Murió un hombre que, por el hecho de volcarse a la historia en sus últimos años, es digno de hablar de él. Dicen que al dejar su etapa laboral en su larga vida de noventa años (nunca se pensionó), se dedicó a investigar y escribir sobre la historia de su matria, Tekax, desde la Guerra de Castas hasta la época moderna, del cual fue testigo privilegiado, ya que nació en 1923. Me refiero a Luis Machaín Pereira, tekaxeño.
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Es una pena que muriera tan insigne "todista" tekaxeño, sin que los afanes de su vida intelectual fueran remunerados con los frutos de la letra impresa:
“Su meta –cuenta su hija Martha Elena Machaín Sosa- siempre fue escribir un libro sobre la ciudad, pero no le fue posible”.
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La "madrota del Sur" (así se le conocía a la soberbia Tekax, levantada en las estribaciones de la Sierrita Puuc, cuna de Duartes, Romeros y Escalantes, pero también de Chanes de Xaya), que en septiembre de 1857 fue víctima de un brutal ataque de las tropas comandadas por el general santacruceño rebelde Crescencio Poot, no obstante la carnicería que sacudiría y embadurnaría con tinta roja sus cimientos coloniales, sería la que más se recuperaría económicamente, pues para 1890 el partido de Tekax producía casi todas las hectáreas de caña dulce en Yucatán, aunque el partido de Peto no se le quedaba atrás.
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El historiador "por su cuenta", Luis Machaín Pereira, muerto a los 90 años, fue heredero de la casona que se encuentra sobre el camino que conduce a la Ermita: ahí vio la primera luz, en esa casa andaluza de tres pisos construida por el conquistador Francisco de Bracamonte. Machaín Pereira, repito, estaba interesado por esa historia apasionante que vivieron los pueblos fronterizos a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Tal vez esa casona, fue la que no tocaron los rebeldes en septiembre de 1857, perdonándole la vida a su dueño, Anselmo Duarte, tal vez porque Duarte tenía tratos comerciales con los santacruceños rebeldes.
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Sin duda, puedo decir que en mis pesquisas sobre la historia universal sobre el otro partido fronterizo, el más alejado de Mérida, Peto, he encontrado bastante, mayor material para hacer la historia de Tekax, pero opté por la matria en vez de esa ciudad sureña que me interesa demasiado. Además, Tekax tiene algunas referencias bibliográficas, Civeira Taboada escribió sobre la “cuna e inspiración de Ricardo Palmerín”, pero en una búsqueda rápida en el buscador de la Biblioteca Yucatanense y la base de datos de la UADY, la abundancia de fuentes primarias (de archivo y periodísticos) que me arrojaron mis incursiones a los archivos meridanos, no se dio en las fuentes secundarias: resulta que la bibliografía de Tekax es exigua, casi nada hay escrito de esa importante ciudad sureña. Estos textos arrojó la búsqueda:
a). Tekax: cuna e inspiración de Ricardo Palmerín, 1971, de Miguel Civeira Taboada.
b) Tekax: monografía y apuntes para su historia, 1990, de Fernando Romero Ayuso.
c) Canto a Tekax (un rapsoda al final del Siglo Veinte), 1999, de Fernando Bautista Buenfil.
Además de esos tres trabajos menores, existen unas pequeñas monografías sobre el pueblo de Xaya y recolecciones sobre medicina tradicional, escritos por los Sánchez Chan, y una Monografía de la Escuela Rural de Tekax, de un tal “Héctor Herrera”. Fuera de ahí, el desierto y la telaraña.
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Sin embargo, esta parca muestra bibliográfica no debe desalentar al posible historiador o historiadora de Tekax, ya que, como he señalado, la abundancia de fuentes de archivo por sí sola construiría una historia con fuste y cuerpo de Tekax: una historia robusta. No siendo una “ciudad letrada” como Mérida o Valladolid, no obstante Tekax entra de lleno a una categoría que podemos bautizar como “ciudad de archivo” (salvo que los archivos están en Mérida): Tekax fue capital regional de la subregión sureña, en ella estuvieron y están los juzgados de segunda instancia, en ella se concentra el mayor número de libros notariales, en ella existe mayor riqueza hemerográfica, y tal vez entre algunas familias tekaxeñas, todavía ha de haber sorpresas de archivos locales vírgenes, como seguramente el archivo y el trabajo que recopiló en sus largos 90 años de vida, el historiador local Luis Machaín Pereira. Mi región de estudio, Peto y sus pueblos comarcanos, no fue ni “ciudad letrada” ni menos “ciudad de archivo”.
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A los historiadores de pueblo, o a los cronistas del solar materno -no a todos, pero sí a la mayoría-, el olvido o el desdén siempre es la paga con el que se cobran los ignorantes y los bellacos de toda laya. Tarde se les llega el reconocimiento, o a veces el reconocimiento de la importancia del trabajo del historiador o cronista local, nunca se presenta. Esperemos que, en el caso del historiador tekaxeño, Luis Machaín Pereira, su trabajo sea valuado por manos expertas en la historia del sur de Yucatán, y convertido en lo que siempre deseó su autor: en libro, aquel objeto cuadrado de papel manchado de tinta, que es la felicidad de todo historiador de los pueblos y ciudades fuera de Mérida.
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