Por órdenes de los mercadólogos del Diario de Yucatán, los pueblos del interior del Estado ya no existirán para los ojos de los meridanos. Remedando a un cacaseno chilangocentrista con eso de que después de México, todo es Cuatitlán, los mercadólogos de ese execrable pasquín de la derecha dirán: "Después de Mérida, todo es Kanasín". Y ahora explico la razón de mi dicho.
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En un reciente
artículo de la periodista digital Mari Tere Menéndez Monforte, colgado en su blog ayer 31 de mayo de 2013, señala su extrañamiento contra el nuevo formato tabloide del
Diario de Yucatán, cuya directiva –capital español preponderante- rotula su nuevo producto que cumple 88 años de ser el “Diario de la vida peninsular”, engalanándolo con las características de ser “ligero, diferente, innovador y económico”.
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A grandes rasgos, la periodista digital señala esa evidente discriminación del
Diario de Yucatán contra las clases populares de Mérida (centro, sur, oriente y poniente de la ciudad) y de los pueblos del interior del Estado, al acortar secciones que “nadie lee”, y, a su vez, hacer uso en sus planas de un lenguaje para oligofrénicos o lectores profesionales de
Para dummies. Las secciones acortadas tal vez sólo aparecerán en el norte de Mérida, porque los del norte sí están dados a pensar, a reflexionar con palabras profundas y elegantes, y no se compara un hombre del norte con un hombre de, digamos, que vive cerca de la Cruz de Gálvez y que todos los sábados come su imperdonable mondongo en la fonda Cancun de la calle 69, y que no tiene esa “distinción” que habla Bourdieu en su conocido mamotreto del mismo nombre.
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Esto me ha recordado mis años de adolescente en que esperaba, junto con mi abuelo, a que el “güero” llegara a la puerta –abierta casi toda la mañana- de la casa de mi abuelo e hiciera sonar el timbre de su bicicleta. El güero, un albino de Chacsinkín, era un repartidor de periódicos de Peto, que con su sabucán azul y su bicicleta que pesaba más que él, iba por todos los rumbos de la villa repartiendo el periódico fundado por el reaccionario Carlos R. Menéndez. Mi abuelo nunca compraba el
Por Esto!, preferiría leer el
Diario de Yucatán, y esa fue una de las herencias que más he valorado de él: no leer el Por Esto!, pero, ahora, con la derechización desbocada del
Diario de Yucatán, tal vez haga poner un codicilo a mi herencia inmaterial, que diga que
“Por fuerza de lenguaje, me mudo al Por Esto!”.
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Mari Tere, he indicado, señala esa clarísima discriminación lexical de la directiva gachupina del
Diario de Yucatán, pero pregunto, ¿apenas se dan cuenta que el cacaseno Diario de Yucatán, comprado ahora por españoles, y españolista desde los tiempos prehomínidos de Carlos R. Menéndez, es racista hasta en la forma, y ya no hablar del fondo de su discurso?
Mari Tere pregunta, y señala en letra negra, algo que es bueno resaltar sobre el nuevo formato "ligero", ligerito, casquivano, casi amariconado, del
Diario de Yucatán. Transcribo:
¿Los lectores del norte de la ciudad de Mérida reciben información más completa, o el nuevo periódico Expreso discrimina a los ciudadanos del interior del Estado y del sur poniente, oriente y centro de Mérida?)
Sin que ahora aparezca en Mérida noticias del interior del estado, Menéndez Monforte cuestiona:
¿No les da vergüenza no informar a Mérida de lo que pasa en el interior de Yucatán? ¿Los meridanos son una especie de reyes o de nobles que no les interesa saber qué pasa dentro del Estado?
Y yo pregunto, ¿en qué mundo viven los directivos del Diario de Yucatán? Todos sabemos que, desde los años 70, si no es que más, más del 50 por ciento de los meridanos tiene un nexo con un pueblo del interior del Estado. Mérida, se ha dicho, es morena más allá del sentido metafórico.
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Dice Mari Tere:
Es una vil copia de Por Esto!, algo que estoy, sin duda, de acuerdo.
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Los estudios recientes de mercado, que demuestra la crisis estructural de ese diario que se ha dejado llevar por el facilismo del periodismo comercial, significa, dice Mari Tere,
“que les bajaron las ventas y que nadie compra el Diario de Yucatán en esas zonas, ni en el sur de Mérida ni en el interior del Estado".
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La nueva hechura de ese Diario amante de todo lo cursi de la época de las sotanas y los hacendados esclavistas, que pretende la "sencillez" del habla común (por no decir mendicidad lexical, pensando los muy racistas que los que tienen problemas para articular el castellano son las clases populares -clases medias incluidas- y no los del Country Club con eso de
"Sí, güey; no, güey", etc., etc.,) le lleva a Mari Tere a señalar, brillantemente, que lo del lenguaje más ligero esconde ese desprecio histórico de ciertos grupos de Mérida contra las clases populares:
[…] un lenguaje más ligero porque como no viven en el norte de Mérida no pueden leer, no saben leer y son muy brutos y la verdad la gente del sur de Mérida no vale la pena, vamos a venderles lo que se pueda, publicidad y fotos, porque no interesa esa gente, no interesa para nada…El enfoque no puede ser más ligero de lo que ya es. A ver qué es lo que van a hacer. ¿Más ligero el enfoque que en La i y que en ¡Al Chile!?
El desprecio histórico de Mérida, o de ciertos meridanos, por lo que pasa en los pueblos, ha sido, sin duda, sintetizado por el nuevo fondo del
Diario de Yucatán: en Mérida desaparecerán noticias de los pueblos. La periodista digital señala:
“…como confiesa sin ruborizarse el Diario de Yucatán, No son de interés para los meridanos. A los meridanos no les interesan 16 páginas de noticias propias de los municipios yucatecos”.
Esto es, a grandes rasgos, la nueva versión “neoliberal” del Diario de Yucatán: darwinista en sus contenidos, despreciador de los pueblos del interior, y que hace del lenguaje una cosa de lucha de clases: los jodidos hablan como pueden, y los de la clase bonita hablan con “distinción”. En fin, lo que más me incomoda es esa invisibilización de los pueblos del interior del estado, y que en mi carácter de microhistoriador, me lleva a plantearme una pregunta retrospectiva, ¿qué hubiéramos sabido los microhistoriadores de ahora de los pueblos de hace 150 años de Yucatán, si un desequilibrado meridano de 1850 hubiese tenido la imbecilidad de decir que lo que pasaba en Peto, en Sotuta o en Tekax, no era del interés de los meridanos? Si la historia hubiese sido así, tal vez la guerra de castas no sería sino un rumor incomprobable.
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