En abril de 1898, había aparecido en
un periódico meridano un artículo donde se hablaba de la condición laboral
extrema que se verificaba en las fincas henequenales cercanas a Mérida. Se
titulaba “Los mutilados del henequén”, en el que se señalaba que eran
frecuentes las pérdidas de las extremidades superiores de los jornaleros de
campo debido a las condiciones de explotación en las haciendas, principalmente,
en los departamentos de máquinas desfibradoras.
Diariamente habían casos de
mutilados en el hospital O’Horan, y estos accidentes ocurrían por dos cosas:
por el estado de embriaguez con que trabajaban en las máquinas los jornaleros,
y por “la costumbre inconveniente que existe en muchas haciendas de empezar los
trabajos de raspa de henequén, á horas en que aún no ha amanecido”, a las dos
de la mañana, cuando “la claridad es muy escasa pues los jornaleros aun
somnolientos se tienen qué atener á la escasísima luz de pequeños faroles que
no iluminan más de un metro á la redonda”.
Es menester de vez en vez traer a mientes estas inhumanas escenas, pues hoy en día a muchos se les olvida que las bonitas haciendas henequeneras convertidas en hoteles y restaurantes de lujo, son antiguos lugares del crimen etnocida que se dio de 1870 a 1940 en el noroeste henequenero, en el que buena parte de la población maya de esa zona de la península (que no así para regiones alejadas de Mérida y los henequenales, como Peto y Valladolid) quedó devastada en sus "entramados de significados" culturales, y se dio para esos años un proceso de desindianización producido por el cada vez más empequeñecimiento de la milpa a costa del henequenal de los "reyezuelos del henequén".
Fuente:
“Los mutilados del henequén.
Necesidad de que los hacendados tomen mayores precauciones”. La Revista de Mérida, 14 de abril de
1898.
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