Según cifras del CONEVAL 2010, Yucatán, al igual que el resto del país (las cifras a nivel nacional y estatal se asemejan), es un estado injusto si en cuento a la distribución de la riqueza se refiere. La poca riqueza en Yucatán (y esto es un patrón que nos señala nuestro colonialismo económico, por no decir colonialismo mental) está en unas cuantas manos. En 2010, el 19.4% de la población yucateca (es decir, aproximadamente 378 mil yucatecos) no eran pobres, y no contaban con carencias del tipo educativo, salud, seguridad social, vivienda digna, alimentación y "grado de cohesión social" medido, en términos económicos, por el muy mentado coeficiente de Gini. Rezagados a nivel nacional, en Yucatán estamos en las mismas, lo que indica la falta de voluntad no sólo política (el problema, arguyo, también es socicultural). De esos 19.4%, el resto, es decir, un 81% vive entre la pobreza extrema un 9.8% ( mayas en su mayoría, con 191 individuos), la pobreza moderada un 38.1% (746.1 personas), vulnerables por carencias sociales (25.9%) y vulnerables por ingreso (un 6.9%). Las cifras no mienten: en Yucatán, así como en el resto del país, de 1982 a esta parte, vivimos en "el espectáculo de la miseria", espectáculo que tiene por estrellas a la clase política mexicana viviendo en la suntuosidad de sus dietas y chanchullos, la clase empresarial apadrinando el desmadre, la alta jerarquía católica bendiciendo el atraco a la nación, una clase media aburguesada y lerda, frente a un pueblo desorganizado, sucio, solo y con hambre....
En Pierre Menard, autor del Quijote, Borges dice que la historia "no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió".
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