En un portal de noticias de la nota roja de
Chetumal, esta fotografía me llamó de inmediato la atención. Es la de, al
parecer, un indigente al que las malas lenguas tacharían de “loco”. Sin camisa,
una barba y cabello crecido, desnudo del torso, lleva en la mano derecha un
ramo de flores blancas. Mirándolo bien, se asemeja un poco a un ex gobernador
de Quintana Roo originario de la Ciudad de los Curvatos. El pie de foto dice
que “este personaje de Chetumal Quintana Roo se pasea todos los días a las
afueras del IMSS siempre presuroso, tratando de llegar a tiempo a su cita”.
¿Llegar
a donde?, ¿con quién tendrá esa cita impostergable? ¿Qué historia podemos contar
o imaginar de este hombre con un leve parecido al ex gobernador de marras
chetumaleño?, ¿por qué siempre anda con prisa, ramo de flores blancas en ristre,
caminando con pasos veloces, dejando atrás a las gentes que lo miran pasar? ¿Va
en busca de una memoria perdida, de una vida dejada atrás de las lluvias de
todos los veranos pasados? O bien, ¿va al panteón municipal a platicar con los
que ya no están, a escuchar el canto de los pájaros mientras sus ojos
tranquilos recorren las lápidas que no logra descifrar? No sé.
A lo mejor es un hombre
tocado por la certeza de la frugalidad de la vida, y esa idea le impide
detenerse. Pero, pensándolo bien, tal vez se dirige todas las mañanas y tardes a
ver salir y ver morir este sol tropical que nos cobija con su manto de calor,
mientras las olas cansadas de la bahía hacen mover las barcas de los pocos
pescadores del antiguo Payo Obispo.
Vaya bien, hermano de
las flores blancas,
que tu puntualidad inglesa,
golpeadora del tiempo
de la tortuga chetumaleña,
algún día te la
agradecerán.
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