El Kotz Kaal Pato en Citilcum, Yucatán
Recientemente, el Movimiento Ambientalista de
Yucatán A. C, mediante la plataforma change.org
formuló una petición al gobernador del Estado de Yucatán (pínchese aquí), donde exige un “Alto
a los actos de crueldad extrema en contra de animales que se realizan en
Yucatán”. Esta petición surge como respuesta directa a lo que en días pasados
conocimos por medio del internet,[1]
referente a una práctica abominable y difícil de tomarla a la ligera justificándola
mediante valoraciones antropológicas radicales, que ocurre en la comisaría
izamaleña de Citilcum, el “Kotz Kaal Pato” [2] (la
grafía igual puede ser “jots kaal pato”),
expuesto “ante los ojos del mundo” por el artículo de internet señalado, así
como en otros medios electrónicos nacionales. El Movimiento Ambientalista,
además, está en contra de la corrida de toros y de los torneos de lazo. He
señalado en anteriores artículos mi molestia ante el hecho de que los
defensores a ultranza de los animales, emparienten la corrida de toros con los
torneos de lazo, y no es necesario volver a tocar ese tema, aunque apunto que
el pensamiento abarcativo indígena yucateco mayanizó el ritual taurino español
al día siguiente de la conquista.[3]
El Movimiento
Ambientalista, expresando su molestia contra el Kotz Kaal Pato, apunta que “Como Yucatecos, nos negamos a ser
identificados en otras partes de la nación y del mundo por participar y
permitir este tipo de conductas sanguinarias y violentas, que nos remontan a la
época de las cavernas”. Y descreedor de las culturas cerradas y estancadas en
la inamovilidad, los ambientalistas yucatecos siguen un paradigma antropológico
difícil de superar: “toda sociedad cambia, evoluciona, se replantea sus
costumbres y deja de ver a los animales como objetos de los cuales podemos
abusar para nuestro beneficio cómodamente o por simple entretenimiento”.
Cuando
me llegó la petición de firmar (soy simpatizador de dicho movimiento, defensor
de los tlacuaches en Yucatán, enemigo de los torneos de lazo pero no de las
corridas de toros, por lo tanto, no puedo decir que entro al canon de lo
políticamente correcto debido a mi entusiasmo por la lidia), leí el texto del
Movimiento Ambientalista que he ejemplificado con algunos extractos
entrecomillados, puedo decir que estoy de acuerdo en casi todos sus términos
(hacer respetar la ley estatal de protección a la fauna en Yucatán, llevar a
cabo políticas públicas de concientización y respeto a los animales, y que el
gobernador[4]
emita un comunicado para el cese inmediato de ese espectáculo en Citilcum),
pero al momento de firmar, escribí la cláusula siguiente: “Estoy firmando
porque esto no tiene nada que ver con la cultura maya y porque es, sin duda
alguna, un acto de bestialidad y crueldad con los animales y con la cultura
civilizada del pueblo yucateco”. Me explico en las siguientes líneas.
El
revuelo mediático surgió, como hemos dicho, a raíz de la publicación de, más
que artículo, una serie de fotografías del Kotz
Kaal Pato con pies de fotos,[5]
donde el autor no aporta datos de cuando en realidad se realiza esta
“tradición”, seguramente que para principios de mayo de cada año, por la fecha
de publicación del artículo. En este “ritual de sangre y muerte” en Citilcum,
antes de la reventadera de garganta a los patos, se lleva a cabo la rompedera
de piñatas, llenas, no de dulces, sino de “alimañas” capturadas la noche
anterior, es decir, repletas de
inofensivas iguanas, aunque los animales que más aprecian para matar los de
Citilcum, son las zarigüeyas, es decir, los mal llamados "zorros", que son
muertos a palos desde las piñatas. Al terminar de romper las piñatas, los
tlacuaches e iguanas son perseguidos por la comunidad para terminar de matarlos
a palos, regándose sangre y vísceras por doquier.
Este acto de salvajismo
es similar a lo que pasa en los pueblos de Kopomá y Tipikal, pero mientras que
en Tipikal, pueblo alejado de lo que fuera la zona henequenera yucateca,[6] el
ritual conocido en maya yucateco como pa
puul (rompiendo vasijas, realizado anualmente el 24 de junio) las iguanas
no se matan y cazan sangrientamente,[7] en
Kopomá y Citilcum sí, ningún animalillo se salva. Uno podría pensar que esto
que sucede en estos dos últimos pueblos es el colmo de lo inaceptable, pero en
Cititlcum sucede algo peor. Después de que haya muerto el último “zorro” (los
cuales son aventados al aire para que mueran al caer de un lugar a otro de una
explanada de cemento donde hay una especie de patíbulo de cemento construido
expresamente para las piñatas llenas de iguanas y tlacuaches, y para lo que
vendrá luego), la gente de Citilcum se prepara para algo más macabro: la
reventadera de garganta a los patos. Apunto in
extenso el texto de Tomás Martínez:
Cuando termina
el festejo de las piñatas y las zarigüeyas han muerto, hacen su aparición los
patos, animal que da origen al nombre de esta celebración. El
ave es amarrada por las patas a una estructura hecha de madera y quienes son
considerados concursantes, tienen brincar para tomar el pato por la cabeza. Una
vez que logran agarrarle la cabeza, el "afortunado" debe de
arrancarla con sus manos, ya que quien lo logre se llevará el cuerpo del pato a
su casa. El pato muere en el momento en que se le rompe el
pescuezo, pero pueden pasar más de tres minutos antes de que la cabeza del pato
se desprenda del cuerpo. Durante ese lapso cae una auténtica lluvia de sangre
que baña tanto al que jala de la cabeza, como a los que observan el sacrificio. La
gente reunida observa. Familias enteras aplauden y ríen. Es un momento que les
da una identidad comunitaria, pero nadie, absolutamente nadie sabe explicar el
por qué de la celebración y ni siquiera los más ancianos conocen sus orígenes y
razones. "No sabemos el origen de la
tradición. Yo lo aprendí de mis padres y mis padres de sus padres. Antes se hacía
en un gran árbol de ceibo que estaba aquí cerca, pero en el año 2002, cuando el
huracán Isidoro pegó a Yucatán, el árbol se cayó", narra don
Idelfonso Tec, un anciano que nació y creció en Citilcum. Desde entonces
el festejo se realiza en un parque contiguo a la zona del comisariado
municipal. Freddy Poot Sosa, reconocido
investigador de la cultura maya, quien ha realizado varios documentales de la
vida y cultura de las comunidades indígenas de la región peninsular, se muestra
igual de extrañado. "No sabía que existía un festejo de ese tipo, supongo
que es un festejo muy local y exclusivo de Citilcum", comentó. Aunque nadie
sabe el origen del festejo, el por qué de los sacrificios animales o la
finalidad de esta celebración, lo que es seguro es que el Kots kaal pato
seguirá existiendo en Citilcum cada año.[8]
Si en Citilcum, con lo del Pa Puu, y en Dzitás, pueblo al oriente de Mérida donde se lleva a
cabo la danza del Kotz-Cal-Tzó,[9]
existen pervivencias prehispánicas de los antiguos rituales, y las tradiciones
que buscaron resquicios, sincretismos y acomodaciones durante la colonia y el
periodo independiente[10]
han llegado a esos dos pueblos de una forma, en lo que cabe, modificados pero
conservando una estructura cultural representados por los mitos del monte, de
la milpa y por su reciedumbre autonómica,[11]
la pregunta es, ¿por qué en pueblos como Kopomá y Citilcum, la tradición del Pa
Puu y el Kotz-Cal-Tzó han sido modificadas, por no decir, deformadas
culturalmente? La respuesta a esta pregunta sería apelar a la historia del
proceso colonizador en Yucatán. En 300 años de colonia, el dominio meridano
sobre los pueblos que se encontraban a su alrededor (el noroeste de Yucatán actual, es decir, lo que
fuera el radio de acción de los límites del henequén), aunque no mellaron
acremente las estructuras culturales del pueblo maya, sentaron las bases para
la miscegenación. Y a partir del siglo XIX, y agudizado sobre todo en el
periodo henequenero, los antiguos espacios de autonomía que fueron cuestionados
desde años previos a la Guerra de Castas,[12]
en el noroeste yucateco fueron totalmente barridos. Se llegó a un proceso
desindianizador[13]
donde el hombre del maíz desapareció para dar paso al hombre del henequenal,
maniatado por la servidumbre agraria y disminuido en su sobrevivencia cultural.[14]
El periodo henequenero, sin duda, para los pueblos mayas alrededor de Mérida
representó una especie de culturicidio. Tal vez en este marco histórico
podríamos entender, entonces, las diferencias subsistentes entre Kopomá y
Citilcum por un lado, y por el otro Dzitás y Tipikal (pueblos estos últimos, fuera del rango de acción desindianizador meridano).
Anteriormente, ya había
apuntado que el periodo henequenero - y no lo digo por decir- fue un momento
triste en la historia del pueblo maya del noroeste yucateco. Ahí desapareció el
milpero, las tradiciones mayas se degradaron, envilecidas por la etapa esclava
que vivieron los pueblos a las inmediaciones de Mérida cuando el henequén.
Kopomá y Citilcum están dentro de esa zona. En otras partes de la Península,
donde la garra asesina del henequén no llegó (el sur y oriente yucateco, como
Tipikal, pero más que nada, Dzitás, pueblo fronterizo en la segunda mitad del
siglo XIX y buena parte del siglo XX), las tradiciones indígenas (lengua,
cultura, literatura oral misma, hasta la tierra) pasaron ese negro periodo
(1870-1937) de un modo completamente distinto, menos duro, y llegaron con una
fuerza cultural incuestionable y ejemplificada en diversas etnografías
(Redfield, Villa Rojas y tantos otros que vinieron después). Ni
el periodo chiclero desestructuró la "trama de significados" de la
cultura maya de pueblos del sur y del oriente, porque los chicleros yucatecos
llevaron a la selva sus mitos, leyendas y tradiciones mayas.
No es por nada que la
cultura maya está más fuerte en pueblos del sur y del oriente, que en la
segunda mitad del siglo XIX, como producto de su cercanía a la territorialida
de Chan Santa Cruz y su lejanía de Mérida, lograron subsistir al embate del
henequén, contrario a los pueblos donde la cercanía de Mérida es
completa, avasallante.[15]
El sur lejano y profundo, y el oriente yucateco, es la otra cara de la barbarie
de Cititlcum. Una cara civilizada, de civilización que tiene más de 3,000 años de
existencia.
Si bien no existe
relativismo cultural que salve a los de Citilcum y a los de Kopomá, podemos
decir que este proceso de misceganación (o mestizaje) que se dio en Yucatán al
día siguiente de la Conquista, en Citilcum se dio con todas las de la ley. Si
como dice el poeta Lázaro Kan Ek, de que entre la cultura maya los animales,
todos, incluido los tlacuaches, son sagrados,[16]
podemos decir que esta fiesta sangrienta del Kotz Kaal Pato de Citilcum, como sucedió exacto con la sui generis corrida de toros de los pueblos
del “Yucatán profudo”, en realidad se trata de una herencia española implantada
en la colonia. Y es que, como sucede en Citilcum, en una comunidad vasca
cercana a Bilbao llamada Lequeitio o Lekeito, se celebra una fiesta patronal
del uno al ocho de septiembre en honor al patrón de esa villa, San Antolín. Lo
más llamativo de esa fiesta, sucede el día 5 de septiembre, y se llama el día
de los Gansos, que antiguamente se realizaba en tierra, pero generalmente se
hace en el agua. Apunto una descripción de esta horrenda tradición vasca:
Este acto se
suele realizar el día 5 y consiste en mantenerse el máximo tiempo posible
agarrado a un ganso que cuelga de una cuerda que cruza el puerto de un muelle a
otro. La cuerda tiene un extremo fijo y en el otro hay un grupo de hombres que
tiran de ella para levantarla y aflojan para bajarla. En la mitad de la misma
se cuelga un ganso embadurnado de grasa (antiguamente el ave estaba viva). hay
varios equipos participantes, todos ellos tiene que acercarse al lugar donde
esta el ganso y un miembro del equipo agarra al ave por el cuello lo más fuerte
que puede. La barca abandona el lugar y el grupo de tierra, que tienen el
extremo de la cuerda, tira con fuerza haciendo subir al participante agarrado
al cuello del ganso. Una vez arriba sueltan la cuerda y el participante cae al
agua, seguidamente, de nuevo, se vuelve a tirar de la cuerda haciendo subir al
ganso y al participante. Así hasta que el participante caiga al soltar el ave o
el cuello de esta se rompa. Aquel que más alzadas aguante es el que gana.[17]
La fiesta de Lekeito, en lo que respecta a los
gansos, es muy similar a lo que sucede en Citilcum, salvo que en este pueblo
yucateco se rompe el cuello no de un ganso sino de un pato, y se hace en
tierra. Tal vez esta idea nos pueda servir para contradecir las visiones
fundamentalistas de algunos antropólogos, que piensan que toda imbecilidad
que se destila en los pueblos, es "costumbre" y hay que respetarla.
Con este conocimiento de que en la región vasca se lleva a cabo barbaries como
esta, refrendo mi hipótesis de que las fiestas sangrientas en Citilcum donde se
mata a los patos arrancándole el cuello, fue traído en los barcos españoles,
aunque luego se mezclaron con algunos ritos de sacrificio prehispánico (la
ceiba presidía la bárbara celebración en Citilcum), del mismo modo a como sucedió
con la corrida de toros en Yucatán. Apuntemos, por último, que lo cabezón de
algunos yucatecos, no se debe solamente a la braquicefalia de los mayas, sino a
los genes que llegaron con los barcos. ¿Y de donde venían muchos de los
españoles que llegaron a Yucatán? Nada más y nada menos que del País Vasco,
como aseguran los colonialistas. En estos pueblos cercanos a Mérida, la mixtura
se dio, pero también las pervivencias salvajes de los vascos llegaron al siglo
XXI con los boxitos de Citilcum y Dzitás. La pregunta final que uno se haría
es, ¿por qué esta fiesta sanguinaria de Citilcum no se dio en otros pueblos
yucatecos que sí adoptaron y adaptaron prácticas culturales de los españoles
como la corrida de toros? Tal vez la idea del poeta Lázaro Kan Ek sea la
respuesta: en los pueblos yucatecos alejados de Mérida, las pervivencias
culturales de respeto a la vida (la Kuxan
Suun), fueron más fuertes que las intromisiones coloniales. En Citilcum y
Kopomá, no…
El día del Ganso en Lekeito, País Vasco, España.
[1] Véase “Kots kaal pato, un ritual de sangre y muerte
en Yucatán”, texto de Tomás Martínez con fotos de Hugo Borges, 10 de mayo de
2015, en http://www.vice.com/es_mx/read/kots-kaal-pato-un-ritual-de-sangre-y-muerte-que-nadie-sabe-ni-quiere-explicar?utm_source=vicetwittermx
[2] La
traducción “antropológica” y “etnohistórica” justificativo de esa barbarie,
sería “la danza o ceremonia de sacrificio del pato”. La traducción real y sin
eufemismos, sería la de arrancarle la cabeza a la fuerza al pato.
[3] Cfr. mi texto “La corrida de toros de
los pueblos del Yucatán profundo y los indianistas etnocidas: apuntes para una
polémica”, 3 de agosto de 2014, en Desde
la Península y las inmediaciones de mi hamaca...Igual véase Andrés Medina
Hernández y Francisco Rivas Cetina, “Las corridas de toros en los pueblos mayas
orientales. Una aproximación etnográfica”, en Estudios de Cultura Maya, Volumen
XXXV, 2010, pp. 131-162; del mismo modo a Ella Fanny Quintal Avilés, Fiestas
y gremios en el oriente de Yucatán. Mérida, Gobierno de Estado de Yucatán/
CONACULTA/ INAH/ Patronato de las Unidades de Servicios culturales y Turísticos
del Estado de Yucatán, 1993.
[4] Mismo
que ha sido reticente y poco claro con la prohibición completa de los
execrables “Torneos de Lazo”, que son el oprobio y la metáfora de la estupidez
en las fiestas de los pueblos yucatecos.
[5] Cfr. “Kots kaal pato, un ritual de
sangre y muerte en Yucatán”.
[6]
Contrario a Citilcum y Kopomá, pueblos ubicados dentro de lo que fuera una
parte neurálgica del noroeste henequenero, Tipikal se encuentra al sur de
Mérida, en las cercanías de Maní y alejado de la influencia “ladina”.
[7] La
ceremonia del pa puul es para pedir
lluvias, tiene reminiscencias prehispánicas (Códice Dresde), y las iguanas
están asociadas con el agua. El sonido de las vasijas al romper, para los
lugareños de Tipikal, trae ecos de los truenos que hacen retumbar el cielo al
momento de que se aproxima una tormenta. Cfr.
el vídeo “Ceremonia de Pa Puul”, de la National
Museum of the American Indian, 12 de junio de 2012, en https://www.youtube.com/watch?v=D1PrnrGixj8
[8] “Kots
kaal pato, un ritual de sangre y muerte en Yucatán”.
[9] Sobre el
Kotz-Cal-Tzó, cfr. Francisco Rivas Cetina, Danza
y relaciones en una comunidad maya en el oriente de Yucatán: el caso de Dzitás.
Tesis de licenciatura en antropología, Mérida, Facultad de Ciencias
Antropológicas de la UADY, 2007.
[10] En una
conversación con el Doctor en Historia Juan Carrillo González, experto en el
ritual y el sacrificio humano en el mundo maya colonial, este me hizo saber
que: “El sacrificio humano se albergó en el núcleo de la cosmovisión maya, y
pasó a formar parte de representaciones y aspectos míticos. Lo fáctico
desapareció por ser perseguido, mientras otras prácticas se sintetizaron. Otras
prácticas que no conformaban la antítesis directa del cristianismo (y la
antítesis principal era el sacrificio humano) se
artícularon a otras ceremonias, ya sean católicas, resignificándolas, o bien,
persistió en la ritualidad familiar, en las ceremonias agrícolas de la milpa”.
Comunicación personal con el doctor Juan Carrillo González, 8 de mayo de 2015.
[11] Y aquí,
no necesito decir que sigo las ideas establecidas por Bartolomé en la
pervivencia milpera-autonómica en los pueblos yucatecos. Cfr. Miguel Alberto
Bartolomé, La dinámica social de los mayas de Yucatán: pasado y presente de
la situación colonial, México, INI-CONACULTA, 1988.
[12]
Recordemos que el grueso de los pueblos yucatecos levantados en armas en 1847
fueron los del oriente y sur de Yucatán (región de Valladolid y Peto),
contrario a la inactividad bélica de los pueblos mayas alrededor de Mérida,
maniatados por las estructuras coercitivas ladinas (desde la iglesia, la
hacienda y la cultura popular).
[13] En un trabajo pionero sobre esta idea de la
difuminación de la sociedad maya del noroeste henequenero, Pintado
Cervera ya había hablado de la “pérdida de la
indianidad” durante el proceso henequenero, así como de la pulverización
de la comunidad indígena en esa zona. Cfr. Óscar M. Pintado Cervera, Estructura
productiva y pérdida de la indianidad en Yucatán en el proceso henequenero: dos
ensayos,
México, CIESAS, Cuadernos de la Casa Chata, 1982.
[14] Cfr. Inés Ortiz Yam, De milperos a
henequeneros en Yucatán. 1870-1937, México, El Colegio de México, 2013.
[15] Cfr. mi
tesis doctoral Paisajes rurales de los hombres de las fronteras: Peto (1840-1940), CIESAS, México, 2015.
[16] Kan Ek
apunta: “Lo que mis abuelos me han contado sobre la cultura maya es que los
animales son nuestros nahuales o wáay o pixan. El concepto in walak' ba'alche', significa lo
que yo era antes de ser lo que hoy soy, había un gran respeto por los
animales, eran hermanos, no recursos humanos; así me lo enseñaron mis abuelos y
así lo creo hasta hoy, por eso no soy partidario de los torneos de lazo ni de
las corridas de toros, pero es sólo un punto de vista, preferencia y creencia
personal; no tiene que ser la verdad y menos la única”.
[17] “Lequeitio”,
artículo de Wikipedia, visto el 13 de mayo de 2015, en http://es.wikipedia.org/wiki/Lequeitio
Agradezco a Leticia Sansores el haberme hecho saber esta tradición macabra de
los vascos.
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