jueves, 23 de octubre de 2008

La poesía: Un revulsivo social

Octavio Paz creía en el valor social de la poesía, entre otras cosas, valiosa en sí misma. Ella nos salva, no contra la muerte (todos estamos sentenciados desde el principio y el fiel patíbulo nos aguarda), previene (no contra las pasiones del alma, que obstruyen a la sospechosa razón de su análisis abstracto, inhumano), nos desencanta de los artilugios de una sociedad avocada al reino inefable de las cosas.
Cura el alma del marasmo espiritual, acrítico, de abobamiento destructivo. Desencadena el descontento de una sociedad estatuida sobre estructuras mercantiles o tribales, que expolian la vida de los hombres. “Dudo mucho –dice Paz- que podamos tener una sociedad buena si carecemos de buena poesía”[1]. Lo que Paz señala no es buscar dentro del lugar en que discurre nuestra fantasmagórica existencia, el verso clásico desprovisto de ripios, sonsonetes o grillas pasajeras.
Fuerzo la interpretación de este juicio pazceano –discúlpeme si me lee un hermeneuta del maestro – y afirmo que la poesía, lenguaje en segunda o tercera potencia, desintegra cualquier modelo de ídolo (no se si fue Francis Bacon el que habló sobre las rémoras ídolo de la razón); adjetívese a estos con la abigarrada muestra que la mujer ha creado. Porque la mujer –y no sólo el hombre- también crea ídolos. Si unos hablan del Hombre en abstracto, déjenme a mí hablar de la Mujer por igual término, aunque, soy sincero, prefiero a la mujer concreta, carne de mi carne, huesos de mis huesos.
La mujer, o el hombre, o entrambos (el monstruo de dos espaldas), crea, a su imagen y semejanza, los distintos ídolos que le han venido dando lata desde que esta parejita ilusa fue expulsada del paraíso, bajada de los árboles por el hambre o salida de las cavernas ante el miedo a la humedad oscura de Altamira.
Crea, crea constantemente, no se cansa esta parejita de crear sus ídolos que les arruinan la comida o les impide conocerse.
La función principal de la poesía es romper esos pinches ídolos, esos cánones acedos, esos cepos sociales imbéciles, las mazmorras mojigatas de la razón, de la teología, del tabú convenido, de las divisiones de clases, del desdén de la amada por crear a la parejita. Rompe los ídolos que impiden que la parejita se vuelva a encontrar.
La poesía, y me sirvo de una metáfora de John Rawls (poeta hermético de la justicia social) descorre el velo de la ignorancia, transparentando el ser. No instaura una única, unívoca razón; instaura un multisentido, afligiendo el seso de toda lógica políticamente correcta. Un multisentido que no es este sentido canallesco, desquijotado del stablishment actual, imbuido del imaginario occidental:

“Me niego a aceptar que la producción y el consumo pueda dar sentido a la vida humana. Todas las grandes religiones y filosofías nos dicen que los seres humanos somos algo más que productores y consumidores. En fin, sin una sociedad sin justicia social no es sociedad buena, una sociedad sin poesía es una sociedad sin lenguaje o en la que el lenguaje se degrada”[2].

Uno, rebelde antes de darse de topes contra el sentido de la realidad, (es decir, con la pregunta ontológica que tarde o temprano –más tarde que temprano- todo bicho que no sea miembro de ninguna incestuosa burguesía, se hace: la de que cómo coños voy a comer, follar, sobrevivir en el reino cáustico de lo necesario) ve al valemadrismo como una mística de la anarquía de los selectos vagos cuyo primer mandamiento es la devastación de todo pensamiento burocrático, defendiendo de lejos el ocio que saca almorranas al culo moralista del capitalista hormiga, que nos jode con sus ucases de producción la memoria de los días inútiles, de los días felices – o arropados con el disfraz de un día en apariencia feliz-, agarrados con fruición de las tetas de la amada, de los días en que te pasabas kilométricas horas revisando estanterías en la biblioteca en que conociste a esos cabrones que deconstruían con su escritura la verdad única del cura del pueblo, verdad cortada por el mandamás de la tribu o la funambulesca raza de ventrílocuos divinos que con sotana y asperjeantes hacen unívoco el caos del ojo herético, de la mirada polisémica…
Una mística de la anarquía que, pasado cierto tiempo (apurados por el mes de la novia que no se presenta o los remordimientos de un zángano en proceso de extinción), añoramos con furia el cada vez lejano reino de la vagancia donde las preocupaciones cotidianas eran pesadillas de otros, no nuestras.
Y así, la hermosa, desbalagada, eterna y anárquica poesía, la arrinconamos, pero no excluimos, la ponemos, hierática, en el estuche estridente de la fiesta, a nuestras horas mejores, noche o día : Ella, como la mujer y todo lo que es lúcido sin monotonía alguna, se mueve, sin embargo se mueve, rumbera de piel canela, puta siempre virgen, a la izquierda y a la derecha de los paréntesis que encierran la verdadera vida, esa vida no regida dictatorialmente por los preceptos inexorables del chequeo de la tarjeta laboral. Porque la vida, la verdadera vida, recordemos a Paz, siempre está en otra parte.



[1] “Tiempos, lugares, encuentros”, Revista Vuelta, año XV, Dic. de 1991, página 20.

2 comentarios:

Cathy Moon dijo...

Hola Poeta, me gustó tu reflexión sobre la necesidad social de la poesía, sobre toda la parte en que citas a Paz, me recordó a un escrito del buen R.Barthes cuando mesiona la referencia obsesiva de lo “concreto”,y está siempre armada como una máquina de guerra contra el sentido.siempre termina sufriendo las presiones de lo inteligible.

Inevitable toparse contigo en la red,como en la vida real,aunque tu nivel de autismo e inseguridad te impidan saludar.

Como tentativa deberías considerar participar en el encuntro de estudiantes de Humanidades, por lo poco que he podido leer no tienes problemas con la "estilográfica".

Saludos sin reproche.
C

Unknown dijo...

Una súplica sincera, "Cathymoon":no le cuentes a nadie sobre mi arduo problema de comunicación interpersona.Tienes razón: mi nivel de autismo, y mis titubeos hacia el otro, o la otra, es inmensurable. Considero que dos personas es algo digerible, y más de tres ya es una multitud insoportable que produce hastío. Gracias totales por tu acuse de recibo de mi articulillo, y si es posible que te identifiques, podrías entonces darme más detalles sobre ese encuentro de Humanidades...

Saludos Cathymoon...

Archivo del blog