Una pregunta para empezar la discusión: ¿a cuánto asciende el número de bajas ocasionadas por la guerra que libra el gobierno de Fecal, el general de cinco estrellas, en este año moridor que da sus estertores finales como las hebras últimas de mi enésimo cigarro? ¿Cinco mil, seis mil, ocho mil? El 2 de diciembre pasado, Eduardo Medina Mora, el gánster principal de la PGR, daba a conocer que en este año desgarradamente violento (económica, social y políticamente hablando) para este proyecto de país que apenas van mal construyendo las élites extranjerizantes –y eso que ya frisamos 200 años de dizque ser independientes-, se habían cometido 5 mil 376 ejecuciones ligadas al crimen organizado, y estimaciones del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) indican que el 2008 terminará con alrededor de 10 mil 700 homicidios dolosos, cifras que significan que uno de cada dos asesinatos cometidos en todo el país están involucrados con el narcotráfico.
Tener o no el dato exacto del número de veladoras que se han prendido para el eterno descanso de las ánimas de los difuntos, es lo de menos cuando se lee la crónica diaria de las muertes inútiles, muertes violentas de los individuos que conforman la carne de cañón de este círculo vicioso de crimen y corrupción gubernamental, en el que la tropa, el pueblo raso y los sicarios de medio pelo aparecen inertes en calles narcas, plazas narcas, basurales convertidos en narcofosas a la intemperie en las goteras de los pueblos narcos, en medio del desierto o la selva narca; embolsados o con el tiro de gracia en los parietales, torturados, lechados, metidos a la “pozolada”, o, en la forma más reciente de escarmentar al enemigo, decapitados en caliente como para señalar con este exceso la agudización de la violencia en el país de la violencia narca. Colombia es una niña al lado nuestro.
Ya hasta chulas reinas de belleza, dueñas de caderas literalmente homicidas, circulan por estas historias fantásticas de crimen y narcocorridos tigrescos, haciéndole compañía a periodistas silenciados con plomo o dinero, políticos de alto nivel y sin madre de ética compadreando con los más macizos para el trasiego de la droga, monseñores diciendo “chess” para el ojo de la Leica y bendiciendo Cessnas y acerados cuernos de chivo, secretarios de gobernación y ex directores de la Siedo muriendo por una extraña turbulencia.
¿A cuánto asciende el terror en esta guerra que mal juega el gobierno del generalito Calderón? En Creel, pueblo turístico del estado de Chihuahua, un bebé y doce adultos, una familia completa de inocentes sin nexo alguno con el narco o el gobierno, fueron acribillados con proyectiles capaces de agujerear blindados. 170 balazos tachonaron paredes, techo y suelo. La sangre corrió a raudales junto con las vidas apuradas por las ráfagas quemantes salidas de los cuernos de chivo. Extrañamente ningún uniformado se encontraba cerca del lugar al momento del multicrimen. ¿El delito de las víctimas? Cruzarse en el camino de dos jóvenes sicarios en fuga cuando miembros de un cartel rival les daba alcance. En Tijuana, a finales de noviembre pasado, 23 personas fueron ejecutadas en menos de 14 horas, y eso que el gobierno federal presume el desmembramiento total del cartel de Tijuana con la captura del “Doctor” Arellano Félix.
También los 12 descabezados de Chichí Suárez y Buctzotz del 28 de agosto pasado, metió de lleno a Yucatán, de talante pacífico y trovadoresco, a las riñas de los grupos delincuenciales (cartel del Golfo y de los de Sinaloa) por la titularidad de plazas, ciudades, poblaciones y políticos. Hasta ahora, 30 de diciembre de 2008 en que garrapateo estas hojas, no hay ni rastros de la docena de dichas cabezas, y es posible que ni aparezcan. ¿Ha cumplido los perentorios compromisos Saidén Ojeda que le recordó la leyenda rubricada en una cartulina a un lado del cuerpo acéfalo de Buctzotz?, ¿de qué compromisos estamos hablando?, ¿de escolta y seguridad, de purgar selectivamente la plaza yucateca?, ¿es la dzemuleña nuestra “Reina del Golfo” con el perfil griego más exótico del sur?, ¿de donde provinieron las carretadas de dinero para hacer crecer como tsunami la “ola roja” de 2007?
Muertos y muertos bordean y cosen el horizonte mexicano. La guerra del cacaseno Bush en Irak y Afganistán, en más de cinco años no rebasa el sangriento dígito de la guerra interna del michoacano que llegó a la silla no por los poderes del 39 constitucional, sino por los poderes fácticos de la élite oligarca. Las voces lúcidas del mundo exigen la presencia de Bush en el Tribunal Internacional de La Haya para ser procesado por crímenes contra la humanidad (genocidio), ¿y por qué no pedir lo mismo para el michoacano con sus más de 10 mil muertos en este matadero humano que fue 2008?
¿Pedimos administrar la violencia?, ¿la consertacesión con los “enemigos de la nación”’? (¿a quiénes se refieren cuando se cita la frase “enemigos de la nación”, a los narcos o a los que les solapan el changarro, me refiero a los Gamboa Patrón, a los Beltrones y anexas bestias de cuello blanco y conciencia de humo?), ¿pactar con los Beltrán Leyva y poner a testaferros de ellos en la Siedo, la Interpol o la secretaría de Seguridad Pública? ¡Claro que no!
Lo más acertado es pedir la pena de muerte a los Gamboa Patrón, a los Beltrones y anexas bestias de cuello blanco y conciencia de humo, pero pecaríamos de ingenuos. Es preferible una mayor participación –en paridad de circunstancias- con Estados Unidos en el tema de las drogas (eso les incumbe), crear empleos con subida real de los sueldos, leyes de transparencia que no se opaquen por la desidia burocrática, educación gratuita hasta postgrados, incentivación del campo mexicano, legalización de las drogas, purificación a fondo del sistema de partidos (actualmente meras empresas de familia y bolsas de trabajo para los inútiles con retórica afinada), mayor cobertura social para las clases menesterosas, y, lo más importante, la no dilapidación de los pocos recursos en estos tiempos de crisis económica mundial. En una palabra: unificación tanto interna como regional.
Es un error seguir contando el número de estrellas de la bandera yanqui izada a media asta por la receseción económica salida de sus entrañas. Error mayor el no mirar abajo del Usumacinta.
Tener o no el dato exacto del número de veladoras que se han prendido para el eterno descanso de las ánimas de los difuntos, es lo de menos cuando se lee la crónica diaria de las muertes inútiles, muertes violentas de los individuos que conforman la carne de cañón de este círculo vicioso de crimen y corrupción gubernamental, en el que la tropa, el pueblo raso y los sicarios de medio pelo aparecen inertes en calles narcas, plazas narcas, basurales convertidos en narcofosas a la intemperie en las goteras de los pueblos narcos, en medio del desierto o la selva narca; embolsados o con el tiro de gracia en los parietales, torturados, lechados, metidos a la “pozolada”, o, en la forma más reciente de escarmentar al enemigo, decapitados en caliente como para señalar con este exceso la agudización de la violencia en el país de la violencia narca. Colombia es una niña al lado nuestro.
Ya hasta chulas reinas de belleza, dueñas de caderas literalmente homicidas, circulan por estas historias fantásticas de crimen y narcocorridos tigrescos, haciéndole compañía a periodistas silenciados con plomo o dinero, políticos de alto nivel y sin madre de ética compadreando con los más macizos para el trasiego de la droga, monseñores diciendo “chess” para el ojo de la Leica y bendiciendo Cessnas y acerados cuernos de chivo, secretarios de gobernación y ex directores de la Siedo muriendo por una extraña turbulencia.
¿A cuánto asciende el terror en esta guerra que mal juega el gobierno del generalito Calderón? En Creel, pueblo turístico del estado de Chihuahua, un bebé y doce adultos, una familia completa de inocentes sin nexo alguno con el narco o el gobierno, fueron acribillados con proyectiles capaces de agujerear blindados. 170 balazos tachonaron paredes, techo y suelo. La sangre corrió a raudales junto con las vidas apuradas por las ráfagas quemantes salidas de los cuernos de chivo. Extrañamente ningún uniformado se encontraba cerca del lugar al momento del multicrimen. ¿El delito de las víctimas? Cruzarse en el camino de dos jóvenes sicarios en fuga cuando miembros de un cartel rival les daba alcance. En Tijuana, a finales de noviembre pasado, 23 personas fueron ejecutadas en menos de 14 horas, y eso que el gobierno federal presume el desmembramiento total del cartel de Tijuana con la captura del “Doctor” Arellano Félix.
También los 12 descabezados de Chichí Suárez y Buctzotz del 28 de agosto pasado, metió de lleno a Yucatán, de talante pacífico y trovadoresco, a las riñas de los grupos delincuenciales (cartel del Golfo y de los de Sinaloa) por la titularidad de plazas, ciudades, poblaciones y políticos. Hasta ahora, 30 de diciembre de 2008 en que garrapateo estas hojas, no hay ni rastros de la docena de dichas cabezas, y es posible que ni aparezcan. ¿Ha cumplido los perentorios compromisos Saidén Ojeda que le recordó la leyenda rubricada en una cartulina a un lado del cuerpo acéfalo de Buctzotz?, ¿de qué compromisos estamos hablando?, ¿de escolta y seguridad, de purgar selectivamente la plaza yucateca?, ¿es la dzemuleña nuestra “Reina del Golfo” con el perfil griego más exótico del sur?, ¿de donde provinieron las carretadas de dinero para hacer crecer como tsunami la “ola roja” de 2007?
Muertos y muertos bordean y cosen el horizonte mexicano. La guerra del cacaseno Bush en Irak y Afganistán, en más de cinco años no rebasa el sangriento dígito de la guerra interna del michoacano que llegó a la silla no por los poderes del 39 constitucional, sino por los poderes fácticos de la élite oligarca. Las voces lúcidas del mundo exigen la presencia de Bush en el Tribunal Internacional de La Haya para ser procesado por crímenes contra la humanidad (genocidio), ¿y por qué no pedir lo mismo para el michoacano con sus más de 10 mil muertos en este matadero humano que fue 2008?
¿Pedimos administrar la violencia?, ¿la consertacesión con los “enemigos de la nación”’? (¿a quiénes se refieren cuando se cita la frase “enemigos de la nación”, a los narcos o a los que les solapan el changarro, me refiero a los Gamboa Patrón, a los Beltrones y anexas bestias de cuello blanco y conciencia de humo?), ¿pactar con los Beltrán Leyva y poner a testaferros de ellos en la Siedo, la Interpol o la secretaría de Seguridad Pública? ¡Claro que no!
Lo más acertado es pedir la pena de muerte a los Gamboa Patrón, a los Beltrones y anexas bestias de cuello blanco y conciencia de humo, pero pecaríamos de ingenuos. Es preferible una mayor participación –en paridad de circunstancias- con Estados Unidos en el tema de las drogas (eso les incumbe), crear empleos con subida real de los sueldos, leyes de transparencia que no se opaquen por la desidia burocrática, educación gratuita hasta postgrados, incentivación del campo mexicano, legalización de las drogas, purificación a fondo del sistema de partidos (actualmente meras empresas de familia y bolsas de trabajo para los inútiles con retórica afinada), mayor cobertura social para las clases menesterosas, y, lo más importante, la no dilapidación de los pocos recursos en estos tiempos de crisis económica mundial. En una palabra: unificación tanto interna como regional.
Es un error seguir contando el número de estrellas de la bandera yanqui izada a media asta por la receseción económica salida de sus entrañas. Error mayor el no mirar abajo del Usumacinta.
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