jueves, 26 de septiembre de 2013

LOS HÉROES NUMANTINOS: ¿FUE TAN FÁCIL LA "PACIFICACIÓN" DE LOS DE CHAN SANTA CRUZ?

Bajará la justicia de nuestro padre Dios sobre los destructores, sobre los gavilanes blancos de los pueblos, sobre los muñecos colorados, sobre los pícaros bellacos. Los Guardianes de la Colmena encenderán el fuego que es la señal del purísimo y único Dios de los mayas, en la Virginidad de la única Iglesia. Vendrá una gran guerra sobre los gavilanes blancos de los pueblos. Y se verá si es verdaderamente fuerte su fe cuando bajen los siervos a regar agua caliente en la cara de las polillas de esta tierra, de los pícaros bellacos, los zopilotes de los pueblos, las zorras voraces de los pueblos (Chilam Balam de Chumayel, cita de Médiz Bolio, Obras selectas, Ensayística y visión del mundo maya, T. II, Vol. II, Mérida, UADY, pp. 461-62)
Descreo rotundamente de las aseveraciones periodísticas que surgieron entre 1895 y 1901, a propósito de la "pacificación" que el gobierno de don Porfirio comenzó a armar contra los últimos defensores de la autonomía de los mayas rebeldes de Chan Santa Cruz, para agenciar para los grupos oligárquicos regionales y nacionales, el rico botín forestal del oriente de la Península (las fijezas vacunas de los gringos habían comenzado a enamorarse de la goma de mascar producido por los zapotales). Si tenían, como dicen las notas periodísticas de la ciudad letrada de Mérida y de México, los de Chan Santa Cruz, entre sus caudillos, a puros alcohólicos tiranuelos que mataban hasta a su propio pueblo, etc., etc.; y si estaban tan a la defensiva o completamente desmoralizados y que ya no eran lo que fueron en décadas previas (pienso, sobre todo, en los años 1860-1880), entonces, ¿por qué duró lo que duró la supuesta "pacificación"?
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La entrada de Ignacio Bravo, le escuché a más de un chetumaleño y hasta a más de uno de Felipe Carrillo Puerto, significó, según ellos, la "pacificación". Yo discrepo rotundamente de aquella aseveración sin sentido, desconocedora de uno de los momentos cruciales de la resistencia étnica de un gran pueblo que, entre otras cosas, posibilitó la resistencia étnica y agraria de pueblos de la frontera yucateca durante la segunda mitad del siglo XIX debido a que con sus invasiones recurrentes habían convertido cantones fronterizos en verdaderos “países del miedo” donde nadie quería ir a invertir su dinero.
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Los de Chan Santa Cruz, es decir los grupos más autónomos -los 2,200 hombres que le hicieron frente a Huerta, a Bravo, a Vega entre 1898 y 1901-, venían de la vertiente ideológica que en palabras de López Austin, eran anti zuyuanos reacios a todo contacto con los elementos extraños: mal armados, con poca pólvora, imposibilitados por la Reina Victoria para la compra de armas en Honduras Británicas, acorralados por mar y tierra en una línea de circunvalación que los cercaba constantemente, mal comidos debido a las pocas siembras de maíz y a la emigración constante de una nueva generación de macehuales que preferían vivir en paz y tal vez huían de la peste del sarampión desbaratando a las fuerzas combatientes, estos últimos defensores de la autonomía rebelde como el comandante Sóstenes Mendoza (sobre Sóstenes Mendoza, pinche aquí), verdaderos héroes numantinos de una posibilidad autonómica sin comparación alguna en toda la historia de las resistencias indias, se batieron en armas hasta el último momento que sus flacas capacidades bélicas les permitieron: la “conquista” meridana-mexicana de Chan Santa Cruz le constaría muy caro a los ejércitos de don Porfirio.
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Veamos el Censo de 1900 para Yucatán, donde se observa el gran número de “heridos” que había en hospitales militares de Peto, uno de los cuarteles principales de la “pacificación”, donde hasta la Iglesia del pueblo se convirtió en un sangriento muladar de soldados y guardias nacionales heridos por los defensores de Chan Santa Cruz.
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Héroes numantinos, héroes anti zuyuanos -muy distintos a Francisco May, que obviamente sería el segmento de la mayanidad enamorado del extranjero y dispuesto a pactar su servidumbre a cambio de denarios capitalistas producidos por el chicle- que no decidieron dejar lo ganado en años de lucha por sus padres y abuelos desde 1847: me refiero, desde luego, a la territorialidad rebelde, al territorio de la autonomía maya desde el repliegue rebelde a “los bosques orientales”, territorio pugnado de manera autonómica desde noviembre de 1849 por Venancio Pec, uno de los primeros caudillos militares mayas que vio con perspicacia que la “guerra santa” profetizada por los chilames era una lucha de liberación anti colonial, ya que exigió, apunta Médiz Bolio, como condición ineludible para la paz, “la devolución de las tierras ‘del Rey’ para entregarlas a los labradores pobres y el reconocimiento de una frontera pacífica entre el territorio dominado por los mayas libres y el que los criollos habían conservado o recuperado de los indios”.
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En un primer momento, los de Chan Santa Cruz se replegaron fuera del pueblo después de que Bravo llegara por casualidad con sus ejércitos. El antiguo santuario fue invadido por los “malos vientos” de los huaches invasores, luego volverían de nuevo, y en 1929, una rama anti zuyuana -la comandada por el comandante Concepción Cituk y Evaristo Zuulub, así como el nieto de José María Barrera, Pascual Barrera- decidió romper relaciones con el zuyuano Francisco May, ya que éste último había pactado con los invasores; ese miserable tirano de May se había "vendido a los mexicanos".
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La rama anti zuyuana formaría un nuevo cacicazgo, el que intrigaría a Villa Rojas en la década de 1930: el cacicazgo de X-Cacal Guardia donde se habían replegado los herederos de la Cruz Parlante. Los senderos autónomicos de los de X-Cacal Guardia aún es posible de observar hoy en día, y esto es un ejemplo claro de que la pacificación de 1895-1901, nunca fue eso, nunca significó el debilitamiento o la difuminación étnica de los herederos de aquellos 2,200 héroes numantinos guardianes de la Colmena que decidieron pelear contra los “gavilanes blancos” que no tardarían en traer la “polilla de esta tierra” en la Colmena de la autonomía maya iniciada el 30 de julio de 1847 en los montes de Tepich.

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