Basura leninista, trotskista, maoísta, sandinista, fidelista, y ahora chavista, aves de todos los rumbos de la izquierda hemos sido alguna vez para sentirnos progres. Antes, reaccionario, decirle reaccionario a alguien, era catalogarlo como demócrata en vez de guerrillero, defensor de la libre empresa en vez de seguidor de las pautas económicas propuestas por Keynes o Robinson, práctico realista y poco entusiasta de las utopías absolutas ofrecedoras del reino de Dios en la tierra pero sin Dios, lector de “Vuelta” en vez de “Siempre”, mucho más fanático de los ensayos de política de Octavio Paz que de Eduardo Galeano, crítico de Castro y sus adláteres, más cerca de Washington que de Moscú, o, para acabarla, tentado por el bicho de la comodidad contra la incomodidad connatural de los obreros y el campesinado. Los auto denominados progres, a priori descartaban el raciocinio a los lectores Popperianos: “La derecha no necesita ideas, no le interesa discutir su proceder político”, afirmaba, eufórico, el autor de Terra Nostra (bien mirado, Carlos Fuentes es más derechista ahora que la jibia Monsiváis, ¿será por su chochez?).
Cuestiono: ¿qué se entiende por ser de derechas o de izquierdas? La díada derecha-izquierda, señala el maestro Bobbio, hoy más que nunca, con las crisis de las ideologías en esta "sociedad del espectáculo", se hace necesario reestructurarlas, re-teorizarlas y re-ejemplificarlas nuevamente. Porque, como bien escribe Bobbio en su introducción a la segunda edición de su libro “Derecha e izquierda”: “Ningún izquierdista puede negarse a admitir que la izquierda de hoy ya no es la de ayer”. Hoy, cuando el neblumo de las ideologías totalitarias, mas el cáncer de vista de sus efectos se han disipado –y espero que para siempre, cayéndose el muro de Berlín y con él los prejuicios de sociedades perfectas, que es distinto a la reforma social–, nos preguntamos: ¿Cuál de esos dos bandos irreconciliables en realidad fue el verdadero reaccionario? La respuesta es difícil y compleja: tanto los seguidores acríticos de las propuestas macroeconómicas del FMI y del Banco Mundial de comercio, los agitadores de la plebe denominados demagogos y populistas -Chavez subido en la cresta de su verborrea vacía-, los terroristas de ambos extremos, los etnicistas esencialistas, la mano que no es invisible de la economía (¡velay, señores, detenidamente unos momentos y comprobaréis las garras de los intereses financieros!), los viejos foquistas guevarianos, los loadores de las sociedades cerradas, los nauseabundos existencialistas subtropicales, los secuestradores de la Revolución y los creadores de ella; y, sobre todo, para el instante en que esto escribo, fanático, reaccionario e imbécil es el que aún se atreve a defender y hacerle el ditirambo al decrépito dictador asesino de Cuba que gobierna tras la silla en que asienta sus fofas fosaderas su alcohólico hermano. Alguien que tenga el mínimo de cordura y actitud ética, jamás soportaría a los hermanos Castro. A esos chochos simios ya nada se les cree, ni la muerte...
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