martes, 30 de julio de 2013

LA GUERRA DE CASTAS Y LOS PARTIDOS DE FRONTERA: ALGUNAS PRECISIONES AL MARGEN DE LA HISTORIOGRAFÍA ACTUAL

Tengo sentimientos encontrados con el 30 de julio. No puedo, por supuesto, celebrar este aniversario más del levantamiento generalizado de 1847, pero tampoco puedo negarlo u olvidarlo: la "tea incendiaria" se prendió en el oriente por asuntos fiscales, en el sur se reavivó por asuntos de tierra, pero años después la guerra bordearía los límites de la guerra civil entre los partidos fronterizos y los viejos residentes de esos pueblos fronterizos que en 1847 decidieron detener el avance expoliador del capital meridano desperdigado en las zonas marginales del sur y del oriente de Yucatán.
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Arguyo que esa prolongada guerra de más de 50 años la sufrieron, más que los de Chan Santa Cruz, los pueblos de frontera; y no me refiero a los establecimientos agrícolas –fincas y ranchos de partidos como Tekax y Peto, aunque los establecimientos de Peto apenas sí se recuperarían para fines del siglo XIX, a la par del “declive de la Montaña rebelde”- que fueron hechos mierda por las rápidas incursiones de los rebeldes, sino al pueblo llano de los partidos fronterizos, que vivía con el alma en vilo cada vez que había alguna de aquellas incursiones rebeldes, cada vez que alguna bomba de aviso (o hasta un cohete cargado con bastante pólvora, o una “emanación de la atmósfera” semejando al boom) destrozara los ánimos sensibles de los pueblerinos, porque era la señal de que “los huites”, los hombres del oriente, los bárbaros, llegaran. Y la gente, la población maya de la región huía, la memoria oral de la población indígena del sur está poblada de huidas hacia el monte para escapar de los perseguidores del oriente. Los blancos y mestizos de los pueblos de la frontera yucateca, ellos sí tenían pólvora para batirse, y militarismo que crecía alistándose a la Guardia Nacional.
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Entre el oriente y el sur, es decir, entre los de Chan Santa Cruz y los de Peto, se dio un retroceso prehispánico, ya que las incursiones rebeldes a los pueblos de este rumbo de la península se asemejaron a las incursiones inter-tribales que se daban entre los distintos cacicazgos del Postclásico en busca de cautivos: los de Santa Cruz buscaban brazos esclavos, y vientres de hembras para almacenar las semillas de esa sociedad guerrera que perdería el impulso bélico una vez que las nuevas generaciones de macehuales, para 1890, ya no veían con demasiado odio a los pueblos más allá de Sacalaca o de Sabán, o más allá de Tihosuco: Valladolid o Peto eran otro país para esta nueva generación macehual, y no los pueblos que sus padres y abuelos trataron con furia de extinguir. Los tiempos habían cambiado, y la rueda del katún había llenado de orín el machete del guerrero de la Cruz Parlante. Las nuevas generaciones crecidas en el lapso que he denominado el “Declive de la Montaña rebelde” (1890-1901) sólo querían hacer su milpa, ir a Honduras Británica a tratar asuntos comerciales, y estar allá entre esas caobas, cedros, ceibos y zapotes gigantes.
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La guerra de castas fue una guerra fratricida, una guerra civil, una guerra horrible, y los caudillos como Poot, el borracho Bernardino Cen, y otros, en algunos momentos llevaron la explotación del hombre por el hombre a proporciones iguales a la de las haciendas de Yucatán: Poot y Cen eran dueños de fincas en donde eran esclavizados antiguos peones de la frontera capturados...En fin, ni celebraciones ni olvidos, solo señalar que hubo muchos muertos, pero también hubo muchos corajes y hombrías. Y los de los pueblos de la frontera demostraron, en más de una ocasión, que la lejanía de Mérida no era impedimento para sobrevivir a los ataques del "bárbaro".
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Pero la prolongación de la guerra de Castas se debió, desde luego, a la terquedad homicida de Mérida -o del pensamiento evolucionista del Yucatán del siglo XIX- para no permitir, un Estado autónomo maya en el oriente de la Península. Al día siguiente de “los sucesos de Tepich”, entre los caudillos que tomarían el liderazgo rebelde a la muerte de Chi y Pat, en 1849, se comenzaría a hablar de un territorio autónomo en las selvas orientales. En los tratados de Tzucacab se habló...Pero esto, para el pensamiento neocolonial de los blancos yucatecos, significaba una afrenta a su orgullo de "casta":
¿Cómo unos degenerados bárbaros podrán instaurar una república independiente a nuestro paternal cayado, a nuestra digna civilización, independiente a las bendiciones del obispo y el besamanos acostumbrado que nos deben?
Si no podían contra los aguerridos, tenaces y persistentes "bárbaros", estos últimos tomarían la ofensiva una vez que el tiempo y sus golpes -esos maestros de la vida- les enseñaran el arte de la guerra. En Chan Santa Cruz, un ejército pequeño, compacto, pero filoso como el mejor bisturí de la más perfecta mano cirujana, ya desde 1856 había tomado la ofensiva perdida para 1849. En 1857 atacarían brutalmente a Tekax, en 1858 harían caer a Bacalar, y en varias ocasiones tratarían de tomar nuevamente a Peto. El 1 de julio de 1869, una soberbia alocución de los de Chan Santa Cruz, dictada tal vez por Crescencio Poot desde el pueblo de Tibolón, cercano a Peto, vaticinaría la ola de terror que se iniciaría en el partido de Peto en la década de 1870:
Hoy me hallo en este pueblo con los leales á nuestro padre á pelear con los que quieran, pues á esto estamos; todo el que caiga en acción de guerra morirá; el que se presente entre nosotros en paz, lo recibiremos gustosos. Hoy han venido a querernos espantar y han quedado escarmentados, como lo tienen a la vista. Nosotros no solo peleamos con el Gobierno, sino hasta con el Rey de Vdes ; somos soldados de nuestra Santísima Cruz y de las Tres Personas, á quienes respetamos y veneramos…No pedimos prestado, tenemos tropas, parque para quemar á todos Vdes; hasta para diez años. Pronto iremos á quemar á Mérida…Si el Gobierno no tiene parque, que me pida y le daré dos ó trescientas mil cajas, y obuses y granadas, lo que quiera le daré; que no se moleste en pedir ayuda á México; ya ven que nosotros no pedimos á nadie. Vdes. lo sentirán prepararse y verán si no es así. Mérida va á caer y todo Yucatán será nuestro; pero que no se sacrifique á los tontos; que salga el encargado del gobierno á pelear personalmente conmigo; si viniesen tres ó cuatroscientos hombres bastarán mis asistentes para cogerlos, que vengan como hombres y verán que lo que digo no es una mera bravata sino que es la verdad.
Estas palabras de Poot significaban una sola cosa: la guerra persistiría, y los partidos fronterizos, como Peto, al mismo tiempo que se transformarían en un país del miedo, en el caso específico de Peto, una sociedad militarista que desde los 12 años entrenaba a sus hijos en el arte de la guerra, aguardaría a los bárbaros. Esos bárbaros que gustaban caminar en noches de luna, cuando comenzaban las cosechas en los pueblos fronterizos.

sábado, 27 de julio de 2013

“Aquellos hombres avivaban supuestos nombres de Generales mayas como Quituk, Chay, Briceño”: Los saqueos del 17 de agosto de 1915 en la villa de Peto.

Fueron centenares de microrrevoluciones, no era la oligarquía que protestaba, era el pueblo pobre, los desamparados… Hugo Chávez Frías.
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El documento judicial de los saqueos de 1915 en la villa de Peto puede que no diga nada, pero puede que diga todo: se trata del enfrentamiento de dos grupos políticos del pueblo, que pasado el tiempo serían "socialistas" por un lado, y "peleceanos" por el otro. Los del primer grupo reunieron a un grupo de campesinos (150 sería la cifra máxima), algunos fuertemente armados, y los dirigieron para el saqueo de todos los establecimientos del pueblo. Los encargados del orden en la plaza, eran personas como Desiderio Alonzo y Antonio Palomo y Laureano Sánchez, los cuales serían connotados peleaceanos antes de la subida al poder de Carrillo Puerto, aunque para 1923 serían “reciclados” por los socialistas meridanos. Los saqueadores –campesinos del pueblo, algunos tal vez ex peones de las fincas de la región recién liberados por el gobierno revolucionario de Alvarado- eran encabezados por un tal Cancionilo Muñoz y Silvestre Sánchez, que pasado el tiempo se afiliarían a los socialistas. ¿Qué buscaban con el saqueo de las casas comerciales? Pues la pérdida económica del bando enemigo, arguyo, ya que una de las casas comerciales saqueadas fue la de Laureano Sánchez (o tal vez también aquí entre una pugna familiar entre Silvestre Sánchez y Laureano Sánchez, pero no podemos comprobar si eran familiares), pero el impulso de la clase campesina, que iba gustosa a saquear los establecimientos comerciales del pueblo, da una tónica especial de justicia “redistributiva” al saqueo referido: de algún modo, los campesinos tenían que hacer algo para hacérselas cobrar a los antiguos “amos” de la región..
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.El número de muertos fue de 2 solamente, pero esto es una prueba de las pugnas que se comenzarían a dar entre dos estructuras de poder contrapuestas...Lamentablemente, sólo cuento con un documento para trabajar el caso, un caso valioso, porque se señala con esto la”ideología de la guerra de castas” entre los amotinados petuleños. Para 1915 La Voz de la Revolución no dice nada de ello, y otros periódicos, en los repositorios de Mérida, se encuentran inservibles. Mientras tanto, transcribo una parte de la segunda declaración que hiciera un tal Ireneo Esquivel, que participó en el saqueo de la noche del 17 de agosto de 1915, y otra más de Crescencio Gutiérrez:
“Dijo: que siempre bajo la promesa legal de decir verdad que nos dos o tres días antes de los sucesos del diecisiete fue invitado por Bernabé Alamilla, Feliciano Martín, Cancionilo Muñoz, Marcelino Muñoz, Emilio Caamal y Marcial Montalvo y también por Juan de Dios Borges y Celedonio Gutiérrez, muertos estos dos últimos en los sucesos, para el saqueo y el incendio que debía verificarse en la noche del diecisiete de los sucesos; que se dieron cita en un lugar llamado las cinco calles, en el cabo y en rumbo Oriente de la Población que los conspirados eran muchos, como ciento, que estaban heterogéneamente armados, unos con escopetas de caza, otros con machetes, los menos con rifles Winchester y otros desarmados, que el grupo partió como a las once y media de la noche, a ejecutar el saqueo y el incendio de los establecimientos mercantiles que fueron atacados, pero que el protesta que lo llevaron obligado, y que lo retuvieron hasta que se disolvieron cuando concluyó la obra de saqueo y destrucción; que aquellos hombres avivaban supuestos nombres de Generales mayas como Quituk, Chay, Briceño etc. Que el que hacía de corneta era Emilio Caamal; que no era contra el Gobierno contra quien se dirijía aquellos actos, que lo único que tomó el declarante fue una montura que se encontró tirada fuera de los establecimientos mercantiles saqueados que cargó con ella y que como le era inútil, pues no tiene caballo, la tiró en un solar contiguo al suyo, cuyo lugar puede señalar”.
Crescencio Gutiérrez, otro de los declarantes, señaló sobre los saqueos del 17 de agosto, lo siguiente:
“Que se llama como queda dicho, de diez y seis años de edad, soltero, vecino y natural de esta población, de oficio labrador; que estaba durmiendo y serían como las once y media de la noche del diecisiete del actual cuando lo despertó la gritería que un grupo de gente se armaba en la calle de esta población que saqueó e incendió varios establecimientos mercantiles de ésta plaza; que tanto al declarante como a su hermano Celedonio Gutiérrez pasaron a invitarlos para ir al saqueo Catalino Cupul y Magdaleno Poot diciéndoles de esta manera “VAMOS, VAMOS MUCHACHOS, que están saqueando las tiendas del pueblo y hay que aprovechachar”. Y el declarante y su hermano acompañaron a los invitantes a la obra de destrucción y despojo. Que se apresura a manifestar que su hermano Celedonio es uno de los dos muertos de la noche del suceso. Que dicho su hermano iba llenando unas pitas de mercancías y que el exponente las iba acarreando al hogar; que ya estaba por dar cuarto viaje cuando fue muerto su hermano, así es que sólo pudo sustraer tres bultos que tiene guardados en el cabo de esta población, que también había tomado un paquete de cigarros que llevó a la milpa pero que con las lluvias habidas supone se haya destruido dicho paquete; que uno de sus viajes se encontró con Luis Pech quien llevaba solamente cierta cantidad de arroz y café, que Pech intentaba dar su segundo viaje cuando sabe cayó infraganti en poder de la justicia; que también pudo conocer en la noche del saqueo entre los saqueadores a Marcial Montalvo que portaba un machete y Aniceto Montalvo de quienes sabe que eran cabecillas de los saqueos; que cree haber podido distinguir unos ocho o diez rifles Winchester entre aquellos hombres; los demás tenían machetes escopetas o bien no estaban armados; que el jefe de los incendiarios es Cancionilo Muñoz pero que los autores son muchos y no los distinguió…”
Fuente
AGEY, Poder Judicial del Estado de Yucatán, sección Departamento judicial de Tekax, proceso instruido a Cancionilo Muñoz y socios por los delitos de robo, asonada y destrucción de la propiedad ajena por incendio, perpetrados en la Villa de Peto, serie juzgado de primera instancia de Tekax, c. 83 (1915).

viernes, 26 de julio de 2013

SAN BERNARDINO: UN SANTO PATRONO PODEROSO DEL PUEBLO DE TAHDZIU

La villa de Peto, propiamente hablando, tiene 2 fiestas anuales. Una es para mayo, en honor a las Tres Cruces de Dzonotchel; y la otra, la más importante, comienza para finales de diciembre y termina en los primeros días de enero, y es en honor a la Virgen de la Estrella. En la época del chicle, las fiestas de mayo de las Tres Cruces de Dzonotchel marcaban el inicio para la entrada a las monterías de los chicleros, y la fiesta de diciembre entroncaba con la vuelta de los chicleros de la selva: la trashumancia anual de los chicleros empezaba enfiestada, y terminaba nuevamente enfiestada de guaro, hembra y pelea.
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Años atrás, en los últimos días de la fiesta anual a la virgen de la Estrella, el último gremio que hacía la procesión por las calles del pueblo, era el que conformaban los chicleros. Esos tiempos se han perdido. Lo que no se ha perdido, entre la población de la villa, es la poca importancia que se le da a la fiesta de las Tres Cruces de mayo: no es la fiesta que congrega a la población. Por el contrario, desde que tengo uso de razón, la fiesta más importante, para los petuleños, aparte de la fiesta de fines de año, es la fiesta en honor a San Bernardino de Siena, en el pueblo cercano de Tahdziu. Por azares de jurisdicciones políticas arbitrarias, para el siglo XX Tahdziu se sustrajo jurisdiccionalmente de Peto, para convertirse en un municipio “independiente”; aunque sin embargo, la relación cultural, económica, política y social que la villa de Peto ostenta con este pueblo, así como con Chacsinkín y Tzucacab, me han hecho ver a esta parte sureña de Yucatán como una región propia, fronteriza. Estos cuatro pueblos –Peto, Tzucacab, Tahdziu y Chacsinkín- formaron durante la segunda mitad del siglo XIX, parte del partido fronterizo de Peto, y actualmente, la antigua relación cultural, económica y política, sigue presente en más de un sentido: Peto vendría siendo, en esta visión histórica de larga duración, como un pueblo central rodeado de pueblos dependientes como Tzucacab, Tahdziu y Chacsinkín; e incluso esta influencia de la villa es posible de observar en pueblos repoblados en el siglo XX en el territorio de Quintana Roo con familias campesinas de la región, en una línea que se extiende de Peto hasta José María Morelos.
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Pues bien, una de esas influencias fundamentales, para la vida cotidiana de los pueblerinos –para la sociedad maya de la región, sin descartar a las familias mestizas-, es la influencia de los patronos de los pueblos. San Bernardino, el patrono de los tahdziuleños, sin duda extiende su fuerza también entre los pueblerinos de Peto, y esta influencia –que es más que religiosa-, en varios casos, traspasa las fronteras de esta región sureña, llegando hasta pueblos lejanos, como es el pueblo de Tecoh, cuya nota del viaje de la mitad de esta villa hasta Tahdziu, para mayo de 1940, inserto ahora.
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Diario de Yucatán, domingo 19 de mayo de 1940. Tecoh, 18 de mayo.
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PARA TAHDZIU.- Desde anteayer comenzaron a salir para la lejana población de Tahdziu, del municipio de Peto, numerosos devotos de San Bernardino, patrono de ese lugar. Los ferrocarriles han estado proporcionando los coches necesarios para los viajeros, y se ha ordenado la expedición de pasajes de viaje redondo.
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Si en anteriores años la afluencia de viajeros ha sido de importancia, la de ahora puede decirse que ha superado, pues según cálculo, viajaron más del 50% de las familias de esta villa. El retorno será el martes y el miércoles de la semana entrante.

miércoles, 24 de julio de 2013

Los socialistas de dientes para afuera, o las verdaderas correas de trasmisión del Estado Postrevolucionario en la villa de Peto

Al parecer, para enero de 1923, después del posicionamiento de los Sonorenses en el poder a nivel nacional, y del régimen radical socialista instaurado desde febrero de 1922 con la llegada al poder de Felipe Carrillo Puerto; a nivel local, en Peto, los viejos burgueses pueblerinos, expertos en el arte del camuflaje y del mimetismo político, del chaquetismo o “cooxviramiento” más descarado (de finales del siglo XIX hasta la década de 1940 del siglo XX, habían pasado de ser porfirianos, luego apoyaron a Huerta, seguidamente dijeron ser alvaradistas entusiastas, luego que mejor carranclanes, se parapetaron como “peleceanos” del partido Liberal, pero nunca dejaron de ser, y seguirían siendo, elementos reaccionarios alejados de las clases populares), para 1922 decidieron no ser excluidos del carril de la historia; y pues si los nuevos tiempos políticos hablaban solamente de discursos en pos del “hombre nuevo” y de ligas de resistencia, los viejos burgueses pueblerinos decidieron formar, por su propia cuenta, una “Liga de Resistencia” para sus intereses personales: una liga de resistencia que le hiciera sombra a la verdadera liga de resistencia creada al calor de las armas revolucionarias de Elías Rivero, aquel Rivero que apenas en 1919, en lo mejor de los ataques carrancistas contra los socialistas yucatecos, lo habían querido eliminar de la forma más indignante (a puñaladas y de forma pandilleril) los que para 1923 se habían convertido, por vuelco del destino político, en socialistas de dientes para afuera.
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El 14 de enero de 1923, la Liga Central de Resistencia había celebrado una Convención en Peto para fusionar estas dos ligas (denominadas “partidos”). La primera, representada seguramente por los desposeídos, los que antes de la revolución de 1911 petuleña habían sido simples parias explotados por la burguesía en fincas como Catmís y en el látigo bestial de los cirios católicos. Y la segunda, en donde se insertarían los viejos peleaceanos burgueses de la región –comerciantes, finqueros, parásitos históricos del Ayuntamiento, antiguas familias poseedoras de esclavos en tiempos de “la época de la esclavitud”-, que apenas 3 años antes habían adjetivado a los ímpetus revolucionarios de Rivero, Marcos Trejo, Alberto Sánchez, et al, como de simples bandas de salvajes “socialeros” irrespetuosos del orden histórico. Ese orden histórico que por breve, pero memorable momento, había sido desbaratado en marzo de 1911 por las arremetidas de los revolucionarios petuleños. En fin, digo que para el 14 de enero de 1923, esta fusión contra natura, bestial, fue gracias a la irresponsabilidad meridana –o al oportunismo “socialista” meridano- del delegado Federico Gutiérrez, el cual:
[…] hizo saber con frases sencillas, pero muy conceptuosas, la conveniencia de que se fusionen los dos Partidos en uno sólo ya que sus tendencias y sus ideales son los mismos; exhortando a todos para que sin rencillas ni odios personales, procedieran a nombrar la Directiva que ha de fungir en el presente año.
En la lista de la directiva que proporciona el documento periodístico, brilla y reina por su ausencia el que para febrero de 1924, una vez asesinado Carrillo Puerto, se levantaría en armas para defender la revolución socialista: el viejo general, Elías Rivero. Estos indicios proporcionados por la documentación de los primeros años de la creación del Estado postrevolucionario, nos puede dar elementos para preguntar –siguiendo las propuestas establecidas por Joseph, que veía tanto en Rivero como en Pedro Crespo, de Temax, como las “correas de transmisión” del Estado postrevolucionario en los pueblos-, si en verdad Rivero fue uno de los elementos indispensables para la concreción del Estado postrevolucionario.
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¿Fue en verdad Rivero la correa de trasmisión para la concreción del Estado postrevolucionario en Peto? Dudo ahora de esa aserción de Gilbert Joseph. La documentación posterior a 1924 –año de su segundo y último levantamiento- me dice que a Rivero lo fueron constantemente segregando, excluyendo, de la toma, no decisiones, sino hasta de “la toma de la memoria”. Si bien con su muerte en 1947 había pasado a formar parte de la “rotonda de los socialistas ilustres”, en Peto ya desde 1923, nuevos elementos que se decían socialistas aunque eran miembros de las viejas familias parásitas del siglo XIX, lo habían ido arrinconando al “basurero de la historia”. Y aunque sonaría a ridículo y a costumbre de priísta, pero hay que decir que Rivero nunca bautizó con su apellido ninguna escuela, ninguna calle, establecimiento o sindicato en Peto (como sí un profesor decimonónico, Inocencio Ruiz; o un escritor bufo, Florencio Sánchez Esquivel; o una profesora burguesa, Amada Cárdenas de Alonso, etc; o más reciente, un campo de beisbol de un cacique priísta, Rubén Calderón Cecilio; o un teatro de pueblo, Jaime Santos R. Burgos). Al hombre lo fueron sistemáticamente borrando de la plaza pública, de los sitios de la memoria colectiva, como nombres de escuelas, teatros o campos de beisbol (borrado de la plaza pública, pero no así de la memoria colectiva de la clase campesina, maya, de la región). Con Rivero sucedió un asesinato de su memoria, y no descarto que los que establecieron esto fueron estos hijos de los socialistas de dientes para afuera que se posicionarían –ahora mediante las siglas del partido de estado, PNR, PRM y PRI- en el poder por luengos años (en 1939, un hijo del viejo reaccionario, Máximo Sabido, sería presidente de la Liga de Resistencia del pueblo).
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Lo que he dicho anteriormente, me lleva a disentir de Joseph, preguntando lo siguiente: ¿puede alguien como Elías Rivero, borrado de los sitios de la memoria colectiva de Peto, servir como “correa de trasmisión” para la consolidación del Estado postrevolucionario en el pueblo? Descreo de ello. Por el contrario, los que sí sirvieron para la concreción de ese Estado –un estado autoritario paternalista burgués-, en Peto, fueron las viejas familias porfirianas y reaccionarias convertidas a la nueva fe “revolucionaria”: eran “revolucionarios”, sí, pero revolucionarios institucionalizados. Y Rivero, el viejo platero que encabezó una de esas revueltas campesinas más despiadadas por la carga de odio histórico campesino contra los elementos materiales de dominación del viejo aparato feudal oligárquico yucateco (la pulverización en 1911 de la finca esclavista de Catmís), como en vida (murió sin descendencia), no tuvo herederos políticos….hasta ahora.
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Fuentes
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La Revista de Yucatán, martes 16 de enero de 1923, “Fusión de las dos ligas en Peto”.
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Joseph, Gilbert M. (2002), “Para repensar la movilización revolucionaria en México: Las temporadas de turbulencia en Yucatán, 1909-1915”, en Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent (compiladores), Aspectos cotidianos de la formación del Estado, México, ERA, pp. 143-174.

lunes, 22 de julio de 2013

DE LA EXECRABLE PALABRA "INBOX"

Como joden con eso de la palabra gringa "inbox". ¡Mal haya el diablo para el que la utilice!, cuando bien que pueden decir "bandeja de entrada". Aunque larga esta última, eso demuestra su amor y respeto por el lenguaje con el cual piensa, siente, respira; y además, demuestra su no colonizaje lingüístico, algo que actualmente abunda como la peste en tiempos feudales...Lo demás, las chácharas de vocablos vomitivos sajones y anglosajones, pudren el lenguaje, polucionan nuestra civilidad. Y si no estoy de acuerdo con ese terminajo, lo mismo puedo decir con la palabra email, blog, bloguero, chat, facebook...¿Por qué no decir correo electrónico, bitácora, escritor virtual? Estoy hasta a un paso de traducir, bárbaramente, la palabra facebook por el libro de la cara.

domingo, 21 de julio de 2013

EL DELITO DE SER "ZORRO" EN LA MÉRIDA DE 1919

En la revisión periodística que he realizado en la Carlos R. Menénendez, así como en la Biblioteca Yucatanense, me he encontrado casos curiosos, extravagantes, raros, increíbles, peregrinos. Estas dos siguientes notas que inserto, aparecieron en los primeros dos meses del año 1919, en La Revista de Yucatán, y refieren un acto "salvaje" cuyas víctimas eran los "zorros" (en Yucatán, se dice zorros a los tlacuaches o zarigüellas), que servían como "pasto" a las víboras del Centenario de Mérida. Sin más preámbulos, inserto las notas.
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ESPECTÁCULO SALVAJE EN EL “CENTENARIO”
Hemos recibido la siguiente carta: Mérida, S.C., enero 27 de 1919.- Sr. Director de “LA REVISTA DE YUCATÁN”.- Presente.- Muy señor mío: Me permito distraer su atención para darle cuenta de un hecho en mi concepto punible, el cual debería ser evitado por constituir un salvajismo: ayer, lunes, tuve oportunidad de estar en el parque “Centenario”, y pude ser testigo de que en la jaula de alambre en que se halla las víboras, son introducidos los infelices zorros y otros animales apresados en el mismo parque, vivos, y destinados a servir de pasto a los expresados reptiles. Los zorros que ayer vi, según informes que pude recoger, hacía ya tres días que estaban en la jaula esperando que sus victimarios fueran servidos devorarlos. Esto, como creo convendrá usted en ello, constituye una crueldad, pues se condena a estos pobres animales que no tienen más delito que el de haber nacido zorros, a largas horas de angustia y de hambre, hasta que son devorados; y constituye, también, una inmoralidad, porque es un acto que no puede menos que ser una lección práctica de crueldad para las gentes sencillas que ahí acuden, y para los niños de las escuelas que diariamente son llevados a ese parque para darles conferencias sobre diversos asuntos.
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Creo que más humanitario sería matar de la manera más rápida posible a los animales que sin querer tienen la desgracia de ser perjudiciales y luego, si se quiere, destinarlos a ser pasto de los otros animales.
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Espero que usted, por un principio elemental de humanidad, se sirva dar cuenta de esto para que sea evitado. *** Suyo muy atentamente,
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ELOY ZAPATA.
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UNA CARTA.- LOS ZORROS AQUELLOS EN LA JAULA DE LAS VÍBORAS.
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Hemos recibido la siguiente: Señor Director de “LA REVISTA DE YUCATÁN”.
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Muy señor mío: Hace pocos días leí con verdadera satisfacción una carta en que se refería al bárbaro espectáculo que se ofrece a los visitantes del Parque del Centenario donde se tiene a unos desgraciados zorros, etc., encerrados en las jaulas de unas víboras, harto repugnantes por cierto. Yo creía que la civilizadora excitativa que su periódico hace a este propósito, habría dado resultados; pero he tenido la desilusión de ver que la barbarie aún perdura en aquel recinto, pues ayer estuve en el susodicho parque y mis sensibles nervios se crisparon al contemplar acurrucados en el rincón de la jaula, los ojos brillantes por el terror (así lo creo) y como implorando misericordia, a unos pequeños zorros. ¿A quién habrá qué dirigirse y cómo, para conmoverlo y hacer que termine ese cruel espectáculo? ¡Qué falta hace aquí una sociedad protectora de animales! Con la esperanza de que la civilización no siga siendo ultrajada, quedo su afmo. S.S.
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Un Protector de Animales.
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Fuentes hemerográficas
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La Revista de Yucatán, 30 de enero de 1919, “Espectáculo salvaje en el Centenario”.
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La Revista de Yucatán, 6 de febrero de 1919, “Una Carta. Los Zorros aquellos en la jaula de las víboras”.

sábado, 20 de julio de 2013

LA IGNORANCIA DEL DERECHO: EN DEFENSA DE "LAT"

En estos momentos, mientras escribo esto, a través del Diario de Yucatán y las redes sociales, la sociedad "bonita", blanca, católica, bien pensante, de esa Mérida imaginaria, está linchando al "mataperros", a ese "hijo de puta" "con potencial peligroso", como dice un diputado de la derecha panista en Yucatán (¿y cuándo han visto que un famélico sea un asesino en serie?), y próximamente lo meterán, así de fácil, así de rápido, para que escarmiente y sea un digno y "civilizado" ejemplo su encarcelamiento, a la celda más húmeda del Cereso de Tekax. Del "mataperros” no sabíamos ni su nombre desde que salió una nota mal redactada con su foto el día 14 de julio pasado donde, es cierto, se ve una escena indignante: un hombre bajo, moreno, arrastraba por “diversión y hábito” a un perro muerto y a otro a punto de fenecer. Esa nota, publicada en el contexto del “Matagatos” de San Martín Texmelucan, Puebla, corrió como un reguero de pólvora entre la sensibilidad de los internautas: incluyéndome, se comenzó una lapidación sistemática contra el “Mataperros”, con frases y advocaciones que colindaban con el racismo más execrable que se pueda uno imaginar: era una bestia, era un animal, era un ser inmundo el pobre “Mataperros” de Kancab. O citando la perla de psicología criminal dicha por Mauricio Vila Dosal, “presidente de la Comisión del Medio Ambiente y pionero en presentar la iniciativa para reformar la ley que penaliza el maltrato a los animales domésticos”, el Mataperros era una de esas “personas que cometen actos de crueldad contra los animales” y que “son propensos a agredir al humano”. Con esa parrafada, y con esa simple nota de prensa y la declaración de alguien que vio in fraganti al Mataperros, desde las redes sociales y el Diario de Yucatán, así como las chácharas de indignación de respetables damas de buenas costumbres de la sociedad meridana, el hombre de Kancab, el “Mataperros”, por azares del convencimiento a priori, se convirtió en un monstruo de iniquidad, en una bestia sedienta de sangre propensa a todos los crímenes habidos y por haber.
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De todo esto, nadie preguntó, ¿y quién es el Mataperros?; y de toda la santa indignación, nadie señaló que lo más indignante, para mí, pero seguramente que para muchos también, es todo ese largo proceso de exclusión, de hambres y soledades históricas que se concentra en una sola foto, la de ese hombre con chanclas Duramil –el hombre de los Duramil-, sin camisa, y seguramente que con hambre de siglos atrazada: hambre y sed de justicia, como dijo alguien que no creía en lo que dijo. Todos sabíamos de su foto y de su apodo creado en el maremagnum de la indignación de los defensores a ultranza de los derechos de los animales, “el mataperros”, un ser que, en tiempos de Ginés de Sepúlveda, dudarían las sociedades defensoras de animales si tiene o no eso que se llama alma; pero nadie exigía saber el nombre de una “escoria”, porque las escorias no tienen historia, y su nombre era lo de menos cuando los índices jupiterinos ya habían señalado su culpabilidad.
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Ahora se sabe que se llama Rolando Falcón Cauich, y su apodo, Lat, no guarda ninguna referencia del apodo con que lo bautizaron los bien pensantes que se rasgan las vestiduras por los derechos de los animales, pero que no logran visibilizar que detrás de esos derechos de los animales está alguien como Lat, que tiene historia, que tiene vida, que sufre todas las exclusiones históricas de una sociedad yucateca altamente esquizofrénica. Lat no debería ser un chivo expiatorio de las salvajadas moralistas de damas y caballeros católicos y de buenas costumbres. Y en vez de llevar a la praxis –y a rajatabla- una ley novísima de defensa de los animales domésticos, el sentido común nos indica que debería darse a conocer en todos los niveles. Pero el sinsentido formalista de los abogados, esos especímenes de los cuales descreo en demasía, que no tienen sentido común para ir más allá de sus códigos y sus positividades legales, saldrá con su latinajo de que ignorantia legis neminem excusat, y yo contestaré, junto con Vives, que “¿Dónde está la justicia del principio ignorantia juris neminem excusat, siendo tantas las leyes y tan abultadas y dificultosas, que nadie podría saberlas todas? Con ellas no trazáis una pauta benigna y paternal para conducirse en la vida, sino que tramáis emboscadas (insidias struitis) a la ignorancia y sencillez del pueblo (simpicitati populari)”.

Rescoldos de la guerra de castas: todavía en 1926 habían guardias que vigilaban las bombas de aviso en el pueblo de Tixhualactún.

Varias veces he tratado el tema de las defensas de los pueblos de frontera posterior a la segunda mitad del siglo XIX. El gran mecanismo de defensa que los pueblerinos fronterizos adaptaron a sus circunstancias de guerra latente contra los "rebeldes del oriente", fue la línea de bombas de aviso, que sería adoptada también del otro lado de la frontera, en la territorialidad de Chan Santa Cruz y sus pueblos periféricos. Las líneas de bombas podrían datarse del año de 1857, un año terrible para la frontera, pues recordemos que fue para septiembre de 1857 cuando se dio el saqueo de Tekax por las tropas de Santa Cruz comandadas por don Crescencio Poot. Las bombas de aviso” eran mecanismos de vigilancia de las poblaciones de los partidos fronterizos como Peto, Sotuta y Valladolid, y se ponían “en los caminos peligrosos” . La seguridad pública también contaba con otros proyectiles que servían de bombas de aviso “cuidados en varios establecimientos de campo, por intereses de los propietarios de estos” . Las bombas de aviso eran cuidadas generalmente por los indígenas, que prestaban el servicio de "guardias de bombas" por riguroso turno, y no se les emplea en el servicio revistado de armas” . Las bombas de aviso eran un mecanismo importantísimo de defensa, sin las cuales la vida cotidiana de los fronterizos no podía ser del todo tranquila, con una tranquilidad entre paréntesis. En una entrevista que le hice a mi amigo, el fabulador don Raúl Cob, éste me contó que en su niñez vio a una de esas bombas de aviso cuando salía con su padre del pueblo de Tixhualactún, pueblo de Peto, allá por los años 30 del siglo pasado. Pues bien, en la revisión documental del grueso expediente agrario del pueblo de Tixualahtún, di con un documento interesantísimo, que señala de pasada esas "guardias" que hacían cada día los habitantes de ese pueblo hasta bien entrado el siglo XX. Este es el documento transcrito, y el cual inserto la foto.
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Al C. Ing. Enrique Gamboa A.
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Presente.
En contestación á atento oficio de fecha de este mes relativo a que con los 10 hombres que sale todo los días a la mensura no dan cumplimiento eficaz a su comisión digo Ud. que según el censo que Ud. mismo levantó sólo hay 43 hombres en el pueblo y a estos solo quedan útiles para el trabajo 35, porque 8 están enfermos y de estos 35; 5 que hacen la guardia de este pueblo quedan 30 que no puede salir todos los días porque tienen que atender su milpa.
Protesto mis respetos.
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Sufragio Efectivo No Reelección. El Agente Municipal.
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Tixhualahtún, 22 de Diciembre de 1926.

viernes, 19 de julio de 2013

"QUE LAS COSTUMBRES DESCIENDEN A UN GRANDO MÁS INMUNDO QUE EL DE LOS HÁBITOS DE LOS ANIMALES MÁS VILES"

No sé si es una joya lo que me conseguí hoy, pero el libro es del año 1943, y se llama Historia del descubrimiento y conquista de Yucatán, escrita por Juan Francisco Molina Solís. Solamente tengo el segundo tomo, el que versa sobre la Conquista de Yucatán, y creo que tendré que sacarle fotocopias al primero para tenerlo completo. Dice Molina sobre la conquista:
El aislamiento en que había permanecido el nuevo continente respecto del antiguo, el predominio completo del paganismo y de la idolatría, habían corrompido las costumbres, viciado los hábitos, y tergiversado las nociones fundamentales del derecho de la virtud y del bien. La antropofagia sembraba la crueldad y el desprecio de la vida del hombre en las relaciones del pueblo a pueblo; las liviandades más abominables manchaban la vida individual; y el culto de la fuerza, del éxito, borraba las ideas de la justicia, y propagaba la convicción de la necesidad de la esclavitud. Un estado social constituido así, en pugna con los principios más fundamentales de la humanidad, de la razón, de la civilización cristina, no debía durar, y, por esto, las naciones civilizadas tenían el derecho de extinguir esos vicios, por medio de la doctrina, de la persuasión, del convencimiento, y también, en caso necesario, por el medio extremo de la guerra. He aquí el principio que legitima la conquista.
Y reiteraba Molina:
Cuando un pueblo se pone en abierta lucha con los principios fundamentales de la civilización cristiana, cuando conculca los derechos naturales, cuando adopta, como sistema, los malos hábitos, cuando santifica oprobiosas liviandades, y convierte las malas costumbres en práctica social, nadie puede negar que las naciones civilizadas tienen derecho perfecto para mezclarse en el seno de esos pueblos, con el fin de regenerarlos. Si para esto es necesario, absolutamente necesario, sustituirlos en lugar de los poderes establecidos, nadie puede negar que esa sustitución es legítima, porque la exige el bien social, el bien de la humanidad. Nunca el derecho puede aprobar que las naciones civilizadas estén condenadas a contemplar inerte y silenciosamente que los hombres se coman entre sí, que las costumbres desciendan a un grado más inmundo que el de los hábitos de los animales más viles, y que se borren todas las ideas de la nobleza y dignidad humanas, por la práctica, sin cesar repetida, de actos contra natura.
Sin duda, estas dos cláusulas gines-sepulvedianas del libro de Molina Solís, son bastante discutibles. ¿Eran en verdad “civilizados” los barbudos que comenzaron a llegar después de Colón? Descreo mucho de ello (en las Antillas se cometió un genocido de proporciones inmensas, y que frente a esa muerte de taínos y caribes de los siglos XV y XVI, la muerte de judíos del siglo XX quedan opacas), pero en una cosa coincido con don Molina Solís: sí, había elementos suficientes para que el contacto se diera; sí, había razones más que juridicas para el contacto; y al menos después de la conquista, las visiones cristianas detuvieron esos ritos antropofágicos, para sublimarlas en el rito dominical del cuerpo y la sangre de Cristo. La soledad americana, tarde o temprano iba a ser desaparecida, y dudo mucho que hubiese otro pueblo invasor que no hubiese reaccionado de forma igual como hicieron los españoles feudales ante lo desconocido.

martes, 16 de julio de 2013

DE LO QUE ME SORPRENDE DEL HISTORIAL DELICTIVO DE UN CAPO


De todo el historial delictivo del Z-40, Miguel Treviño Morales (capturado el 15 de julio de 2013), me sorprende dos cosas: en la jerga marxista, su "rencor de clase" mal encausado. Es sabido que en América Latina, muchos líderes de izquierda han salido de las estratos populares, así como varios escritores de peso, que han roto todas las barreras políticas y culturales. El ejemplo político sería el caudillo de Sabaneta, el niño pobre Hugo Chávez Frías, que del poder solamente lo tumbó un cáncer despiadado. El ejemplo literario, sería el que fuera conciencia política mundial y escritor total y toral: José Saramago, que apenas a los 19 años se compró su primer libro (en eso me empariento con Saramago), y que su universidad y sapiencia la hizo, en buena parte, en la biblioteca pública de Lisboa.

El Z-40 fue uno de los extremos: hijo de familia proletaria y mil usos en su infancia y adolescencia, su "sentimiento de inferioridad", o mejor dicho, su conciencia de clase y la lectura precisa del sistema autoritario y despiadado mexicano, le hizo creer que en México el poder y el respeto se ganan con la fuerza bruta, demoledora, del terror sistémico. Y tal vez no se equivocó: en México, en el México en el cual no se excluye la secta de los académicos, el diálogo resulta a veces imposible: uno sólo quiere chingar al de enfrente, sodomizar las ideas de la otra, arrinconar al contrario, encumbrarse por encima de los demás. Hay demasiada testosterona en la sociedad mexicana. Quien diga lo contrario, miente cual bellaco que es.

A propósito de esto, en un reciente libro, Jorge Castañeda hablaba de ese misterio individualista de los mexicanos, un individualismo mal encausado, que sólo produce desazón y campeones mundiales de box y toreros fenomenales, pero en términos sociales, muchas veces la soledad más perra. De ahí que México se encuentre dividido en múltiples rinconcitos de la patria, irreconciliables y desconocidos los unos a los otros, que cuales Pedros ermitaños y jacobinos de la era terciaria, se odian, se desprecian o se ningunean con enjundia. Eso se da en todos los espectros: nadie valora una obra en sí mismo, nadie reconoce la valía del otro o de la otra, y se dan casos hasta maritales en que dos individualidades se comen y reconcomen. Cuando Octavio Paz ganó el Nobel de literatura en 1990, la izquierda rencorosa, los jotos y amanerados de esa izquierda pútrida y trasnochada, lo ningunearon, aunque Paz se había ganado el respeto con trabajo demoledor, devastador: los hizo mierda a más de uno, como el Z-40 hizo mierda a más de uno. El Z-40 viene de esa escuela donde "o chingas o te jodes".

La segunda cosa que me sorprende del Z-40, es su amor por los cuartos de milla: lavando y relevando dinero, se compró nada más y nada menos que 400 caballos cuartos de milla, algunos campeones y otros veteranos de campeonatos.

Las condiciones socioeconómicas y culturales que crearon al Z-40, siguen presentes en este México injusto y prostituto...Y la pregunta sería, ¿como encausamos la conciencia de clase por los senderos de la lucha política, y no de la lucha delictiva?, ¿cómo modificamos las anomalías producidas por un sistema asimétrico como el mexicano, pasándolas de pulsiones delictivas a pulsiones literarias?

lunes, 15 de julio de 2013

CECILIO SÁNCHEZ

Cecilio Sánchez fue un subcontratista del chicle. En 1937, cuando llegó un ingeniero de apellido Villaseñor, representante del Departamento Agrario, en el pueblo para medir el ejido de la primera dotación de Peto, Cecilio Sánchez, que además era el Comisario ejidal de la villa -su secretario era Pedro Muñoz Ávila, otro que se dedicaba al chicle-, dijo que no estaban los ejidatarios, que todos estaban en los hatos chicleros, y que no se podía hacer la mensura del ejido; cosa falsa, pues el agrimensor llegó tambaleándose con su pesado teodolito apenas el 2 mayo de 1937, y la temporada del chicle ni aun comenzaba. La fuerza del Cardenismo –que en ese año repartiría los henequenales- fue, de este modo, toreada en el pueblo de Peto por los notables pueblerinos, y dando al traste con el espíritu agrario del campesinado del pueblo.
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No todos en Peto se dedicaron a la chiclería, pero para Cecilio Sánchez, para Pedro Muñoz Ávila, para Rafael Calderón, testaferros infames de los verdaderos capitalistas del pueblo como Antonio Baduy, las posibles bajas de los “brazos” chicleros acarrearían molestias para la industria chiclera en el pueblo, industria que con el correr de los tiempos dejaría sólo recuerdos y nada de concretizaciones materiales para la población. Pues bien, en 1945, Cecilio Sánchez todavía era presidente del Comisariado ejidal de un ejido que no se sabía bien a bien donde quedaban las mensuras (las mensuras se comenzarían a trazar a mediados de 1960, por un grupo de campesinos petuleños que no tenía ninguna relación con estos elementos reaccionarios que parasitaron la comisaría ejidal de un ejido de “membrete” para Peto, viendo únicamente sus fines personales), y, a su vez, fungía como secretario del presidente municipal, Pedro Muñoz Ávila, su viejo camarada de "luchas" personales, por no decir personalísimas.
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En el largo pleito por la finca Suná sostenida por un viejo decimonónico, Máximo Sabido Ávila, que mentalmente vivía todavía en una época acostumbrada a la servidumbre agraria, frente a los derechos agrarios de “aquellos ocho indios” de Xcanteil (esa frase, “aquellos ocho indios”, la acuñó Sabido Ávila), Cecilio Sánchez y Muñoz Ávila tomaron partido por uno de los suyos. En una queja que llevaron hasta Mérida los pueblerinos de Xcanteil (más de 24 cabezas de familias, no 8 como falazmente estableció Sabido Ávila), los de Xcanteil externaron que el secretario del Ayuntamiento, Cecilio Sanchez, les había amenazado con “castigos severos en el caso de que continuasen algunas dificultades" que se le habían presentado como encargado de la finca Suná. Muñoz Ávila, a su vez, intervino, y señaló a los de Xcanteil como “intrigadores” que obran “de mala fe” contra el pan de Dios de Sabido. Lo cierto es que esta historia de infamias es un ejemplo exacto de la idea que he sostenido siempre: la idea de que las élites pueblerinas, si de defender sus intereses se trata, van unidas siempre.

domingo, 14 de julio de 2013

HABLEMOS DEL OLVIDO

El olvido es una bendición de la atmósfera celeste. Las almas al bajar al Hades beben del agua del Leteo para olvidar la triste, la innoble, o la salvaje vida acá en la tierra de los hombres mortales. Con esas benditas aguas (no importa que estén en el infierno griego, siguen siendo benditas), las almas se purifican de los tráfagos de la vida (de su soledad y comunión, de su amor y desamor, de sus furias y sus penas, de sus felicidades incompletas), se limpian las costras dejadas en ella por el cuerpo que se pudre allá arriba, en un sepulcro blanqueado. Beben hasta hartarse, hasta quedar panzonas y no poder moverse. A veces, aquí, en la tierra de los muertos donde apuro esta vida, de vez en vez sube una gota del Leteo. Quien la bebe tiene el derecho de empezar de nuevo. Hoy esa gota cayó a mi taza de café.

miércoles, 10 de julio de 2013

"SIETE JOROBAS" Y EL MAR DE LA BOCA DE LA SERPIENTE

La creencia de la gente de la región que se extiende entre Peto y José María Morelos, Quintana Roo, es que allá, en esas aguas gredosas de la laguna Chichankanab, o Chan Kanab, se encuentra, en lo más profundo, una serpiente prehistórica. Tal vez esta conseja sea una variante más del mito de la serpiente Tsukan, cosa ya dicha y redicha por los mitólogos orales y los mitólogos de facultades; o puede ser que la serpiente de Chichankanab sea prima de la serpiente enorme con cara de caballo y voladora del cenote de Yaxcabá, que de vez en vez llama telepáticamente a los de ese pueblo para ahogarlos, relato ya escrito por el historiador Joed Peña.
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Mi serpiente de Chichankanab todavía no tiene mitólogo, es una solitaria que anda en busca de su mitólogo personal. Y tal vez puede ser éste que escribe estas aproximaciones primeras a las escamas milenarias de este ofidio acuoso, el que arme el mito con las oralidades que vaya recogiendo entre los pueblerinos que viven en las cercanías de esas esas aguas cuyas dimensiones rondan los 30 kilómetros a lo mucho.
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La serpiente de Chichankanab, cuentan varios lugareños de Peto, es una serpiente gigante, de los tiempos antediluvianos, con siete jorobas que la engalanan, y cuerpo del triple de grosor de la ceiba más gorda de la selva; es la que mueve y oxigena a esa laguna viva. Hablemos brevemente de esa laguna, a la que los pueblerinos del sur de Yucatán frecuentan para tiempos de estío, para épocas cuaresmales, o cuando simplemente el calor se hace insoportable. Con el riesgo de que un lingüista me corrija la plana, refiramos la idea de que tal vez su nombre, Chichankanab, sea una deformación de las palabras mayas “Chi’kaan Ka’anab”, y entonces, traducido al español, sería la laguna de la boca de la serpiente, o laguna de la serpiente, o en su más poética traducción, el mar de la boca de la serpiente. Porque el nombre actual de esa laguna, “Chichankanab”, no se correlaciona con los largos 30 kilómetros de la laguna: chichan, chichan, es decir, pequeña, pequeña, no es. En la Estadística de Yucatán, escrita por Regil y Peón en 1853, se describe las características de esta laguna:
[…] dicha laguna, que por el rumbo S.E de Mérida dista de Peto ocho leguas, fue reconocida en el año de 1837, por el Dr. D. Juan Hübbe, alemán naturalizado, cuya prematura muerte lloran aún las ciencias y la agricultura, y por su reconocimiento sabemos, que sus aguas aunque cristalinas, son amargas, y en el fondo se forman cristalizaciones parecidas á la de la sal de Inglaterra ó de Epson, y cuando con ellas se riegan algunas plantas, en la mañana siguiente sus troncos aparecen cubiertos de agujas cristalizadas; son purgantes para el hombre á punto de tomarse intencionalmente con este objeto y para provocar también el vómito; pero para las bestias es potable. Se cría en ellas alguna pesca de pequeños bagres e icoteas, ó tortugas pequeñas. Caracterizaremos, en fin, el terreno que circuye el lago, diciendo que es gredoso y cubierto de una ligera capa vegetal, que no llega á un palmo de profundidad y que lo hace sumamente fértil. Unos bajíos dividen la laguna en cuatro partes, y la mayor y más septentrional de 4 ó 5 leguas de largo, media de ancho y hasta 18 brazas de profundidad: la total longitud no excede de 7 leguas, no la mayor latitud de 1. Su estrecho playaje está cubierto de arena finísima que forma lodazal blanco: es bajo el occidental y alto el oriental, y por eso pareció al referido explorador ser el pié de un poco elevada serranía que se adelanta desde el Sur, pero la mas detenida observación demuestra, que es mero descenso del terreno sin declinación alguna á las espaldas ni por los lados.
Estas descripciones corográficas de la laguna Chichankanab, sirven para tener una idea de los lugares gredosos y acuosos por donde se mueve nuestro personaje principal de este relato: la milenaria serpiente Siete Jorobas. Pero antes de hablar de nuestra enigmática serpiente, terminemos algunas características, acaso la mejor característica, de la laguna Chichankanab. Esta idea me la ha dicho uno de aquellos que recuerdan, un cuentista de esos tiempos en que había cuentistas que recreaban otros mundos alrededor del fuego al caer la noche. El hombre me dijo que todos los cuerpos de aguas de la Península –los cenotes, las aguadas, las pocas lagunas y hasta las humildes sartenejas- tienen sexo, y que Chichankanab tiene el púber de una mujer de barro, una perfecta hembra que sólo acepta en sus lechos de líquenes y agua caliente a hombres jóvenes, a viejos escasamente. Y yo me pregunto, ¿es Chichankanab la mujer, o acaso es la misma serpiente Siete Jorobas la vampiresa de este relato?
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Una vez supe que un leñador de Dziuché se topó con ella. El hombre iba bordeando la laguna, y de vez en cuando miraba hacia sus aguas débiles para dar con un ave o un lagarto, sacar su escopeta, apuntar y disparar; cuando de pronto el camino se terminó: frente al hombre había un enorme tronco de más de metro y medio de ancho, entre verdoso y negruzco, pero perlado de gotas que lentamente se evaporaban debido al soporífero calor de las doce del día. El hombre se extrañó, porque haría más de un mes que no había cruzado en toda la región ni una nube de agua. En el justo momento en que tomaba impulso para brincar el tronco que le obstruía el camino, la tierra a un costado de la laguna comenzó a vibrar como si de un terremoto se tratara, y el tronco dejó de ser tronco cuando el hombre se percató que tenía escamas aquella ceiba milenaria. Pensó: “es la Siete Jorobas”. A duras penas el leñador dejó su carga, aventó hasta la escopeta, y rápidamente fue a esconderse detrás de un montoncillo de piedras cercano. Con valentía suicida, ahí observó cómo la Siete Jorobas tenía atrapada entre sus grandes mandíbulas, a una vaca completa que iba digiriendo viva aun, seguramente robada de alguno de los pequeños ranchitos que rodean la laguna. Sólo veía la cabeza triste de la vaca mugir calladamente con entonaciones fúnebres de vaca. Al momento de devorar el último mugido, la Siete Jorobas, con sus más de cincuenta metros, comenzó a mover su cuerpo inaudito, aniquilando árboles, descuajando lodo, pudriendo la floresta para poder dar una perfecta vuelta en u y volver de nuevo a la laguna. El hombre, en el breve instante que la Siete Jorobas detuvo su paso demoledor para empezar su zambullida eterna, vio la cabeza de ese animal del tiempo cuando los hombres no habían bajado de los árboles: “Tenía la mirada más triste que he visto en toda mi vida”, me contó en una cantina de Peto, y yo le creí sobre eso de sus ojos tristes, porque tal vez Siete Jorobas sea el último de su especie, y ser el último de una especie extinta hace milenios, no es como para ponerse contento.
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Otros han visto a Siete Jorobas planear el cielo de Chichankanab. Alguien me contó que la serpiente, cada determinado tiempo salía a tierra a comer o a calentarse; y que volaba con la mirada triste hacia arriba, y que no veía a los hombres porque, si volteaba, podía bajar y comerlos. Esta idea de que Siete Jorobas mirara hacia arriba, tal vez se deba a que no quería, no quiere, que nadie se dé cuenta de su milenaria soledad, de su heridora tristeza.
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El abuelo de mi amigo Wilbert de la Cruz Uc, Miguel Uc Caamal, le contó el siguiente relato a su nieto, que ahora mismo inserto. El relato comienza con la dura situación que dejó la langosta a los pueblos de Yucatán por los años de 1940, y debido a eso, mucha gente de los pueblos del sur y del oriente migraron hacia zonas más propicias, como la selva quintanarroense. En su trayecto hacia la selva, los campesinos de la región se toparían con la soledad de Siete Jorobas:
Mi abuelo era de Kinil, pueblo de Tekax. Pues te cuento, dice mi abuelo que hubo un tiempo en que la situación de vida en Kinil era muy difícil, había mucha pobreza, y que no se tenía nada que comer, sólo se comían raíces de árboles y se tomaba agua de sartenejas. Así vivieron muchos años, pero mi abuelo se cansó y decidió migrar hacia la selva, pasar la sierrita e internarse más lejos. La ruta de paso más rápido estaba cerca de Chichankanab, pero que al principio mi abuelo y los que lo seguían tenían miedo de pasar esa laguna, precisamente por la serpiente. Sin embargo, luego buscaron una ruta alterna, por Candelaria. El agua de Chichankanab, dicen, viene de un corrental, que es como un pozo, que está en La Esmeralda, una entrada a la laguna.
Podemos acabar estos apuntes primeros sobre Siete Jorobas, la serpiente apocalíptica pero triste de la laguna de Chichankanab, diciendo que, mito o no, todos hablan de ella, pero muy pocos la han visto.

lunes, 8 de julio de 2013

EN LA LLENA DE LA PRESENTE LUNA

Por eso hay que temerle a la luna llena...Tal vez ellos algún día regresarán a seguir peleando, y las viejas bombas de aviso, los fantasmas de los que ya no están las prenderán...Ellos vendrán del oriente, y aquí estaremos esperando, esperando a los bárbaros. Porque ellos nunca firmaron la paz ni con los Barbachanos o los Mendez, ni con Ilárregui, ni con Cantón, con Molina o con don Porfirio...Y cuando vengan de nuevo, aquí los estaremos esperando...Yo limpiaré las viejas escopetas de mis mayores...
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Foja 1
Comandancia del Cuartel de Tekax
Exmo Señor
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José María Can del rancho de Kantemó en unión de cinco compañeros suyos, con pasaporte del comandante de los sureanos (sic) Don Pablo Encalada declaran que se presentaron el 31 del mes pasado a dicho Encalada tres indios también sureanos que tenían prisioneros los orientales que lograron fugarse dicen que saben de una manera positiva que en la llena de la presente luna deben invadir aquellos bárbaros esta Ciudad o sea el cuartel de Macanché con el objeto de abrirse paso para el pueblo de Yturbide que saben no tiene ninguna fuerza de guarnición aquel pueblo. Tengo el honor de comunicarlo a V. E en cumplimiento de mi deber asegurándole que en este cuartel se redobla la vigilancia por lo que pueda suceder.
Dios y Libertad Tekax febrero 9 de 1859.
Exmo Señor Gobernador y General en Jefe de la división del Estado Mérida.
Foja 2.
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Eusebio Ruiz toma nota del oficio que le envió el gobernador el día 12 de febrero, informándole sobre la nota del comandante de Tekax acerca de que los orientales invadirían Macanché para abrirse paso a Yturbide, desguarnecido, “en la llena de la presente luna”.
Peto, febrero 14 de 1859.
Fuente:
AGEY, Poder Ejecutivo, Sección: Comandancia en jefe Brigada Ruiz Serie: Milicia, c. 202, vol. 152, exp. 28, fojas 4 (1859)

sábado, 6 de julio de 2013

UN HISTORIADOR ES EL QUE ESTÁ EN LOS ARCHIVOS

Seré claro y sucinto: en la Universidad de Quintana Roo (sólo puedo hablar de las cosas que conozco), hay una licenciatura en "humanidades" dividida en filosofía, historia y español. Los jóvenes que salen de dicha licenciatura ostentan, entre ellos, la fanfarronada siguiente: "qué tal, colega historiador", o "qué tal, colega filósofo". Conocí a una mujer con sobrepeso (no quiero escribir la frase "ultra pasadita de peso") a la que le encantaba de lo lindo ir a los "encuentros de estudiantes de historia", etc; y cuando le preguntaban su profesión, decía, sin empacho, que era "historiadora" sin jamás haber manchado con sus pies elefantiásicos un archivo en sus cinco años de licenciatura (la tipa no sabía ni lo que significaba la palabra paleografía, ya que no leía ninguna palabra que no sea escrita a computadora).
***
Y yo me preguntaba, y me sigo preguntando, que si por estudiar uno una licenciatura en historia, automáticamente se entraría al reino de Clío.....
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Don Luis González y González, en su libro El oficio de historiar, después de hacer la clasificación de los historiadores (los historiadores hormigas, las abejas reinas, etc), decía francamente que un historiador no es aquel que tiene un título que lo acredite como licenciado en historia...A lo mucho, la susodicha gorda no sería, según la regla gonzaliana, una historiadora a carta cabal, sino una posible historiadora si dejara el miedo cerval que le produce la soledad del archivo....Jan de Vos, y lo seguiré repitiendo ad nausean, decía que el oficio de historiar es un oficio para solitarios, todo se hace en solitario: en el archivo no hay nadie, solo uno y los muertos que le hablan.
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Creo, en verdad, que ese es el elemento principal que diferencia a un historiador (un historiador en ciernes, pero al fin historiador), de los boquiflojos y cerebrotrancos que se ostentan como historiadores sin haber jamás conocido la historia viva, la que da la carga de los documentos, de los periódicos, de las historias orales. Los madrazos y el fogueo constante que he recibido a lo largo de dos años de archivo (el trabajo de archivo de la tesis doctoral que escribo comenzó en agosto de 2011) de horas obsesivas en busca del dato en distintos repositorios (los de Mérida y los del DF), el aprender a paleografiar sin haber tomado siquiera un sólo curso de paleografía (el ojo se adapta, la mirada historiográfica se acrecienta), el olfato y la soledad tumultuaria de los archivos, las famosísimas horas nalga frente a los documentos en bruto, las pesquizas, los indicios que se recolectan, eso, y más, eso es lo que en verdad hace a uno historiador, lo que da sustento y valor al hecho de decir, al hecho de proferir, convencido: "Si, soy historiador". Eso, y no las diversas teorías (de Rank hasta la nueva historia, pasando por los manuales de González, de Carr, de Tenorio Trillo, de Burke) que refuerzan la mirada historiográfica, es lo que sustenta mi dicho al decir, nuevamente: "Si, soy historiador".

viernes, 5 de julio de 2013

UN PUÑADO DE VALIENTES: EL ATAQUE A PETO EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1854

El espíritu militarista de un pueblo que nunca fue tomado después de su "reconquista", en noviembre de 1848, de las manos de las huestes de los mayas rebeldes, (ya sea porque más de una generación de petuleños, desde el mismo noviembre de 1848, se prepararía para la guerra desde los 12 años, o porque la Virgen de la estrella los impulsaba, según la memoria oral de los mayores del pueblo, a defender con tenacidad suicida al pueblo convertido en el "dique" o "la llave" de los pueblos hacia Mérida) se comprueba en estos dos extractos de noticias de septiembre de 1854 que inserto a continuación.
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El Regenerador, periódico oficial yucateco, 15 de septiembre de 1854, informa sobre el infructuoso ataque a Peto el 6 de septiembre de ese año, por parte de las tropas de los rebeldes del oriente:
Vemos ante todo que, si bien la villa de Peto sufrió mucho de los bárbaros de cuya ferocidad no pudo ser defendida en toda su extensión por la escasa tropa que la guarnecía, aquellas infames hordas que la atacaron con harto arrojo y obstinación, al fin fueron rechazadas por el heróico valor de los nuestros; fueron vencidas y derrotadas, en una palabra; pues vencidas y derrotadas deben considerarse á esas feroces bandas de asesinos y salvajes, siendo así que abandonaron la empresa llevándose mal heridos á sus jefes principales, y dejando armas y cadáveres en el terreno de la lucha. De manera que si como apenas había la tropa necesaria para cubrir el punto, la hubiera habido también suficiente para una vigorosa salida, la dispersión de los derrotados hubiera sido la más completa, y nuestra victoria la más útil a la patria. Se ve también, por la comunicación de la vigilante y activa prefectura de Izamal, que las hordas que avanzan saqueando á los pueblos del interior, son esos mismos indios derrotados que no pudiendo apoderarse de Peto, invaden á las poblaciones indefensas; y que, por consiguiente, lo que más conviene ahora es salirles al encuentro, para atajar sus depredaciones horribles con que al paso que se alientan y se rehacen para mayores empresas, disminuyen nuestros recursos aumentando, sobretodo, el terror de los pueblos.
El mismo periódico El Regenerador, del 18 de septiembre de 1854, informaba:
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Aterrarse en el momento del peligro y, pasado éste, entregarse de nuevo á la confianza, como si el peligro no pudiese volver; he aquí la conducta de una gran parte de los hombres de nuestro país.
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Hace como ocho días que con la noticia de la invasión de Peto por los bárbaros, todos aquellos se sobrecogieron de espanto y hasta murmuraron extrañando que los indios tomasen una ofensiva tan audaz sobre nosotros, que salvando la línea del Sur, atacasen un punto tan importante y que hace dos o tres años estaba seguro de no ser asaltado por las hordas salvajes, dispersas entonces y derrotadas hasta el interior de sus bosques y desiertos [...] El terror subió de punto cuando se supo que los enemigos después de un obstinado combate en Peto, cargaron sobre otros pueblos incapaces de defensa y en donde, por consiguiente, las hordas bárbaras ejecutaron saqueos, homicidios y se llevaron familias cuyo cautiverio nos hace presumir los más horribles crímenes cometidos en esas infelicísimas familias.
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Los bárbaros habían formado un gran plan para nuestra ruina y que hubieran llevado á cabo sin su derrota [el 6 de septiembre de 1854] en Peto, por lo que los heróicos defensores de esta villa se han hecho dignos del general y profundo reconocimiento de sus conciudadanos. Pero vencidos los indios en dicho punto, se echaron, como dijimos, sobre otros pueblos indefensos para no perder del todo el golpe preparado. Cargados de botín se han vuelto tal vez a sus guaridas.

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