentido del trauma de 500 años.
Digo que en el muro de esta especie rara e infumable de Arux de la postmodernidad, que tiene el atrevimiento de decirle “sastún” a su computadora occidental (Paz dijo que México, y Yucatán incluido, es una parte excéntrica de Occidente), etc., etc., se escribió (obviamente que yo no lo puedo leer porque estoy vetado y he "caído en desgracia" a ojos del duende verraco) una perla de imbecilidad escrito por otro “connacional” suyo con las mismas taras vomitivas dictatoriales (aquí tengo que decir, que la Universidad de Oriente, ese simulacro de universidad donde trabaja el “connacional del Arux de la postmodernidad, es una especie de chiquero bananero donde se arrejuntan cubanos nacidos en Yucatán adoradores de las putas cuartelarias de la Habana, criollazas del racismo vallisoletano, y caciquillos de aldea pomucheña como el tameme referido). Apunto en comillas lo que dice el tameme campechano, y acto seguido mi opinión:

"Revelar la palabra, escribir la ciencia, la historia también lo es. Escribiendo sobre un tal Jacinto Uc, que se entronizó rey como dicen los estos documentos que hablan de estas cosas tocantes a lo que hubo de suceder aquel 19 de noviembre de 1761. En aquella parcialidad de Tixcacaltuyub, nombrada por ventura CISTEIL Tuz".

No sé qué diablos pasa por las cabezas de los campechanos oriundos de una etnia inventada por la historia y la antropología reciente (en el sentido estricto de las ciencias sociales y la historia), pero de que uno quiere o desea ser algo que está vedado a los tamemes (lo que natura no da al tameme, Salamanca no presta y seguirá siendo tameme, aunque me dicen algunos respetables profesores de maya de esa universidad, que el tameme campechano ni para traducir bien la lengua maya al español tiene méritos), está de más decirlo por esa fijación verracal por "un tal jacinto uc". Y sobre Jacinto Uc de los Santos, preguntemos:

¿Qué se puede escribir después del magistral libro de uno de los pilares de la historia moderna y científica en Yucatán, don Pedro Bracamonte y Sosa? ¿cuando han visto que un tameme que no domina bien ni la lengua de Castilla ni la lengua de la tierra, le haga sombra a un fundador de la historia moderna en Yucatán, desde cuando acá los patos disparan a las escopetas?

martes, 21 de julio de 2015

El affaire Nuñez Arancibia y los desfiguros de la Academia Mexicana

El ex doctor colmexiano


“[…] nuestro oficio se practica sin prisas ni pendejadas burocráticas, leyendo más de lo que se escribe, pensando más de lo que se publica…”

El epígrafe que antecede estas palabras, polémico, claro y sin tapujos, lo escribió el investigador y profesor del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, Luis Fernando Granados. El doctor Granados, miembro del Observatorio de Historia,[1] ha escrito un texto devastador y, al parecer, difícil de rebatir, llamado “Cómplices del plagio”.[2]
El caso Nuñez Arancibia, que fuera “tendencia” en redes sociales hasta revolver con su ruido y furia de dicterios, lamentaciones, escupitajos y mea culpas de ríos de tinta, el en apariencia bonancible gallinero académico mexicano hace unas semanas, le sirve al doctor Granados, como texto y pretexto para argumentar una autocrítica que ha abierto brecha para que otros posibles académicos (sobre todo, los siempre taciturnos historiadores), serios y que aman su profesión artesanal de hacer avanzar el conocimiento en sus áreas, y alumnos dispuestos a empaparse de la vida académica e investigativa desde sus primeros años universitarios; hagan la crítica incisiva de los “usos y costumbres”, manías y maneras, figuras y desfiguros, conchabamientos y aburguesamientos, de la Academia Mexicana. Fue tan certero en sus apreciaciones el texto del doctor Granados, que hasta la que fuera directora de tesis del delincuente chileno Rodrigo Nuñez Arancibia, María de los Ángeles Pozas, así como otro connotado investigador, respondieron. El historiador Roberto Breña, un “rechazado y rijoso”[3] colmexiano (recordemos que el COLMEX es una de las instituciones académicas con vela en el entierro del caso Nuñez Arancibia), que con otros investigadores ya había dirigido una carta abierta a la opinión pública, a la comunidad académica mexicana, al Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT, y a las instituciones superiores educativas del país,[4] saludó con entusiasmo el artículo de Granados. Aunque manifiesta no estar de acuerdo con la utilización de la palabra “cómplice”, Breña expuso que lo que le parecía más rescatable del texto, era la idea de que “si queremos realmente terminar con el plagio (o, mejor dicho, reducirlo lo más posible), debemos pensar en una serie de medidas que vayan más allá de nuestra capacidad para detectarlo y de castigarlo cuando se presenta”. Breña, que en su momento había prestado atención a otro plagio descomunal,[5] dijo que la indignación – ¡y vaya que el caso del chileno causó toda la indignación sulfurosa, estancada en la bilis de más de un doctor de alto nivel investigativo y sin trabajo!- “no sirve para nada si se piensa en términos de futuro”, y que “Tampoco hay que convertir al medio académico mexicano en la noche en la que todos los gatos son pardos”.[6] Desde luego que en la Academia Mexicana, con sus regionalizaciones como la Academia Yucateca o peninsular, la que conozco más, existen sus sanas excepciones a esa especie de regla que en la actualidad, debido a la barbarie educativa neoliberal y a la masificación sistemática de la educación, se patentiza en doctorados donde las exigencias académicas, el espíritu libresco y el afán de conocer por conocer, se vuelve rara avis.[7]
María de los Ángeles Pozas, del Centro de Estudios Sociológicos del COLMEX y que fuera la responsable de dirigir “la tesis” doctoral, es decir, el copy-paste del pirata chileno, apuntó algo que me parece hay que tomar en cuenta, para no caer en la trampa de satanizar de raíz y en bloque a la Academia Mexicana, que si bien está plagada de simuladores, vividores y falsarios (sobre todo, en universidades donde es ubicua la mano corrupta de intereses distintos a la academia),[8] igual cuenta con maestros en toda la extensión de la palabra, e investigadores que han hecho florecer, más que en ningún otro momento de la ciencia en México, el saber y la enseñanza en el país.[9] Pozas, con su mea culpa extemporánea, expuso lo siguiente:

Pero en el Centro de Estudios Sociológicos (del COLMEX) abunda la pasión por el conocimiento, el interés por lograr formar a los mejores sociólogos del campo. Nuestros estudiantes son los mejores testigos de este esfuerzo. No se puede, no es justo, poner en duda la integridad moral y la calidad académica de este Centro por un estudiante deshonesto que tomó ventaja de la confianza básica sobre la que se sustenta la relación estudiante-profesor. No quiero ni imaginar un mundo académico basado en la sospecha, el acoso o la vigilancia policiaca. Siento vergüenza sí, por no haber podido evitar tanto escarnio público, por no haber podido evitar el daño irreparable que estas acciones infringieron en Cecilia Montero [la autora plagiada en casi la totalidad de un libro de su autoría, por Núñez Arancibia]. Pero no me arrepiento de haber confiado y, con todo el riesgo que esto conlleva para mi propia carrera, seguiré partiendo del supuesto de la honestidad intelectual de mis estudiantes.[10]

La polémica del plagiador compulsivo, como apunté en un texto anterior, comenzó a crecer como pólvora en las redes sociales, pero la reacción tanto de la Universidad Michoacana, así como la del COLMEX, no se dio sino posterior a los artículos periodísticos aparecidos en el periódico El Universal.[11] En su momento señalé que el affaire Núñez Arancibia, el COLMEX lo debía enfrentar inteligentemente, sentando la “jurisprudencia” necesaria para removerle el grado de doctor al execrable plagiario, así como tomar medidas “laborales” o académicas contra la directora, el sínodo y todos los que colaboraron para la obtención del grado máximo. Marco Estrada Saavedra, investigador del Centro de Estudios Sociológicos, a quien agradezco la lectura de mi pequeño artículo, comentando mi texto y enviándome una liga periodística,[12]  me señaló que mi “pronóstico sobre el comportamiento de El Colegio de México sobre el caso de plagio de un ex estudiante nuestro del Centro de Estudios Sociológicos, resultó, afortunadamente, equivocado”.[13] Sin embargo, como inquirí en mi artículo, ¿destituyó, vetó o interpuso una pena laboral o académica el COLMEX al sínodo del falsario plagiador por sus graves omisiones y acciones? ¡Para nada!, el COLMEX únicamente se restringió a “degradar” académicamente al plagiario, pero en su comunicado de prensa no se refirió ni por equívoco a los que de algún modo u otro participaron para la obtención del grado del plagiador. En este sentido, podemos decir que la jurisprudencia deseada –el retiro del grado al plagiador y la sanción correspondiente a la dirección del falso tesista y al sínodo omiso- que serviría para acciones futuras a otras instituciones académicas y centros de investigación del país, se dio a medias, aunque hay que dejar patente que es la primera vez que, en 75 años de la institución, se retira el máximo grado académico a un alumno salido de esa casa de estudios.
Como he dicho al inicio de este artículo, el caso Nuñez Arancibia levantó más de una ceja al gremio de los apacibles investigadores mexicanos, y llenó de una especie de sospechosismo pestilente a la Academia Mexicana, rehén de las “eficiencia terminales” y de la chabacanería estudiantil que es posible de observar, incluso, en postgrados de “calidad” de donde son algunas tesis chocolate. De todos los ríos de tinta que corrieron y desventraron los diques de palabras, he apuntado el texto del doctor Granados, pero también hay que apuntar en estas hojas el ameno y diatribezco texto del historiador José Antonio Aguilar Rivera.[14] Sinteticemos unas ideas importantes del texto de Granados, para posteriormente traer a colación la labor del segundo.
Para Granados,[15] la enfermedad de la Academia Mexicana tiene que ver con esos incentivos, ese puntillismo, esos “estímulos” creados por instituciones como el Conacyt y el Sistema Nacional de Investigadores (SIN), que otorga canonjías y prebendas, u oferta presupuestos, regala viajes al extranjero para presentar refritos de ponencias mal escritas (conozco burgueses académicos que se refocilan en hablar de sus viajes a París, a Rusia, a Sevilla, a Centroamérica o Sudamérica); basados en las cantidades industriales del trabajo académico que, a veces, más que hacer patente la productividad académica, sólo resulta ser la misma gata revolcada, el mismo artículo presentado hace un año, y escrito con diferente sintaxis y una que otra arrejuntada bibliográfica. Para Granados, “en la academia mexicana, el robo y el engaño, la impostura y el abuso, son cualquier cosa salvo excepciones”. Podemos apuntar, que no sólo el robo, igual las chapuzas, las chambonadas y el mercenarismo –es decir, la búsqueda de tesistas que “dirigir” para mejor digerir los puntos para el SNI- es el pan de cada día que infecta las universidades del país. Para Granados, casos como el de Nuñez Arancibia y el de Boris Berenson, “son una caricatura deformada” de buena parte de la Academia Mexicana, debido a esa insistencia de los órganos educativos del Estado, exigiéndole concreciones investigativas a los académicos en tiempos récords.
Es un hecho que, como señala Granados, “el estatus y el salario de los profesores depende de la medición de su trabajo científico y no tanto de su calidad”. Y así resulta que en las prensas de la Academia Mexicana, sobre todo, en los mares de la historia y los charcos de la antropología donde en teoría se debería escribir con “claridad y transparencia”, se imprimen mamotretos mal escritos y endogámicos, aburridos y bostezantes, donde las historias “teorizantes” o las teorizaciones talmúdicas de los historiadores, antropólogos o “científicos sociales”, se convierten en escrituras impenetrables debido, no a su profundidad teórica y su rica erudición, sino a la banalidad de no saber escribir, de no haber leído a los clásicos del idioma antes de sentarse a escribir “la tesis”.[16]
Frente a “los altares” que se han levantado a “la eficiencia terminal” en la Academia Mexicana, hasta el punto de que el SIN evalúa la investigación científica basado en “principios fordianos”, Granados rompe lanzas contra “un ecosistema institucional que no reconoce la especificidad de nuestro trabajo”, para recordarnos que no hay que olvidar que nuestro oficio de historiar “es más artesanal que fabril: que las ideas se cuecen a fuego lento, que las evidencias se construyen de a poco, que la escritura se hace palabra por palabra (y con diez mil tachaduras de por medio)…”[17] De igual modo, Granados hace una sociología rápida de los más vicios que virtudes de la Academia Mexicana: la manía de los puntos (el puntillismo) que se presenta desde licenciatura y se corona con los congresos, las conferencias y todo el “mundo académico” que recorre el investigador para llenar su cuota de “asistencia” y puntos para el SNI. Asimismo, para molestia de muchos, no podemos estar sino de acuerdo con Granados en la idea del compadrazgo, del amiguismo y las especies de mafias que gangrenan los actos académicos: en coloquios, en Seminarios, en Encuentros académicos, en publicaciones para revistas o libros "coordinados", las más de las veces los organizadores invitan a los amigos, a los amantes o ex amantes, a los discípulos o las voluntades cercanas y cercadas. La Academia Mexicana, desde luego que tiene mucho de cartel de narcotráfico. Algo igual que señala este autor, lo vi en reiteradas ocasiones en los archivos y bibliotecas de Mérida: me refiero al hecho de que los “investigadores” consagrados, o las divas de barrio meridano de un centro investigativo o de los pasillos de la UADY, hagan uso de los “tamemes”, sus estudiantes o becarios que los reemplazan en los archivos y bibliotecas, que dan clases por ellos, o que escriben el borrador que la vaca morcilluda del investigador terminará por darle el toque maestro y se plagiará sin más preámbulos las ideas del alumno. O bien, las tesis de los que dirige, o los trabajos de campo o la paleografía del “becario”, abultarán la monotemática bibliografía de la vaca morcilluda. Y ya no quiero entrar a materia de criticar a los tesistas meridanos, pero podemos apuntar que igual estos futuros monotemáticos hacen tesis de licenciatura que, como dice Granados, regurgitan en tesis de maestría y tesis de doctorado, hasta investigaciones de pos doctorado.
Por último, Granados aboga por una modificación estructural del sistema viciado de la Academia Mexicana, y es de la idea de que se tiene que homologar la docencia con la investigación y la divulgación, y que en vez de crear “productos” fordistas de investigación, no debemos perder de vista que el fin de la ciencia es crear o hacer avanzar el conocimiento en las distintas áreas. [18]
Respecto al texto del erudito historiador liberal José Antonio Aguilar Rivera, es interesante porque centra su mirada en “la carta náutica de los mares que el pirata académico surcó durante más de una década saqueando a diestra y siniestra en la  absoluta impunidad”.[19] Aguilar Rivera realiza una especie de corte de caja de los aproximadamente catorce autores que Nuñez Arancibia pirateó criminalmente durante ese lapso.[20] Leyendo el trabajo de Aguilar Rivera, podemos recorrer la carta náutica del pirata: en Chile, de donde es originario, así como en otros países sudamericanos, publicaba textos originariamente publicados por sus autores en México, y en México publicaba los trabajos de los sudamericanos. Extraña mucho que, a pesar de la tecnología informativa posibilitadas por la internet, los editores de las revistas y libros no se dieran cuentan de esos plagios brutales.
Aguilar Rivera aboga por un código de ética en todas las instituciones educativas del país para hacer frente a otros casos de plagio, aunque reconoce que “El pirata Nuñez Arancibia es sólo un síntoma de una enfermedad que no podemos borrar de un plumazo”, no es una anomalía, pero sí “la consecuencia natural de las oportunidades que el medio ofrece”.
Sintetizando, podemos decir que el precedente –aunque no como uno en su criterio quería- del Colegio de México, al removerle el cargo a su compulsivo plagiador, desde luego que sentará un precedente en la historia de la Academia Mexicana. Asimismo, tenemos que recordar que nuestra ciencia clionáutica, la verdadera Clío virginal y no la Clío prostituta y mercenaria, no conoce de eficiencias terminales ni de plazos perentorios. Los vástagos de Clío, como el amor, lo ha recordado el doctor Granados, se hacen a fuego lento.






[1] Una muestra del trabajo de este historiador se puede conocer en esta siguiente,  puntillosa historiografía de la independencia mexicana: “Independencia sin insurgentes. El bicentenario y la historiografía de nuestros días”. Desacatos, número 34, septiembre-diciembre, 2011, pp. 11-26.
[2] “Cómplices del plagio”, por Luis Fernando Granados, publicado en El Presente del Pasado 2.0. Una publicación del Observatorio de Historia. http://elpresentedelpasado.com/2015/07/09/complices-del-plagio/ 
[3] “Breña, rechazado y rijoso”, por Enrique Krauze”, Letras Libres, septiembre de 2011. La polémica entre el historiador liberal y el colmexiano, surgió por una muy endogámica y academicista crítica al libro de Krauze De héroes olvidados, escrito por el segundo. Cfr. Roberto Breña, “De héroes y mitos: De bronce y de cobre”. Revista Nexos, 1 de mayo de 2011, consultado el 21 de julio de 2015 en  http://www.nexos.com.mx/?p=14302
[4] Cfr. “Sobre el plagio académico”, revista Nexos, 9 de julio de 2015. http://www.nexos.com.mx/?p=25563
[5] Roberto Breña, “El caso Berenzon y la academia mexicana”, revista Nexos, 17 de junio de 2013.
[6][6] Roberto Breña, “Plagio académico: decisiones, ‘complicidades’ y el futuro inmediato”, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[7] Para el caso peninsular o quintanarroense de la masificación de la educación y la poca calidad educativa universitaria, cfr. mi texto “Los unamistas (y los ágrafos) de la UQROO: la hermandad guachinanga en la academia quintanarroense”, 27 de febrero de 2014.
[8] Para el caso que conozco, puedo citar estos textos míos sobre la Universidad de Quintana Roo: “Los unamistas (y los ágrafos) de la UQROO: la hermandad guachinanga en la academia quintanarroense”, 27 de febrero de 2014; “La universidad de Quintana Roo: entre la mafia académica, la tiranía autoritaria, y la tercera vía, la autonomía”, 5 de diciembre de 2014. Ambos textos se encuentran en mi blog personal, http://gilbertoavilez.blogspot.mx/
[9] En su libro, El oficio de historial, el gran sanjosefino, don Luis González y González, apuntó esta profesionalidad y seriedad de los amantes de Clío, arropados por las instituciones creadas por el Estado postrevolucionario, muy distinto el contexto de estos historiadores, con el contexto de siglos anteriores.
[10] Contestación a Luis Fernando Granados por parte de la doctora María de los Ángeles Pozas, directora de la tesis pirata del pirata chileno.
[11] Sobre esto, cfr. mi texto “¿Baldón colmexiano u oportunidad para sentar la jurisprudencia Núñez Arancibia en materia de plagio?”, disponible en http://gilbertoavilez.blogspot.mx/2015/07/baldon-colmexiano-u-oportunidad-para.html
[12] “Colmex retira grado de doctor por plagio. La institución comprobó que la tesis de Rodrigo Núñez Arancibia para obtener este grado académico es una copia casi íntegra del libro ‘La revolución empresarial chilena’”, El Universal, nota de Gerardo Martínez, 7 de julio de 2015.
[13]Opinión del doctor Marco Estrada Saavedra, en “¿Baldón colmexiano u oportunidad para sentar la jurisprudencia Núñez Arancibia en materia de plagio?”
[14] Cfr. “El extraño caso del pirata Arancibia”, por José Antonio Aguilar Rivera, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[15] Gloso el artículo del doctor Luis Fernando Granados, “Cómplices del plagio”.
[16] El crítico acerbo de la endogamia y la mala escritura ratonil de la académica mexicana, Enrique Krauze, ya había apuntado sobre esta enfermedad de la “prosa profesoral”: “Nuestros maestros decían que hay historiadores del verbo e historiadores del sustantivo. Los primeros son cinematográficos: narran acciones individuales y colectivas, procesos y episodios de toda índole y de toda dimensión: locales y nacionales. Los segundos son fotográficos: se detienen en un momento significativo, una persona (sus motivaciones, sus ideas, sus pasiones). La corriente académica a que aludo –dominante, repito, en varios claustros privados y públicos– no conoce el verbo ni el sustantivo. No le interesa el “qué”, el “quién”, el “cuándo”, el “cómo” ni el “para qué” de la historia. Lo que parece interesarle es el “por qué” de la historia (la causalidad), pero ese énfasis no la ha conducido a los prolegómenos siquiera de una filosofía analítica seria, sino a una moda en la que las elucubraciones más oscuras, subjetivas, insustanciales, autocomplacientes, pasan por interpretaciones científicas. Sus textos son una especie de caricatura hegeliana: pretenden encontrar las partes en el todo, el todo en las partes. El resultado no es el Espíritu. El resultado es la banalidad. A los practicantes de la teorización –que abarca también a las ciencias sociales y el estudio “crítico” de la literatura– conviene recordarles que el público lector sí existe y sí importa. Un científico puede, legítimamente, escribir para tres colegas. Quizá son los únicos capaces de entenderlo. Esa selección está en la naturaleza misma de las ciencias duras. Pero la historia no es, no puede ser, una disciplina para iniciados, una escritura impenetrable. Un historiador cabal no debe ensimismarse en un ejercicio narcisista que le dé puntos en el SNI pero no aporte un ápice a lo que verdaderamente cuenta: el avance compartido del conocimiento”.  “La UNAM y el Bicentenario, desvaríos históricos”, por Enrique Krauze, Letras Libres, diciembre de 2007.
[17] “Cómplices del plagio…”
[18] En este sentido, vale la pena mencionar una opinión interesante al texto del doctor Granados, escrito por una tesista doctoral del COLMEX, Alma Parra, que señaló su molestia contra la “eficiencia terminal”, los falsos estándares de “calidad” de algunas maestrías y doctorados que radican en la errónea idea de que mientras más graduados se tenga, mejor será la eficiencia del postgrado; o los tiempos cortos que imponen los programas de maestría y doctorado para la graduación, que no permiten abundancia y profundidad en el tema.
[19] El extraño caso del pirata Arancibia”, por José Antonio Aguilar Rivera, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[20] Y aquí, no podemos sino recordar, que los hechos delictuosos de Nuñez Arancibia no deben quedar para la anécdota de una posible historia universal de la infamia académica, sino que exigimos que se le inicie un proceso penal y que regrese de forma íntegra el dinero recibido por actividades no realizadas.

Archivo del blog