domingo, 16 de junio de 2013

DEAN

Días después que el huracán Dean se alejara de la Península en agosto de 2007, escribí desde la ciudad de los curvatos, Chetumal, la triste, este recuerdo subjetivo de dicho huracán...En ese entonces no tenía el blog, y sólo quedó el registro de ello en mi libreta de escritura. Ahora lo doy a la estampa virtual casi seis años después. No modifiqué nada, y veo que hay palabras y cosas que no diría actualmente.
Chetumal se recupera. Dean, como un trompo gigantesco que arañó el cielo chetumaleño con leonadas garras de sus vientos, se ha largado, y espero que para siempre. Árboles caídos en maltrechas avenidas, calles y callejas sin charcos, es el saldo crudo que se observa. Y también la actitud admirable de sus ciudadanos. Escuchar el trueno, el rugido de esa bestia ubicua, siniestra, me impelió a fumarme los dos últimos cigarrillos de la cajetilla en la madrugada llena de vientos, y la ración diaria de nicotina que exigía mi organismo me produjo el escozor de la abstinencia. Pero bueno, allá estaba yo, en mi cuarto de ex pensador donde recalo a veces por la noche con una virgen de a 800 versos, pasando sólo la contingencia, viviendo sólo el pinche huracán pendejo, que en los boletines de radio lo monitoreaban con insistencia perruna 24 horas antes que impactara las costas de mi segundo estado. El verbo impactar ahora es de lo más impactante y se ha impactado en el lenguaje cotidiano de las personas cotidianas, no sólo en la jerga barata de los reporteros locales y nacionales. En el ruido obtuso de sus vientos, me decía, o me imaginaba que me decía ese huracán desértico, que hiciera la apología insospechada de sus falanges aguadas. Fumando de a poco y reconcentrado en el pensamiento kantiano, con la crítica de la razón impura de mi cerebro que construía provisiones de otras eras más felices que esta, oteé de lejos la ventana –no sea que explotara, a falta de las cruces de cinta canela que no tuve tiempo de comprar-, y observé la nada, es decir, los vientos largos como sables sableando el cielo surcado de negruras. Así es como se defiende la naturaleza, me dirá un ortodoxo ambientalista. Yo, ahora, con la imagen de la furia de Dean todavía no disuelta en el recuerdo, le mentaría la madre a ese ambientalista hipotético, y le diría que le diga a doña natura que se defienda con los que en verdad la han chingado, no conmigo, que no soy una S. A dedicada a montar fumarolas en el desierto de Itacama o vender tours “ecológicos” a gringuitas bonitas con nalgas de negra.

No hay comentarios:

Archivo del blog