Una vez escuché a Felipe Garrido hablar sobre su lista de libros imprescindibles que pretendía leer antes de morir. Felipe Garrido es un entusiasta de la lectura, y lleva ese evangelio a todos los lugares, inclusive a la ciudad más filistea como Chetumal, la triste...Me acuerdo. Era 2006, y Chetumal apestaba a amor y a soledad (un oxímoron perfecto, porque Chetumal era eso: amor y soledad a dos bandas). Yo, al terminar la conferencia de Garrido dada en un teatro de cuyo nombre he perdido en la memoria, me acerqué a él y le dije:
Garrido tomó mi libreta de pasta francesa azul, y primero lo hojeó, y acto seguido lo ojeó. Me dijo:"Me gustaría que viera esta libreta, ahí tengo los libros, clásicos para mí, que he leído hasta ahora, en cuatro años de una licenciatura execrable".
Y era verdad, los libros que había leído eran los que Paz, en sus 15 volúmenes de sus obras completas, me había señalado; los que Borges había idolatrado, amado y defendido...Con el tiempo, esa edad dorada cambiaría de forma radical, llegarían textos distintos, narrativas disímiles, y otras cosas que mi afán de viejo traficante de libros no sé si ha tenido el nivel de explorar, como la historia. Al igual que Borges, para mí el libro es una cosa sagrada."Esto es Borges y Paz juntos, tienes una buena escuela de lectura..."
Me acordaré hasta el último día en que, a mi puerta llegó el cartero con un paquete que tenía como remitente al escritor Felipe Garrido, con código postal defeño, y como destinatario al siguiente personaje qué todavía no sé quién es:
Era un libro de Garrido, el apostol de la lectura, y obviamente que traía su dedicatoria."Al señor Gilberto Avilez, Chetumal Quintana Roo...etc, etc".
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