“La democracia no es más que un abuso de la estadística…”
Jorge Luis Borges
“El PRI, quesque renovado, en realidad en el fondo sigue siendo el mismo.”
Frase oída en una casilla electoral.
Jorge Luis Borges
“El PRI, quesque renovado, en realidad en el fondo sigue siendo el mismo.”
Frase oída en una casilla electoral.
Una petición de principio para empezar la discusión: en el fondo del ser del mexicano, en esos recovecos del alma de nuestro pequeño, grande, afligido, carcomido o cacarañado ser antipriísta, es posible que se encuentre, aguardando bajo el fango creador, medrando entre desechos autoritarios de los días fatídicos, cebándose con taquicardias y rompimientos brutos del corazón ensangrentado, un furibundo PRI de las cavernas trajeado como matón de horca y cuchillo y coronado su hocico por un mostacho carranclán.
El PRI, orgullo y oprobio de nuestra condición subdesarrollada, de nuestro deseo democrático insatisfecho, garante y baluarte de la élite derechista en el país (empresariado, Alto Clero, Slim, etcétera, lo que en jerga sociológica se conoce como factores reales de poder), ha vuelto. Nada de extraño tiene eso: era pronóstico cantado de que el PAN caería de sus cumbres ineptas de nueve años sin sentirse en el poder, de que el indescifrable PRD sería tasajeado por sus broncas de perrera municipal, de que Obrador desembocaría en una soledad chontalpeña, de que el PRI, en fin, volvería con el ropaje de cándida oveja aullando engaños, falacias chillantes, coheterías de la nada para los crédulos de siempre: “Experiencia (corrupta) probada: yo se gobernar”.
Pero, ¿en realidad regresó el PRI el domingo pasado de la mano de las urnas del desacreditado IFE? Y otra pregunta: ¿alguna vez tuvo la sensatez de largarse? El PRI vencedor de Beatriz Paredes ¿es el PRI nacionalista de Lázaro Cárdenas, o es el mismo que desde 1982, hasta la fecha con Calderón, y de la mano de Salinas de Gortari, pusiera en marcha el plan privatizador del Estado mexicano, es decir el neoliberalismo a más no poder?
El PRI, arguyo la siguiente hipótesis, como el dinosaurio del cuento de Monterroso, ¡nunca se fue!: En su letargo cuasi cadavérico de nueve años transcurridos bajo la égida estúpida de su continuador, el PAN, el Partido siempre estuvo ahí, calladito, tomándose su tiempo, velando armas, concentrándose en la férrea espera disciplinaria, desperdigado en gubernaturas feudales, en municipios, en colonias, en líderes charros de no se qué (de peluqueros, de estudiantes, de taxistas, de falenas, de jefas de manzana, de narcos, de iniciativas privadas entreguistas), columpiándose en sus andamiajes de la impunidad antidemocrática soldados por más de siete décadas, vivaqueando en una cultura y subcultura política mexicana de la indiferencia ciudadana, de la falta de discusión de los problemas sociales, del resguardo en el tabú del “eso no se dice”, fortificándose en una considerable cantidad de connacionales del México rural que no dividen gobierno de las siglas del Partido creado por don Plutarco.
Pero el viejo PRI, que es, al fin de cuentas, el Nuevo PRI, y que en sus siglas esencializa el negro ser del mexicano, llegó con carro completo de sus vacaciones de nueve años, con maquinarias mapacheras reviviendo muertos y haciendo votar hasta a las piedras del camino, pudriendo teóricos libres sufragios con mesianismos de salvación nacional ante la sangría narca y la sangría de la enésima crisis económica nacional. El viejo PRI, que es el Nuevo PRI, llegó para demostrarle, al generalito Fecal y a sus pusilánimes panuchos, que él, de la mano de los judas Gamboa Patrón y Míster Beltrones, sí que sabe cobrar las cuotas del prostíbulo Los Pinos: “Experiencia (corrupta) probada: yo se gobernar”.
Otra segunda petición de principio para generar posibles pesquisas ontológicas al estilo quién fue primero, si la gallina o el huevo, es la siguiente pregunta: Si el PRI esencializa el pusilánime ser del mexicano del montón, cabría cuestionarse entonces que quién inventó a quién realmente: ¿Si el PRI inventó a los mexicanos del montón o los mexicanos del montón inventaron el PRI? El monstruo, como sabrán, siempre se devora a sus creadores: ¿Quién devorará a quién?
Ese ex-cadáver de partido que nos asentó sexenios opresivos como el de Díaz Ordaz y sus Tlatelolcos homicidas, Echeverría y sus guerras sucias y ahítas de sangre, Zedillo y sus Acteales, recientemente Peña Nieto y sus Atencos, el día de hoy, encumbrado como “primera mayoría” en el país de la minoritaria minoría (dispénseme el pleonasmo) que siguió la farsa democrática del domingo 5 de julio pasado, se dispone a hornear, en el fuego creador del marketing televisivo, su bolillo Peña Nieto o su telera Paredes Rangel para cantarnos quedito al oído en 2012, sus bajos instintos por llegar a la Sillota, sus intenciones de poder por el poder sin más recato que el otorgado por los plazos electorales: “Experiencia (corrupta) probada: yo se gobernar”. Y ya ahí, bien apoltronado en la Sillota (hipótesis que, en lo personal, espero que no se concretice), a ver quién lo vuelve a sacar.
Lo malo es que, para remediar la caótica situación a que nos ha orillado el Neo-panismo calderoniano en los últimos tres años (¿Qué nos ha dado Calderón en este trienio?: Sangre, inseguridad, sangre, violencia, sangre, una presidencia ilegítima y otra legítima, sangre, violaciones tumultuarias de mujeres indígenas por el ejército en campaña y asolaciones de zonas zapatistas en Chiapas, sangre, militarización y empoderamiento del Ejército, sangre, sangre…), el votante mexicano, en vez de tomarse el desenfriolito necesario como el que tomara el 55% de los mexicanos que se abstuvieron de votar (¿votar para qué?, ¿para legitimar a la mafia en el gobierno?), o el histórico 5.8% de los que anularon su voto, ha ingerido toda la tira de pastillas del más potente raticida: se ha tragado el discurso de que ellos, los que integran el PARTIDO QUESQUE RENOVADO, sí lo representarán en San Lázaro, que el Partido sí está cerca de sus intereses cotidianos, que el PARTIDO sí que sabe qué es lo que en verdad quiere, que el PARTIDO es el Partido del pueblo, para el pueblo y por el pueblo (pero sin el pueblo, pero eso no se dice), que la justicia será pareja en sus manos (léase bien, ¡EN SUS MANOS!), que la deuda histórica de medio México viviendo en la pobreza no es asunto del PARTIDO (ese partido, esos cuadros de partido que generó esa injusticia social por más de siete décadas), que ellos sí que saben gobernar y por eso me andan jodiendo con sus discursitos baratos, exigiéndome mi voto comunista aunque yo a priori no les crea y haya escrito, el pasado domingo, en la boleta, el siguiente auto de fe de un convencido de la pudrición del sistema político: ¡CHINGUEN A SU MADRE TODOS INCLUIDOS!
Porque, como lo ha indicado Lorenzo Meyer, en las altas cúpulas ralentizadas de poder, no hay nada que diferencien a PANISTAS O PRIÍSTAS. Olas rojas u olitas azules, la tonalidad de la camiseta es lo de menos: el miasma es lo que queda, la podredumbre es lo que persiste a costa de esperanzas vanas de los que han depositado sus votos en las urnas del domingo pasado: el status quo se inmoviliza cuando la cofradía azul –con una presidencia calderoniana literalmente muerta desde el domingo pasado- dispone desde hoy todo lo necesario para cederle el poder a la cofradía tricolor en 2012, esto con el fin de que todo quede como antes. Para que unos, el “México imaginario”, la clase política (tricolores, azules, rojos, amarillos, verdes) y “la gran coalición de derecha” del alto clero, del alto empresariado y de todos los que de algún modo salen beneficiados con la ruina republicana y sus hipocresías institucionales como el Ejército mismo, ganen todo sin perder nada; y otros, el maremágnum del descontento social omitido del discurso bonito de los políticos de derecha (y de algunos de seudo izquierda), ese “México profundo” canalizado por el Obradorismo y subsistiendo en el descontento crónico, en el hambre crónica, en la exclusión política, social, económica, educativa crónica, siga igual o peor que como está: negado, ninguneado, execrado, vilipendiado, mientras que en el banquete de los elegidos, la hartura se refocila y la satisfacción idiota saca su prominente barriga del empacho. En 1910, este mismo cuadro social que se observa en 2010 (el de la minoría viviendo como si México fuera Francia versus el de la muchedumbre hambrienta pisoteada en su dignidad), fue el caldo de cultivo para que Villa y Zapata pudieran cabalgar seguidos por las innumerables huestes de “los humillados y ofendidos” levantados en armas contra el sistema porfirista, el primer modelo liberal antecesor del neoliberalismo actual.
Crisis financiera, crisis política, guerra abierta contra el enorme peligro que implica la narcoinsurgencia (El universal, 5 de julio), déficit y baja credibilidad de las instituciones de la República mexicana en ruinas, agrandamiento de la brecha de las desigualdades sociales, el entronizamiento de este Partido (PRI), que significa, para muchos, los ideales traicionados de Zapata, Villa y Cárdenas, es el cuadro macabro con el que daremos bienvenida al año 2010 para “festejar” (¿festejar?, ¿qué tenemos que festejar cuando los reaccionarios nos gobiernan, cuando la intransigencia de las sotanas tienen más peso que las movilizaciones ciudadanas?) el primer centenario de la Revolución traicionada…Malos augurios para la nación mexicana éste triunfo del Partido que apesta a violencia…
El PRI, orgullo y oprobio de nuestra condición subdesarrollada, de nuestro deseo democrático insatisfecho, garante y baluarte de la élite derechista en el país (empresariado, Alto Clero, Slim, etcétera, lo que en jerga sociológica se conoce como factores reales de poder), ha vuelto. Nada de extraño tiene eso: era pronóstico cantado de que el PAN caería de sus cumbres ineptas de nueve años sin sentirse en el poder, de que el indescifrable PRD sería tasajeado por sus broncas de perrera municipal, de que Obrador desembocaría en una soledad chontalpeña, de que el PRI, en fin, volvería con el ropaje de cándida oveja aullando engaños, falacias chillantes, coheterías de la nada para los crédulos de siempre: “Experiencia (corrupta) probada: yo se gobernar”.
Pero, ¿en realidad regresó el PRI el domingo pasado de la mano de las urnas del desacreditado IFE? Y otra pregunta: ¿alguna vez tuvo la sensatez de largarse? El PRI vencedor de Beatriz Paredes ¿es el PRI nacionalista de Lázaro Cárdenas, o es el mismo que desde 1982, hasta la fecha con Calderón, y de la mano de Salinas de Gortari, pusiera en marcha el plan privatizador del Estado mexicano, es decir el neoliberalismo a más no poder?
El PRI, arguyo la siguiente hipótesis, como el dinosaurio del cuento de Monterroso, ¡nunca se fue!: En su letargo cuasi cadavérico de nueve años transcurridos bajo la égida estúpida de su continuador, el PAN, el Partido siempre estuvo ahí, calladito, tomándose su tiempo, velando armas, concentrándose en la férrea espera disciplinaria, desperdigado en gubernaturas feudales, en municipios, en colonias, en líderes charros de no se qué (de peluqueros, de estudiantes, de taxistas, de falenas, de jefas de manzana, de narcos, de iniciativas privadas entreguistas), columpiándose en sus andamiajes de la impunidad antidemocrática soldados por más de siete décadas, vivaqueando en una cultura y subcultura política mexicana de la indiferencia ciudadana, de la falta de discusión de los problemas sociales, del resguardo en el tabú del “eso no se dice”, fortificándose en una considerable cantidad de connacionales del México rural que no dividen gobierno de las siglas del Partido creado por don Plutarco.
Pero el viejo PRI, que es, al fin de cuentas, el Nuevo PRI, y que en sus siglas esencializa el negro ser del mexicano, llegó con carro completo de sus vacaciones de nueve años, con maquinarias mapacheras reviviendo muertos y haciendo votar hasta a las piedras del camino, pudriendo teóricos libres sufragios con mesianismos de salvación nacional ante la sangría narca y la sangría de la enésima crisis económica nacional. El viejo PRI, que es el Nuevo PRI, llegó para demostrarle, al generalito Fecal y a sus pusilánimes panuchos, que él, de la mano de los judas Gamboa Patrón y Míster Beltrones, sí que sabe cobrar las cuotas del prostíbulo Los Pinos: “Experiencia (corrupta) probada: yo se gobernar”.
Otra segunda petición de principio para generar posibles pesquisas ontológicas al estilo quién fue primero, si la gallina o el huevo, es la siguiente pregunta: Si el PRI esencializa el pusilánime ser del mexicano del montón, cabría cuestionarse entonces que quién inventó a quién realmente: ¿Si el PRI inventó a los mexicanos del montón o los mexicanos del montón inventaron el PRI? El monstruo, como sabrán, siempre se devora a sus creadores: ¿Quién devorará a quién?
Ese ex-cadáver de partido que nos asentó sexenios opresivos como el de Díaz Ordaz y sus Tlatelolcos homicidas, Echeverría y sus guerras sucias y ahítas de sangre, Zedillo y sus Acteales, recientemente Peña Nieto y sus Atencos, el día de hoy, encumbrado como “primera mayoría” en el país de la minoritaria minoría (dispénseme el pleonasmo) que siguió la farsa democrática del domingo 5 de julio pasado, se dispone a hornear, en el fuego creador del marketing televisivo, su bolillo Peña Nieto o su telera Paredes Rangel para cantarnos quedito al oído en 2012, sus bajos instintos por llegar a la Sillota, sus intenciones de poder por el poder sin más recato que el otorgado por los plazos electorales: “Experiencia (corrupta) probada: yo se gobernar”. Y ya ahí, bien apoltronado en la Sillota (hipótesis que, en lo personal, espero que no se concretice), a ver quién lo vuelve a sacar.
Lo malo es que, para remediar la caótica situación a que nos ha orillado el Neo-panismo calderoniano en los últimos tres años (¿Qué nos ha dado Calderón en este trienio?: Sangre, inseguridad, sangre, violencia, sangre, una presidencia ilegítima y otra legítima, sangre, violaciones tumultuarias de mujeres indígenas por el ejército en campaña y asolaciones de zonas zapatistas en Chiapas, sangre, militarización y empoderamiento del Ejército, sangre, sangre…), el votante mexicano, en vez de tomarse el desenfriolito necesario como el que tomara el 55% de los mexicanos que se abstuvieron de votar (¿votar para qué?, ¿para legitimar a la mafia en el gobierno?), o el histórico 5.8% de los que anularon su voto, ha ingerido toda la tira de pastillas del más potente raticida: se ha tragado el discurso de que ellos, los que integran el PARTIDO QUESQUE RENOVADO, sí lo representarán en San Lázaro, que el Partido sí está cerca de sus intereses cotidianos, que el PARTIDO sí que sabe qué es lo que en verdad quiere, que el PARTIDO es el Partido del pueblo, para el pueblo y por el pueblo (pero sin el pueblo, pero eso no se dice), que la justicia será pareja en sus manos (léase bien, ¡EN SUS MANOS!), que la deuda histórica de medio México viviendo en la pobreza no es asunto del PARTIDO (ese partido, esos cuadros de partido que generó esa injusticia social por más de siete décadas), que ellos sí que saben gobernar y por eso me andan jodiendo con sus discursitos baratos, exigiéndome mi voto comunista aunque yo a priori no les crea y haya escrito, el pasado domingo, en la boleta, el siguiente auto de fe de un convencido de la pudrición del sistema político: ¡CHINGUEN A SU MADRE TODOS INCLUIDOS!
Porque, como lo ha indicado Lorenzo Meyer, en las altas cúpulas ralentizadas de poder, no hay nada que diferencien a PANISTAS O PRIÍSTAS. Olas rojas u olitas azules, la tonalidad de la camiseta es lo de menos: el miasma es lo que queda, la podredumbre es lo que persiste a costa de esperanzas vanas de los que han depositado sus votos en las urnas del domingo pasado: el status quo se inmoviliza cuando la cofradía azul –con una presidencia calderoniana literalmente muerta desde el domingo pasado- dispone desde hoy todo lo necesario para cederle el poder a la cofradía tricolor en 2012, esto con el fin de que todo quede como antes. Para que unos, el “México imaginario”, la clase política (tricolores, azules, rojos, amarillos, verdes) y “la gran coalición de derecha” del alto clero, del alto empresariado y de todos los que de algún modo salen beneficiados con la ruina republicana y sus hipocresías institucionales como el Ejército mismo, ganen todo sin perder nada; y otros, el maremágnum del descontento social omitido del discurso bonito de los políticos de derecha (y de algunos de seudo izquierda), ese “México profundo” canalizado por el Obradorismo y subsistiendo en el descontento crónico, en el hambre crónica, en la exclusión política, social, económica, educativa crónica, siga igual o peor que como está: negado, ninguneado, execrado, vilipendiado, mientras que en el banquete de los elegidos, la hartura se refocila y la satisfacción idiota saca su prominente barriga del empacho. En 1910, este mismo cuadro social que se observa en 2010 (el de la minoría viviendo como si México fuera Francia versus el de la muchedumbre hambrienta pisoteada en su dignidad), fue el caldo de cultivo para que Villa y Zapata pudieran cabalgar seguidos por las innumerables huestes de “los humillados y ofendidos” levantados en armas contra el sistema porfirista, el primer modelo liberal antecesor del neoliberalismo actual.
Crisis financiera, crisis política, guerra abierta contra el enorme peligro que implica la narcoinsurgencia (El universal, 5 de julio), déficit y baja credibilidad de las instituciones de la República mexicana en ruinas, agrandamiento de la brecha de las desigualdades sociales, el entronizamiento de este Partido (PRI), que significa, para muchos, los ideales traicionados de Zapata, Villa y Cárdenas, es el cuadro macabro con el que daremos bienvenida al año 2010 para “festejar” (¿festejar?, ¿qué tenemos que festejar cuando los reaccionarios nos gobiernan, cuando la intransigencia de las sotanas tienen más peso que las movilizaciones ciudadanas?) el primer centenario de la Revolución traicionada…Malos augurios para la nación mexicana éste triunfo del Partido que apesta a violencia…
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