domingo, 3 de julio de 2011

Diatriba contra caleseros y "tierreros": Por los derechos de los rocinantes



Los "tierreros" -esos bárbaros del sur de la Mérida profunda- maltratan y violan los derechos de los caballos (sí, también los caballos tienen derechos, al igual que tu y que yo). 

Los ciudadanos meridanos ven como cosa normal que los caballos de los caleseros tengan que sufrir de sol a sol los 40 o más grados de los días caniculares, porque son mulas de carga, herramientas de trabajo, cosa menos que nada. 

Los caballos son "bestias", hechos por Dios para servir a la bestia mayor, el hombre, el que dice que razona. 

Pero las bestias mayores, es decir, el hombre, quieren derechos para todo, hegemonizan los derechos y la vida “cristiana” sin pensar en la obligaciones que tienen con los animales: quieren derechos por ser parte del "gay power"; quieren derechos por ser mujeres víctimas de la hegemonía de la bestia testicular; exigen sus derechos por ser mayas y víctimas del colonialismo de las bestias rubias o dzules, exigen derechos y respetos por no poder caminar o defecar por sí mismos, por ser discapacitados, y pugnan porque sus cachorritos tengan derechos a la sacrosanta infancia. 

Las bestias mayores, hijos de un dios, quieren seguro facultativo, quieren vacaciones, ocho horas de trabajo y su descanso dominical. 

Las bestias humanas, hechas a imagen y semejanza del macho divino de la Biblia, son totalitarias porque sólo ellas –dicen- son hijos de un Dios. 

Entonces, las bestias humanas le dan poca cabida a la dignidad de los animales. 

Los animales –como los caballos de los prehispánicos tierreros y los no menos bárbaros caleseros- no cuentan, como las bestias humanas que dicen que razonan, con seguro médico, no tienen descanso, trabajan a la hora que se le pegue la gana a su “amo” porque son esclavos del hombre, porque entre las relaciones hombre-animales estamos aún en tiempos del neolítico, en tiempos de la barbarie en el que el esclavismo de los “irracionales” es la norma de los “racionales”. 

Ya se sabe que, como dice la teología antropocéntrica, Dios no es un caballo, es un macho humano, pero no indio ni mestizo, porque hasta en eso hay diferencias étnicas.

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