“Y ningún hombre conocerá ya la pobreza y la explotación…” Karl Marx
Karl Marx, el padre del pensamiento revolucionario de los últimos 150 años, dio en el clavo para comprender los problemas sociales después de hilvanar en chorrocientos escritos su materialismo histórico (o económico), teoría que interpreta la historia del hombre como una lucha de clases permanente. Marx, según sus biógrafos, aunque se matriculó dos veces para estudiar derecho, entendió que éste solamente es una estructura de represión jurídica que las sociedades hegemónicas imponen contra las sociedades marginales y que, por lo tanto, el marxismo (o los marxismos) no halla ningún valor “jurídico” en las disquisiciones de los letrados en pos de la utópica (por deseable) justicia social entre los hombres, si antes no se pulveriza el cruento canibalismo de los capitalistas: “No eres pobre –escribió Marx- a causa de algo que hayas hecho o dejado de hacer, a causa del pecado original o la voluntad de Dios o la mala suerte. Eres pobre a causa de ciertas condiciones económicas y políticas. Estas condiciones se llaman capitalismo…”
Viviendo (o sobreviviendo, según en qué parte de la geografía mexicana se viva: si en el municipio de Cochoapa el Grande –el más pobre del país-, o en la delegación Benito Juárez de la Ciudad de México –la zona donde se apiñan los poquísimos elegidos del señor Sistema del cuerno de la abundancia mexicana) en un Estado burgués –o en jerga postmoderna, neoliberal-, digamos que el derecho es el derecho de las clases dirigentes (clase política y económica), el derecho de los de arriba, de los finolis, los pudientes, la “Minoría rapaz”, los herederos de Artemio Cruz y anexos símiles.
El pueblo, sabio en su ignorancia, no miente cuando dice que la justicia es de quien la compra…Y el pueblo tiene miedo a la tira, a los judíos y a los coyotes del sistema, porque ellos reprenden, torturan, levantan como los narcos a los indeseables del Sistema o te refunden al bote con artimañas legaloides. “La justicia es para los que pueden pagarla, mano”, me decía Juan de las Pitas, quien no tiene para pagar un kilo de tortilla, y menos para comprar sus acostumbradas pitas. Esa es la percepción de los “Sin Nada” de Yucatán –indios mayas, algunos viviendo en la miseria de sus inexistentes esperanzas-, de los “macehuales” perdidos en los submundos racistas y en la jerga brumosa de las leyes yucatecas. Tal es el caso del señor Ricardo Ucán Seca, indígena maya que se pudre en una celda angosta, húmeda y calurosa, hacinado con otros “indeseables” en el Cereso de Tekax, Yucatán, después de un proceso archi o ultra-plagado de irregularidades, cuando fue detenido y declarado culpable del asesinato de un vecino, Bernardino Chan Ek, en Akil, el 5 de junio de 2000. Hablando y entendiendo poco el español, a don Ricardo no le asignaron un traductor. Sin defensor de oficio en casi todo el proceso que se le instruyó, don Ricardo no pudo alegar que lo que hizo, lo hizo porque corría en peligro inminente la vida de él y de su familia. En una nota de prensa del caso aparecida el 8 de junio en un diario de la península, Amnistía Internacional indicó que “las deficiencias de los sistemas judicial y de seguridad pública hacen que la detención arbitraria, la tortura, los juicios injustos y la impunidad sean prácticas sistemáticas a nivel estatal y federal en todo el país. ‘Si la nueva administración no toma medidas efectivas, transmitirá el mensaje de que en México se toleran las violaciones de derechos humanos’”.
Y se violan, ¡vaya que se violan! Se violan cuando vivir ya no se puede en la manigua yucateca (hectáreas y hectáreas de tierra que se expropian a diario para llevar el desarrollo a unos cuantos –como es el caso del plan de tren bala del gobierno de Ortega y Pacheco, que comunicaría a Mérida con Cancún-, por encima de la muerte o la emigración de miles), se violan cuando la pobreza se ensaña contra las poblaciones indígenas y cuando los corredores de miseria embarazan la periferia de Mérida la horrible. Se violan cuando, en una lista dada a conocer recientemente, Valladolid y Mérida entran en el club de las ciudades más desiguales –social y económicamente- del país, y Tahdziú, municipio al sur de Yucatán, ocupa el sexto lugar en la lista de los municipios más pobres de la república, con situaciones de vida iguales a las del África sub-sahariana. Se violan, ¡vaya que se violan!, y don Ricardo Ucán Seca (maya monolingüe, campesino, analfabeto, pobre y encarcelado por una situación jurídicamente justificable) es epítome de estas violaciones. ¿Vamos bien, Ivonne? Vamos, pero directito a la chingada.
Karl Marx, el padre del pensamiento revolucionario de los últimos 150 años, dio en el clavo para comprender los problemas sociales después de hilvanar en chorrocientos escritos su materialismo histórico (o económico), teoría que interpreta la historia del hombre como una lucha de clases permanente. Marx, según sus biógrafos, aunque se matriculó dos veces para estudiar derecho, entendió que éste solamente es una estructura de represión jurídica que las sociedades hegemónicas imponen contra las sociedades marginales y que, por lo tanto, el marxismo (o los marxismos) no halla ningún valor “jurídico” en las disquisiciones de los letrados en pos de la utópica (por deseable) justicia social entre los hombres, si antes no se pulveriza el cruento canibalismo de los capitalistas: “No eres pobre –escribió Marx- a causa de algo que hayas hecho o dejado de hacer, a causa del pecado original o la voluntad de Dios o la mala suerte. Eres pobre a causa de ciertas condiciones económicas y políticas. Estas condiciones se llaman capitalismo…”
Viviendo (o sobreviviendo, según en qué parte de la geografía mexicana se viva: si en el municipio de Cochoapa el Grande –el más pobre del país-, o en la delegación Benito Juárez de la Ciudad de México –la zona donde se apiñan los poquísimos elegidos del señor Sistema del cuerno de la abundancia mexicana) en un Estado burgués –o en jerga postmoderna, neoliberal-, digamos que el derecho es el derecho de las clases dirigentes (clase política y económica), el derecho de los de arriba, de los finolis, los pudientes, la “Minoría rapaz”, los herederos de Artemio Cruz y anexos símiles.
El pueblo, sabio en su ignorancia, no miente cuando dice que la justicia es de quien la compra…Y el pueblo tiene miedo a la tira, a los judíos y a los coyotes del sistema, porque ellos reprenden, torturan, levantan como los narcos a los indeseables del Sistema o te refunden al bote con artimañas legaloides. “La justicia es para los que pueden pagarla, mano”, me decía Juan de las Pitas, quien no tiene para pagar un kilo de tortilla, y menos para comprar sus acostumbradas pitas. Esa es la percepción de los “Sin Nada” de Yucatán –indios mayas, algunos viviendo en la miseria de sus inexistentes esperanzas-, de los “macehuales” perdidos en los submundos racistas y en la jerga brumosa de las leyes yucatecas. Tal es el caso del señor Ricardo Ucán Seca, indígena maya que se pudre en una celda angosta, húmeda y calurosa, hacinado con otros “indeseables” en el Cereso de Tekax, Yucatán, después de un proceso archi o ultra-plagado de irregularidades, cuando fue detenido y declarado culpable del asesinato de un vecino, Bernardino Chan Ek, en Akil, el 5 de junio de 2000. Hablando y entendiendo poco el español, a don Ricardo no le asignaron un traductor. Sin defensor de oficio en casi todo el proceso que se le instruyó, don Ricardo no pudo alegar que lo que hizo, lo hizo porque corría en peligro inminente la vida de él y de su familia. En una nota de prensa del caso aparecida el 8 de junio en un diario de la península, Amnistía Internacional indicó que “las deficiencias de los sistemas judicial y de seguridad pública hacen que la detención arbitraria, la tortura, los juicios injustos y la impunidad sean prácticas sistemáticas a nivel estatal y federal en todo el país. ‘Si la nueva administración no toma medidas efectivas, transmitirá el mensaje de que en México se toleran las violaciones de derechos humanos’”.
Y se violan, ¡vaya que se violan! Se violan cuando vivir ya no se puede en la manigua yucateca (hectáreas y hectáreas de tierra que se expropian a diario para llevar el desarrollo a unos cuantos –como es el caso del plan de tren bala del gobierno de Ortega y Pacheco, que comunicaría a Mérida con Cancún-, por encima de la muerte o la emigración de miles), se violan cuando la pobreza se ensaña contra las poblaciones indígenas y cuando los corredores de miseria embarazan la periferia de Mérida la horrible. Se violan cuando, en una lista dada a conocer recientemente, Valladolid y Mérida entran en el club de las ciudades más desiguales –social y económicamente- del país, y Tahdziú, municipio al sur de Yucatán, ocupa el sexto lugar en la lista de los municipios más pobres de la república, con situaciones de vida iguales a las del África sub-sahariana. Se violan, ¡vaya que se violan!, y don Ricardo Ucán Seca (maya monolingüe, campesino, analfabeto, pobre y encarcelado por una situación jurídicamente justificable) es epítome de estas violaciones. ¿Vamos bien, Ivonne? Vamos, pero directito a la chingada.
2 comentarios:
Checa esto y opina, haz un ensayo sobre Tahdziú.
Está peor que en África
Tahdziú, en el fondo del desarrollo, de acuerdo con la ONU
Valladolid, el segundo municipio más poblado del Estado, luego de Mérida, es el tercer municipio en México con la peor distribución del ingreso, según el estudio de la ONU del que hablamos en la primera página.
El primer lugar de esa “lista de la desigualdad” lo ocupa San Andrés Cholula, en Puebla; el segundo, Ciudad del Carmen, Campeche; el cuarto, San Pedro Cholula, Puebla; quinto, Calkiní, Campeche; sexto, la capital San Francisco de Campeche, y séptimo, Mérida. En el lugar 16 de la lista se encuentra otra localidad campechana: Hecelchakán.
En estos municipios, dice el estudio, un reducido grupo de pobladores, generalmente el 10%, acapara más del 30% de todo los ingresos.
Según estimaciones preliminares del PNUD, alrededor de 360,000 yucatecos que viven en la pobreza participan apenas con el 4.2% del consumo total de bienes en la economía. En Mérida, según la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 35% de la Población Económicamente Activa ocupada vive con $3,000 al mes o menos.
El caso extremo es Tahdziú, un municipio donde la pobreza es tan grave que sólo 3% de las 3,240 viviendas tiene excusado y otras instalaciones sanitarias.
Tahdziú tiene niveles de desarrollo inferiores a los del África Subsahariana, la zona más pobre del planeta. Su nivel de vida es similar al de Zambia.
En contraste, a pocos kilómetros de Tahdziú, en Quintana Roo, está el tercer municipio más rico del país: Solidaridad. Arriba de éste sólo están San Pedro Garza García, en Nuevo León, y la delegación Benito Juárez, en el Distrito Federal. Son los municipios con mayores ingresos en todo el país.
Quintana Roo tiene dos municipios más en la lista de los 20 más ricos: Isla Mujeres (lugar 13); y Benito Juárez (Cancún, 17)
Gracias por tu valiosa información, Moy, tomaré nota y pronto tendrás un ensayo...Saludos, y dime: ¿qué cuenta de correo usas más seguido? ¿gmail o hotmail?
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