Recientemente, para finales de 2013, se publicó un interesante libro sobre la Guerra de Castas: Ventana de Zací: otras miradas de la Guerra de Castas, con el sello de la Universidad de Oriente (UNO) de Valladolid, y coordinado por los historiadores Jorge Canto Alcocer y Terry Rugeley. Con dicho libro, la Universidad de Oriente responde a una nueva forma de ver la historiografía yucateca, al descentrar la vista de los muros de la ciudad letrada –en este caso, Mérida-, y darnos “otras miradas” a uno de los más importantes temas de la historiografía yucateca.
Esta visión subregional de la Guerra de Castas que enarbola Ventana de Zací, tiene la factura, desde luego, del rector de la UNO, el doctor Carlos Bojórquez Urzaiz, que como había apuntado Gilbert M. Joseph en 1986, en 1978 y 1979 había escrito “un par de prometedores ensayos” (me refiero a “Estructura agraria y maíz”, y “Regionalización de la política agraria de Yucatán en la segunda mitad del siglo XIX”), pioneros en los estudios agrarios para tratar de entender cómo pasaron la segunda mitad del siglo XIX las regiones surorientales de la península después de 1847.
Ventana de Zací inicia con un ensayo ya clásico para comprender la historiografía de la Guerra de Castas, “Yucatán, carácter de la guerra campesina de 1847: una síntesis interpretativa”, del maestro Fidelio Quintal Martín, escrito originalmente en 1976, y vuelto a editar por tercera vez. Sin duda, el trabajo de Quintal Martín, basándose en la tesis de Engels, tiene el mérito de haber desligado el análisis del conflicto, de los viejos vocablos decimonónicos –castas, “bárbaros”, “civilización”-, que a partir de Sierra O’Reilly hasta Juan Francisco Molina Solís, había sido bautizada: Quintal Martín prefiere adjetivarla como “guerra campesina”, y una de sus conclusiones, es que la guerra trajo “la delimitación de las zonas económicas”: las zonas milperas surorientales y las zonas henequeneras del Noroeste.
El segundo ensayo, titulado “Valladolid: una ciudad, una región, una guerra”, fue escrito por una de las autoridades en el siglo XIX yucateco: Terry Rugeley. Además de ser Valladolid cuna de la Guerra de Castas, la idea más importante de este breve ensayo del doctor Rugeley, es haber visto a Valladolid como el “partido de Guerra” por antonomasia: siendo una región oriental fronteriza a la territorialidad de los rebeldes en la segunda mitad del XIX, de Valladolid saldrían varios “patricios” que verían amenazadas sus haciendas y economías debido a las escaramuzas de los rebeldes a partir de 1855. Frente a esta amenaza, hombres como el esclavista Agustín Acereto, y generales como los imperialistas Felipe Navarrete, Daniel Traconis y Francisco Cantón, combatirían en más de una vez a los de Chan Santa Cruz. Estos generales orientales instigarían al Segundo Imperio a reactivar la guerra contra los cruzoob, y Cantón estaría en el gobierno cuando Díaz “pacificara” a los rebeldes en 1901. El 25 de enero de 1871, en La Razón del Pueblo había aparecido un himno al general Daniel Traconis, que se aprestaba con una nutrida tropa, a ir al campo de los rebeldes. En su coro decía lo siguiente: “¡A las armas, soldados de Oriente, / El acero en la lucha esgrimid, / Y la gloria inmortal del valiente Conquistad con eroísmo en la líd!”.Esto, sin duda, era parte de la ideología del partido vallisoletano de Guerra.
El tercer ensayo fue escrito por una de las autoridades del Alvaradismo en Yucatán: Jorge Canto Alcocer. Se titula “Las otras castas de la guerra: Bonifacio Novelo y los mestizos de Valladolid en la guerra social de 1847”, y en este estudio de uno de los hombres más importantes de Valladolid (pero del otro lado del oriente), Canto Alcocer nos lleva con su pluma por los recovecos de una sociedad vallisoletana de ese entonces, reacia a los cambios modernos que desde el último tercio del siglo XVIII con las reformas borbónicas, se había constituido: los vallisoletanos de la primera mitad del XIX, seguían viviendo en lógicas neocoloniales, cerrando caminos a una nueva forma de ciudadano emprendedor, desligado de cunas patricias, como el emprendedor Bonifacio Novelo, “tratante” de comercio. Desde sus orígenes parroquiales hasta su consagración como tatich de la Cruz Parlante y la descripción que Carmichael hijo hiciera de él en la década de 1860 como “un sabio estadista”, la figura de este mestizo yucateco, indica Canto, es un mentís a la retórica que se creó desde el siglo XIX, de que la Guerra de Castas fuese completamente indígena, y concluye que, al ver Novelo que los espacios de desarrollo estaban plenamente cerrados en aquel Valladolid anterior a 1847, “Bonifacio tomó la decisión de combatir esa desesperante realidad con las armas en la mano.
El cuarto ensayo, nombrado “La fuerza rebelde maya en territorio mestizo: El paseo de Crescencio Poot por Tunkás”, escrito por uno de los conocedores de la educación alvaradista en Yucatán más acendrados, Carlos Alberto Pérez y Pérez, es un ejemplo prístino de que la historia de archivo se refuerza y vivifica con la historia oral. Pérez y Pérez hace una descripción detallada del fulgurante ataque que los cruzoob hicieran a Tunkás el 7 de septiembre de 1861, abotinándose y llevando a casi todo el pueblo de Tunkás a sus bosques orientales. Debemos agradecer a Pérez y Pérez, el haber salvado para la historiografía yucateca, narraciones ricas de memoria oral de ese ataque a Tunkás, que fue, como bien dice Pérez, un parteaguas porque se iniciaría a partir de esa fecha las capturas de prisioneros de guerra que servirían para trabajos públicos en Chan Santa Cruz, o bien, para el pedimento de rescate. La riqueza de memoria oral que contiene este trabajo, corre pareja a la evidencia material de la guerra de castas, cuando Pérez y Pérez nos da una descripción topográfica de una cueva natural de Tunkás donde se edificó un pozo, y el autor indica que en este pozo se construyó un pasillo para permitir la entrada a una galería de resguardo, lo que sin duda podría ser una estrategia de sobrevivencia de los tunkaseños ante otro posible ataque de los de Santa Cruz. En una entrevista que realicé en el pueblo de Tzucacab, me contaron una historia similar a lo que Pérez y Pérez describe: al remozar la plaza principal de ese pueblo y tapar un cenote que servía como pozo de noria, en una de sus paredes se encontró una cámara donde habían antiguas sillas de recia madera, así como algunos libros amontonados y varios budbitzones.
El último trabajo, es una traducción (del maya al español) y transcripción de historia oral hecha por Lázaro Tuz Chi, de las palabras, los recuerdos y la cosmovisión de un cruzoob centenario de Xpichil, Quintana Roo: Don Patricio Pech Pool. Sin duda, las palabras de don Patricio están imbricadas de una historia de resistencia, de un pensamiento maya donde todos los tiempos son un instante del recuerdo que hiere, o del que celebra, pero cabría una pequeña objeción al transcriptor: no existe un estudio interpretativo del discurso de don Patricio, o bien, se echa de menos unas acotaciones al pie de página sobre algunas referencias que estudiosos del pueblo cruzoob podrían referir. Asimismo, señalemos que el énfasis que pone don Patricio en su discurso, hace referencia a los años finales de la autonomía rebelde, sus enfrentamientos con los huaches, sus nuevas formas de avituallarse de municiones una vez cerrado el mercado beliceño (el “cortadillo”, por ejemplo), las críticas directas de don Patricio al posicionamiento del Estado en lo que fuera su territorio rebelde: “ahora la ley del gobierno es dinero, es negocio, es por eso que todo se ha echado a perder, todo, hasta los jóvenes no respetan. Pero ya no creen, no respetan la ley de sus padres, de sus mayores, ya no respetan a la Santísima Cruz, ¿dónde acabaremos así?”. A propósito del cortadillo, el 14 de mayo de 1913, La Revista de Yucatán informaba de unas “depredaciones de los mayas rebeldes” del otrora Territorio de Quintana Roo. La nota decía que los rebeldes se estaban llevando los alambres telegráficos y de teléfono en un punto entre Nohpop y Tabi, y que:
[…] en tan corto lapso de tiempo han cortado las líneas del telégrafo y del teléfono tres veces por lo que se supone que dichos indios se están abasteciendo de municiones para cometer algún asalto á los comerciantes ó escoltas que transitan por aquellos lugares pues como se sabe el alambre lo utilizan como “cortadillo” en sus armas de fuego.
Podría extenderme más en esta pequeña reseña, pero sólo resta agregar una cosa: con trabajos como Ventana de Zací, la Universidad de Oriente demuestra que otra historiografía yucateca es posible, así como otro mundo también.
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