lunes, 29 de junio de 2009

Amparo Ochoa: la voz de los pueblos de América…


Una vez, el cantautor Gabino Palomares, al preguntarle sobre el “desfasamiento” de la Nueva Canción, corriente literaria musical post 68 que él mismo, junto con la sinaloense Amparo Ochoa (1946-1994) y otros como Óscar Chávez, fueron estandartes y caminos, señaló que se encontraba gustoso de que sus canciones pasaran de moda: “es lo que más deseo, porque entonces querría decir que la problemática de la que yo hablo ha sido resuelta... pero son vigentes. Los problemas sociales y políticos de los que yo hablo no han sido superados. La vigencia ocurre muy a mi pesar y quisiera hacer canciones de otros problemas".
Las letras de Palomares, en voz de la divina Ochoa, no pudieron haber sido otras: letras de protesta, de amor, de esperanza, de incordio y no indiferencia ante la brutal injusticia de las condiciones sociales, políticas, económicas, que excluyen de los mínimos al grueso de la población mexicana.
Puede haber caído el “socialismo real”, superados todos los metarrelatos marxistas o “nacionalistas”, concluida la fase de la vía armada, pero lo que no ha sido superado, lo inamovible, incrustado en la equis de la frente de los grupos hegemónicos del país (Alto Clero, Altos funcionarios, Altos empresarios), hoy más que nunca, es La Maldición de Malinche. Seguimos viviendo esa infausta herencia de la puta de Cortés, recibiendo (me excluyo, y excluyo la memoria de esa enorme sinaloense) con grandes honores y los brazos y las piernas abiertas al extranjero, brindándole, regalándole la poca riqueza con la que contamos, y despreciando al indio que llega “cansado de andar la sierra” o cansado de emboscarse en la guerrilla, o cansado de construirle sus Palace a los barbados del norte.
Las letras de Palomares, no pudieron tener mejor sonido, que en las cuerdas vocales de la antigua profesora de primaria, Amparo Ochoa, nacida en el ingenio azucarero de Costa Rica, Sinaloa.
25 años tuvo la suerte el pueblo de que Amparo le cantara con una entereza inquebrantable. Sus ideales de solidaridad, de amor responsable por las luchas de los pueblos latinoamericanos, la llevaron, gustosa, de pueblo en pueblo, de trinchera revolucionaria en trinchera revolucionaria, de plaza en plaza, para dejar en cada lugar su testimonio de lucha, en busca de un mundo más justo, avivando con su irrepetible voz la conciencia de los hombres y mujeres para no deponer la dignidad y a ondear la bandera libertaria, la bandera de Nuestra América.
De ella, Elena Poniatowska se refería de esta manera: “Al igual que otros toman su fusil, Amparo Ochoa va con su voz anunciando la buena nueva, pregonando el día de la liberación, el día en que nadie sea esclavo y que a ningún niño le falte su cometa”.
Allá en Sinaloa, a Amparo (amparo su voz de los desposeídos, de los vilipendiados, de los perseguidos, de los muertos en el anonimato de las represiones de los gorilas de los 70, ochenta), sus familiares la habían bautizado como “Vida”, y ese apelativo, trascendió de mero mote para convertirse en sino y signo combativo para muchedumbres completas que la escucharon.
No le interesaba ni la fama ni el dinero ni los valores comerciales: ¡jamás pudo ser una Lucha Villa del montón, ni menos una Lila Downs “multicultural” salida de la globalización imperial! No fue el folklor, ni la folkloraridad del campo: Fue eso y más, trascendió la Nueva canción, los esquemas campiranos y el recuerdo en corridos de Villa, Zapata, la revolución traicionada. La letra de la canción “Como tu” –poema de León Felipe-, salida de los labios de Ochoa, presagian la nueva utopía que aún no llega, la esperanza por la justicia, el silencio estruendoso del “guijarro humilde”.
Iba de un tono a otro, cruzaba con sus cantos todos los registros del alma humana: la tristeza, el amor, la esperanza, la rebeldía, el desamor, la alegría, la pasión, Ochoa supo brindarnos, en su multiverso de voces, un perfil acabado de la condición humana.
Cuando Gabino Palomares compuso en 1972 las letras de la canción “La maldición de Malinche” (dar clic aquí y aquí para ver dos videos), tal vez no pensaba que esas letras no podían ser entonadas sino por Ochoa. Pero la canción era de ella. De mujer a mujer, Ochoa traspuso 500 años de ignominia y sufrimiento indígena, para preguntarle a la puta de los conquistadores, lo siguiente: “Oh, Maldición de Malinche, / enfermedad del presente/ ¿Cuándo dejarás mi tierra/ cuando harás libre a mi gente?”. En pleno siglo XXI, citando la letra de Palomares, la lujuria entreguista de Malinche sigue presente, más hipócrita y cínica que nunca, pues:

“Se nos quedó el maleficio
de brindar al extranjero
nuestra fe, nuestra cultura,
nuestro pan, nuestro dinero.

Y les seguimos cambiando
oro por cuentas de vidrio
y damos nuestra riqueza
por sus espejos con brillo.

Hoy en pleno siglo XX
nos siguen llegando rubios
y les abrimos la casa
y los llamamos amigos.

Pero si llega cansado
un indio de andar la sierra,
lo humillamos y lo vemos
como extraño por su tierra”.

Me pregunto, ¿dónde están esos cuantos para oponer la resistencia a tantos hijos de la Malinche, a tantos hijos –e hijas- de la chingada?

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