El maestro José Natividad Ic Xec en su rincón de trabajo.
El 12 de diciembre de 2012, en la sede del CIESAS
Peninsular del rumbo de la Mejorada, del centro de Mérida, tuve la suerte de
conocer a uno de los últimos de los Chilames,
a un profeta que cambió sus vaticinios por
la redacción de cuentos y leyendas mayas, nacido en el sur de Yucatán, en la
Villa de Peto para ser precisos: José Natividad Ic Xec. Ese día fue la
presentación de su libro, La mujer sin
cabeza y otras historias mayas, editado bajo el sello del CIESAS, y cuya
edición estuvo bajo el cuidado del doctor Jesús Lizama Quijano, quien le
ofreció, felizmente para los interesados en las “consejas” mayas,[1] la
oportunidad de publicarlos. Para el mes de noviembre de ese año, los textos que
anteriormente habían aparecido en el Diario
de Yucatán (el autor laboró como redactor durante 16 años), bajo el título
de “Leyendas y tradiciones mayas”, y otros en el portal de internet de Ic Xec, elchilambalam.com; se concretaron en el
libro de marras, con un tiraje que llegó al millar. Posteriormente, en el 2013,
el libro sería traducido en Francia por la amiga de Ic Xec, Nicole Genaille,
bajo el título de La femme sans tête et
autres histoires mayas. El texto en español se engalana con unas bellas
ilustraciones de Diana Itzel Montes Gómez, y en la traducción francesa están
insertas varias fotografías del autor, de personas que dieron su tiempo para
narrar los cuentos y leyendas, y de las veredas y paisajes de la tierra nuestra,
la Península y sus pueblos.
La pregunta que alguien
que no siga las publicaciones de elchilambalam,
y que seguramente se formularía al terminar de leer La mujer sin cabeza, es tratar de saber quién es este escritor que,
con un libro de poco más de 100 páginas, nos ha hecho recordar, y volver a
creer, en el mundo encantado del Mayab, en el que muchos pueblos del Yucatán
profundo, todavía guardan “arroyos límpidos de cultura maya”, a la cual se
accede cuando visitamos a los verdaderos depositarios, los abuelos y abuelas
mayas, y convivimos con ellos y aprendemos de su sabiduría y somos partícipes
de la tradición oral, compartida de generación en generación: “Hablar con un
abuelo maya –apunta Ic Xec- es tener contacto con un pozo de sabiduría; un
abuelo es una máquina del tiempo que conduce a las profundidades del pasado”.
Nacido el 7 de
septiembre de 1963 en la Villa de Peto, Ic Xec pasó por dos años de filosofía y
uno de teología en el Seminario de Mérida. Iba para sacerdote (no me lo imagino
en un púlpito), pero tal vez su espíritu díscolo e indagador lo llevaron fuera
de los claustros, a matricularse en la Facultad de Educación de la Universidad
Autónoma de Yucatán, y, posteriormente, a laborar en una sala de redacción del Diario de Yucatán, a tener una bonita familia
y a leer con fruición. En la enorme biblioteca del seminario, en sus tres años
que estuvo ahí, abrevó de la filosofía escolástica, de la patrística, de la
biblia y de las literaturas occidentales. Encandilado por tanto saber a su
disposición, Ic Xec indica que esto le impidió “mirar la riqueza cultural que
había heredado, comenzando con mi lengua materna”, sin embargo, pienso que el
conocimiento universal con que nutrió sus años en el seminario, posibilitó,
tiempo después, laborando ya en el Diario
de Yucatán, que con sus lecturas de las narrativas universales de un
escritor o periodista en formación, recreara aquellas inolvidables consejas,
leyendas y cuentos, oídas en sus años de infante, en voz de su abuela Tiburcia.
Ic Xec se declara filósofo
y teólogo, es decir, lector de filosofía y teología, pero también “amante de lo
nuevo y de lo antiguo”, indigenista y
divulgador de la cultura maya yucateca, incluido el idioma. Desde su portal elchilambalam.com, ayudado grandemente por el informático Lorenzo Itzá, quien da mantenimiento a las redes sociales y a la web creada en enero de
2012 con ocasión del llamado fin del 13 Baktún,[2] ha
dado cabida a poetas e intelectuales mayas, como Lázaro Kan Ek, seudónimo del
intelectual y educador maya, Pedro Uc Be; a defensores de la cultura actual,
como su compatriota, Bernardo Caamal Itzá, el
Arux; a hacernos conocer los trabajos de los maestros del idioma maya como
Feliciano Sánchez Chan y Fidencio Briceño Chel, y darnos noticias de nuevas
propuestas culturales de revitalización de la cultura maya, como el movido
hip-hop de Pat Boy, los trabajos en espeleología de la digna heredera de don
José Tec Poot, Fátima Tec Pool, y el Grupo Espeleológico Ajau que
dirige el maestro Carlos Evia; así como los nuevos veneros poéticos en lengua maya de
los poetas Wildernain Villegas Carrillo, Isaac Carrillo Can y la narradora Sol
Ceh Moo, todos peninsulares y todos ganadores del premio Netzahualcóyotl de
literatura en lenguas mexicanas. Pero casi todos, si no es que todos los textos
que tiene colgado en elchilambalam
desde enero de 2012, han salido de la diáfana escritura de este poeta y
escritor que, aunque prefiere escribir en español yucateco sus textos, y aunque
no desconozca su rico idioma materno, el maya, no por eso se le puede restar
ningún mérito a la fuerte vitalidad cultural y las resonancias singulares de
los pueblos de Yucatán reflejados en su escritura y en sus artículos y
crónicas, escritos en correcto y castizo español yucateco. Se pueden escribir
futilidades y soñarreras en lengua maya (y se escribe bastante de ello), pero
eso no indica que lo que se escribe es literatura maya, y a veces ni a
literatura llega. Ahora bien, se puede escribir literatura en español con temas
y motivos mayas, y si se escribe con la transparencia y el trabajo literario
que podemos leer en La mujer sin cabeza,
esta literatura es obvio que se sobrepone al accidente de escribir o no en la
lengua nativa, y aglutina tanto la cadencia de la psicología y cultura maya,
así como las incontrastables verdades universales que tocan a todos los pueblos
por igual.
Desde el primer
momento, Ic Xec fue asiduo promotor y defensor del Festival Maya Independiente,
Cha’anil Kaaj, y en su portal de
internet nos hemos enterado de las noticias del Mayab, hemos ido con su
escritura y la lente de su cámara fotográfica, siguiendo sus pasos de caminante
tenaz por los rumbos del Mayab mediante sus crónicas de viaje, y estamos
aprendiendo el idioma maya y lo escuchamos en radio y lo leemos en las redes
sociales. Sin empacho, podemos asentir que tal vez elchilambalam.com es, actualmente, la web más consultada sobre cultura maya. Frente a los mayistas
cargados de letras y sapiencia inextricable y que mal escriben su conocimiento,
la escritura clara y fina de Ic Xec transparenta la riqueza de la cultura
antigua y moderna del Mayab. Es un divulgador y, a un tiempo, un defensor de la
cultura maya, aquel waayólogo nacido
en el sur de Yucatán. Si sabemos que de su portal elchilambalam han salido muchos relatos que hoy forman parte del
libro La mujer sin cabeza, le
pregunté al maestro Ic Xec qué lo impulsó para crear un portal que toca temas
exclusivos del pueblo maya, de los muchos pueblos mayas que llenan de fulgor, anécdotas
e historias la geografía de la Península. No fue ni el dinero (no gana “ni un
chingado peso con el blog”), pero sí el deseo de contar, de “hablar sobre su
cultura”, nuestra cultura, de darnos a conocer los sucesos y las muchas
historias y leyendas que pueblan Yucatán:
La idea original
de elchilambalam es mía (aunque hay muchas ideas) porque es de fácil
pronunciación, fácil de escribir y sobre todo que abarca el espíritu de los
antepasados y de los presentes mayas. Sobre la creación de la web, me impulsó la evidencia de que no
hay lugares confiables para leer noticias sobre los pueblos mayas y sobre lo
que ocurre ahí. Los diarios comerciales se enfocan en otros temas (más
vendibles y de moda). Pensé entonces que era conveniente hacer algo así como lo
que hacemos actualmente en elchilambalam
que toque temas de la cultura nuestra, y aunque es cierto que hay lugares
interesantes de donde abrevar (académicos, por ejemplo), elchilambalam lo
contaría simple y llanamente, y su objetivo era y es ser accesible para todos,
niños y grandes, y en [elchilambalam]
no se disfraza ni se interpreta nada: sólo se cuenta cómo son las cosas. Y pues
ahí sigue, de pronto veo en revistas las notas tomadas de ahí, algunos tienen
la cortesía de mencionar el lugar, otros no, pero así es esto del internet.[3]
“Los hombres somos en gran parte lo que fuimos en la
niñez” es una frase que no remite a un cliché sobre la idealización de la
infancia, sino que posibilita entender los trabajos actuales del maestro Ix
Xec, y que en el 2012 dio a la imprenta 27 relatos de ellos en La mujer sin cabeza. Suerte que nació en
un pueblo grande como Peto, suerte que en su familia estuvo su abuela Tiburcia
Noh, una mujer de Tixcacaltuyub y que vivió los últimos años de la Guerra de
Castas y que traía tantas historias que contar a sus nietos:
Ella era una
gran narradora y tuvo gran influencia sobre nosotros sus nietos. Recuerdo el
ritual de todas las noches cuando mamá se iba a la lonchería de mi abuelo donde
trabajaba hasta horas de la madrugada: trepados a los brazos de nuestras
hamacas rodeábamos a la abuela Tiburcia, quien comenzaba a hablar y nos
transportaba a extrañas tierras de brujos, a atmósferas maléficas, a montes
regados de sangre. Siempre nos habló en maya…De la boca de la abuela Tiburcia
oímos las historias más insólitas sobre apariciones, brujos, maleficios, malos
aires. De su boca escuchamos por primera vez, mis hermanos y yo, los nombres de
las poblaciones de Yucatán que hoy visito todavía con arrobamiento, esperando
que en algún lugar aparezca un indicio de aquellos tiempos antiguos.[4]
Por medio de las enseñanzas de la abuela Tiburcia,
Ic Xec entra a esa tradición encantada del Mayab, y su historia literaria es
muy similar a la que vivieron, en sus primeros años, maestros del idioma como
Gabriel García Márquez, a quien su abuela, Tranquilina Iguarán Cotes, pobló la
infancia del futuro fabulador salido de Aracataca, con historias de aparecidos
y otras muchas realmaravillosidades.
La
mujer sin cabeza y otras historias mayas es un libro que se
puede leer sentado o a pie, en el baño o en la biblioteca, que lo degustan
tanto eruditos cargados de letras como simples lectores primerizos; pero encima
de estas consideraciones, es un libro que se lee con gusto porque se nota que
fue escrito con lo mismo y con la destreza de un escritor a veces borgeano, en otras
ermileano (lector del Canek), aunque
siempre con un estilo inconfundible, alejado de florituras y barroquismos. Consta
de 27 relatos breves, y en ellos hay cabezas humanas que se pasean en la noche
cuando el pueblo duerme; hay una misteriosa mujer que recorre los caminos del
Mayab profiriendo augurios y sanando a los enfermos. Otra mujer, que por unas
santas monedas daba su cuerpo a los hambrientos de deseo en un famoso
prostíbulo de Peto, estaba marcada con la muerte y su pesada mirada podía matar
a los niños sin querer.
Sabemos por la lectura
del libro, que la Xtáabay existe y es
una hermosa mujer que se convierte en serpiente si se le repele con una xanab
k´éewel (sandalia con plantilla de
piel y soga de hilo de henequén para sujetarlo al pie y al tobillo), y que
siempre está sentada en una albarrada y peinándose con el fruto de la
enredadera llamada xáache’ xtáabay,
el peine de la Xtáabay. Ic Xec puede
asentir, con Mediz Bolio, que la Xtáabay es
“la mujer que deseas en todas las mujeres y la que no has encontrado en ninguna
todavía”.[5]
En el libro, los malos
vientos del Mayab cruzan sus páginas convirtiéndose de inocuas tortolitas a
zopilotes, y de estos a toros enormes que persiguen a los incautos. En el
monte, en las encrucijadas de caminos donde se reúnen para confabular, pasando
los rieles de las antiguas vías de tren de los pueblos del sur, los malos
vientos, los k’aak’as íik’o’ob, salen
de sus escondites al mediodía y a la medianoche “y se pasean por las calles
levantando el polvo rojo y las hojas secas” y pueden fulminar, o bien paralizar
el cuerpo del cristiano de por vida. Para contrarrestarlos, el campesino ha creado
el ritual inmemorial: masca tabaco silvestre y se unta la plasta en tobillos y
manos, o fuma igual sus cigarrillos para alejar a las víboras, y le ofrenda saka’ (atole de maíz blanco endulzado
con miel) en jicaritas a Yuum K’áax,
el señor del monte; y pide permiso a los alux
k’at cuando va a tumbar una selva virgen, un nukuch k’aax, porque los montes intocados son los hogares sagrados
de los aluxes y es por esto la razón
de las ofrendas pertinentes.[6]
Si podemos decir que
pueblos de la región de Peto aparecen en las páginas de La mujer sin cabeza, podríamos decir también, que el pueblo de Tabí
y la región donde comienza el oriente de Yucatán, es uno de los lugares
favoritos de Ic Xec: con la leyenda de El
toro negro de Tabí y los famosos cascos de un caballo horadando la laja
viva, así con la más que metafórica crítica del saqueo neocolonial en el relato
llamado, precisamente, el Saqueo de la iglesia
de Tabí, Ic Xec rinde tributo a uno de esos espacios pueblerinos “cada vez
más escasos en donde uno puede mirar el cielo estrellado sin las interferencias
de la electrificación, y respirar el sereno puro del anochecer sin el humo de
los automotores”.
Igualmente, Ic Xec
siente una fascinación por las víboras, pues estamos tratando con un escritor
que entiende el significado de la serpiente en la cosmovisión maya, antigua y
moderna (no por nada es lector primero de José Díaz Bolio y de otros mayistas).
Fascinación científica, el herpetólogo también es el mitólogo de las serpientes
y víboras que abundan en las creencias de los pueblos yucatecos. Ha bautizado a
la Xtáabay como la hermosa mujer
serpiente, y nos indica que el alimento de las víboras, esos frutos con granos
que sólo un yucateco de los pueblos reconoce y teme, le sirvió para destrabar
su lengua a los seis años. Nos indica, en El
misterio de las víboras, que las
embarazadas debilitan a las serpientes; y que beber sangre de víbora de cascabel,
como hacían algunos montaraces petuleños en tiempos del chicle, o tomar sus cápsulas,
además de la idea de que combate cualquier tipo de cáncer, alarga la vida y da
un vigor sexual desaforado con mejores y prolongadas erecciones. Nos cuenta la
historia fatal de Dzulo, un campesino de Tiholop sobreviviente en Mérida a
cuatro mordeduras de cascabel. A la cuarta, un jmeen experimentado le advirtió: “La víbora ya te conoce, te ha
olido, y te está buscando para concluir su tarea. Mejor vete de aquí si quieres
vivir”. Dzulo dejó su pueblo y comenzó su éxodo que aún no termina. En La mayor curandera del sur, María
Eugenia Rosado, vecina de Tzucacab que ha combatido a más de un veneno de todas
las víboras más fieras de la Península, le hace saber a Ic Xec que tiene evidencias
de que la cascabel “se aparea con la cuatro narices y una u otra se aparea con
la coralillo”.
Otras historias se
pueden leer en este libro, como la de los aluxes (le dedica tres relatos), pero
lo que más llama la atención son los textos donde toca el tema de los wáayes, esa especie de naguales, más
poderosos que los jmeenes y los yerbateros, y que tienen la capacidad
de transformarse en animal: gatos, perros, cochinos, chivos y pájaros, son
algunas de sus mutaciones. Ic Xec es un waayólogo
cuyo padre, sobreviviente a la terrible picadura de la nauyaca en los zapotales
de Quintana Roo en tiempos del chicle, por azares del destino, no pudo heredar
el arte de convertirse en wáay pues el viejo que le iba a transmitir ese
conocimiento prohibido, fue muerto de un disparo certero, una noche antes de la
primera lección. Señala que de Maní, de Sotuta, de Mama y Chumayel han salido
los wáayes más temibles. A esas tierras, su abuela Tiburcia las nombraba U
lu’umil wáayo’ob’ (la tierra de los wáayes). Siguiendo tal vez a los
malos vientos, los wáayes prefieren el silencio que arranca en la medianoche
para comenzar la sinfónica de sus
correrías nocturnas, para espiar a las hembras más turgentes del pueblo, o para
vengarse o burlar a los durmientes. A veces, solamente salen a la plaza
principal a tomar el fresco de la madrugada, pero “la llegada de la iluminación
los ha obligado a replegarse en sus actividades”. En el relato Los señores de la noche, Ic Xec hace una
especie de teoría sobre los wáayes
yucatecos. Nos indica que en Yucatán, estrictamente hablando, no existen los
brujos. Hay, sí, yerbateros, que son los hombres que en cierto tiempo
aprendieron todos los secretos y arcanos de las plantas y raíces para curar los
males de la gente pobre; los jmeenes
o el jmeen, que al conocimiento de
las plantas aúna el conocimiento de ciertas oraciones o invocaciones mágicas
que sólo ellos conocen; y el wáay,
que está en otro nivel y “escapa de toda definición y es más poderoso que todos
los demás”. Si pudiéramos explicar el nivel de poder de estos tres “señores de
la noche”, valiéndonos de la gráfica piramidal, diremos que el yerbatero ocupa
la base, en medio se encuentra el jmeen,
y en la cúspide está el wáay. El wáay peek’ (transformación en perro), el
wáay miis (cambio a gato), el wáay
chivo, el wáay k’éek’en (metamorfosis en cerdo) y el
wáay ch’íich’ (cambio a
pájaro), son los distintos nombres que se les han dado basados en sus
evoluciones zoomórficas. Otro wáay más enigmático, es el Wáay Koot,
el wáay águila, señor de las alturas peninsulares.[7]
El trabajo de José Natividad Ic
Xec no finaliza con el libro La mujer sin cabeza. Una vez aproveché la
ocasión para decirle, que no creo que sean todos los cuentos y relatos de la abuela Tiburcia puestos en su
bello libro. Para mayo de 2013, Ic Xec, con el sello editorial de
elchilambalam, publicó el libro Flor curativa. El milagro de la medicina de
los mayas, pero los relatos para otro libro similar a La mujer sin
cabeza se encuentran en la web creada por Ic Xec y seguramente que
en escritos que no ha dado a conocer. Relatos como “El gran comedor de víboras
de cascabel”, “Un pueblo custodio del maíz y de la religión maya”[8], “El
adiós de los venados”, “La poderosa influencia de la serpiente en el Mayab”,
“Los mayas son expertos en sobrevivir a las hambrunas”, “El regreso de los
wáay”, “En la ruta de los wáay, grandes hechiceros mayas”, son algunos de los
muchos textos escritos por Ic Xec, y que piden las prensas yucatecas.
[1] Y
obviamente que por “consejas”, no entiendo lo que entiende el monárquico
diccionario de la RAE: para mí las consejas no son cuentos y fábulas plagadas por
“patrañas ridículas” y de sabor antiguo. Son, por el contrario, cuentos,
fábulas e invenciones que hechizan y hacen remover el cimiento del supuesto
pensamiento occidental y descarteano de uno, y le hacen abrir el mundo donde el
sabor y el saber antiguo de los mayores, es descrito con las palabras del
poeta.
[2] Según el
sistema calendárico maya de la cuenta larga, el 21 de diciembre de 2012 fue la
fecha del fin del 13 Baktún, y el inicio de otra nueva era maya. Diversos
medios de comunicación dieron cobertura a este suceso, y mediante los órganos
oficiales se llevaron a cabo diversos programas que tenían como fin la captura
del turismo. Incluso se dio un hecho curioso en montes ejidales del pueblo de Xul,
donde unos italianos crearon una ciudad fortaleza esperando supuestamente el
fin del mundo. Ic Xec y muchos otros intelectuales mayas, cuestionaron la forma
turística de la conmemoración del fin del 13 Baktún, y como contra réplica, los
días 20, 21 y 22 de diciembre de 2012, Ic Xec y su equipo (su familia) de elchilambalam se trasladaron a las
comunidades mayas alrededor de Chichén Itzá (en Chichén, los turistas gringos y
europeos vivirían de cerca la “experiencia turística” del fin de una era maya)
para preguntarles a los lugareños sobre su visión del fin del mundo: “El resultado
estaba previsto: la gente no sabía
nada de ningún fin del mundo ni sabía qué fecha se estaba celebrando”. Cfr. “Crónica de un ‘fin del mundo’ que
no llegó”, en http://elchilambalam.com/2013/06/cronica-de-un-fin-del-mundo-que-no-llego/
[3]
Comunicación personal con José Natividad Ic Xec, 6 de mayo de 2015.
[4] José
Natividad Ic Xec, La mujer sin cabeza y
otras historias mayas, México, CIESAS, 2012, p. 10.
[5] Antonio
Mediz Bolio, La tierra del faisán y del
venado, México, Ediciones Botas, 1965, p. 154.
[6] A este
respecto, apunto una descripción de cómo se elige una milpa, proporcionada por
el ex chiclero don Raúl Cob: “Cuando comencé a ir con mi papá a la milpa, para
cuadrar un terreno que nos serviría para hacer milpa, antes se tiene que hacer saka’, llevar un poquito de miel para
endulzarlo antes de que se comience la brecha de la milpa. Entonces se pone el saka’ al principio de la mensura de la
primera brecha, cuando pongo esa bebida significa que todos los animales malos
como las víboras, pido que las separen de ese pedazo que ya se pidió,
manifestando a Dios ese trabajo que se va a hacer y le ofrezco esta pequeña
ofrenda de saka’ para que quite las
cosas malas, para que cuando yo trabaje, no me pase nada. Cinco jícaras de saka’ hecho con miel, una vela prendida
y oraciones como el padre nuestro pidiendo a Dios que en este cuadro me quiten
todos los animales malos para que yo trabaje en paz”. Entrevista de tradición
oral con el señor Raúl Cob, 88 años, 24 de enero de 2013, Peto, Yucatán.
[7] Sobre
esto, véase mi texto “El Wáay Koot de mi pueblo”.
[8] Este
relato versa sobre el pueblo de Xoy, en la región de Peto. Los apuntes de campo
de Ic Xec podrían enriquecerse, considero, con la lectura del libro sobre Xoy
escrito por Marie-Odile Rivera, Una
comunidad maya en Yucatán, México, SEP-Setentas, 1976.
1 comentario:
"Sabemos por la lectura del libro, que la Xtáabay existe y es una hermosa mujer que se convierte en serpiente si se le repele con una xanab k´éewel (sandalia con plantilla de piel y soga de hilo de henequén para sujetarlo al pie y al tobillo), y que siempre está sentada en una albarrada y peinándose con el fruto de la enredadera llamada xáache’ xtáabay, el peine de la Xtáabay."
Gracias por etiquetarme y compartir esta información que hoy por hoy me es muy útil. :)
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