domingo, 30 de noviembre de 2008

El fastidio cubano



En febrero de 2007, un efusivo y sulfuroso Carlos Alberto Montaner (escritor “liberal” miembro de cámara de la CIA), terminaba de escribir para Letras Libres, una frustránea esquela mortuoria de Fidel Castro del modo siguiente:

“Por fin se anuncia la muerte. Lo llora una extensa y confusa familia de hijos conocidos, sospechados y desconocidos […]. Los funerales son prolongados y emotivos. Deja tras de sí un país totalmente diferente al que recibió que tardará una generación en reinsertarse al mundo occidental. Fidel, en cambio, nunca cambió: la persona siguió escondida tras el personaje hasta el último minuto de su vida. Lo enterraron disfrazado del Fidel Castro que se inventó en Sierra Maestra, hace ya cincuenta años”.

Desde Madrid, Montaner, con su homicida pluma -más efectiva que un cáncer intestinal y una hemorragia en las vísceras- mataba, vez enésima y con calcinante retórica, a su bestia negra totalitaria. En el cerebro del liberal cubano, tal vez los múltiples ecos de los gritos, cantos y vítores dionisíacos de los “gusanos” del exilio americano, que restregaban su orgiástica felicidad necrófila en las calles de Miami, encabritaban sus ánimos esperanzadores de conocer y caminar desde La Habana para un Castro difunto. Ahora es preferible para dos.
Me pregunto: ¿Quién anunció la muerte de Fidel en ese movido febrero? En verdad, ¿quién? De Cuba no habrá salido, por el hecho simple de que del gobierno cubano no sale nada bueno, no importa que este “nada bueno” sea un infundio de “muerte Grande”. Pero lo cierto es que esta reacción –natural- del exilio cubano ante el bulo del deceso del narcisista Castro es comprensible: Castro es una presencia muy arraigada en la cotidianidad cubana, que tal vez sólo será posible de desarraigar con su muerte. Recomponiéndole el poema al poeta Sabines, diría que, en realidad, Fidel son los años de fastidio que levanta cada cubano de la dictadura.
Es un fastidio seguir creyendo que el mundo finaliza en la consigna marxista de transformarlo con la gesta revolucionaria. Es un fastidio tener que soportar que un viejo asesino te imponga su utopía cadavérica pertrechado desde su túmulo dictatorial. Es un fastidio que Cuba sea vista como una "jinetera" por unos hermanos al borde de la muerte, pero que no deciden a largarse a ella al siguiente respiro pedregoso. Es un fastidio que en Cuba se acalle a los Padilla, a los Rivero, a los Oswaldo Payá, o que se intente bloquear a la inteligente bloguera Yoani Sánchez con suspensiones a su pasaporte para recoger en Madrid un premio por su periodismo virtual, o la imposibilidad para acceder a internet. Es un fastidio que las mafias cubanas de Florida (con bases en Mérida y Cancún) saquen partido a las sobradas ganas de los cubanos de largarse de la Isla, hartos ya de la racionalización de la vida, de la racionalización de la libertad, de la racionalización del pensamiento. Es un fastidio que existan todavía “gusanos” académicos auto designados de izquierda, periodistas trasnochados cronicando la "esperanza bolivariana", poetas con guadaña loando las virtudes del Chávez de la tribu; estudiantes adoctrinados por los gusanos académicos, que hacen de la hagiografía chavizta -y de sus epígonos- su modo para sentirse t parte de los trituradores de las zarpas del Imperio. Es un fastidio, para mí en lo personal, que se siga emputeciendo a la izquierda con dictadores seudoizquierdistas que no tienen los suficientes cojones de morirse; verborraicos chavistas dueños de una inextricable retórica, que desconocen las virtudes del saber escuchar. Es un fastidio saber que asesinos corruptos como el rústico y sexagenario Daniel Ortega (un inveterado “Humbert Humbert” abusador sexual de su hijastra), en estos momentos, culea a mansalva a la bella Moret.

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