miércoles, 14 de julio de 2010

Sobre una estatua de los Montejo: "las sanguijuelas de la identidad"


Sanguijuelas de la identidad, es la frase con la que Roger Bartra, reconocido antropólogo mexicano, se refirió a los simpatizantes de la lucha de los pueblos indios y del movimiento indio estructurado en torno al EZLN. Uno, el quien esto escribe, no pone en entredicho la lucha y el movimiento por sus derechos de los pueblos indígenas. Soy un convencido de la causa. A los que sí pongo en entredicho, son a los fundamentalistas étnicos de ese bando al cual caracterizo, siguiendo a Bartra, como "sanguijuelas de la identidad". En Mérida, en Yucatán y en México, esos bichos abundan. Se los identifica fácilmente. Hago una lista somera de quiénes podrían ser caracterizados como tales:

1.- Indigenistas que no hablan una lengua indígena, pero defienden a morir la lengua de los kikapú.

2.- Antropólogos, o personas con mirada antropológica (dispénseme la antropológa de la cual estoy profundamente enamorado), que se sienten perdidamente atraídos por la última "otredad salvaje" y hacen apologías, siguiendo a Lomnitz, de cómo sobreviven los jodidos.

3.- Una sanguijuela de la identidad es aquel, o aquella, que considerándose étnicamente (pero, a veces, no culturalmente) maya, anda poniendo etiquetas a sus congéneres a diestra y siniestra: tu eres maya, tu no lo eres.

4.- Una sanguijuela de la identidad, es el que lleva la identidad hasta situaciones enfadosas: por ejemplo, considera que su galán tiene que coger étnicamente, porque ella coge étnicamente, habla étnicamente, se viste étnicamente, va al baño étnicamente y desprecia a uno étnicamente.

5.- Las sanguijuelas de la identidad, también son posibles de hallar en grupos que rondan los encuentros de la CDI,y empiezan a catalogar su profesión por encima, no de la capacidad profesional, sino desde las fronteras impuestas de la etnicidad: "Yo soy médico indígena", "yo periodista indígena"; "yo, actriz porno indígena"; "yo, político indígena"....etcétera.

Podría decirse que, incluso, las sanguijuelas de la identidad sacan ganancia de sus poses étnicos: un premio para tal y tal por ser de la etnia maya, una subvención para tal y tal, etc. Se da el caso de un autismo étnico entre esas personas: toda su cotidianidad gira en torno a lo étnico: veo tele étnica, escucho música étnica, como comida étnica.

Por otra parte, podría decir que lo que pasa en Mérida con aquellas "sanguijuelas de la etnicidad" (me refiero a los defensores del dizque edén prehispánico, los indigenistas y los indígenas), es lo mismo de lo que sucede con los vascos, con los tutsis y hutus y, podría decir, con el estilo goebelsiano de defender mi fraybartolomeana caridad: defienden su "identidad", defienden una supuesta identidad ficticia, bajan hasta los abismos de la idiotez, se acaloran al grito teologal de tirar estatuas pero, ¿hasta ahí nomás?

Para mí, el problema, señores indigenistas, y señores y señoras, señoritos y señoritas sanguijuelas de la identidad, no son las estatuas de bronce (simples defecaderos de palomas), sino las asimetrías sociales y económicas entre los pueblos indígenas de Yucatán y ciertos estratos de Mérida. Las bombas, las dinamitas y toda la parafernalia de los zapadores contra esas feas estatuas, creo yo que sería mejor llevarla en la realidad étnica del estado, ayudando a difuminar las diferencias socioeconómicas. Hacer barullos y griterías -y más en el facefucho y la internet-, no resuelve en nada la difícil situación de los mayas yucatecos...

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