En Pierre Menard, autor del Quijote, Borges dice que la historia "no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió".
sábado, 21 de junio de 2008
Esto es Yucatán
Yucatán es una tierra inhóspita, de cardos y cultivos pedreros: Una pura laja, dijo Fray Diego...Aquí nos tocó vivir, ¿qué diablos le vamos a hacer? Por lo pronto, componer un soneto existencialista sobre la multitud de las piedras, discutir sobre la horridez de la política yucateca, fraguar conjuros contra los huracanes que se nutren del odio de los dioses en las aguas cálidas del Atlántico egoísta..Somos isla, no importa que los cartógrafos y los satélites digan lo contrario. ¿Y por qué mi tozudés niega lo evidente, similar a una idea estancada en el cogote difícil de digerir: En el fondo será porque todo yucateco es una isla, y no hay puente ni barco que nos una con cualquier continente en las lejanías posibles. Jung hablaba del inconsciente colectivo; inconscientemente algunos, conscientemente otros, hemos decidido ser una isla. Yucatán es una isla. Eso es algo que no pudo entender el pendejo de Santa Anna que nos vino a hacer la guerra, y que dos veces tuvo que pactar con nosotros la forma de acabarla. La condición de isla no es un concepto metafórico. En los primeros mapas de esta tierra, Yucatán fue concebido como tal, una isla repleta de indios bravos divididos en varios cacicazgos que a su vez semejaban islas tribales de poder dentro de esta isla de lajas, de selvas reptantes con árboles enanos que humedecen el pensamiento y lo melancolizan, lo aturden con inexplicables nostalgias. Los libros de historia dicen que peleamos en el XIX contra el centro por una cosa abstracta: el federalismo, pero eso es un cuento chino que no se lo cree nadie. Nos vale una mierda el federalismo. La verdadera causa por el cual empuñamos la espada, fue por el hecho simple de que nos dejaran de nombrar como Península. Somos isla, que lo reconozcan de una buena vez los cartógrafos del mundo: los mares de nuestra insularidad empiezan en los lodazales de Tabasco. Después de Campeche, todo lo que sigue son huaches, la nada de los huaches. Para protegernos contra ellos, levantamos las murallas. La muralla era contra el poder del centro, no contra los piratas, porque con los distintos Draques y Pero Niños nos llevábamos de a poca madre. Con los patas de palos traficábamos ron, tabaco, azúcares y hembras calientes de las otras islas del Caribe. Cuba sabe bien que somos isla. En los mapas actuales, ella no puede negar la simpatía que tiene hacia nosotros. Tal parece que nuestra caderona Cuba nos da una palmadita en nuestra cabeza enamorada, y nosotros miramos hacia ella, la besamos con besos de lujuria llevados por los tumbos de las olas marinas, racimos de besos que encallan en las axilas morenas de Cuba, en los pechos turgentes de Cuba, en las nalgas africanas de mi Cuba”.
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