Ningún indicio de la rebelión petuleña de marzo de 1911 se había dado de forma
precisa. Sólo después, cuando sucedieron los hechos, las autoridades comenzaron
a sacar deducciones de que algo se había tramado con antelación. El 4 de marzo
de 1911, el jefe político de Peto, Casimiro Montalvo Solís, envió al juez de
primera instancia, a un tal Lucas Aké, vecino de Catmís, atrapado por el
comisario municipal de Chacsinkín, por oírle decir un día antes del 3 de marzo,
que iba a estallar un levantamiento”. Firmaba el acta enviada al juez de
primera instancia, además de Montalvo Solís, uno de los hombres que trabajaría
el chicle de forma industrial y sería un potentado de Peto en los años 1930, quien
fungía para ese tiempo como secretario de primera instancia de Montalvo: Rafael
Sánchez Cervantes.[1]
Además, los reportes de prensa de “los sucesos de Peto”, recordarían que días antes,
en el marco del carnaval de ese año, una pareja de viejos habían hablado de
“revolución” entre los que asistían a las fiestas de carnestolendas:
Parece que la revolución estaba anticipadamente proyectada, pues el lunes y martes de carnaval salieron Máximo Sánchez y Tránsito Solís, el primero vestido de viejo y el otro de vieja. Así vestidos fueron de casa en casa y después de bailar, en un diálogo decían que todo acabaría con la revolución. Naturalmente, todos reían de esa ocurrencia.[2]
Sin duda, estas actuaciones de Máximo Sánchez y Tránsito
Solís eran parte de la fiesta de los xtoles
que hasta hoy en día se practica en la Villa de Peto durante el
martes de carnaval. Sin embargo, la tradición de los xtoles se remonta hasta tiempos de la colonia, y según el profesor
Pedro Uc Be, hasta en tiempos prehispánicos. Uc Be me ha referido, que en
situaciones de guerras o problemas climáticos como los huracanes o las
langostas que amenazaban a los pueblos antes del contacto-indoeuropeo, existía
una comunicación entre pueblo y pueblo mediante un mensajero que se ocupaba de
correr al pueblo vecino para decir o avisar sobre el peligro que se aproximaba,
y estos mensajeros eran designados como xt’ooles,
llamados así porque corren rápido para comunicar el mensaje.[3]
Es
sintomático que en la rebelión de Jacinto Canek del año de 1761, se tenía noticias que
desde 1760 habían corrido mensajes por los pueblos mayas del noroeste yucateco, los cuales decían que era inminente la llega de un xtol
que llevaría cartas a los caciques de los pueblos por donde transitara, y que
pediría muchachos. En pueblos que serían parte del partido de Peto en el siglo
XIX, como Dzonotchel y Celul, se corrió el rumor de que en el último pueblo
había nacido un xtol, entendido como "un baile de los indios." Lo mismo decía Stephens en la primera mitad del siglo
XIX, de que el xtol era una especie
de danza o representación de la conquista que hacían los indios. Podríamos
interpretar los bailes y los diálogos de los xtoles Máximo Sánchez y Tránsito Solís, como ritualidades de los
mensajeros de un cambio o un rompimiento del estado de cosas en la villa de
Peto:[4]
En
las primeras décadas del siglo XIX, la “danza de los Xtoles” se escenificaba todavía
en muchos pueblos del sur y sureste de la península yucateca. Esa combinación muy
antigua de música, canto y danza la realizaba una especie de actores populares a
quienes se denominaba con el mismo término. Al parecer la representación poseía
un carácter religioso y, al mismo tiempo, se le puede considerar un baile de guerra.[5]
Para las élites petuleñas de principios del siglo XX,
los cantos y danzas que hacían el martes de carnaval Máximo Sánchez y Tránsito Solís, no las veían para nada como un indicio de guerra, como preparativos para
la guerra. Qué poca capacidad tenían los catrines para mirar los nubarrones que se arremolinaban en el horizonte del pueblo.
[1] “Causa seguida a Elías Rivero y socios por los delitos de rebelión,
homicidio, destrucción de propiedad ajena, y ataques a la libertad individual y
robo.” AGEY, Caja 670, sección Milicia.
Serie: Jefatura política. Asuntos internos (1911).
[2] “‘Porque te portas bien
no te toreamos,’ dijeron los rebeldes al joven D. Antonio Espinosa”. Diario
Yucateco. La tarde, 11 de marzo de 1911.
[4] Y en este punto, disiento
de la idea de Padilla Ramos (2011: 78, nota 116), que imputa “indiscreción” a
Máximo Sánchez y Tránsito Solís, como producto de la ingesta de alcohol. Tal
vez las actuaciones de Sánchez y Solís en el martes de carnaval recreaban, sin
tener conciencia tal vez, la tradición maya de los xtoles, dando un mensaje de
un cambio inminente mediante una “revolución” que se realizaba al norte y
centro del país, y que pronto aparecería en los montes petuleños.
[5] Bracamonte, 2004: 109. El
autor cita a Miganjos Noh (2000), quien señala que en Chacsinkín, pueblo de la región
de Peto, subsiste un ritual llamado xtoles
que se realiza durante los días de carnaval, y consiste en personajes que, junto
con el pueblo, efectúan denuncias y demandas ante las autoridades locales, señalando
los agravios. Este ritual se da tanto en Peto y varios pueblos de la región, en los mismos
términos que señala Miganjos. Podemos observar las actuaciones de Máximo Sánchez
y Tránsito Solís referidas, como un rital xtol en el que señalaban agravios al pueblo
por parte de las autoridades políticas y económicas, y que esos agravios sólo acabarían
“con la revolución”.
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