domingo, 3 de marzo de 2013

DESDE LAS ALTURAS DE ESTA IGLESIA, VI LO QUE QUISE VER

Arriba de esta iglesia vio don Eulogio Rosado lo que quiso ver: arder no Troya sino Dzonotchel y Progreso Nohcacab a principios de 1848, pensando que ya había cogido a los "bárbaros". Dice Baqueiro, que mientras las tropas yucatecas se batían en retirada desde los eriales de "Progresito", perseguidos por un mar de bravos orientales:
"En Peto, mientras esto sucedía, reinaba la más viva sensación. Las gentes de la villa, coronando las alturas de la iglesia, contemplaban desde ella el humo del combate, y escuchaban las descargas de fusilería, alternadas con el estampido del cañón. D. Eulogio Rosado, lleno de regocijo, estrujábase las manos y exclamaba, 'hasta que los cogí...'"
Horas más tarde se sabría que la derrota era inminente, y que desde el centro mismo de la villa se trabajaba para el vencimiento de las huestes de Pat. El pozo que abastecía a las tropas, fue cegado, y esto fue el momento climático para que don Rosado decidiera evacuar, ya que se encontraba entre traidores petuleños que creían que el levantamiento de los rebeldes se debía a simples pugnas partidistas. El 6 de febrero se desocuparía esta villa que sería denominada en 1855 por los propietarios de las fincas que en 1848 no fueron prendidas, como "la llave del país"; y el ejército suriano comandado por Pat entraría a la villa desde la antigua calle que va al hoy desértico punto de Xcanteil...En su peregrinar hacia Tekax, los blancos de la villa parecían un "conjunto heterogéneo, un campo de Agramante, donde nadie se podía entender". Dice el historiador Baqueiro sobre esto:
Todo formaba en aquel instante un conjunto heterogéneo, un campó de Agramante, donde nadie se podía entender. La artillería, la infantería, la ambulancia, los carros de parque, los heridos de Dzonotchel cargados en camillas, los ancianos que se lamentaban, los niños que lloraban, las mujeres que buscaban y abrazaban a sus hijos, todos reunidos, todos agrupados junto a la fuerza que debía salir, tal era el cuadro que se presentaba ante los ojos en los momentos de la desocupación. Desde las once de la noche, hasta las seis de la mañana del día siguiente, no había avanzado la multitud inmensa más que un cuarto de legua desde Peto hasta una pequeña hacienda llamada Aranjuez...
Ese mismo año, para noviembre, todos los ejercitos yucatecos darían la guerra a muerte para recuperar la villa, y de hecho, no tuvieron problemas en recuperar a ese punto estratégico de la Península. Pero Peto entraría, desde entonces, a un periodo oscuro donde la consigna era la alerta ante el "bárbaro" merodeador...

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