La democracia no es el peligro. La
democracia es la oportunidad….Carlos Castillo Peraza.
Las
elecciones del domingo en Peto arrojaron 800 votos de diferencia entre el PAN y
el PRI local. El PAN obtuvo 5,544 votos,
y el PRI, 4749. En un universo poblacional petuleño, cuyo padrón de votantes
totales es de 15,711, 800 votos es una diferencia enorme, y este dígito no da
pie a impugnaciones, a dudas o a objeciones. El día 7 de junio, los petuleños
decidieron que el PAN era la mejor opción para gobierno, y esa decisión hay que
respetarla. No hay pie para recursos legaloides, y aunque los hubiera, dudo
mucho que votos más o votos menos para el PAN o para el PRI, pudieran cambiar
los resultados. Los panistas petuleños, en ese tenor, pueden sentirse seguros y
tranquilos de que las instituciones les harán ratificar su indiscutible triunfo
electoral.
Es por eso que resulta fastidioso y
molesto, leer sandeces de uno de los lacayitos menores del PRI local, Antonio
Moo Ceh, en el entendido de que la inefable facción del PRI local que contendió
en esta ocasión, impugnará los resultados porque el PAN local supuestamente
rebasó su tope de campaña en un 5 % (¿cómo lo saben?), y supuestamente a los
priístas la “ignorancia” de los funcionarios de casilla les restó votos. Moo
Ceh, al cual arguyo retraso mental y cuyo padre no le enseñó bien las sumas y
restas en la escuela, dijo que con la coalición con otros partidos de su candidato,
“hay que sumar los votos, además de que aun no se ha contabilizado todas las
casillas”. La pregunta es, ¿con cuántos partidos contendió el priísta Édgar
Calderón? Los tres partidos de izquierda en Peto (PRD, PT y Morena) tuvieron
sendos candidatos. En ese sentido, sólo quedan el Verde, Movimiento Ciudadano y
Nueva Alianza. Estos tres partidos obtuvieron la pírrica suma total de 90 votos.
Estos votos, sumados a los que obtuvo el PRI local, le darían a ese partido
4839 sufragios finales, cifra que hace poca mella a los votos obtenidos por el
PAN local. Las matemáticas, desde luego, no son lo fuerte de Moo Ceh, y arguyo
que tampoco de todos los priístas de Peto que no reconocen la aritmética simple
que le da el triunfo al panismo petuleño. Pero objetemos algo más que dice Moo
Ceh: dice este ignorante, que por la “ignorancia” de los funcionarios de
casilla de Peto, se le restaron puntos a su candidato: ¿olvida Moo Ceh el
regimiento de camisas rojas que participó el día de las elecciones?, ¿pone en entredicho
la capacitación del INE para dichos funcionarios? Yo en lo personal he sido
presidente de casilla en las dos últimas elecciones, y siempre me ha
sorprendido lo sistemáticos que son los priístas de Peto para vigilar el voto,
así como sistemáticos resultan con chicaneadas y delitos electorales, para la inducción y coacción del mismo. En todo caso, Moo Ceh y la dirigencia priísta
local petuleña, así como su candidato, deberían pedirle cuentas a sus
vigilantes de casilla.
En un universo de 15,711 votantes, el domingo 7 de junio, el
74 por ciento de la lista nominal de Peto, a pesar de actos execrables de
barbarie política perpetrados contra panistas; a pesar de que días previos a la
elección, Peto fue tapiado de soldados, federales y estatales; a pesar de que
vándalos del PRI (costumbre heredada por Chan Acosta) comenzaron a arriar
gente, a amenazar, a suplicar por el voto para su candidato sin carisma, sin
prestancia y sin que él mismo se terminara de creer su papel de samaritano; fue
a votar, y unos, el voto duro priísta, votó por el pasado, pero otros, los más,
votaron contra la barbarie. El 7 de junio se ganaron varias comisarías que
antes eran feudos indiscutibles de los caciques priístas que infectan la Villa
de Peto. Este pueblo, la Villa de Peto, demostró una vez más su plena madurez
en la política (la alternancia de partidos se da desde 2001), su plena
democracia: votó en contra de los tres últimos años de desgobierno y de pésima
administración del envejecido y rumiante Higinio Chan Acosta, manchado de
sangre al inicio (los dos muertos de Tixhualatún) y al final de su trienio (de algún modo, su gobierno es responsable de la muerte de Marco Francisco Canché Moo por ser omiso y no generar los mecanismos necesarios en materia de políticas públicas para contrarrestar las pandillas) por no
tener la inteligencia suficiente para gobernar un municipio como Peto, pero sí
para no respetar el sentir popular y plantarles a los petuleños una gasolinera
que pone en peligro la vida de la gente del centro.
Pero si algo tienen que objetar los priístas, si la peor
propaganda política en su contra que tuvieron
que soportar, no fue solamente el trienio gris, “cultural” y ramplón de Chan
Acosta, sino la figura del mismo candidato que eligieron los priístas de Mérida
(no los priístas de Peto): como en Valladolid con la figura aborrecible de
Mario Peniche, la cúpula priísta en Mérida puso a un candidato que, es cierto,
nunca había participado en política, como sí es el caso de Mario Peniche. Él no, pero su suegro
sí. ¿No pensaron los priístas de Peto que el antecedente familiar de su
candidato jugaría totalmente en su contra, hasta el punto de que varios ex
priístas dignos votaron de manera indiscutible por el candidato del PAN?
Además, es un hecho que el candidato de los priístas –gris, sin carisma, que no
sabe las mínimas dicciones correctas y la gramática necesaria para darse a
entender- por sí solo se hizo contra campaña.
Al contrario de ciertos sulfúreos de la izquierda más
radical petuleña, descreo que los petuleños se muevan por el único impulso de
la compra de votos. El triunfo del panismo en la Villa de Peto no da lugar a
dudas, es inobjetable y se debió en exclusiva al admirable trabajo de masas del
panismo petuleño, a su presencia constante, al hartazgo político petuleño
contra el gobierno de Chan Acosta y, por supuesto, al vitando fantasma de
Catmís que traía el candidato tricolor. Los demócratas aceptan la derrota, y
como personas maduras, la buscan primeramente en ellos, no en subterfugios y
excusas infantiles que se caen por sí solas.
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