martes, 30 de diciembre de 2008

La Nakba palestina



“la victoria militar sobre el pueblo palestino
tiene un nombre inequívoco: genocidio,
y que las masacres solo abren el curso de nuevas masacres”.
Declaración de Intelectuales Argentinos
publicada durante la Guerra del Líbano de 2006

Si tuviéramos un barómetro para medir el grado de deshumanización del mundo, ¿a qué escala del horror descenderíamos? Conrad Lorens, un cientista alemán citado alguna vez por Saramago, decía haber descubierto el nexo entre los monos y los seres humanos…y ese nexo éramos nosotros. Coincido con el pesimismo radical de Lorens y, aunque no contamos aún con ese artefacto para medir nuestra ilustrada bestialidad, no es difícil llegar a la conclusión de que existe, actualmente, una profunda deshumanización entre los seres humanos… Siempre la ha habido –Hegel decía que la historia es un inmenso matadero-, pero en estos momentos hemos rebasado un límite que faltaba por devastar: el límite del asombro. A nadie le asombra ya que un Estado criminal, con el chivo expiatorio de los ataques con morteros de Hamas, insignificantes si a costos humanos nos referimos, mate de forma fría y sistemática a 230 palestinos en menos de 48 horas, amparados y justificados esos crímenes por el gobierno de un idiota al que le vuelan zapatos de la dignidad (“para que te acuerdes, perro”) y le crecen muertes de iraquíes y afganos en su cerebro atrofiado, sin que la “esperanza” del Black Power” proteste por la justificación para tanta indiscriminada barbarie.
No obstante nuestro inveterado canibalismo hobbesiano, actos de repudio en contra de la “Shoá” (Holocausto) que ocurre en Franja de Gaza se dejan oír, no sólo en los zocos y mezquitas del mundo árabe, sino también sobre calles y avenidas de las principales capitales del mundo (Londres, París y Madrid ondean pancartas, banderas de esperanza, componen canciones y hienden el ruido urbano, demostrando así su solidaridad con el pueblo palestino). Desde Asia hasta la pintada de izquierda América del Sur, se alzan voces lúcidas para exigir al Estado genocida israelí, parar el holocausto contra las aldeas y campos de refugiados palestinos. En Londres, Amnistía Internacional (AI) pidió tanto a Hamas como al gobierno del chacal Ehud Olmert “el fin inmediato de los ataques ilegales”, y condenó el “uso desproporcionado de la fuerza por Israel”. El gobierno chavista, a su vez, expresó desde Caracas su profunda indignación ante el criminal ataque que constituye el bombardeo de Israel. Desde Asunción, Paraguay, el Mercosur externó su “preocupación y repudio por la escalada de violencia en la Franja de Gaza, así como su pesar por los trágicos resultados del prolongado bombardeo israelí sobre ese territorio palestino”.
También el monigote secretario general de la ONU -¿existe un derecho internacional al que se respete lo mínimo?, ¿en qué punto de la inercia de la ONU se encuentra el proyecto de autodeterminación del Estado palestino con su delimitación de tierras en donde los palestinos no encuentren ningún tanque asesino del gobierno israelí?, ¿qué tanto vale la vida de un palestino malcomido para los bien comidos detentadores del poder internacional acaparado por el Lobby Sionista?- Bain Ki Mon, con anuencia del “eslávico” parecer del Consejo de Seguridad para el cese inmediato de hostilidades en Gaza, en voz de su portavoz Michelle Montas, manifestó lo siguiente el domingo pasado: “Ban se une al pedido del Consejo de Seguridad para un alto inmediato de la violencia y de las actividades militares”, y deplora que “la violencia haya continuado hoy (domingo) y pide una vez más en los términos más fuertes el cese inmediato de todos los actos de violencia”. El adjetivo endosado al Consejo de Seguridad de la ONU, se debe a la puja neo imperial de Rusia como contrapunto a la fatiga imperial de los Estados Unidos, palpado explícitamente en agosto pasado, cuando el Zar Putin demostró que, en su zona de influencia, él, ¡que no Occidente!, es “el más rápido del este”; rapidez que se refrenda ahora con el dictamen de repulsa ante los bombardeos israelíes en Gaza, establecidos unánimemente el domingo por el Consejo de Seguridad, y cimentado dicha unanimidad por el embajador ruso ante la ONU, Vitaly Churkin que, según nota periodística de la agencia noticiosa AFP, tuvo un papel decisivo en lograr dicho consenso que estipula, tanto para Hamas como para el genocida gobierno israelí, el cese de toda violencia y acciones militares.
Mientras lo más granado y lo menos deshumanizado de Occidente vomita el asco que le provoca las negras acciones homicidas del Estado Israelí, en Franja de Gaza brota el hambre junto a la altanera muerte que se entroniza, cadáveres se apilan a un lado o debajo de escombros de edificios destruidos por los intensos bombardeos de los aviones sionistas, y las aldeas palestinas se vuelven funerarias. En unas de las imágenes de la deshumanización que me llega al ordenador vía internet, una familia palestina –mujer, hombre y niño-, como la familia del dios de los cristianos, huye despavorida de los bombardeos israelíes en medio de la destrucción, abriéndose paso entre columnas de humo, polvo y pólvora. El olor a muerte apresa sus narices. Esa imagen fue tomada en el campo de refugiados de Rafah, y, por un momento, mirándola, vislumbré la certeza de la nada en la mirada apagada del niño cargado por su padre. Junto a él, no había la sombra de ningún Gabriel, salvo las de sus afligidos padres desesperanzados. La mujer, en un rictus de pánico, mira al suelo resquebrajado, como para afianzar el camino que pisa con sus sandalias empolvadas, de pobre. Arriba, rompiendo las nubes del odio, los aviones sionistas les recordaban los 60 años de vivir en el tiempo de la Nakba (Catástrofe), desde el ominoso año de 1948 en que Israel declarara su independencia.
En ese año, como para limpiar el terreno de los indeseables hijos de Ismael, el gobierno sionista mataba a 13,000 palestinos, y forzaba al “éxodo” a otros 750,000, anexándose las tierras de los desterrados, tierras del desierto donde moran los huesos muertos de los hijos de Ismael. Cerca de 400 pueblos fueron barridos sin conmiseración durante 1948.
Desde la guerra de los Seis Días de 1967 entre Israel y lo países árabes, el número de muertos no había sido tan desproporcionado como ahora. Si entiendo bien el concepto de “guerra asimétrica”, –el sábado y el domingo anterior, más de cien bombas fueron dejadas caer por aviones de combate sionistas sobre posiciones de “organismos de seguridad” del gobierno de Hamas, obviamente con inconmensurables “efectos colaterales”- estos hechos de muerte que suceden en Franja de Gaza, no encuadran ni con la más “asimétrica” de las guerras asimétricas, ni con el cuento bíblico de David tirando con su honda el guijarro a Goliat (salvo si no se omiten las indefensas piedras que jóvenes palestinos avientan al óxido de los tanques): es una simple y bestial masacre en contra de un pueblo que únicamente exige su autodeterminación por motivos históricos de sojuzgamiento e injusticia colonial desde el repartimiento que Inglaterra y Francia se hicieran de Oriente Próximo (es decir, el desmembramiento efectuado por estas dos carroñeras potencias a lo que quedaba del Imperio Otomano) posterior al fin de la Gran Guerra de principios del siglo XX.
Hay que recordar que el 15 de mayo de 2008, el mundo asistía indiferente al aniversario de la ignominia contra el pueblo palestino. En esa fecha se cumplían 60 años de la NAKBA (la catástrofe) palestina: 60 años de infaltables y constantes vilezas y violaciones contra los derechos humanos de los palestinos (tal parece que los derechos humanos son productos suntuarios y exquisitos únicamente posibles de obtener si se es propietario de una abultada cartera); sesenta años de discriminación y apartheid: en 2002, como respuesta soberbia a la iniciativa de paz de la Liga Árabe, que inopinadamente ofrecía a Israel el reconocimiento y la paz a cambio de una retirada militar de los territorios ocupados desde 1967, con el fin de buscar una salida pacífica al problema de los refugiados palestinos, el ahora comatoso Ariel Sharon no sólo ignoró esa “buena voluntad” árabe, sino que invadió con sus pesados tanques y tropas siniestras todas las ciudades palestinas, y comenzó lo que vendría a conocerse, para la historia universal de la infamia reciente, como el MURO DE LA SEPARACIÓN (no el de los LAMENTOS, al cual llenan de mocos los hipócritas ortodoxos), EL MURO DE LA IGNOMINIA, EL MURO DEL APARTHEID sionista contra el empobrecido y hambriento pueblo palestino: una barda gigantesca de más de 400 kilómetros que corta de tajo el territorio ocupado de Cisjordania. Desde Holanda, tierra del humanista Erasmo de Rotterdam, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya declaró como ilegal el MURO DE SHARON el 9 de junio de 2004, dando con esto una señal de que todavía existe cordura y conciencia en el sistema jurídico internacional. En fin, el 15 de mayo de 2008, el mundo, decía, asistía indiferente al aniversario sesenta de la expropiación de tierras palestinas; pero, también, un reducidísimo número de los más de 6,000 mil millones de des-humanos que conforman al tan aporreado y prostituido mundo, asistía, con esperanza y florilegios de utopías, al ejemplo de lucha y resistencia de un pueblo que se niega a vivir sin dignidad (prefiriendo morir con dignidad), frente a la indiferencia de una comunidad internacional no tan comunitaria como su nombre lo indica.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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