martes, 30 de abril de 2013

DE LA "INOCENCIA" DEL PERIODO NEOLÍTICO DEL HOMBRE

El hombre nunca fue inocente: ni a las horas de nacido le rozó la inocencia.
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Su infancia fue una infancia de pequeños Castro que se hacían la guerra con polvo y piedras como misiles soviéticos...
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Su infancia fue una infancia de pequeños Mussolinis entrampados en la etapa edípica de su animalidad segura.
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El hombre nunca será inocente porque es un ser caído, un ser maldito. Aun de viejo, esa bestia seguirá segregando sus venenos...Por eso el Conde de Lautreámont fue un genio que soportó apenas 27 años de vida condenada...Ese poeta dijo así de su poesía:
"Mi poesía consistirá en atacar al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiese debido engendrar esa carroña".
Quien diga humanidad, quien diga humanismo, quien diga amor o quien diga cualquier cosa como que "ellos son el futuro de la humanidad", es cierto, porque su futuro será un futuro de una especie maldita.
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Porque de cierto, de cierto os digo, que también los narcos, los sicarios, los lamehuevos, los profesores carroñeros, los poetas malditos y los poetas malitos, etc, etc, también tuvieron infancia...Ergo, la infancia del hombre es una infancia maldita...
POSTDATA
Yo me acuerdo todavía de "mi infancia": cada cerdo que había en ella, de ahí que descreo que la niñez sea la parte más inocente del hombre...Por el contrario, evolucionista que soy, considero que la infancia es el periodo salvaje del hombre: la barbarie total..En la primaria, me acuerdo perfecto de eso, uno tenía que golpear o ser golpeado, uno tenía que ser astuto para sobrevivir entre el salvajismo...Por eso digo que de los 5 años hasta bien entrados los 14 o más, ese periodo es un periodo neolítico. De ahí que me den hueva tremenda estos días...No me acuerdo quien dijo que la infancia es el periodo estalinista o fascista del hombre....

sábado, 27 de abril de 2013

MIS DOS ÚNICAS SECRETARIAS

Hoy saqué toda la bilis que traía atorada en el gaznate: externar tus molestias es un acto de salud, y haciéndolo por escrito es más civilizado...Ahora sí, como decía una secretaría de Chetumal: Puros "pensamientos positivos, pensamientos positivos" este día (en estos momentos manifiesto una sonrisa irónica). Por cierto, ¡cómo olvidarse, o cómo no olvidarse de doña Eva! Esa señora fue la única secretaria que he tenido a lo largo de mi vida, y eso se debió a un servicio social que hice en el DIF de Chetumal (hacía demandas de divorcio, ayudaba en las interposiciones de acusaciones penales, la hacía de psicólogo, etc, etc). Doña Eva, siempre, todas las mañanas, no faltaba un día, me recitaba sus pensamientos positivos, me decía así:
"Hoy le tengo un pensamiento positivo bien lindo, con este pensamiento positivo, dejará de gruñir hoy licenciado...."
Yo, al escuchar el "pensamiento positivo", efectivamente, dejaba de gruñir…un instante nomás, porque sin terminar doña Eva la palabrita aquella de “licenciado” (y era peor si decía “Lic”), me sacaba una roncha que solo se calmaba yendo a saludar a la secretaría del otro lado del edificio llamada, si mal no me acuerdo, Gema: Gema tenía 33 años, era meridana, me decía paisano, y yo con mis 23 abriles estaba arrobado por Gema, fue un amor que no cruzó el umbral del coqueteo recíproco, y siempre decía:
"¡Cruel destino, el mío, que en vez de tener como secretaria a Gema la de poderosas piernas y bellas cumbres de morenío, tengo a doña Eva, la de los tristes pensamientos positivos".
Porque doña Eva era una chetumaleña que viviendo 60 años en ese pueblo del sur de Quintana Roo -llegó a Chetumal a los 5 años- siempre decía, cuando alguien la provocaba con eso del origen familiar, que era y seguía siendo de Sinaloa, etc, etc., aunque su acento chetumaleño la delataba a más de dos millas a la redonda, y sabía quién era quien en el Barrio Bravo, y quién fue el chino Lam, etc, etc…
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Hoy me acordé de doña Eva, y no sé por qué, me acordé también de Gema, de Gemita….¿En donde diablos andarán?

viernes, 26 de abril de 2013

Y LAS VOCES NUNCA ESTUVIERON SILENCIADAS

Can academics speak? Eso es lo que me preguntan los "que no hablan", los "sin historia": Can academics speak? Spivak tal vez comience a farfullar...
La "recuperación de las voces silenciadas", como elemento metodológico de los estudios postcoloniales...
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¿Silenciadas por quién?, ¿por quiénes? Me parece que esa frase pomposa y rimbombante "recuperación de las voces silenciadas", a pesar de sus ínfulas de querer ser "postcolonial", de tratar de deconstruir las epistemologías y los discursos hegemónicos, sigue en la misma tónica señalada por Edward Said en Orientalismo: miran, escuchan, observan, historizan o fabrican discursos "postcoloniales" desde su posición "letrada", de ser miembros privilegiados de los campos culturales, de los nichos académicos de la ciudad letrada: los postcolonialistas estudian e interpretan y “recuperan las voces silenciadas" desde sus campos restringidos de acción e interacción dialógica, y en esa recuperación "postcolonial", dan a la luz la maravilla de que los campesinos “tienen historia”, hacen "política", "baja política" pero al fin y al cabo, política: recuperan "tradiciones" soterradas -rituales agrícolas, genésicos, situaciones de poder comunitario- para deleite del paladar exquisito, pero postcolonial; discursean sobre los procesos históricos del pueblo, veranean entre los buenos salvajes para ser un poco salvajes, diseccionan las visiones y representanciones desde la actitud civilizada de ser un ciudadano postcolonial de la metrópoli del poder...Para los postcolonialistas, los indios y los campesinos (en mi caso de estudio, los ejidatarios o viejos chicleros de una sociedad rural del sur de Yucatán) tienen voces, y esas voces se tiene que registrar, grabar, transcribir, almacenar en memorias y bibliotecas, entomologizar: porque es la memoria y la historia de los que sí han tenido y tienen historia.
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Sin embargo, la objeción a los estudios postcoloniales, dicha en síntesis provocativa líneas arriba estriba en lo siguiente: lo postcolonial, o el vitriólico discurso postcolonial, no quita lo colonial de sus afirmaciones…Para los campesinos, su voz nunca fue soterrada, nunca fue silenciada, nunca estuvo perdida: ellos la han almacenado día con día mediante la correa de transmisión oral, mediante esa historia oral donde no importa lo exacto de las fechas sino lo verosímil de sus aserciones, y a veces, la verosimilitud raya y bordea la equívoca palabra del mito. No hay nada que recuperar…

jueves, 25 de abril de 2013

"SI ESO DE LOS EJIDOS ES RECIENTE": EN TORNO A JUAN MOEN CASTILLO

"Si eso de los ejidos es reciente"
Los campesinos mayores de 70 años de la villa de Peto ven en el difunto Juan Moen Castillo - nacido en 1938,comisario ejidal por dos periodos en los años 70 del siglo pasado- como a uno de sus líderes, sino es que el único líder genuino que vino a abrir las mensuras de un ejido "de membrete", de "así no más"....En 1929, al pueblo de Peto se le dio la primera dotación de 11,850 hectáreas, y en los años 50 hubo la segunda ampliación...Más de 40 años después, el ejido nunca fue mensurado, nunca se sabía hasta dónde llegaban sus tierras, y los campesinos me señalan que esto se debió a que antes de Juan Moen Castillo, la comisaría ejidal de Peto era dirigida por los comerciantes, por los pequeños propietarios, ¡vaya!, por aquellos "notables" de pueblo que creían –y que creen todavía- que el mundo entero es su aldea...Ellos ponían y quitaban a los comisarios ejidales, para que sus intereses no fueran afectados...Luego, en los años 70 sale de lo más hondo de la tierra del sur, don Juan Moen Castillo, oriundo de Tahdziu...El 21 de junio de 1972, Moen Castillo como presidente del comisariado, Diodoro Naal Yah como secretario, y Eliseo Yah como tesorero, escribían al gobernador de ese entonces esta siguiente carta:
“De la manera más atenta y respetuosa, nos dirigimos a Ud. como primer mandatario de nuestro Estado de Yucatán, para que intervenga ante la Delegación de Asuntos Agrarios en Yucatán, para que mande el personal necesario para deslindar los terrenos que corresponden a nuestro ejido. Pedimos su intervención, en vista de que hace 43 años que se dotó nuestro ejido y hasta la presente fecha no se han llevado a efecto los deslindes. Pedimos lo anterior, porque a últimas fechas otras gentes han venido a establecerse por estos lugares y no sabemos si invaden o no los terrenos que nos corresponden. Los ejidatarios de este lugar están en la mejor disposición de cooperar para que sea realidad un anhelo de hace mucho tiempo. Únicamente queremos que personal del D.A.A.C nos ayuden para llevarla a efecto”.
Esta era una promesa que Juan Moen Castillo, al ser elegido como presidente del comisariado ejidal, le dijo a los campesinos:
"Bueno, ahora ustedes me eligieron, y quiero que ustedes me sigan, quiero que vayamos, no en México, sino en Mérida, para hacer las gestiones para que nos traigan a un agrimensor con su teodolito, para que abramos las mensuras y tengamos nuestro plano definitivo".
En el imaginario de los campesinos del pueblo, el hombre que les dio la tierra, o el que les regresó la tierra, fue Juan Moen Castillo, y esa idea clarifica la frase del viejo ex chiclero y milpero don Raúl Cob, al decirme que "eso de los ejidos es reciente". ¡Claro que es reciente!, porque a pesar de las dotaciones de los años 20, el ejido de Peto, antes de Moen, no fue al cien por cientos de los ejidatarios, porque Juan Moen Castillo hizo lo que los petuleños no hicieron en más de dos generaciones, y fue el darle los planos del ejido a los campesinos del pueblo. En el discurso de los campesinos, los planos vienen siendo similares a esos famosos "títulos primordiales".
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Luego, Moen volvió a hacer comisario, terminó el "mercado ejidal", siguió con la casa ejidal, y en 1979 lo vemos como secretario de la presidencia municipal...Los campesinos me dicen que Moen era “el bueno”, que don Juan Moen Castillo, un hombre de la milpa que había salido de sus filas, ya era tiempo de que tomara el poder, tomando el poder del pueblo los campesinos.
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Al ver el crecimiento político de Juan Moen, los "señores", me dicen los campesinos refiriéndose a los "notables" del pueblo, empezaron a intrigar para sacarlo del escenario político pueblerino, y recurrieron al cacique del pueblo...Como Juan Moen Castillo era del PRI, no decidieron eliminarlo físicamente, pero sí alejarlo de su bastión de poder, de su minita de oro...El cacique del pueblo -un cacique que había sido presidente municipal, luego sería diputado federal y lider agrario, etc, etc- habló con Juan Moen Castillo:
“Mira, Juan, ahí tengo una plaza de conserje en un Cebeta para ti, sólo que está en Tizimín, acéptalo, ganarás como un maestro”.
Juan Moen aceptó el cargo, porque el cacique era su amigo, y Juan Moen se alineaba, aunque pensaba regresar al pueblo. Los “señores” de Peto, es decir, como dicen los campesinos que me cuentan su historia, al fin respiraron tranquilos: Moen se había alejado, pero Moen no se alejó para siempre. Hubo una vez en que un conserje de Chunhuhub quería irse para el oriente, para Tizimín. Habló con Moen para hacer el enroque, y a Moen le pareció una idea excelente, ya que al fin regresaría de su destierro político…Al saber esto, el cacique del pueblo, aunque ya no viviendo en el pueblo sino en Mérida, calmó de nuevo los intereses de esos “señores”, hablando otra vez con Moen: ¿para qué regresas, Juan?, si ya tienes casa allá, no, no, tú estás bien donde estás…Quédate allá…Juan Moen, tal vez cansado de lidiar con el cacique y con los señores, nunca más regresó…La muerte lo sorprendió hace 5 años, y hoy, los campesinos de Peto extrañan a este hombre que en un arranque de lucidez y de decisión, les devolvió la tierra.

ROSENDO ARROYO AVILEZ

En la historia oficial, Rosendo Arroyo Avilez, viejo camarada socialista y revolucionario de Elías Rivero, aparece en tres momentos ocupando la presidencia municipal: en 1921-1922, en 1931-1932, y como para demostrar su larga duración en la política, su última presidencia fue en 1950-1952.
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En todas las presidencias de Arroyo Avilez, ninguna pudo terminar...En una "radiografía" del pueblo de 1980 que tengo a disposición, el siempre oficial y siempre oficioso, Máximo Sabido, se expresa con términos rupestres sobre Arroyo Avilez: dice que Rosendo Arroyo Avilez fue "varias veces presidente municipal, pero no por apto sino por servil".
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En unos documentos que tengo de 1919, Elías Rivero aparece como presidente de la Liga de Resistencia Socialista, y al lado de su firma, va la firma de Rosendo Arroyo Avilez, lo que indica que este nuevo grupo de poder en la Villa, en varias ocasiones tuvo que vérselas con el elemento reaccionario en la villa, elemento reaccionario que supo mover sus alfiles, y al final del siglo vendría a contar la historia, o su historia, a conveniencia: a Rivero lo señalarían como un simple revoltoso, y a Rosendo Arroyo Avilez como un inepto al servicio de Rivero...Pero lo que no se puede ocultar, es la puja combatiente de estos socialista de primer momento...Creo que la historia de Rosendo Arroyo Avilez es otra cuenta pendiente que saldar...

miércoles, 24 de abril de 2013

VARIACIONES SOBRE UNA MENTADA AL MOSH-TRENCO: LAS TOMAS DE RECTORÍAS NO SON TOMAS DEL PODER

Hay muchos mitos en torno a ese excremento chilango llamado Alejandro Echavarría, alias el Mosh...El mito urbano, o metropolitano, de esos huaches, dice que este gamberro obtenía puro 10, que fue "un buen muchacho", un ejemplo prístino de inteligencia descarada etc, etc. Este que escribe, obvio que no obtuvo más de diez dieses en la licenciatura, no ganó ni una medallita Gabino Barreda, pero, sin duda, comprende que la vida no se hace con dieces, ni menos la capacidad investigativa se hace con los diesitos....
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Bueno, yo no sé qué tan cierto fueron esos dieces del Mosh-trenco, lo que si sé, lo que si estoy convencido, es que su huelga pendeja no sirvió para nada...Todavía me rasco la cabeza, al saber cómo en la UNAM (ese pulpo execrable acromegálico) esos vagos chilangos pueden pagar .25 centavos y estar llorando (yo pagaba 1,500 pesos y no lloraba, pero sí apenas comía en todo el cuatrimestre)...Me parece, y de eso estoy convencido, que esa "Universidad Nacional Autónoma de México" no es ni universal ni nacional que digamos, y esto lo digo por el número de estudiantes oriundos de otras partes: una ínfima parte...Creo que al pulpo acromegálico (sigo las consejas de Guillermo Sheridan) lo deberían dividir, etc, etc, en diferentes regiones, etc, etc, tipo Ciesas, etc, etc....
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Pero volviendo al Mosh, preguntemos, ¿qué hizo este alborotador en su etapa postalboroto? Pues bien poco, esta "mente privilegiada" casóse y tuvo hijos como toda mente mediocre haría en su sano juicio...¿Y que más? ¿Revolucionó la ciencia política en México? Pus no!! En una entrevista, decía que la "secuela" de ser miembro del CGH lo perseguía hasta en las playas más olvidadas del pacífico mexicano: que no pudo titularse, que tiene chambitas al destajo porque la SEP todavía lo persigue, y que para sacar a flote a su familia vende de puerta en puerta...Eso es muy encomiable, amigo Mosh-trenco, pero considero que la UNAM no es la única, y si sabe idiomas (como dice saber el Mosh-trenco), yo me hubiera largado a surcar los mares del sur en un barco ballenero, pero a este hombre con una mente privilegiada, la vena familiar le ganó el ritmo de su vida. Creo que el Mosh-trenco postalboroto es el mejor de todos, y no ese que quería hacer caer el sistema autoritario priísta tomando una burda rectoría de una universidad de provincia, como es la provinciana UNAM (¡y que salte la liebre!).
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En fin, podemos establecer un punto final: las tomas de "rectorías" son acciones de un pasado autoritario, poco democráticas, poco razonables, propias de inmaduros "revolucionarios de campus" fumadores de mota, poco católicos y demasiado promiscuos...Esas acciones son propias de un contexto setentero, post68...Las tomas de rectorías son calcas burdas de las tomas de poder, de las tomas del Palacio, de los asaltos a los cuarteles (cuartel Madera, liga comunista 23 de septiembre, asaltos guerrilleros en Guerrero, Oaxaca, Marcos tomando San Cristóbal, etc), y en este nuevo tiempo mexicano, esas costumbres malsanas de unos padres que se quedaron en "el viaje", están fuera, muy fuera de lugar...
POSTDATA
Me gustaría que todo el peso de la ley, que toda la calva del gran Mondragón y Kalb saque a punta de macanazos a esos mariguanos, a esos porros de alcantarilla, a esos iletrados y pandilleros que tienen tomada rectoría de la UNAM...Esas escenas de pandillerismo gansteril de unos fumadores de mariguana que se dicen de izquierda, ya son escenas del pasado, escenas absolutamente autoritarias. Y ante ese autoritarismo de esos gavilleros de campus, pues la razón de Estado no debe ser omisa y debe actuar con rapidez...Ojalá que el rector de la UNAM interponga la denuncia penal en la PGR, y que a esos pandilleros los pongan de patitas en la alcantarilla...Valen más las acciones de resistencia de los de Atenco o de los maestros de Guerrero, Michoacán, etc, porque estas personas defienden a la colectividad amenazada (la viabilidad del pueblo de Atenco o de los derechos laborales de los profesores), pero lo que hacen actualmente los gamberros que tienen tomado rectoría de esa Universidad chilanga (que no nacional), es demasiado individualista: defienden a unos asaltantes para que no sean expulsados de esa universidad provinciana...¿Es eso democrático, es eso justo?

lunes, 22 de abril de 2013

ALLÍ LA CONOCÍ EN LA CHICLERÍA

"Yo soy ejidatario de Yaxcopil, y después me quité allá de Yaxcopil en 1947, me quité de Yaxcopil y vine aquí en Peto, ya tengo mi esposa, bueno, tuve mi primera esposa pero es joven y se fue con otra persona (risas de don Francisco). Me abandonó y se fue.
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Entonces, al año que me abandonó encontré una señora viuda, sus hijos son los que viven acá de la esquina, y ya se murió uno, es Briceño Gómez, entonces fue mi entenado, y todavía está en la escuela cuando me junté con su mamá, la señora era cocinera. Allí la conocí en el trabajo, en 1943 conocí a la señora, y después hice un compromiso de juntarme con ella, me dio un plazo de diez meses para que yo me resuelva si no me arrepiento de ella porque es señora, y entonces le digo:
No pienses, yo quiero vivir la vida contigo, ya vi tu comportamiento.
Era una señora que, ¡bueno!, no es celosa, y tampoco tiene delicado su forma. Nos tratamos muy bien allá en el campo, bueno, en la chiclería. Entonces hice un compromiso de unirme con ella en 1943, el 44 entonces formalicé mi vida con ella…Y vino a morir la señora en 1988. En el 88 se murió la pobre".
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(Transcripciones de las entrevistas con don Francisco Poot, ex chiclero yaxcopilense de 90 años).

lunes, 15 de abril de 2013

Ahí están mis espolones...

Todos los hombres y mujeres tienen huellas, guardan huellas o dejan huellas. Esas huellas dicen lo que son, dicen lo que hacen, dicen lo que hicieron, dicen lo que amaron. Huellas y, más que huellas, señas de identidad. Los oficios de los hombres pueden resumirse en unos cuantos aparatos, en unos cuantos utensilios, en unas cuantas señas de identidad.
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La seña de identidad del torero es la coleta. La seña de identidad del escritor era la antediluviana máquina de escribir (ahora la ha cambiado por el ordenador, pero yo sigo utilizando en raras tardes de octubre mi puño y mi libreta), pero la seña de identidad del chiclero es lo mejor: los espolones, un par de duros fierros con los cuales se subía a los zapotales, clavándolos a los costados de los árboles.
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Los viejos chicleros del pueblo que me han contado algo de sus vidas, siempre me refieren, al principio de toda plática, esa seña de identidad, ese traer a la memoria del presente sus vidas anteriores bajo la selva, esa prueba física que dice quiénes fueron, qué hicieron, qué seguirán siendo a pesar de no sangrar ya más los zapotales, a pesar del olvido y a pesar de la muerte: "Ahí están mis espolones", como si tal dijeran: "Que ellos hablan por mí, interroga también a ellos".
Nota: La foto es del chiclero petuleño don Raúl Cob.

¿Un Chavismo sin Chávez?

 

 Pues sí, la memoria colectiva es corta, como cortísima fue la diferencia de ayer entre el oficialismo y la oposición venezolana, casi igual a la diferencia que hubo entre Calderón y López Obrador en 2006: 235 mil votos más para un chavismo que, apenas muerto su caudillo, se comienza, lamentablemente, a desmoronar en esa aparente fuerte ligazón que unía a las clases populares de Venezuela con el caudillo de Sabaneta....Lo de Venezuela es un caso hermoso para los politólogos y científicos sociales, un caso para recurrir a la imaginación sociológica: ¿Qué fue lo que transitó en menos de un mes por la conciencia de la mitad de los venezolanos con derecho a voto, como para dejar el chavismo a un lado y volcarse los indecisos hacia la oposición de derecha?

Yo pienso que el sector chavista del voto -el "núcleo duro" del chavismo- en realidad cumplió con su prometido: fue ayer a votar por Chávez, digo, por Maduro, digo por el pajarito de no sé quien, y a duras penas sacó avante el proyecto de país que anhelaba el comandante (y no sé si ese proyecto de país lo desea con radical constancia Maduro, pero descreo que el corrupto Diosdado Cabello comparta un mínimo de eso). Por otro lado, la oposición al chavismo siempre estuvo ahí, así como también los indecisos: esta vez este sector último de los votantes pasó la factura a un chavismo desalmado (en el entendido de que el alma del chavismo era el del que descansa ahora), un chavismo "dependiente" de La Habana, un chavismo que vampirizó la muerte del muerto grande, un chavismo acéfalo que a cada momento se hace difícil su viabilidad sin su carismático comandante.

Maduro no tiene para nada el carisma de su predecesor, es un hombre sin gracia, un obrero del metro al que se le hace difícil mover su voluminoso cuerpo en una tarima para arengar a una multitud entristecida por no ver ni una traza, ni un gesto, ni una risa que recuerde a ese portento de carisma que era el comandante Hugo Chávez. Además, Maduro no sabe cantar ni en la regadera, y Maduro no estaba –él lo ha dicho- para hacer política: él era solamente el brazo derecho del muerto.

Apenas hace un mes, movido el teclado por la tristeza que me embargaba, dije que ya no sería Chávez sino el chavismo. Luego, después de ver los fastos multitudinarios, las ceremonias de Estado, la tesonera consistencia de hacer política con el muerto presente, después de asistir al horror de saber que a Chávez, el hombre, no lo dejan pudrirse tranquilamente, como buen cristiano que era, en un cementerio de provincia, y por el contrario, a semejanza del salvajismo eslavo y chino, utilizan su cadáver para momificarlo –momificando con ello sus ideas-, después de ver casi el descaro infantil en eso del “pajarito de Maduro”, se me hace difícil seguir creyendo en un chavismo sin Chávez; y creo, sí, que el chavismo sufre la misma enfermedad de su fundador, un cáncer que lo carcome y mina desde adentro: el cáncer de los intereses privados, y Diosdado Cabello, un militar acusado de uñas largas, es el germen o el elemento catalizador. Sin duda, los indecisos, además de memoria colectiva, tienen algo que el núcleo duro de todo grupo político cuenta con poco: cerebro, cosa que, sin duda, celebro.

domingo, 14 de abril de 2013

"Vamos a cazar tortugueros a Río Lagartos": apuntes sobre la dieta de los mayas rebeldes

El 11 de marzo de 1876 el jefe político del partido de Peto, Sabino Piña, informaba al gobernador del Estado las declaraciones del "ciudadano" Santos Escamilla, fugado de Chan Santa Cruz. A Santos Escamilla, una partida de rebeldes (70 a lo mucho) lo hicieron prisionero el 8 de octubre de 1875 cuando se disponía a tumbar el monte para hacer su milpa a tres leguas de la villa de Peto.
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Escamilla se pasó los más de cuatro meses que duró su cautiverio rompiendo la piedra viva de un cerro que se quería nivelar en Chan Santa Cruz, así como trabajó en el rancho San Felipe, propiedad de Crescencio Poot, jefe máximo de los rebeldes una vez muerto Bernardino Cen en su incursión fallida al rancho Xuxub.
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En una nota curiosa que da colorido a las incursiones de los rebeldes a la frontera yucateca, Escamilla oyó decir a los "capitancillos" que, además de tener la mira apuntando ves enésima las torres de la iglesia de Peto, así como los montes del partido vecino de Tekax, los rebeldes del oriente querían presentarse para mayo en las amarillentas playas de Río Lagartos para sorprender en las faenas del mar a los tortugueros y pescadores de mariscos del rumbo. Tal vez este ataque (es difícil saber si se verificó) no sea sólo pintoresco, porque, aparte de los caballos, las cargas de maíces y los utensilios de metal que extraían de los pueblos de frontera (así como obviamente de personas como el mismo Escamilla), los rebeldes de vez en vez necesitaban variar su monótona dieta de la milpa y la caza por una comida más salada, más marina, o más exótica si de la tortuga hablamos perseguidos por nuestro paladar de sobrios yucatecos actuales (espero no pecar de anacrónico).
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Se me dirá ingenuo, pero diré que conociendo a la perfección la dieta del maya actual de los pueblos (reacios para comer pescado todavía en días cuando la cuaresma marceña aprieta con sus fervorosos calores), no cabe duda que la territorialidad rebelde, con más de un cuarto de siglo, posibilitó que las "estrategias de sobrevivencia" de los campesinos rebeldes variara en el oriente de la península: los mayas rebeldes no restringieron sus hábitos alimenticios a una dieta milpera-cacería basada en el maíz, los frijoles, la calabaza, los camotes, el chile y los distintos animales del monte (desde el ciervo hasta la tuza y el jaleb, así como la avifauna de la región peninsular), sino que los pescados, los mariscos y las tortugas, fueron parte de la dieta de una sociedad maya autónoma. Hasta la mitad del siglo XX, las viejas memorias de los chetumaleños dirán que en las playas que van de Calderas hasta Xkalac, las tres bahías y otros puertos pequeños, la langosta se sacaba sin ningún esfuerzo, pues bastaba con entrar pocos metros al mar, meter el brazo y jalarlas de las antenas. En este sólo punto, tal vez los "rebeldes" (¿rebeldes a quién, a quiénes?) vivían mucho mejor, o "más mejor", que los mayas que se quedaron a servir en los trabajos agotadores del periodo henequenero, cuya infame dieta basta comprobar en las líneas del México bárbaro.
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Los mayas del oriente, según informes de Marcos Balam del 3 de marzo de 1875, montaban partidas de pescadores para ir por los peces a las playas del oriente. Balam, nativo de Ebtún, refería "que logró fugarse habrá quince días del tránsito de la costa á Santa Cruz, á donde lo llevaron á cargar pescado, habiendo llegado á su vecindad, Ebtun". Podemos afirmar, además, que no solamente a la costa del oriente se hacían las pescas, y esto lo digo porque es por sentido común que las lagunas tierra adentro que existen desde el sur del actual estado de Quintana Roo hasta el centro de esa zona, son ricas en varias especies de peces. Respecto a la "cacería" de tortugueros, la declaración de Escamilla refería claramente que sobre los proyectos de invasión:
[...] en nuestras poblaciones asegura que es voz corriente entre dichos indios que por Agosto piensan movilizar una fuerza de consideración para invadir esta plaza, la de Tekax, así como las colonias del Centro hasta tocar Izamal, habiéndose comunicado órdenes á los indios del Sur, para que hagan sus aprestos, que porque quieren experimentar su nuevo armamento; y que mientras llega la época fijada, han dispuesto que para Mayo, salga una partida á recorrer la costa hasta tocar á Rio Lagartos para sorprender á los que se emplean en la pesca de tortugas y otros mariscos por aquel rumbo. Confirma, por último, la muerte del titulado general Cen acaecida en la última invasión del rancho Xuxub.
Sin duda, habría que decir, como última idea de este apunte alimenticio, que una sociedad guerrera como fue la sociedad maya de Chan Santa Cruz no podría basar su fuerza solamente en la casi vegetariana dieta de la milpa: la carne de la casería, junto con los productos del mar y las lagunas del oriente de la Península, fueron las bolsas proteínicas para una sociedad autónoma rebelde que vivió a contrapelo de las disposiciones hegemónicas del Yucatán decimonónico.
Fuentes: La Razón del Pueblo, Jefatura política de Peto, 17 de marzo de 1876./ La Razón del Pueblo, jefatura política de Valladolid, 8 de marzo de 1875.

miércoles, 10 de abril de 2013

DE LA HISTORIA PUEBLERINA HEGEMÓNICA: COMENTARIOS AL LIBRO “PETO EN LA HISTORIA”, DEL PROFESOR JUAN J. MORALES BACAB

Acabo de terminar de leer un texto que escribió el profesor petuleño jubilado, don Juan J. Morales Bacab, y apunto algunas cosas interesantes de ese valioso trabajo inédito y en vías de publicación. El libro se llama Peto en la historia. Recopilación, y es una relación de datos encontrados por el profesor, quien indagó en la memoria oral de algunas personas de la población, así como consultó el librito Mis memorias de Peto, de Máximo Sabido. Lo rescatable del libro estriba en que Morales Bacab no se queda solamente con su memoria, por el contrario, va en busca de otras memorias que le aporten datos del pueblo. Morales, como proemio, rescata un poema solariego, o albarradiego, o albarradezco, del poeta petuleño Orlando Ojeda y Cetina sobre la villa, de cuyos versos discrepo rotundamente porque el poema de don Orlando, amigo mío desde mis épocas de bachillerango, empieza con los versos siguientes:
Pueblo mío que te levantas entre las rocas,/ Cuna de hombres nobles y cabales;/ Tu historia contada por muchas bocas, / Orgullo de Yucatán en sus anales/
Discrepo por el hecho de que la región sur, una zona de frontera después de iniciada la guerra de castas, es poco o nada conocida por la historiografía yucateca: fue una región marginal en dicha historiografía oficial, oficiosa y no oficial, y en los “anales” de Yucatán Peto ha sido “irrelevante”, desconocido, o desdeñable a pesar de que esta región fue como un dique ante las arremetidas de los rebeldes del oriente de la Península durante la segunda parte del siglo XIX, a pesar de que esta región fue punto nodal de “la época del chicle”, a pesar de ser región con una presencia de rebelión campesina contabilizada desde 1892 hasta 1924, y a pesar de que su riqueza milpera y maya, ha sido señalada desde las etnografías pioneras de Redfield y Villa Rojas, y ratificada por los estudios en los archivos agrarios.
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Pues bien, no discutamos con las poesías de los poetas del terruño paterno y materno, pero sí acerquémonos un poco para discutir las obras, los textos y trabajos de los sabios historiadores locales (sigo las consejas de Luis González y González, al llamar sabios a los recordadores de las cosas que incumben solamente a la matria).
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Puedo decir que mi impaciencia con la historia local de los “notables petuleños” de finales del siglo XX y principios del XXI, surgió desde que leí en la biblioteca municipal de la Villa, a la edad de 15 0 16 años (no me acuerdo), el libro de don Maco Sabido: quedé espantado al comprobar cómo en dicho libro de tapas azules se acentuaba la disparidad étnica, la dicotomía o desigualdad que subsistía entre la sociedad maya con la sociedad mestiza de la región: Maco Sabido, un viejo escribano de pueblo que sabía a qué cosa le tiraba, utilizaba esa “memoria selectiva”, y la utilizaba a la perfección: difuminaba, negaba fuerza a la rebelión de Rivero, y afantasmaba a la sociedad maya: su libro es un libro de “memorias” escrita por una memoria esquizofrénica, aunque tengo que decir que me sirvió de lamparita a la hora de ponerme el overol de historiador. Luego, al leer el trabajo de Arturo Rodríguez Sabido, volví a sentir una impaciencia creciente, bullente, y en un ensayo provocativo, quise entrar en polémica con el que ahora considero mi gran amigo por sus méritos importantes para rescatar del olvido a la historia de la población. Provocativamente (y subrayo la palabra), espeté a don Arturo: “Su semblanza dizque-histórica (o para-histórica, porque en realidad no es una historia, lo que se dice historia, en la cual podamos confiar) es, en realidad, como ya cite líneas arriba, un álbum fotográfico, un compendio genealógico y amiguero (la de usted, señor cronista), un “club de tobi” donde sólo entran unas cuantas personas. Créame, no me interesa ser parte de esa historia esquizofrénica”. Sin embargo, puedo decir, actualmente, que el libro de Arturo es un libro interesante, un libro sencillo, escrito con soltura, rápido al hacer el repertorio de los sucesos, los sucedidos y los acaecidos de la población; y al mismo tiempo, peca, como todo trabajo historiográfico que valga, de pasión: Arturo siente pasión a la hora de hablar del chicle, y siente el doble de pasión al hablar del giro de los petuleños hacia la migración que, a más de tres décadas, ahora también esta migración va encabalgándose hacia la crisis.
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Raúl González Carrillo es otro petuleño que ha hablado, desde su retrato familiar y su lejanía geográfica (y ya sabemos que la lejanía o la cercanía geográfica producen romanticismo de enamorado miope), de Peto, o de “su Peto”. En dos libros, González Carrillo nos ha demostrado la veracidad de este su epígrafe boleresco: “Yo sostengo un intenso, enfermizo romance con mi pueblo”. Salvo esta frase que me cautivó, y del relato que hiciera de cuando tuvo la suerte de encontrar con vida en un pueblo veracruzano situado a la orilla de un río, al viejo tuxpeño y chiclero Roberto Vidal, los dos libritos de don Raúl González Carrillo son descartables de raíz.
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Ahora paso a hablar del libro inédito del profesor Juan J. Morales Bacab. En primera, el trabajo del profesor Morales Bacab es digno de encomio y de admiración: desde su casa aledaña al centro de Peto, Morales Bacab se ha encargado de recuperar el rastro fotográfico del pueblo, o más preciso, de personas del pueblo. En la recopilación fotográfica se puede observar el mal encarado rostro del patrón chiclero Antonio Baduy Badías, “quien en la época llena de riqueza del chicle, fue un empresario exitoso, vivió en una casona contra esquina del parque Juárez hace unos 50 años”, y cuando los zapotales dejaron de llorar, emigró con su familia a Mérida. También por medio del libro de Morales Bacab, ahora sabemos que la casona derruida que se encuentra a una esquina hacia el sur de la terminal de autobuses del mayab (calle 35 x 36) fungía como molino de granos propiedad de don Macario Álvarez, beliceño traído por la hojarasca chiclera de principios del siglo XX.
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Sin embargo, la importancia del trabajo de Morales Bacab se hace más patente cuando inquiere por la memoria ajena. En charlas informales en el centro de la población, o en tertulias con sus amigos, Morales (nacido en los años 40 del siglo pasado) ha rescatado del olvido, o extirpado de las garras de la muerte de los viejos petuleños, historias interesantes que no deben perderse para la memoria futura. En este solo gesto, considero, Morales Bacab supera por más de dos dedos a los trabajos de Maco Sabido y Rodríguez Sabido, y ahora explico por qué.
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Podemos desdeñar que en más de una ocasión, el trabajo de Morales Bacab a veces sigue las directrices establecidas por Maco Sabido. Ya he dicho por qué discrepo de las dos obras de los dos Sabidos: considero que son obras pioneras, desde luego, pero obras mancas o tullidas. No cabe duda que el historiador parte de esas obras "caseras", parte para dialogar con ellas, y parte para diseccionarlas, porque ese tipo de historias dicen mucho de la sociedad pueblerina burguesa petuleña donde se dificulta ver, u observar, a los motores económicos de la región, que han sido, son y serán la sociedad maya: la sociedad maya no existe en esta obras de profesores mestizos, por el contrario, tal parece que sólo existen "notables familias" pueblerinas: esas familias mestizas inundan la recopilación fotográfica hecha por Morales Bacab. En ese tipo de historias de los dos Sabidos no hay mucho que contar de los chicleros, la voz de los campesinos es inexistente, no existe la milpa, ni reforma agraria, ni crítica a los presidentes municipales “postrevolucionarios”, y la guerra de castas es desconocida de forma increíble, no se sabe qué pasó en la segunda mitad del siglo XIX; en una palabra, no hay nadita de nadita que no salga del álbum familiar, y sí, por el contrario, puras fotos de profesores, de curas mariknoll (o no sé como se escriba), de "familias libanesas" asentadas en Peto, etc., etc.
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Pero en este punto, Morales Bacab da un giro, y da un atisbo de historia social, al referir dos plagas, o dos calamidades, ocurridas a los pueblerinos de la villa de Peto. Una es la epidemia de viruela negra que azotó a Peto en los años 1906-1907 (Paul Sullivan, en su libro Conversaciones inconclusas, habla de esta plaga que azotó a los macehualobs del centro de Quintana Roo), y otra es la plaga destructora de langosta ocurrida en los años 1937-1938.
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En lo de la viruela, Morales Bacab recoge el relato del petuleño Pedro Borges, que al momento de contárselo tenía 82 años. Borges le señaló al autor que, siendo niño, un día lo mandaron a leñar en la zona poniente de la población, y fue cuando vio que en una explanada donde está establecida actualmente la capilla de la virgen de Fátima (por la colonia Benito, rumbo al viejo camino hacia Xcanteil), habían unos “cuadrángulos formados con piedra rectangulares y pintadas con cal blanca, por lo que intrigado le preguntó a su papá el motivo de aquello”. Su padre le explicó que “años atrás azotó a la población una epidemia mortal de viruela negra y que fueron tantos los muertos, que el cementerio municipal rebasó el cupo y se tuvo que echar mano de otros sitios”. Vito Cano, de 94 años en 2012, le refirió a Morales Bacab que cuando escarbaban los cimientos del primer hospital del pueblo (años 60 del siglo pasado), un primo suyo lo llamó para que viera un esqueleto humano recién exhumado, “por lo que suponemos que también el lugar fue habilitado como cementerio”.
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Respecto a la plaga de langosta de 1938, el relato de Morales Bacab enriquece lo que escuché y grabé en conversaciones con viejos ex chicleros (lo platicado con don Raúl Cob, las pláticas recientes con el centenario don Ceferino Briceño Solís), y mis lecturas amenas del libro de Evelio Tax Góngora para la región vecina de Tzucacab. La langosta de 1938, tal vez no tuvo los efectos tan catastróficos de la plaga que se presentó en los años 1884-1885 en Yucatán, que hizo que hasta los “notables” del siglo XIX de Peto comieran raíces para sobrevivir. Y digo tal vez, porque esos años finales de la década de 1930, el chicle, o el “oro blanco” como lo designa Morales Bacab, fue un mecanismo de defensa para las familias campesinas de la región: la familia del milpero-chiclero (no así la del campesino que se dedicaba solamente a la milpa) sorteó, o pudo pasar “más o menos” la catástrofe del acrídido, de la glotonería de saak’, por el dinero que los chicleros recolectaban en sus incursiones a la Montaña chiclera. Don Ceferino Briceño Solís, el hombre más viejo de Kambul y de Peto (tiene 103 años, y me sentí emocionado al saber que su lozana vejez es producto de “las pastillitas” y los consejos médicos del “doctor Tax”, q.e.p.d), me dijo que cuando llegaron las nubes de langosta a tapar el sol del mediodía kambuleño, su familia no pasó hambre a pesar de que las milpas todas fueron comidas por el voraz insecto: su esposa tenía en el morral los pesos de plata proporcionadas por el “patrón” Antonio Baduy como producto de las marquetas de chicle de don Ceferino.
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Para la plaga de langosta, Morales Bacab recoge el relato de Máximo Alonzo Caamal, de la colonia Esperanza (por cierto, podría decir que Morales Bacab es el historiador de la colonia Esperanza, que se encuentra al poniente de Peto, en el camino que va a Mérida). Alonzo Caamal, que para 1938 contaba con 6 años, refería que, según comentarios escuchados, “era tal la cantidad de langostas, que cuando cruzaba una mancha o manga, el cielo se oscurecía, pues el sol era tapado por estos insectos y que al ver su aproximación, los campesinos acudían corriendo a sus milpas y con ramas en manos trataban de ahuyentar el ataque, pero todo era en vano, pues al levantarse la manga, toda la milpa quedaba deshojada, al igual que los montes cercanos”. Perdidas las milpas, lo peor estaba por venir pues el maíz no había “y la gente tenía que recolectar frutos de ramón, macal y ñame y que al molerlos se podía hacer algo parecido a las tortillas que se acostumbraba comer”. El gobierno tuvo que importar maíces “tuxpeños” para saciar el hambre de la población, y que a cada familia se le vendía solamente un almud (4 kilos). La voracidad de saak’ era tanta, “que si una casa rústica tenía su techo con huanos verdes hasta eso devoraban en su paso destructor”. Hay otras cosas importantes que refiere don Juan Morales Bacab (habla de unos “chinos” avecindados en Peto), pero estas dos informaciones de calamidades, a mi parecer, son lo más importante porque rescata con ellas viejas historias olvidadas. Sin duda, la historia oral proporcionada por grandes narradores orales como don Raúl Cob (88 años), o don Ceferino Briceño Solís (103 años), es un elemento indispensable que ayudará a tener una visión más rica de la variopinta sociedad petuleña del siglo XX. Con historias orales, como la emprendida por Juan Morales Bacab con la memoria de los nohoch mako que entrevistó, podremos al fin quitar la grisura de las historias pueblerinas oficiales plagadas de anécdotas de profesores de pueblo y “honores a la bandera” y saraos pueblerinos. La historia de los subalternos, la veo llegando, viene abriendo mensuras, tumbando monte, sangrando el chicle y haciendo la milpa.

domingo, 7 de abril de 2013

MANCERA O DEL "HOMBRE NECESARIO..."

Opino que Mancera es el hombre necesario para el PRI, opino que la dictadura perfecta compró a Mancera, o este Forrest Gump de por sí estaba pri-destinado, desde antes ya era parte del proyecto de la derecha ultra neoliberal de recuperar sistemáticamente para el PRI a todo el espectro del país, a todos los bolsones y geografías opositoras del país....Mancera es el hombre necesario para ello, el arriete, el alfil y el caballo de batalla. No hay otro, porque la joya de la oposición, desde 1997 (si no es que antes), ha sido y es el DF.
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Mancera, por lo tanto, seguirá con sus cinismos, seguirá rebajando el "gasto social" (ya dijo que reducirá los programas sociales, de 400 a 150, y espérense los pendejos capitalinos que sean más), seguirá subiendo el precio a los transportes, les quitará sus balnearios y pistas de hielo (hasta yo les quitaría esos balnearios y pistas de hielo), seguirá con las carantoñas al señor presidente y haciéndole el feo a su antecesor y al "ominoso y execrable" AMLO, y seguirá con los estropicios de políticas públicas parecidas, muy parecidas, a la que instauran los del Grupo Atlacomulco, etc.
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También opino que la derecha priísta necesita, para sus proyectos cuasi totalitarios del poder sin cortapisas, del poder sin obstáculos, recuperar el DF; y Mancera, con sus chanchullos, es el elemento idóneo para ello...El perro demuestra una buena, una perfecta domesticación....

sábado, 6 de abril de 2013

CANCIÓN A LA HORMIGA ROJA CHIQUITA QUE COME MIS GALLETAS

Alguien, con ínfulas de entomólogo, me ha dicho que las hormigas donde habito son de esas "rojas chiquitas que sacan ronchitas" cada vez que pican (o muerden, ¡qué más da!). Hoy le doy la razón, porque escribo desde los estragos causados por una de ellas, y en un intento de canción, le compuse a esa rojita chiquita que saca ronchitas con amor, estos malos versos (todos mis versos son malos versos de amor) con pasión:
Una hormiga,/ roja chiquita/ sin que yo la viera,/ agazapada estaba/ en mi pobre y triste galleta/. Comí, o hice el intento de comerla,/ y la hormiga nenita/ atenazó labios y lengua/, defendiendo su usufructuaria posesión/
¡Pinche hormiga pendeja!,
dije emputado/, emputadísimo por dejar la galleta/ en el camino de ella/. Hoy mi vida es una desdicha perpetua,/ pues tengo el labio cadavérico,/ y la hormiga salió con su gusto,/ adueñándose del "suncho"./

viernes, 5 de abril de 2013

DE LA OBLIGATORIEDAD DE USAR AUDÍFONOS EN SITIOS PÚBLICOS...

Yo soy muy respetuoso de la música de los demás...Siempre escucho música con los audífonos o auriculares puestos, porque considero una falta de respeto el colonizar musicalmente al otro, o la otra.
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Creo que ese acto de civilidad debe ser recíproco, y considero, también, que se debería legislar sobre la obligatoriedad de ponerse los audífonos cuando alguien quiera escuchar sus estridencias en lugares públicos.
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Es decir, los audífonos deben ser obligatorios para los cagatoneros, los metálicos infernales, los adoradores de Chico Che, obligatorio por partida doble para los cumbiamberos, los de gustos tipo Laura León y su "abusadora", para los rockeros ermitaños, los fanáticos de "a mí mis rancheras", o los apologistas de la delincuencia que escuchan sus narco (o nacos) perrones corridos. En fin, no se necesita ser Solón o Ulpiano, y menos conocer de derecho romano, para cincelar en bronces una ley donde se declare la obligatoriedad de ponerse los audífonos...
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Con esta idea -para mí, la más seria que he sopesado en estos últimos días- que externo a un posible legislador, se atacarían varios frentes donde el ruido es amo y señor:
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a) En primera, habría una placidez de ánimo, porque uno no estaría escuchando los gustos musicales del vecino.
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b) En segunda, ya no sabré más las puerilidades musicales del otro.
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c) en tercera, los índices de decibelios bajarían, y la basura auditiva no estaría tan abultada.
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d) en cuarta....etc, etc...

jueves, 4 de abril de 2013

"¿Cómo piensa que piense yo siquiera en poner un pie por esos rumbos?": un cuento petuleño de Juan de la Cabada

“Traiga cuentos la guitarra/ de cuando el fierro brillaba, / Cuentos de truco y de taba, / De cuadreros y de copas, / Cuentos de la Costa Brava/ Y del Camino de las Tropas”. Jorge Luis Borges.
Nota introductoria.
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El siguiente cuento de Juan da la Cabada, apareció en la Revista de Bellas Artes, en el número 13, del bimestre enero-febrero de 1974. Se titula Aquella noche, y aparece en la “cornisa” de las páginas de la revista. Me topé con dicho cuento (y más que cuento, relato) casi sin querer.
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Este texto del ilustre escritor y luchador social campechano, Juan de la Cabada (nacido el 4 de septiembre de 1899, y muerto el 26 de septiembre de 1986), apareció a mi orbe bibliográfico gracias a la gentileza de una bibliotecaria del Ciesas Peninsular, cuando me señaló que en una revista que estaba en venta al lado de los libros de viejo, se hacía referencia a Peto. Y en efecto, en la portada misma de la revista aparecía la siguiente frase, que tal vez no diga nada a nadie, pero a mí me dice bastante:
“Cada vez que visito Yucatán y paso por Peto para ver a Diego Espinosa detrás de su tienda de abarrotes, recuerdo que con él se cierra Chicle, mi novela sin escribir en años de años”.
Al momento de leer esa frase inicial, una mentada y un carajo de incredulidad dejé escapar, porque esa sola frase era la premonición de que seguramente se hablaría de “la época del chicle”. Me compré de inmediato la revista, y me dispuse a leer el relato de Juan de la Cabada. Es una narración con una trama sencilla: Juan de la Cabada refiere un hecho que le sucedió y le contó su amigo, Diego Espinosa, “aquella noche” de cuando el fierro de los chicleros brillaba en el pueblo. Una historia, vulgar si se quiere, de chicleros que se matan por cuentas pendientes que nadie sabe a bien explicar, pero que pinta con la exactitud de la síntesis literaria, todo ese complejo mundo de violencia, de bravuconería e impiedad que trajo la “hojarasca chiclera” al no menos violento pueblo de Peto.
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Los chicleros, los antiguos chicleros de principios de siglo XX, pertenecen a esa estirpe de hombres montaraces cuyo destino es lo contrario de eso que se conoce como “urbanidad”, “civilización”, o todo lo que entraña temor. Sus primos son los gauchos y los compadritos que Borges tanto analizó y cantó en sus milongas, y en otras latitudes han tenido sus variantes, pero una cosa los identifica, y es el hecho de que la violencia es su elemento primigenio. En Peto, los viejos ex chicleros me han dicho que los violentos, los que sacaban machete y se refocilaban en la sangre, eran los otros, los de “fuera”, es decir, los no peninsulares.
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Sin más preámbulos, este es el cuento de Juan de la Cabada:
Aquella noche
Cada vez que visito Yucatán y paso por Peto para ver a Diego Espinosa detrás de su tienda de abarrotes, recuerdo que con él se cierra Chicle, mi novela sin escribir en años de años. Sí, porque con sólo mirarlo retrograda mi memoria tres décadas hacia X’Pujil, crucero de caminos y brechas de la selva, pasaje de indios mayas y chicleros, punto clave donde a menudo llegaba Diego a tomarse unas horas de descanso en unión de su caballo de silla y las seis mulas del arria, que cuando mi amigo fue vendedor ambulante transportaban sal, azúcar, pólvora y telas para cambiárselas a los indígenas por marquetas de chicle con destino a la Wrigley de Chicago, quizás, o el de la Mexican Exploitan.
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Poco antes había llovido algo esa noche. Calaba el frío de últimos de enero, famoso mes por lo próspero en la etapa que llamábamos aquí bajada de los chicleros, quienes generalmente rendían jornada en parajes intermedios como X’Pujil, ya sea que comiesen o trataran de dormir en la fonda que a la vez era posada, donde unos mechones, en respectivos candiles de hojalata, despedían, con la espesura de las llamas, sendas columnas de humo negro que tiznaban el techo. Sobre el piso de tierra, junto a maletas, cajas o mochilas, y recostados los más en cuadro a las paredes, hasta una treintena de hombres sucios, macilentos, medio torvos, enmanchetados todos y buena parte con garniles, fumaban o cabeceaban pendientes de las primeras luces de la madrugada. Al centro, sólo algunos en cuclillas jugaban a los naipes. ¿No recuerdas, Diego Espinosa, que tú –ostensible pistola en grueso cinto- parecías muy ocupado, lápiz en mano, sacando tus cuentas?
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En esto apareció un sujeto alto flaco, de tinte mulato, cincuentón e indudablemente chiclero por las trazas. Llevaba colgante un hilo con un crudo trozo de carne. A unos cuantos pasos de la puerta, como al azar reparó en un hombrazo rubio, a quien se dirigió desde lejos:
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-¡Vaya, güero Marente, mire nomás dónde venimos a tropezarnos después de dos años de andarlo buscando yo por todo el monte! El hombre se irguió para replicar con palpable y cáustica indolencia.
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-Pues aquí me tiene, señor, como siempre a su disposición.
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El vejancón desnudó al punto su machete, mientras el dicho Marente hacía lo propio con el suyo, y se liaron durante mucho rato, ya saltando adelante, ya retrocediendo, hasta que el arma del primero acertó un tajo al fornido brazo del contrario que casi se lo desprendió.
***
Sobrevino una tregua, en la que el Güero Marente, ante su machete a los pies y la sangre que a borbotones le chorreaba, suplicó en un gemir que por estentóreo se deducía más penoso:
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-Por favor, señor, acábeme de rematar.
***
-No te impacientes, hijito –repuso el viejo, enfundando el machete-. Ya voy a socorrerte. Nomás aguántate tantito. Cuando esto dijo ya rozaba, calmado, la punta de una daguita larga contra una pequeña piedra de amolar.
***
Con la uña probó al fin el filo de la daguita, y de un salto imprevisto, furibundo la hundió en el corazón del herido, quien cayó de costado como si un rayo lo tocara.
***
El viejo se arrojó inmediatamente sobre el cadáver, entre cuyo pecho removió por unos instantes la daguita, que al fin sacó del agujero, donde aplicó los labios para beber hasta que profirió:
***
-¡Mírenme bien, pendejos, mírenme! ¡Es dulce! Y se levantó.
***
Guardó la daguita, luego de limpiarla en una manga de su camisa, y repasó con mirada circular a la concurrencia que permaneció silenciosa, inmóvil, como perpleja o indiferente.
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De pronto se dirige a ti, Diego.
***
-¿Qué me ve? – te increpa.
***
Recoge del suelo la carne atada en el cordel; desenvaina el machete y se te acerca: -¡Venga, levántese! ¡Cargue al muerto!
***
Tú, con todo y tu pistola colgante del cinto lo sigues. Te ayuda él a poner el abultado peso del difunto en tus espaldas y a que lo sujetes con los brazos.
***
-¡Vamos! ¡Camine, camine, camine!
***
Andas -¿Cuántas horas?- zigzagueante a tientas bajo los árboles en el terror trémulo de húmedos olores de la hojarasca resbalosa, de murmullos, jadeos, aleteos, silbidos y las isócronas pisadas del poseso enigmático, que va detrás con el machete al aire. De repente prorrumpe:
***
-¡Suéltelo!
***
Diego descarga el bulto, vuelve la cara, rebusca, y se halla solo entre las tinieblas de la selva; sólo con su sollozo atorado de vergüenza merced a esa humillación inolvidable desde entonces, a ese infinito desprecio de sí mismo.
***
Giras, giras, giras y de retorno al propio sitio topas con el corpulento estorbo de carne, ya fría, dura y muda, que acaso al mediodía esté corrupta, pero de momento es una piedra más de las que tienen por final dosel de reposo el túnel del arbolado, hasta donde ahora penetra lejano, lejano, un rugido nocturno.
***
¡Qué aciaga situación! Del traspiés cayó el comerciante a ras del muerto, y dentro del ciego ámbito se desanudó aquel sollozo atorado en su garganta.
***
Pero malvado de mí, como suelo ser al vivir por esta tierra, ¿no le pido siempre a Diego Espinosa, cuando lo veo de tarde en tarde, que deje su tienda unos días y venga a visitarme?
***
Diego contesta lo mismo cada vez:
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-Si sabe usted lo que me pasó aquella noche, ¿cómo piensa que piense yo siquiera en poner un pie por esos rumbos?

lunes, 1 de abril de 2013

DON JUAN BLANCO RECUERDA A HILDA Y A JANET

En Peto sucede como en Chetumal con Janet: muy pocas mujeres se llaman Hilda
De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos...En menos de un año arrojó sobre el pueblo los escombros de numerosas catástrofes anteriores a ella misma, esparció en las calles su confusa carga de desperdicios...Hasta los desperdicios del amor triste de las ciudades nos llegaron en la hojarasca...García Márquez, La hojarasca.
Lo vi detrás del mostrador de una antigua farmacia de la calle 30, y sin pensarlo dos veces, me presenté de sopetón al hombre, a don Juan Blanco. La calle 30 fue la arteria principal del pueblo donde a principios del siglo XX, la "hojarasca" del chicle pasaba con sus arrias sedientas, con sus violentos tuxpeños y sus pleitos estrepitosos, con sus fiebres de turcos vendiendo sus baratijas pendejas con el eco de los machetazos de los bravos chicleros templando el aire cálido del pueblo, mientras iban fluyendo por sus venas de calles onduladas las marquetas de chicle extraídas de la selva del oriente y sur de la península. En esta calle pasaban las mulas de ida y de regreso: de ida, llevando las mercancías traídas por el ferrocarril hacia los hatos chicleros; y de vuelta, trayendo las marquetas de chicle, los animales cazados por los chicleros, o los productos capturados en el trayecto de regreso. En “la treinta” puso su comercio don Diego Espinosa, oxkutzcabense atraído por la fiebre del chicle. Y también en la treinta, frente a la vía del tren, asentó sus reales el viejo tuxpeño, Roberto Vidal, cuyo establecimiento de comercio sería saqueado, incendiado y destruido a mediados de 1940, por una turba enardecida de petuleños, enfurecidos porque Vidal desjaretó su revolver contra un político local de la chingada.
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Las viejas vitrinas de la farmacia que atendía el difunto hijo de don Juan Blanco, fueron cambiadas a un mostrador de maderas bastas, porque la antigua farmacia fue convertida desde hace más de una década en carnicería, una de las múltiples profesiones que don Juan, con sus 87 años a cuestas (su verdadero nombre, me dijo, es Juan Bautista Yupit, nacido en Tekax en 1927), practicó en un momento de su larga y productiva vida.
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Digo que detrás de ese mostrador, me le presenté a él y a su nuera (quien atiende junto con don Juan la carnicería), y comencé una plática sobre su vida de chiclero...
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Don Juan comenzó a hacer sangrar las matas de chicozapote a los 10 años, algo que pocos, a esa edad, harían actualmente (en esa época la niñez se difuminaba, porque al chicle había que entrarle o no entrarle). El viejo ex chiclero tuvo su bautizo en los hatos chicleros de Chiapas, trabajó en la central chiclera Caribal (que, andado el tiempo, Rafael Bernal haría inmortal con su libro sobre el infierno verde), chicleó en la montaña campechana, vino a Peto, casó con una de estos rumbos, fue a trabajar a la hacienda Sisbic, propiedad de Antonio Baduy, en el corte de caña, siembra de maíz y ganadería, regresó al chicle, y en los años finales de esa "época chiclera", vivió los dos ciclones con nombres de mujer que causaron estragos a la apenas aldeana Chetumal, y a la villa de Peto venida a menos cuando la fiebre del chicle se largó para siempre con la hojarasca de sus remolinos y sus tráfagos violentos…Por Petcacab –una tierra de las “tribus de indios rebeldes” (don Juan Blanco dixit)- capeó los torrenciales aguavientos del Janet ensañándose contra las casitas de madera de la sureña Chetumal; y días después, las tetas poderosas del huracán Hilda entrarían por el centro de la península descuajando la selva chiclera, haciendo que Juan Blanco y la cuadrilla de chicleros petuleños capearan la muchedumbre de vientos y agua metiéndose en cuevas y comiendo carne cruda de venado. Hilda sería el ciclón que más recordarían los petuleños mayores de 70 años, porque Hilda sí tocó al pueblo (en Peto, sucede como en Chetumal con Janet: muy pocas mujeres se llaman Hilda): el viejo mercado de la villa con techos de láminas y partes de madera, pasaría a la historia después que el grueso caderamen de Hilda lo hiciera pedazos….Don Juan Blanco recuerda esto, y recuerda otras cosas, pero por el momento, es mejor dejar de teclear.

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