Esto que diré es verídico. Me sucedió esta tarde, y apenas salgo de ese trance mágico realista. Pero antes, quiero carajear como se debe para salir completamente del estupor:
¡Uta mare, hijos de su chingada, pelaná, etc, etc!
.
Acto seguido, vuelvo al bonancible discurrir de mi escritura científica, para decir que jamás en mi vida vuelvo a tentar a los
chaques, a los
pahautunes, a los
yumbalam, o a cualquier otra fuerza que puebla estos eriales peninsulares...El caso es que a las 2 de la tarde salí a comer, y el sol plomizo que caí a marrazos en las calles de por el rumbo de la Cruz de Gálvez, hicieron que les miente un carajillo a los
chaques y a los
pahautunes. Les dije:
"A ver, cabrones, vamos a hablar a calzón o,en su defecto, a trusa quitada: yo estoy sudando hasta por los huevos, y ustedes ni se dignan mandar un vientecillo refrescante. Si es que existen, lo cual dudo porque soy descarteano, les reto a que me bañen con sus truenos y lluvias torrenciales esta tarde, y que me alejen este sol rompe piedras".
Al regresar, tomando plácidamente mi café postalmuerzo, de la nada el cielo meridano de por la Cruz de Gálvez se unció su capota anubarrada. Dije, medio prendiendo un cigarrillo: "¡Ah cabrón!". Luego, un rayo; acto seguido, un trueno; y de la nada el cielo comenzó a llorar a cántaros...Lloraba y lloraba con una felicidad inaudita. Yo seguí sin creer. Pero un rayo, seco y poderoso, corrió a la luz. Y como dicen en el lenguaje de mi tribu: "Se fue la luz", y "no volvió" sino hasta estos minutos que tecleo esta misiva de disculpas a los
chaques y a los
pahautunes.
***
Tendido en mi chinchorro a la bartola, sin luz y con un calor que chorreaba sus escupitajos metafísicos, de tanto piense y piense en si era cierto o no la existencia de los
chaques y los
pahautunes, hablé a la CFE. Me dijeron que, efectivamente, ahora había una emergencia que solucionaban con rapidez: en un taller mecánico de la calle 67 por 36 y 38, había caído un rayo, y no me dieron más explicaciones. No necesito decir que ese rayo cayó a dos esquinas del lugar de donde redacto esta misiva.
2 comentarios:
O sea que tu fuiste el culpable de que yo no pudiera seguir trabajando, ya que los fuertes vientos que se vinieron con la tormenta se metieron hasta por debajo de mi tinglado, ya no maldigas a los chaques y los pahautunes.
Me escucharon mis plegarios...Seguro que jamás volveré a invocarlos...Un saludo!
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