En Ciudad Juárez, Chihuahua, la violencia es el pan de cada día. Mendrugo que, no obstante su condición indigerible, se tiene que masticar a la fuerza cuando se leen los diarios o se sale a las calles para toparse con siluetas humanas marcadas con tiza en las banquetas, calles y camellones de la localidad que sintetiza como nadie la devastación que el narco ha producido al gobierno Calderonista. En 2008, hubo allí 1,600 ejecutados. Difuminado el control estatal en Ciudad Juárez, ha corrido entre periodistas de allá un correo electrónico de un grupo paramilitar auto nombrado como “Comando Ciudadano por Juárez” que, “cansados desde hace años del nivel de impunidad”, decidieron fundar dicha organización paramilitar, “la cual intentará terminar, en primera instancia, con los criminales que han provocado el terror a los residentes de esta frontera”. “Patria y justicia, por una nación para todos”, es su lema de guerra y su misión es terminar cada 24 horas con la vida de un criminal. No hay pierde[1].
En el antiguo Paso del Norte, las “Muertas de Juárez” (nuestra vergüenza nacional) aparecidas en el desierto, a casi dos décadas de ignominia por la irresolución de la mayoría de los feminicidios, no obstante Fiscalías especializadas en la materia, nos recuerdan el dictum de Octavio Paz sobre la mínima valía que el macho mexicano, ese “Gran Chingón”, “engendro de la violación”, o la violencia, guarda con sus mujeres y con la población mexicana, todas hijas de la “Chingada” Nación mexicana.
El Gran Chingón que se prende con campañas políticas o campañas de ajustes de cuentas. El Gran Chingón adicto a escuchar corridos perrones o música de cámara exquisita. El Gran Chingón que truena economías nacionales a base de extranjeras heroínas neoliberales; o bien, despieza escuálidos ejércitos con sus calcinantes “matapolicías” y sus bazukas antitanques, y se da la impertinencia de poner en focos rojos al Pentágono cuando se demuestra el “colapso rápido y repentino” del Estado mexicano producido por esta doble personalidad narco-política de estos sobrados hijos de la Chingada: mujer esta última que, según Paz, es la
En el antiguo Paso del Norte, las “Muertas de Juárez” (nuestra vergüenza nacional) aparecidas en el desierto, a casi dos décadas de ignominia por la irresolución de la mayoría de los feminicidios, no obstante Fiscalías especializadas en la materia, nos recuerdan el dictum de Octavio Paz sobre la mínima valía que el macho mexicano, ese “Gran Chingón”, “engendro de la violación”, o la violencia, guarda con sus mujeres y con la población mexicana, todas hijas de la “Chingada” Nación mexicana.
El Gran Chingón que se prende con campañas políticas o campañas de ajustes de cuentas. El Gran Chingón adicto a escuchar corridos perrones o música de cámara exquisita. El Gran Chingón que truena economías nacionales a base de extranjeras heroínas neoliberales; o bien, despieza escuálidos ejércitos con sus calcinantes “matapolicías” y sus bazukas antitanques, y se da la impertinencia de poner en focos rojos al Pentágono cuando se demuestra el “colapso rápido y repentino” del Estado mexicano producido por esta doble personalidad narco-política de estos sobrados hijos de la Chingada: mujer esta última que, según Paz, es la
“… Madre abierta (léase nación mexicana), violada o burlada por la fuerza. El ‘hijo de la chingada’ (léase políticos y narcos) es el engendro de la violación, del rapto o de la burla…”
Han violado a la nación mexicana a más no poder, la han prostituido y degradado por un puñado de denarios millonarios que se reparten los Grandes Chingones nacionales y sus compadres los sátrapas extranjeros…
Nuestro proyecto de nación, a 15 minutos de los “Festejos del Bicentenario”, naufraga en el mar del desencanto: ¿De qué tenemos que festejar cuando la voz del soberano constitucional, es decir el pueblo, fue defenestrada por la élite televisiva-empresarial-extranjera en las elecciones del 2006? ¿De qué tenemos que festejar con una economía enana como la enana osatura del testaferro salinista Fecal? Hace 100 años, Díaz y sus Científicos llevaron la pachanga y los fastos del Centenario a proporciones desaforadas, para demostrar con ello la bonanza del feudal desarrollo producido por la Pax porfiriana a costa de la esclavitud de las mayorías. No sabían los muy “positivistas”, o los muy imbéciles, que el México bronco, ese México de los huarachudos y la leperada cobriza no invitada al sarao vip de la oligarquía, y representada por caudillos como Villa y Zapata, velaban armas y recordaban injusticias y desprecios desde sus desiertos y serranías.
Hoy no tenemos a un dictador en la silla pero sí a un personaje sospechoso de usurpar funciones, como lo fue en su momento el usurpador Huerta. El México neoliberal que representa el generalito que entró a San Lázaro por la puerta de atrás –es decir, ese México imaginario al extremo- naufraga entre las rispideces políticas de las izquierdas carnívoras y las derechas antropofágicas, y su naufragio se da en un mal momento cuando las metrallas del contrapoder estatal del narco hacen polvo la esmirriada cobertura policial, y la negra coyuntura del mercado gringo, al que dependemos como hongo a su arbolito, termina por encharcarnos el paquebote estatal. Las aguas del inminente naufragio entran a raudales por el estribor de la seguridad nacional (rebalsada por las aguas narco políticas), para unirse y mezclarse a babor con las aguas de la recesión económica internacional. Este irse a pique no ha pasado desapercibido en los monitores que se encuentran arriba del Bravo. En una nota publicada por La Jornada el día 16 de enero, el periodista David Brooks señalaba lo siguiente:
“Entre los peligros mundiales a futuro más preocupantes está el ‘colapso rápido y repentino de Pakistán y México’, advierte un informe elaborado por el Comando Conjunto de las Fuerzas de Estados Unidos, dedicado a ofrecer una visión de los problemas estratégicos en los próximos 25 años…” y que, en el caso mexicano, las estructuras administrativas y de gobierno (políticos, policías, el sistema judicial) “están todos bajo asalto y presionados de manera sostenidas por bandas criminales y cárteles de la droga”. El resultado de esta polución administrativa-delincuencial por el cual transcurre desventrado el gobierno fecalista, según el informe, y esto sí que causa amplio resquemor si se trae a mientes la negra jurisprudencia del país con el record de más intervenciones armadas que ha efectuado en su historia –cuando menos, en tres ocasiones México fue intervenido por los marines en el periodo 1910-1920- , “tendrá un impacto mayor sobre la estabilidad del Estado mexicano. Cualquier descenso de México al caos demandará una respuesta estadunidense basada únicamente en las serias implicaciones para la seguridad de la patria (de Estados Unidos)”[2].
Nuestro proyecto de nación, a 15 minutos de los “Festejos del Bicentenario”, naufraga en el mar del desencanto: ¿De qué tenemos que festejar cuando la voz del soberano constitucional, es decir el pueblo, fue defenestrada por la élite televisiva-empresarial-extranjera en las elecciones del 2006? ¿De qué tenemos que festejar con una economía enana como la enana osatura del testaferro salinista Fecal? Hace 100 años, Díaz y sus Científicos llevaron la pachanga y los fastos del Centenario a proporciones desaforadas, para demostrar con ello la bonanza del feudal desarrollo producido por la Pax porfiriana a costa de la esclavitud de las mayorías. No sabían los muy “positivistas”, o los muy imbéciles, que el México bronco, ese México de los huarachudos y la leperada cobriza no invitada al sarao vip de la oligarquía, y representada por caudillos como Villa y Zapata, velaban armas y recordaban injusticias y desprecios desde sus desiertos y serranías.
Hoy no tenemos a un dictador en la silla pero sí a un personaje sospechoso de usurpar funciones, como lo fue en su momento el usurpador Huerta. El México neoliberal que representa el generalito que entró a San Lázaro por la puerta de atrás –es decir, ese México imaginario al extremo- naufraga entre las rispideces políticas de las izquierdas carnívoras y las derechas antropofágicas, y su naufragio se da en un mal momento cuando las metrallas del contrapoder estatal del narco hacen polvo la esmirriada cobertura policial, y la negra coyuntura del mercado gringo, al que dependemos como hongo a su arbolito, termina por encharcarnos el paquebote estatal. Las aguas del inminente naufragio entran a raudales por el estribor de la seguridad nacional (rebalsada por las aguas narco políticas), para unirse y mezclarse a babor con las aguas de la recesión económica internacional. Este irse a pique no ha pasado desapercibido en los monitores que se encuentran arriba del Bravo. En una nota publicada por La Jornada el día 16 de enero, el periodista David Brooks señalaba lo siguiente:
“Entre los peligros mundiales a futuro más preocupantes está el ‘colapso rápido y repentino de Pakistán y México’, advierte un informe elaborado por el Comando Conjunto de las Fuerzas de Estados Unidos, dedicado a ofrecer una visión de los problemas estratégicos en los próximos 25 años…” y que, en el caso mexicano, las estructuras administrativas y de gobierno (políticos, policías, el sistema judicial) “están todos bajo asalto y presionados de manera sostenidas por bandas criminales y cárteles de la droga”. El resultado de esta polución administrativa-delincuencial por el cual transcurre desventrado el gobierno fecalista, según el informe, y esto sí que causa amplio resquemor si se trae a mientes la negra jurisprudencia del país con el record de más intervenciones armadas que ha efectuado en su historia –cuando menos, en tres ocasiones México fue intervenido por los marines en el periodo 1910-1920- , “tendrá un impacto mayor sobre la estabilidad del Estado mexicano. Cualquier descenso de México al caos demandará una respuesta estadunidense basada únicamente en las serias implicaciones para la seguridad de la patria (de Estados Unidos)”[2].
Susceptible como soy ante todo aviso “bondadoso” que llega allende el Río Bravo, la primera reacción al conocer dicho Informe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, cuando nos pronostica, en paridad del muy particular caso de Pakistán, el “colapso rápido y repentino” de México, y de esa posible “respuesta estadounidense” que se jacta de basarse “únicamente en las series implicaciones para la seguridad de la patria”, fue la idea de que los marines y el Complejo Petrolero Internacional nos quieren mandar, como siempre, derechito a la Chingada para disfrutar de la virginidad petrolera de nuestra patria:
“Es que no se trata de un himen solamente, se trata de la riqueza nacional”, pontifiqué con mi más acendrado nacionalismo.
Y seguí con la pontificada:
Es obvio que los narcos, si no exactamente el chivo expiatorio, sí que son una herramienta utilísima para la CIA y el Departamento de Estado para entrar al quite en nuestros magullados lares y demostrar que el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe no son anacronías decimonónicas, y que, a pesar de Obama, los inmensos intereses de los Factores Reales de poder yanqui son incólumes, marmóreos, eternos, y que tanto republicanos como demócratas se ciñen a ellos”.
Esa fue mi primera reacción. Luego, dilucidé:
“Una intervención armada de los marines en tierra mexica (y maya, no se olvide que habemus mayas), y más cuando el 20 de enero se tendrá en la White House a un abogado demócrata que se jacta de respetar el Estado de derecho hecho añicos en las celdas de Guantánamo y Abu Garhaib, es impensable: Estados Unidos -a pesar de que cataloga a México, como dijera el extinto Adolfo Aguilar Zínzer, como su patio trasero, de que es un Imperio y de que el dato histórico nos indica que los imperios cuidan muy mucho las puertas de sus ciudades pues, si no fuera así, ¡los bárbaros!, “cara Lutecia”, ¡los bárbaros! saquearían a esta Roma de la “democracia imperial” de los tiempos modernos; y de que el difunto Huntington ya había teorizado eso, de que los mexicanitos somos un destino problemático para la hegemonía yanqui-; los Estados Unidos, decía, ganan más interviniendo en las estructuras estatales mexicanas para su reciedumbre, que poniendo a marines en el patio de junto. Pues si la violencia guerrillera que combustiona a Irak y a Afganistán, a pesar de que se encuentra lejana geográficamente, causa malestar y pánico entre la opinión estadounidense, ¿imagínese usted con lo que se verían y toparían los gringos en un terreno tan antiyanqui y con vocación guerrillera desde el lejano momento en que Vicente Guerrero se emboscara en la serranía de Tierra Caliente y nos diera el ejemplo para siempre de cómo chingar al “extraño enemigo”? Además, los yanquis no soportan, a menos de un Atlántico a la redonda, la mierda que producen con sus bélicas estolideces…No creo que se atrevan de forma directa, pues ya lo hacen de una manera más razonada y pulcra cuando asesoran a los generales de acá, sin sufrir el fastidio de las bajas”.
(Traigo a cuento la documentación realizada por Friedich Katz sobre la “guerra secreta de México” con Estados Unidos, que trata de las pujas diplomáticas alemanas con el gobierno de Carranza para que los germanos penetraran el territorio mexicano con el fin de llevar la Guerra preventiva a los gringos durante la primera conflagración mundial.)
El comando gringo, metido hasta en la cocina nuestra posterior a la firma del Plan Mérida (valiente nombre puesto a ese documento de seguridad, abonan más armas para mis sentimientos separatistas), ha manifestado su preocupación –si me preguntan mi personal opinión, diría que exagerada preocupación- sobre la creciente y descabellada violencia delincuencial desencadenada por un gobierno que, además de usurpador, fue, y es, abismalmente inepto e ineficiente para deducir los costos de antemano de un frontal enfrentamiento con un poder que lo supera por mucho. Para legitimarse en su frágil posición de poder producida por unas dudosas elecciones, Fecal tuvo la idea suicida de azuzar a los grupos delincuenciales antes de haber construido, por un lado, consensos internacionales de cooperación (el narco es nuestra trasnacional mexicana, ergo, el problema es interestatal): si concebimos que el Plan Mérida es posterior a que se disparara la escalada de violencia, y los pactos de cooperación entre México, Panamá, Guatemala y Colombia que persigue la “Jornada Presidencial de Colombia, Guatemala, México y Panamá contra la delincuencia”, y que se desarrolla desde el viernes en la ciudad de Panamá, se llevan a cabo después de que en Guatemala los narcos mexicanos ya han minando la corruptible corporación policiaca chapina, y cuando el número de bajas de la guerra entre el narco y el gobierno mexicano ha cobrado las vidas de más de 5,000 personas en 2008, entonces es posible caracterizar a esos trataditos y cooperaciones internacionales, como un handicap con un atraso secular.
Otro de los factores adversos que va en contra del gobierno fecalista, la tara mayor del Estado mexicano en su lucha desigual contra el narco, es la dificultad que el mismo Fecal ha reconocido (Diario de Yucatán, 16 de enero, Combate trasnacional al narco): cuando el gobierno mexicano –y guatemalteco y panameño- se enfrentan con los narcos mexicanos, resulta que “ellos están mejor organizados y los estados afectados no…” Organización delincuencial versus desorganización estatal, competencia delincuencial versus incompetencia gubernamental, fiscalización delincuencial versus corrupción y dejadez estatal, los narcos mexicanos han puesto en jaque al gobierno calderonista, y no sólo se han atrevido a cuestionar el monopolio de la violencia, si no que en varias franjas de la república ellos son el único monopolio, ellos son la solitaria violencia.
De este incontrolable y vertiginoso “descenso de México al caos” -o al último círculo del infierno del narco- (apenas han pasado 17 días del 2009, y la cifra de ejecutados en Ciudad Juárez, “la localidad más violenta de México en el año pasado”, ha llegado a 51, con visos de que se rompa el record este año de los más de 1,600 asesinatos del año pasado relacionados con el crimen organizado, según nota de prensa de EFE recogida hoy por el Diario de Yucatán), la revista Forbes, en un número reciente, hace el acuse de que México está a punto de convertirse en un “Estado fallido”.
(Traigo a cuento la documentación realizada por Friedich Katz sobre la “guerra secreta de México” con Estados Unidos, que trata de las pujas diplomáticas alemanas con el gobierno de Carranza para que los germanos penetraran el territorio mexicano con el fin de llevar la Guerra preventiva a los gringos durante la primera conflagración mundial.)
El comando gringo, metido hasta en la cocina nuestra posterior a la firma del Plan Mérida (valiente nombre puesto a ese documento de seguridad, abonan más armas para mis sentimientos separatistas), ha manifestado su preocupación –si me preguntan mi personal opinión, diría que exagerada preocupación- sobre la creciente y descabellada violencia delincuencial desencadenada por un gobierno que, además de usurpador, fue, y es, abismalmente inepto e ineficiente para deducir los costos de antemano de un frontal enfrentamiento con un poder que lo supera por mucho. Para legitimarse en su frágil posición de poder producida por unas dudosas elecciones, Fecal tuvo la idea suicida de azuzar a los grupos delincuenciales antes de haber construido, por un lado, consensos internacionales de cooperación (el narco es nuestra trasnacional mexicana, ergo, el problema es interestatal): si concebimos que el Plan Mérida es posterior a que se disparara la escalada de violencia, y los pactos de cooperación entre México, Panamá, Guatemala y Colombia que persigue la “Jornada Presidencial de Colombia, Guatemala, México y Panamá contra la delincuencia”, y que se desarrolla desde el viernes en la ciudad de Panamá, se llevan a cabo después de que en Guatemala los narcos mexicanos ya han minando la corruptible corporación policiaca chapina, y cuando el número de bajas de la guerra entre el narco y el gobierno mexicano ha cobrado las vidas de más de 5,000 personas en 2008, entonces es posible caracterizar a esos trataditos y cooperaciones internacionales, como un handicap con un atraso secular.
Otro de los factores adversos que va en contra del gobierno fecalista, la tara mayor del Estado mexicano en su lucha desigual contra el narco, es la dificultad que el mismo Fecal ha reconocido (Diario de Yucatán, 16 de enero, Combate trasnacional al narco): cuando el gobierno mexicano –y guatemalteco y panameño- se enfrentan con los narcos mexicanos, resulta que “ellos están mejor organizados y los estados afectados no…” Organización delincuencial versus desorganización estatal, competencia delincuencial versus incompetencia gubernamental, fiscalización delincuencial versus corrupción y dejadez estatal, los narcos mexicanos han puesto en jaque al gobierno calderonista, y no sólo se han atrevido a cuestionar el monopolio de la violencia, si no que en varias franjas de la república ellos son el único monopolio, ellos son la solitaria violencia.
De este incontrolable y vertiginoso “descenso de México al caos” -o al último círculo del infierno del narco- (apenas han pasado 17 días del 2009, y la cifra de ejecutados en Ciudad Juárez, “la localidad más violenta de México en el año pasado”, ha llegado a 51, con visos de que se rompa el record este año de los más de 1,600 asesinatos del año pasado relacionados con el crimen organizado, según nota de prensa de EFE recogida hoy por el Diario de Yucatán), la revista Forbes, en un número reciente, hace el acuse de que México está a punto de convertirse en un “Estado fallido”.
El intelectual del régimen de la derecha, el “liberal” Enrique Krauze, ante esta preocupante sentencia de una revista donde generalmente aparece el monto de las carretadas de dinero que se embucha Slim con sus empresas que nos privatizan a todos, respondió, airado, en una entrada de la página Web de su revista Letras Libres, al diagnóstico de nuestro cáncer mexicano (no hay timón en Los Pinos) dado por Forbes:
“Además de falsa, la visión (de Forbes) es injusta. Lo que subyace en ella, sobre todo, es el doble efecto de las imágenes de violencia y los reportajes sobre el crimen en el país”.
Y acto seguido, Krauze soltó las riendas a su cara pluma con un florilegio de panegíricos y apologías acríticas a una supuesta democracia mexicana sin adjetivos (pero con muchos y nefastos sustantivos como Salinas, Beltrones, Gamboa Patrón, Ulises Ruíz, el Góber Precioso, la devastación y la criminalización de los movimientos sociales en Atenco y Oaxaca, el pauperismo de casi 70 millones de mexicanos, el “exilio forzado” de miles hacia los Estados Unidos, las injusticias sociales que subsisten en Guerrero, Chiapas, la Península de Yucatán, el hambre en Cochoapa el Grande):
“Se ignora afuera (y a menudo se olvida adentro) el mérito de haber construido en apenas dos décadas -no sin sobresaltos, injusticias, errores y excesos- una economía abierta, diversificada y parcialmente moderna. Y la hazaña aún mayor de haber conquistado una transición democrática más aterciopelada que la de Praga: el país de la alquimia electoral creó el IFE; el país de la presidencia imperial eligió un Congreso de oposición; el país del centralismo dispersó el poder en estados y municipios; el país del partido único abrió paso a la alternancia; el país de la transa y la corrupción introdujo una ley de transparencia; el país de la ‘dictadura perfecta’ instauró las más amplias libertades cívicas”.
Podría refutarle fácilmente al señor Krauze, y los ejemplos para contradecirlo sobran. El más paradigmático fue lo ocurrido en las elecciones del 2006. Resulta que “el país de la alquimia electoral” que creó al IFE, es el país de las controvertidas elecciones de 2006 cuyo IFE de ese año y cuyo TRIFE, no estuvieron a la altura de las circunstancias históricas como para, entre otras cosas, poner en cintura la boca floja del ex presidente Fox, parar el juego sucio de las empresas para incidir en la votación ciudadana, prohibir los caníbales spots televisivos que le localizaron su pedigrí chavista estalinista a AMLO, entre otros ejemplos de que la “alquimia electoral” había cambiado en su estructura: ahora las urnas se embarazan no con las manos sino con el pánico televisivo. El país de la “presidencia imperial” que eligió a un Congreso de oposición”, al cabo de menos de una década se ha convertido en el país de un PRIAN acomodado a los intereses privados. El país del centralismo que “dispersó el poder en estados y municipios”, se ha transformado en el país de los caciques (Fidel Herrera, Mario Marín y URO como ínclitos ejemplos), de los hombres fuertes de horca y cuchillo. El país del partido único que “abrió paso a la alternancia”, es el mismo país del desafuero y la unificación de la ultra derecha (desde las sotanas imperiales con su estruendo loco producido por su campanario idiota de la intolerancia, hasta los grupos empresariales acomodados a las prebendas y canonjías del stablishment) contra una opción de izquierda reivindicatoria de los reclamos sociales secularmente pospuestos, secularmente desdeñados. En fin, podría recordarle al señor Krauze, que el país de la otrora “dictadura perfecta” que “instauró las más amplias libertades cívicas”, es el mismo país cuyo gobierno no hizo nada por defender no sólo los derechos laborales, sino la libertad de expresión de la periodista Carmen Aristegui cuando fue corrida de W Radio por una empresa intolerante y negadora de esa “pasión crítica” que movía al maestro de Krauze. Pero es cierto, no somos un Estado Fallido como “falsa” e injustamente nos achaca Forbes. Somos, sí, un Estado dolido…Nuestra dolencia tiene múltiples síntomas (una de ellas, la peor, es el narco), pero su causa es la falta de justicia. Justicia a la que me gusta, en lo personal, adjetivarla como social.
[1] Véase nota del Diario de Yucatán /16-enero-2009/, de nombre “Comando ciudadano matará cada 24 horas a un delincuente”.
[2] (Colapso rápido y repentino en México, de los mayores riesgos a futuro, alertan en EU, el subrayado es mío. Para más información, ver: http://www.jornada.unam.mx/2009/01/16/index.php?section=politica&article=016n1pol
[2] (Colapso rápido y repentino en México, de los mayores riesgos a futuro, alertan en EU, el subrayado es mío. Para más información, ver: http://www.jornada.unam.mx/2009/01/16/index.php?section=politica&article=016n1pol
2 comentarios:
Considero que lo que usted dice, adolece de objetividad...El narco, efectivamente, ha hecho añicos la estructura estatal y social, pero ni tanto Gilberto...El poder necesita de sus imbéciles y de sus terroristas, y la sociedad de las plumas para clarificar tanto desmadre..Saludos sinceros!!!
Gracias por señalar, seudo "Guillermo Batalla", la inobjetividad (diría yo, suma inobjetividad)de este ensayito...Y es cierto: el poder necesita de sus imbéciles y de sus narco-terroristas, y esa es la clave con la que se podría analizar la impune carnicería efectuada en Palestina. Me pregunto: ¿Intervención gringa en México?, es más que una hipótesis, más que una simple pregunta...Saludos...
Publicar un comentario