lunes, 2 de agosto de 2010

Un apunte para los dos "panchitos": las leyes pendientes en materia indígena en Yucatán


En un encuentro de los pueblos mayas (más que encuentro, fue una pasarela de vanidades indigenistas, de convivencia infumable de personas que se dicen mayas, etc) realizado en la Universidad del Oriente de Valladolid, al cual tuve la oportunidad de asistir para escuchar únicamente, exclusivamente, al gran Esteban Krotz (su ponencia, sobre los derechos del pueblo maya peninsular me forzó a salir de mi cueva de misántropo), fue un hecho ineluctable de que se hiciera referencia a las estatuas de los dos panchitos. Se vio la molestia, el enfado, la indignación (denme chance y escribo un articulillo) entre los asistentes, por dichas estatuas que "agravian a la memoria de Cocom, de Chi, de Pat" (cito de memoria a un orador del encuentro), pero algo que me llamó la atención, fueron dos cosas: que, al contrario de Quintana Roo o Campeche, el congreso yucateco de la anterior legislatura y la actual legislatura local, han incurrido en desacato por no legislar, como marca la normativa federal, sobre leyes de los pueblos mayas del estado...No necesito decir, aquí, que la población indígena en el estado rebasa la mitad de la población...El siguiente hecho de que me llamó la atención, fue la en aparente contradicción de los promotores del "movimiento indígena" peninsular: mientras por un lado se rasgan las vestiduras (loable, en verdad) contra las estatuas del oprobio, por el otro pierden de vista que el velo del racismo de cierta mentalidad yucateca, no se descorrerá unicamente con la defenestración de sendos adefesios estatuarios. La "dilapidación", la dinamitación simbólica tal vez sea sólo el comienzo, pero habría que crear, junto con este movimiento anti-estatua, otro más donde se pugne para que la Ley de Derechos y Cultura Indígena del estado de Yucatán -actualmente secuestrada en un "cajón", no de sastre sino de indiferencia-, legislada en 2007 y no promulgada hasta ahora, sea sacada de su escondrijo de no compromiso, y se promulgue para que, en lo que cabe, los mayas del estado de Yucatán tengan un piso jurídico donde puedan instrumentar sus demandas y propuestas. Como no soy de la idea decimonónica, que se conforma con pensar que con leyes perfectas se resuelven 500 años de explotación compulsiva, dicha Ley de Derechos y cultura Indígena -trabajada por los propios indígenas en la misma UNO de Valladolid- sería un camino para que el estado yucateco, mediante políticas públicas respetuosas de las diferencias socioculturales, estructuren mecanismos de justicia social para las comunidades...Los dos panchitos son, como dije en un principio, lo de menos: defecaderos de palomas.

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