Fiesta de mayo en la Villa de Peto, 1929. Archivo fotográfico de Arturo Rodriguez Sabido
(Extracto de "Los años de Elías Rivero", de la tesis doctoral mía Paisajes rurales de los hombres de las fronteras. Peto, 1840-1940).
El 13 de marzo de 1911, el
soldado de Guardia Nacional, Agustín Medina, rindió su declaración, que nos
sirve para tener un acercamiento primero respecto a cómo se dio el asalto al
cuartel de Peto. Hijo natural de María Encarnación Medina y nativo de Peto,
este soldado de guardia nacional y jornalero de las fincas del Partido, era
viudo a la temprana edad de 23 años. Su suegro era el cabo Sixto Quintero. Como
tantos muchos de aquella sociedad agraria de principios de siglo XX, Medina no
sabía leer ni escribir, y alegaba que no había sido preso ni se le había
iniciado proceso alguno.
Al comienzo de la madrugada,
Medina, con su arma en el brazo, observó que por el norte de la plaza[1]
venían varios individuos que se dirigían al cuartel. El centinela dio la
voz de “¿quién vive?”, pero el pequeño
pelotón de hombres, sin hacer caso, continuó su camino a paso veloz hacia él.[2]
Medina coincide con los reportes de prensa, acerca de que su número era de 30 a
40 individuos. El centinela perdió varios momentos para alertar a la poca
guarnición del cuartel que roncaba –cosa que no se cree-, “ya aquella gente se
encontraba a las puertas del Cuartel”. Y otra cosa difícil de creer –y es por
la razón de que al grupo lo tenía enfrente de él- es el hecho de que Medina
alegó que alguien le arrebató su arma por detrás, y otros lo sujetaron y le
quitaron la fornitura.[3]
Después, supuestamente el centinela fue vigilado por un rebelde llamado Benito
Pech, de oficio pailero.[4]
Maniatado y vigilado por Pech desde las puertas del cuartel, Medina vio cómo
los rebeldes penetraban al cuartel en busca de armas, municiones y pólvora, y
vio cómo a su suegro Sixto Quintero, al querer dar parte de los hechos al
teniente Marcos Acosta, se le derribó y mató. Acosta, al salir del cuarto, vio
a Tránsito Solís pretender sustraer una “caja de Guerra” y se abalanzó sobre él
dándole una bofetada. Solís le respondió con varias trompadas, lo derribó al
suelo y ahí mismo lo mató.
En esos mismos
instantes, Tránsito Solís, Daniel Torres, Juan José Pérez, Delfino y Santos
Encalada y otros se ocupaban con premura en buscar las llaves del depósito de
armas, y justo en aquel momento, a un lado de él, Medina vio cómo el platero Elías
Rivero, “con el sombrero del Coronel Montalvo en la mano”, entraba al cuartel
para dirigir las operaciones. El sombrero militar de Montalvo Solís tal vez fue
tomado por Rivero en la casa del mismo coronel, momentos después del ataque al
cuartel militar, mientras Montalvo ya había puesto pies en polvorosa. En el
mismo instante que Rivero y sus hombres se encontraban dentro del cuartel
(afuera les aguardaba el resto de los alzados), en el patio se
dejaron oír varios balazos y se prendieron cohetes voladores en señal de
triunfo.[5]
Después se aseguraría que los rebeldes gritaban “¡Viva la libertad! ¡Muera la dictadura! ¡Mueran los negreros de la
Administración!”[6] No
hallando las llaves del depósito de armas, se derribaron sus puertas a
machetazos. Cuando éstas cedieron, los alzados cargaron las armas con el parque
que pudieron y las condujeron a la calle. Cada uno de los rebeldes traía
consigo dos, tres y hasta cuatro fusiles “Remington”, que se repartieron a la
otra tropa que cuidaba a las afueras del cuartel.[7]
Los “revoltosos” también se hicieron con una “artillería pesada”: un
“cañoncito” cuya cureña machetearon en la calle. Este “cañoncito” sería
expresamente el “regalo” con que esperarían a Montalvo Solís los rebeldes, si
se presentara, como se presentó, a querer combatirlos.[8]
Cuando los rebeldes se encontraban derribando las puertas del depósito de
armas, al lugar se presentó el secretario de la jefatura política, Fernando
Sosa, y al acto se le detuvo y fue amarrado de las manos por Tránsito Solís,
Daniel Torres y Tránsito Encalada, y al calabozo se le destinó.[9]
La que sería
momentos después, viuda de Fernando Sosa, Beatriz Maldonado, de 29 años,
refirió que a su esposo, a la una y cuarto de la madrugada lo despertaron
ruidos que venían de la calle y dos tiros de arma de fuego, así como dos
cohetes que salieron del patio del cuartel. Sosa salió a la calle y se encaminó
al lugar de donde venía el alboroto para ver lo que ocurría.[10]
Cuando llegó al cuartel para querer imponer su “autoridad”, Elías Rivero, el
“cabecilla principal”, le dijo a Fernando Sosa: “Señor Sosa: esos fueron otros
tiempos; ahora yo mando; al calabozo”.[11]
A otro que apresarían frente a las puertas de la casa de Montalvo Solís que eran
macheteadas en el mismo momento en que era atacado el cuartel, fue a Eligio
Lah, compadre de Montalvo Solís. Cuando ya tenían el parque suficiente, los
rebeldes liberaron del calabozo a tres presos de “la dictadura”, sacaron a Sosa
debidamente amarrado, y un grupo comandado por Delfino Encalada –donde se
encontraba el propio Sosa y Eligio Lah- partieron al sureste de la plaza, rumbo al paraje “Trinidad” de Máximo Sabido,
donde al parecer fusilarían a Sosa y a Lah. Otro grupo, comandado por Rivero,
tomó distinto rumbo, seguramente para buscar a otro grupo rebelde encargado de
hacer descarrilar infructuosamente el tren, como indica el documento judicial.
En cuanto a la
muerte de Fernando Sosa, las declaraciones de Agustín Medina y de Eligio Lah
discrepan. Medina asegura que el autor intelectual y material del asesinato de
Sosa, era el que murió en Catmís, Tránsito Solís; y Juan José Pérez Ruiz, otro
que moriría en Catmís, lo remató.[12] Por
su parte, Eligio Lah asegura que fue el mismo Elías Rivero el que dio la orden
para su asesinato. En el paraje Trinidad, el grupo de rebeldes había de esperar
a otro, que no llegó, y se encargaría de matar a Sosa y a Lah. La versión de
Medina refiere que, al no llegar el grupo, Benito Pech optó porque regresaran
al centro de Peto, pero a medio kilómetro de Trinidad, se encontraron con el
resto del grupo comandado por Rivero, y Tránsito Solís preguntó que a dónde
iban. Pech respondió que regresaban porque no habían encontrado a la gente que
se les iba a unir.[13] En
ese instante, la muerte de Sosa es referida de esta manera por Agustín Medina,
restándole toda participación a Rivero:
[…] el
señor Fernando Sosa, dirigiéndose al mismo Solís, expresó “…pero, hombre, que
me armen y voy con ustedes, que no me deben hacer esto porque nunca los he
tratado mal; en los bailes, en las jaranas y en todas las fiestas, les he
regalado las copas y nunca he sido tirano con nadie; soy hombre como ustedes,
que me suelten y haré lo que quieran”; entonces Solís le replicó: “Yo no te he
conocido en ninguna parte; sólo me acuerdo haberte visto cuando me mandaron por
dos meses a la Penitenciaría”; contestó Sosa: “Pero no fue por culpa mía, el
Jefe Político lo mandó”; “no sé, no averiguo nada”; y diciendo esto, gritó:
“Ábranse”, y disparó su escopeta sobre Sosa que cayó lanzando gemidos, por lo
que al oír Pérez que se quejaba Sosa, dijo: “que lo quiten del camino”, y
aproximándose á él le disparó, después armó su fusil y hundió la bayoneta en el
cuerpo de Sosa como cinco veces […].[14]
Sin embargo, la
vida de Eligio Lah, según Medina, fue perdonada debido a que Rivero le dio la
opción de unirse con ellos. En su declaración, Lah no duda en afirmar que el
autor principal de la muerte de Sosa fue Elías Rivero, cumpliendo las órdenes
una escolta que lo vigilaba, y que los disparos de Tránsito Solís y Juan José
Pérez, fueron los proyectiles que le quitaron la vida.[15]
Otro de los objetivos principales de los rebeldes, además del ataque al cuartel
de Peto, era darle muerte al odiado jefe político. La madrugada del día 3 de
marzo, en total hubieron tres ataques:[16]
uno al cuartel militar, otra a la casa del jefe político, y uno a la casa del
juez de paz Tirso Avilez Pérez. Del número total que vigilaba la Villa aquella
madrugada, 10 de 20 guardias nacionales se unieron a los rebeldes. Al parecer,
por las declaraciones del cabo Manuel Solís, encargado de la vigilancia de “los
portales de la Jefatura política”,[17]
el primer ataque se dio en el cuartel militar, y posteriormente se intentó
sacar de su casa al jefe político.[18]
Alertado
por el cabo Solís –como se puede cotejar en su parte militar remitido al
gobierno, ni los balazos y los cohetes voladores que habían atronado la
madrugada, sacaron de su pesado sueño al viejo coronel[19]-,
Montalvo Solís se vistió con premura, y junto con los cinco hombres que siempre
se apostaban en su casa para que le vigilaran el sueño, así como con el cabo
Manuel Solís, que le dio el pitazo, se dirigió al cuartel a poner “orden”. El
viejo coronel iba con “ademán resuelto” a hacer valer su autoridad y reprimir
el desorden, “pero sucedió que á media cuadra de la plaza”, Montalvo Solís
observó que los rebeldes sacaban una pieza de artillería –el “cañoncito”- y la
colocaban expresamente en el camino que sabían que traería.[20]
Esta acción hizo que el mismo Montalvo Solís y sus hombres casi cayeran de
boca, pues retrocedieron inmediatamente y decidieron posicionarse en la parte
norte de la plaza para ver si entraban por detrás del cuartel, lo que no se
pudo hacer porque el número de gente hizo optar a Montalvo Solís huir al
pueblito de Xoy con algunos de sus hombres, y de ahí, en un caballo, tomar el
camino hacia Tzucacab. “El viejo cabrón”, desde luego, no fue y ni sería una de
las tres víctimas a las que expresamente quisieron matar los rebeldes aquella
memorable madrugada del 3 de marzo. A estos tres personajes, las balas de los
rebeldes no los mataron y morirían seguramente de viejos.[21]
Cuadro
5.3
Relación de los individuos que componía la
guarnición de la Plaza de la Villa de Peto la noche del 2 de marzo de 1911
|
||
Clases
|
Guardia del Depósito
|
Observaciones
|
Teniendo
|
Marcos Acosta
|
Muerto esa noche
|
Cabo
|
Manuel S. Quintero
|
Muerto esa noche
|
“
|
Agustín Medina
|
Se unió a los rebeldes.
|
“
|
Luciano Chan
|
Id
|
“
|
Antonio Poot
|
Id
|
“
|
Juan Calixto Cauich
|
Id
|
“
|
Mónico Xicum
|
Id
|
“
|
Francisco Noh
|
Id
|
“
|
José María Lira
|
Se presentó el 3 á las 2 p.m
|
“
|
Juan de la C. Cáceres
|
Presente
|
Retén en Portales de la Jefatura
|
||
Cabo habilitado
|
Manuel L. Solís
|
Presente
|
Soldado
|
Mariano Galaz
|
Se unió a los rebeldes
|
“
|
Santiago Dzib
|
Id.
|
“
|
Concepción Chi
|
Id.
|
“
|
Agustín Dzib
|
Presente
|
Retén en casa del Jefe Político
|
||
Cabo habilitado
|
Romualdo Caamal
|
Presente
|
Soldado
|
Tiburcio Herrera
|
Id
|
“
|
Justo Chi
|
Id
|
“
|
Claudio Kú
|
Id
|
“
|
Bernardo Can
|
Id
|
AGEY, c. 670, sección Milicia, serie: Jefatura
política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa seguida a Elías Rivero y
socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción de propiedad ajena,
y ataques a la libertad individual y robo, foja 18.
[1] Seguramente se trataba de la calle 32. Esa calle da hacia el norte
del pueblo, y la casa de Elías Rivero se encontraba en la calle 27 entre 32 y
34, marcada con el número 204, al norte de la plaza principal.
[2] AGEY, c. 670, sección
Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa
seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio,
destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja
105.
[3] En la milicia, fornitura es el correaje o la cartuchera que usan
los soldados.
[4] Es decir, Benito Pech se dedicaba a la manufactura de pailas, que
son una especie de cazos de metal.
[5] La nota de prensa señaló que después de las muertes de Sixto
Quintero y Marcos Acosta, “los revoltosos elevaron dos cohetes voladores en
señal de alegría por su triunfo y avivaron gritando, sin saber a quién, pues
sus palabras no fueron oídas por la confusión”. Diario Yucateco. La mañana, sábado 6 de marzo de 1911.
[6] Sabido Ávila, 1996: 127. Las cursivas son mías.
[7] En un informe dado un mes después, se contabilizaron 24 Remington
sustraídos, así como 18 bayonetas, ocho cananas, cuatro cornetas, 1,038
cartuchos metálicos calibres 50, la pieza de artillería y 11 tiros de metralla.
Para esa fecha, el “cañoncito” se había recuperado junto con todo su parque.
AGEY, PE, Milicia, c. 742 (1911).
[8] En las declaraciones del
comisario municipal de Chacsinkín, que procedió a detener a Lucas Aké, este
hablaba de un posible levantamiento que se daría el próximo día del santo de
Montalvo Solís. AGEY, c. 670, sección Milicia, serie: Jefatura
política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa seguida a Elías Rivero y
socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción de propiedad ajena,
y ataques a la libertad individual y robo, foja 45.
[9] AGEY, c. 670, sección
Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa
seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio,
destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja
106.
[10] Ibidem.
[11] Diario Yucateco, 4 de
marzo de 1911.
[12] Seguramente Agustín Medina, indicado como uno de los líderes y con
posición de mando en el grupo de Rivero, defendió a este imputándole la muerte
de Sosa a Tránsito Solís.
[13] Es sintomático que en la declaración de Agustín Medina, los jefes
como Delfín Encalada y Elías Rivero, que dirigían a los dos grupos, no fueran
los que tomaran decisiones como el de mover a la tropa o decidir por la vida o
muerte de los capturados. En vez de la posición de mando de Encalada y Rivero
–sobrevivientes de Catmís-, los que tomaban decisiones eran simples subalternos
o combatientes muertos en Catmís.
[14] AGEY, c. 670, sección
Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa
seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio, destrucción
de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja 107.
[16] Las notas periodísticas señalan que la duración del ataque de los
rebeldes a tres puntos de la Villa de Peto, se dio de una a cuatro y media de
la mañana.
[17] Actualmente, estos portales han desaparecido, quedando en su lugar
los muros de una escuela primaria denominada Miguel Hidalgo y Costilla
[18] AGEY, c. 670, sección
Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911), Mérida, Causa
seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión, homicidio,
destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y robo, foja
52.
[21] Me refiero, según los
documentos, a Arturo Cirerol, a Casimiro Montalvo Solís, y al juez segundo de
Peto, Tirso Avilez Pérez; este último, antiguo mayordomo de fincas del Partido,
en 1892 fue un motivo principal de descontento de los campesinos del pueblo.
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