“La lógica de éste sistema es de una simplicidad brutal: esta ley determina una acumulación de miseria proporcional a la acumulación de capital; lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, acumulación de pobreza, tormentos de trabajo, despotismo, ignorancia y degradación moral”.
José Revueltas
Yazmín Rodríguez, corresponsal de El Universal en Yucatán, intituló un artículo publicado para ese diario el 30 de junio de 2007[1], de la siguiente forma:
“Nuestro lujo, comer frijol con puerco una vez al mes”.
El artículo, cuya extensión no pasa de media cuartilla, nos advertía de las peripecias cotidianas que tienen que sufrir innumerables familias pobres de la península, como la familia de don Felipe González Tut, vecino de Chablecal y ex cortador de pencas de henequén en los años sesenta, que con mil 500 pesos del Seguro Social hacia malabares para de comer a su esposa y a su hija menor en todo un mes. ¿Me pregunto cómo la estará pasando don Felipe González en estos tiempos tan caníbales de crisis económica -y de crisis política y social, axiológica, que no se olvide-, en donde la imbécil ineficiencia administrativa de la derecha que nos mal gobierna (PRI y PAN, la camiseta es lo de menos), las estolideces de la izquierda caudillista que no entiende de humanas razones, más las intenciones maquiavélicas de los Gamboa Patrón pronosticando “carro completo” para el PRI peninsular en este año electoral, se entrelazan con la subida al empíreo de la canasta básica, las gruesas quiebras inenarrables de la justicia social (¿a quién le importa esa utopía cuando todos ya son darwinistas sociales?), la muerte cronicada del campo yucateco y el escupitajo a la dignidad de la etnia maya por los poderosos de siempre (los blancos y los blanqueados de la casta política y sus achinchicles lustrabotas)?
En ese mismo diario, de igual fecha 30 de julio de 2007 de artículo anexo al de don Felipe, Yazmín Rodríguez señalaba que Yucatán había ascendido del cuarto lugar al noveno en los índices de pobreza, no obstante que los índices de marginación social, desnutrición infantil y pobreza extrema seguían siendo de los más altos en el país. Recién en 2008 nos enteramos de que seguíamos en la misma cuarta posición famélica. En ese año tuvimos los yucatecos el honor de contar con un municipio motejado como el “África yucateca”. Novena o cuarta posición del círculo dantesco de la pobreza, lo cierto es que hay que destacar, aunque nos duela, el dato que nos remite la realidad: la lancinante certeza de que en el área rural de Yucatán, compuesta por campesinos mayas, se presenta, donde se mire, el “espectáculo de la miseria”, como se refería el barón Humbbold del México de 1808: seguimos no en las mismas sino en las miasmas de lo peor, ya que las políticas neoliberales de descuartizamiento al campo iniciadas desde 1982 y agudizadas con la pulverización jurídica del ejido mexicano efectuado por Salinas de Gortari en el año del genocidio amerindio, año fatídico de 1992, han hecho que el campesinado yucateco (es decir, la etnia maya yucateca), como casi todo el Sur mexicano rural, se vea obligado a dejar forzosamente una relación familiar cuasi-sagrada con la tierra de sus ancestros, para ir en busca del sustento familiar a tierras extrañas, tierras de la zona Norte de Quintana Roo, empanzonar los cordones de pobreza de Mérida, o cruzar, con temor a las persecuciones punitivas de los racistas minutemans, la frontera de la tortilla en busca de un sueño americano que casi siempre se convierte en sueño de lejanía, sueño que, con la recesión económica en que actualmente se encuentra el país de la democracia y Abu Gharaib, esperemos que no se convierta en una pesadilla no sólo para los mojados sino para la economía mexicana que depende en demasía de la gringa. Mientras tanto, en Peto esta situación de pobreza extrema se puede constatar no sólo en sus comisarías más apartadas (en donde carencias básicas como el derecho a la información, la salud, la alimentación y la educación han sido escasamente combatidas por todos los gobiernos saqueadores de las distintas derechas que nos han mal gobernado); y la pobreza extrema se cierne como devoradores buitres sobre ellos, de ahí que esos pueblos no sepan deslindar los colores del PRI de los colores del gobierno: un bastión seguro del voto verde en donde los caciques imbéciles del PRI local se ceban con la pobreza), sino también en las goteras de la Villa donde abundan familias que pueden suscribir lo que dijera Yazmín en su título: siendo el frijo kabax y las escasas tortillas el alimento diario de los petuleños más pobres, el puerco sólo se degusta para una fiesta, un santo o cuando hay pagos del Procampo (y a veces ni eso, con las innumerables cantinas que abundan como la peste en la población, pues si el padre de familia decide dilapidar sus escasos centavos en una de ellas, el puerco no aparecerá en la mesa, quedándose el frijol otra vez solitario en las panzas hambrientas de sus vástagos. Señalemos que el impedimento para laboral cuando hay pago de Procampo, generalmente es desacatado por los cantineros, y ya no se diga de los innumerables clandestinos: siendo Peto un pueblo “chelero”, se busca y se localiza el alcohol hasta en las piedras del camino si de embriagarse se trata).
Aunque a muchos niños se les reparte leche diconsa, sus madres prefieren venderlo para tener un dinero extra, y con esto podría decirse que los niños de las afueras de la cabecera petuleña no saben qué es la leche. La desnutrición no se ciñe a los infantes, también abarca a adolescentes y adultos.
Yucatán, según distintos censos (INEGI, ONU, activistas de derechos humanos, ONGS e investigadores sociales por cuenta propia como el trabajo efectuado por la catedrática de la Uqroo, Maribel Lozano Cortés, en el sur de Yucatán - Tzucacab, Chacksinquín- ) se considera una zona marginal, altamente marginal de la República Mexicana: la pobreza es galopante, el hambre y la desnutrición ronda a los condenados de esta tierra: los grupos indígenas, mujeres, hombres, niños, viejos, la edad no cuenta si de tristezas del hambre se refiere.
Yazmín Rodríguez, corresponsal de El Universal en Yucatán, intituló un artículo publicado para ese diario el 30 de junio de 2007[1], de la siguiente forma:
“Nuestro lujo, comer frijol con puerco una vez al mes”.
El artículo, cuya extensión no pasa de media cuartilla, nos advertía de las peripecias cotidianas que tienen que sufrir innumerables familias pobres de la península, como la familia de don Felipe González Tut, vecino de Chablecal y ex cortador de pencas de henequén en los años sesenta, que con mil 500 pesos del Seguro Social hacia malabares para de comer a su esposa y a su hija menor en todo un mes. ¿Me pregunto cómo la estará pasando don Felipe González en estos tiempos tan caníbales de crisis económica -y de crisis política y social, axiológica, que no se olvide-, en donde la imbécil ineficiencia administrativa de la derecha que nos mal gobierna (PRI y PAN, la camiseta es lo de menos), las estolideces de la izquierda caudillista que no entiende de humanas razones, más las intenciones maquiavélicas de los Gamboa Patrón pronosticando “carro completo” para el PRI peninsular en este año electoral, se entrelazan con la subida al empíreo de la canasta básica, las gruesas quiebras inenarrables de la justicia social (¿a quién le importa esa utopía cuando todos ya son darwinistas sociales?), la muerte cronicada del campo yucateco y el escupitajo a la dignidad de la etnia maya por los poderosos de siempre (los blancos y los blanqueados de la casta política y sus achinchicles lustrabotas)?
En ese mismo diario, de igual fecha 30 de julio de 2007 de artículo anexo al de don Felipe, Yazmín Rodríguez señalaba que Yucatán había ascendido del cuarto lugar al noveno en los índices de pobreza, no obstante que los índices de marginación social, desnutrición infantil y pobreza extrema seguían siendo de los más altos en el país. Recién en 2008 nos enteramos de que seguíamos en la misma cuarta posición famélica. En ese año tuvimos los yucatecos el honor de contar con un municipio motejado como el “África yucateca”. Novena o cuarta posición del círculo dantesco de la pobreza, lo cierto es que hay que destacar, aunque nos duela, el dato que nos remite la realidad: la lancinante certeza de que en el área rural de Yucatán, compuesta por campesinos mayas, se presenta, donde se mire, el “espectáculo de la miseria”, como se refería el barón Humbbold del México de 1808: seguimos no en las mismas sino en las miasmas de lo peor, ya que las políticas neoliberales de descuartizamiento al campo iniciadas desde 1982 y agudizadas con la pulverización jurídica del ejido mexicano efectuado por Salinas de Gortari en el año del genocidio amerindio, año fatídico de 1992, han hecho que el campesinado yucateco (es decir, la etnia maya yucateca), como casi todo el Sur mexicano rural, se vea obligado a dejar forzosamente una relación familiar cuasi-sagrada con la tierra de sus ancestros, para ir en busca del sustento familiar a tierras extrañas, tierras de la zona Norte de Quintana Roo, empanzonar los cordones de pobreza de Mérida, o cruzar, con temor a las persecuciones punitivas de los racistas minutemans, la frontera de la tortilla en busca de un sueño americano que casi siempre se convierte en sueño de lejanía, sueño que, con la recesión económica en que actualmente se encuentra el país de la democracia y Abu Gharaib, esperemos que no se convierta en una pesadilla no sólo para los mojados sino para la economía mexicana que depende en demasía de la gringa. Mientras tanto, en Peto esta situación de pobreza extrema se puede constatar no sólo en sus comisarías más apartadas (en donde carencias básicas como el derecho a la información, la salud, la alimentación y la educación han sido escasamente combatidas por todos los gobiernos saqueadores de las distintas derechas que nos han mal gobernado); y la pobreza extrema se cierne como devoradores buitres sobre ellos, de ahí que esos pueblos no sepan deslindar los colores del PRI de los colores del gobierno: un bastión seguro del voto verde en donde los caciques imbéciles del PRI local se ceban con la pobreza), sino también en las goteras de la Villa donde abundan familias que pueden suscribir lo que dijera Yazmín en su título: siendo el frijo kabax y las escasas tortillas el alimento diario de los petuleños más pobres, el puerco sólo se degusta para una fiesta, un santo o cuando hay pagos del Procampo (y a veces ni eso, con las innumerables cantinas que abundan como la peste en la población, pues si el padre de familia decide dilapidar sus escasos centavos en una de ellas, el puerco no aparecerá en la mesa, quedándose el frijol otra vez solitario en las panzas hambrientas de sus vástagos. Señalemos que el impedimento para laboral cuando hay pago de Procampo, generalmente es desacatado por los cantineros, y ya no se diga de los innumerables clandestinos: siendo Peto un pueblo “chelero”, se busca y se localiza el alcohol hasta en las piedras del camino si de embriagarse se trata).
Aunque a muchos niños se les reparte leche diconsa, sus madres prefieren venderlo para tener un dinero extra, y con esto podría decirse que los niños de las afueras de la cabecera petuleña no saben qué es la leche. La desnutrición no se ciñe a los infantes, también abarca a adolescentes y adultos.
Yucatán, según distintos censos (INEGI, ONU, activistas de derechos humanos, ONGS e investigadores sociales por cuenta propia como el trabajo efectuado por la catedrática de la Uqroo, Maribel Lozano Cortés, en el sur de Yucatán - Tzucacab, Chacksinquín- ) se considera una zona marginal, altamente marginal de la República Mexicana: la pobreza es galopante, el hambre y la desnutrición ronda a los condenados de esta tierra: los grupos indígenas, mujeres, hombres, niños, viejos, la edad no cuenta si de tristezas del hambre se refiere.
En días pasados, el campesino Pedro Chel Chi, citricultor de la unidad de riego "Pailuch" del municipio petuleño, señalaba que, a causa de la intensa sequía, ya comenzaban a tener problemas en sus producciones, pues la bomba de agua hace más de cinco años que se les quemó, y de esa fecha hasta el presente, no les han hecho caso a sus peticiones de ayuda. Desesperanzado pero lúcido, Chel Chi decía:
"Los políticos se quedan con todos los apoyos que se mandan y por eso no llega nada a nosotros”.
No me toca juzgar a mi sino a ustedes las palabras de fuego de Chel Chi, similares pero más sencillas que las que escribió el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro Las venas abiertas de América Latina: "Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes -dominantes hacia dentro, dominados desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias".
El caldo de cultivo de todas las transformaciones sociales -no quiero invocar a la palabra revolución-, si preguntamos a los libros de historia, nos dirán que ha sido y es la injusticia de las mayorías, la lancinante pobreza de los "pies de la república". El mismo Eduardo Galeano, unas cuantas líneas más adelante de las señaladas, se preguntaba: "¿Tenemos todo prohibido, salvo cruzarnos de brazos?", y se respondía: "La pobreza no está escrito en los astros; el subdesarrollo no es el fruto de un oscuro designio de Dios. Corren años de revolución, tiempos de redención. Las clases dominantes ponen las barbas en remojo, y a la vez anuncian el infierno para todos...Los fantasmas de todas las revoluciones estranguladas o traicionadas a lo largo de la torturada historia latinoamericana se asoman en las nuevas experiencias, así como los tiempos presentes habían sido presentidos y engendrados por las contradicciones del pasado. La historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás: por lo que fue, y contra lo que fue, anuncia lo que será...
[1] Ver: http://www.eluniversal.com.mx/primera/29342.html
[1] Ver: http://www.eluniversal.com.mx/primera/29342.html
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