lunes, 9 de septiembre de 2013

HISTORIA PERSONAL DE MI BRECHA DIGITAL


Hoy, al levantarme a las siete de la mañana hice, como todos los días, lo que siempre acostumbro hacer antes de comenzar el día: bañarme, hacer y beber mi café; y entre sorbo y sorbo de mi primera ración de cafeína, revisar los periódicos virtuales. Me sorprende una noticia que da el Diario de Yucatán, acerca de que Yucatán cumple 18 años con internet, siendo el Cinvestav Yucatán y la UADY las primeras instituciones en servirse de, para ese entonces, aquella nueva herramienta que vendría a cambiar casi todas las formas de convivencia del hombre –sociales, académicas, económicas, políticas y hasta amorosas.

Un reciente artículo que leí, de Luis Reygadas, hablaba sobre las desigualdades sociales del siglo XXI, y ponía como una de las variables para medir la desigualdad social, a la brecha digital. Apunto un interesante dato que señala Reygadas, porque tiene que ver con eso que Bourdieu habló del capital cultural y del capital económico:
La llamada brecha digital, que separa a quienes tienen acceso a las nuevas tecnologías de la información y quienes están desconectados de ellas, se forma casi siempre alrededor de antiguas fracturas sociales y económicas: son los grupos sociales privilegiados quienes se encuentran en mejores condiciones para apropiarse de los nuevos recursos, ya que cuentan con los capitales económico, social, político, educativo y cultural para hacerlo. En México los sectores de ingresos altos y mayor nivel educativo fueron los que tuvieron un acceso temprano a Internet, mientras que el resto de la población aún no lo tiene o se fue incorporando después, de manera lenta y con mayores dificultades (Reygadas, 2013: 290).
Reygadas apuntaba que, junto con el nivel de ingreso familiar, la escolaridad de los padres de familia era y es determinante para tener computadora en casa. En el año 2000, alrededor de la mitad de los hogares en los que el jefe de familia tenía estudios superiores había computadora (42.8% con licenciatura y 57.8% con postgrado), y la desigualdad se presentaba en los hogares en que el jefe de familia no tenía instrucción o sólo contaba con instrucción primaria: en ambos casos las computadoras eran inexistentes (0.5% para el primer caso, y 2.9% para el segundo caso).
Pues bien, dejemos el interesante trabajo de Reygadas, y pasemos a mi historia personal con las computadoras y mis escarceos con el Internet. Todo lo que dice Reygadas es cierto: en mi casa nunca hubo ninguna computadora –mi padre y mi madre no terminaron la primaria- hasta que dejé ahí la primera lap que me compré en 2007, ya que me había conseguido una segunda lap, una gringa, de marca Assus, que aunque funciona todavía a la perfección, ya no la utilizo porque trabajo con una tercera en una historia universal de un pueblo incivilizado. Es decir, Reygadas dijo algo tan evidente para mí: de 2007 a 20013, he pasado de una licenciatura a un doctorado, y en ese lapso he tenido 3 computadoras.

Me sorprende que la brecha digital se de en dos generaciones: mi sobrina utiliza con toda naturalidad la lap, ya que ella pertenece a una era distinta, muy distinta a hace 20 años. Yo, antes de 2007, no tenía ni correo, y no utilizaba para nada el internet sencillamente porque no tenía, como ya dije, computadora: la licenciatura me la pasé sin esa herramienta, y mi primera lap, recuerdo, me la compré trabajando en un periódico de la chingada de cuyo nombre no quisiera acordarme, aunque era un asiduo de cibercafés, y computadoras no me faltaban porque visitaba casi a diario la biblioteca pública de Chetumal, Javier Rojo Gómez. Me acuerdo que antes tenía una computadora viejísima, donado por una hermana: era de mesa, calentaba como un horno, y no duró mucho, ya que quedó ciega su pantalla.

Por cierto, que yo recuerde, en el año 2002 se abrió el primer "cibercafé" en mi pueblo, lo abrió un profesor que me dio clases en bachillerato, y a pesar de que los "cibers", desde entonces, han proliferado como hongos en mi pueblo, ese primer "ciber" (donde obviamente no ofertaban y no ofertan café) sigue funcionado, cosa que causa admiración, aunque yo no visito, actualmente, ningún ciber, así sea poniéndome un revolver en la sien. Como he dicho, mi correo electrónico es joven, tiene 6 años apenas, y en 6 años me he incorporado, como dice Reygadas, al Internet, aunque creo que no de forma lenta sino rápida: tengo este blog donde analizo las peripecias del mundo y sus anexas, y gracias a este esfuerzo de publicación virtual, he tratado de modificar mis magros conocimientos de “computación”. No sé nada, pero lo poco que sé lo aprendo rápido, aunque siempre diré que los libros, las bibliotecas y la lectura, son lo mío, mi mero mole; y no las fiebres de exquisitos que llegaron a Internet porque su padre académico, o su madre profesional. Mi padre nunca supo de esto, él era libresco como yo, y estoy convencidísimo que la desigualdad social no estriba solamente en la brecha digital sino, desde luego, en la brecha libresca. Puedo decir que en 10 años, esas dos brechas sociales han sido sustanciadas: tengo la biblioteca más importante del sur de Yucatán.

Fuentes:

Reygadas, Luis, “La desigualdad y su legitimación. México 2010”, en Leticia Reina y Ricardo Pérez Monfort (coordinadores), Fin de siglos ¿fin de ciclos?: 1810, 1910, 2010, México, Siglo XXI Editores, 2013, pp. 286-296.

“18 años de internet en Yucatán”, Diario de Yucatán, 9 de septiembre de 2013, en http://reportajes.insitu.mx/internet/index.html, visto el 9 de septiembre de 2013.

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