Trabajando estos días, sentado frente a la lap de 8 am a 10 pm (ya siento dolores lumbares, y la ciática me jode), únicamente he redactado cinco páginas de un tercer capítulo de una tesis que voy escribiendo sobre una región de frontera. Y esto no tiene nada que ver por el hecho de que se me han secado las ideas (esa tesis la tengo en mi mente), sino porque la cosa lo amerita: en un diálogo atravesado con textos de las "poblaciones ocultas" de antes de la hecatombe de 1847 en Yucatán (el concepto descriptivo "poblaciones ocultas" es de Piedad Peniche), con Farris y con otros autores como el gran Arturo Güémez Pineda, mi idea es que esas poblaciones "ocultas" que cruzaron la frontera hacia la Montaña a partir de la primera mitad del siglo XIX, no lo hicieron solamente por la repulsa a la fiscalidad del Estado neocolonial yucateco, sino que, como antes en la colonia con los mayas
pudzanes, cruzaron la frontera para tener un espacio creado, una zona libre, donde la sociedad neocolonial no estuviera presente.
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Me estoy refiriendo, desde luego, a una zona de emancipación cuya sociedad maya "huida" veía con malos ojos la explosión económica en las zonas marginales como Peto, Tekax, Bolochenticul....Esas poblaciones ocultas, una vez estallada la guerra campesina de 1847, unieron sus esfuerzos con la sociedad maya de los aledaños del sur y el oriente, y engrosaron las filas y quisieron poner el mundo neocolonial yucateco patas arriba. Al no poderlo hacer, su "huida" a la Montaña después de 1849 significó el pacto de los mayas pacíficos (estudiados por Teresa Ramayo Lanz y Lean Sweeney) con el Estado yucateco enmarcado desde una autonomía jurisdiccional, territorial y económica, por un lado; y por el otro, la creación de la territorialidad de los mayas rebeldes alrededor de Chan Santa Cruz.
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Si eso que he dicho líneas arriba no significa una circunstancia agraria de la guerra campesina de 1847, no sé qué diablos sacarán los revisionistas de ella. Los revisionistas y amantes de la fiscalidad -como Arturo Güémez Pineda y Piedad Peniche- de la Guerra de Castas, no pasan más allá de 1850, y se conforman en discutir obviedades. Sin duda, salen mal parados si cualquiera se pone a diseccionar sus discursos que tienen los dados cargados.
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