Encontré un legajo[1] de más de 300 fojas a letra menuda y garrapatosa de la rebelión del petuleño Elías Rivero, en el sur de Yucatán la madrugada del 3 de marzo de 1911. Con este invaluable documento de historia pueblerina, estoy en posibilidad de recrear narrativamente un breve momento en la vida de un pueblo y, además, tratar de desmitificar algunos cuentos chinos fabricados por conocidos pueblerinos cronistas de la Villa. Sólo puedo decir que los amotinados eran como 30, casi todos pertenecientes al estrato no indio de la población (salvo algún Poot), y entre ellos había dos soldados de la Guardia que se les unieron al grito de nada, aunque eran simpatizantes de don Delio Moreno Cantón.
Pero lo importante no es el amotinamiento en sí (un humo de pajas intrascendente que no sirvió ni como “chispa”, lumbrecita, o luciérnaga para la quemazón que se necesitaba en ese entonces, para que las viejas estructuras de explotación de la Casta Divina se cimbraran y cayeran, ya que la Revolución, como bien nos ha dicho Gilbert Joseph, llegó “desde afuera” en marzo de 1915, y la trajo el cónsul de Carranza, Salvador Alvarado y sus “huaches”, para hacerse de los indispensables recursos producidos por las pacas de henequén), sino el paisaje que de las averiguaciones judiciales que levantaron el Jefe político de ese entonces, y los jueces de primera y tercera instancia, se deja observar. Di con el expediente de Rivero leyendo una tesis sobre el periodo de Alvarado. Aquí tengo que decir, que dicho legajo se encuentra muy deteriorado, y algunas fojas se asemejan a cadáveres de mariposas milenarias. Urge, entonces, la transcripción total de esa fuente primaria, con el fin de que ese trozo de historia pueblerina no desaparezca. Transcribo ahora unos brevísimos fragmentos de la “rebelión” [2] de Elías Rivero.
Documento 1: Del jefe político interino de Peto, Gonzalo Esquivel R.
“Tengo conocimiento de que en la madrugada de hoy fue asaltado la casa de Seguridad Pública de esta Villa de Peto, que se dice asesinaron al oficial encargado de ella y á un individuo de tropa de la misma, llevándose los asaltantes armamento y parque que sacaron del depósito y de la propia Guardia y que en las afueras de la población se encuentra también el cadáver de un individuo que parece ser del Secretario de la Jefatura política Fernando Sosa; y como hasta este momento se ignora el paradero del señor Jefe político propietario Casimiro Montalvo, cuya casa fue también asolada, consigno a usted los hechos para que en su órbita de sus atribuciones se sirva proceder al esclarecimiento de quiénes sean los responsables de ellos y de cuenta a quiénes corresponda con su resultado”
Libertad y Constitución
Peto, Marzo 3 de 1911
Gonzalo Esquivel R
Documento 2: Comparecencia de la esposa del secretario de la Jefatura Política de Peto, señora Beatriz Maldonado.
“En la Villa de Peto, a las seis de la tarde del día tres de marzo de mil novecientos once, ante el juez de primera instancia de este Departamento, compareció la señora Beatriz Maldonado, quien expresó ser vecina de esta Villa, viuda de don Fernando Sosa, ocupada en las labores domésticas, de veinte y nueve años de edad…fue examinada con arreglo a los medios que motivan este procedimiento y dijo: Que su esposo, don Fernando Sosa, como de costumbre, llegó a la casa a dormir como a las ocho y cuarto. Que como a la una y cuarto de la madrugada del siguiente día, oyó por la calle ruidos y luego dos tiros de arma de fuego y dos cohetes que salieron como del patio del cuartel. Que su referido esposo con el fin de averiguar lo que ocurría, salió a la calle, y ahí, la señora Manuela Sánchez, que vive cerca del cuartel, oyó que le dijeron á su esposo, el señor Sosa, sin saber porqué persona: “Don Fernando, ya se acabaron esos tiempos”. Que más tarde, como a las tres, oyó que pasara su referido esposo junto con otras personas con rumbo al sur, y creyó que todos ellos iban a ver alguna novedad, sin presumir en manera alguna que lo estuvieran llevando preso como resultó; que a pesar de que oyó varias voces no pudo distinguir de quiénes eran, ni sabe quiénes lo hubieran llevado. Que como a las cinco de la mañana del día de hoy oyó por el rumbo del sur de esta Villa dos detonaciones, y al salir a la calle supo que había sido asesinado su esposo, don Fernando Sosa, en unión de dos personas más; y como a las siete el cadáver del primero ya había sido llevado al cuartel. Que no tiene conocimiento que su marido tuviera enemigos en esta población…se llevaba bien con todos los vecinos. De lo dicho es la verdad en que se afirma y ratifica después de haber leído esta declaración, que la firma a conciencia de la excitación nerviosa que tiene por el asesinato de su referido esposo”.
[1] AGEY, Fondo Poder Ejecutivo, Caja 670, sección Milicia, serie: Jefatura política. Asuntos internos, 1911.
[2] No la concibo como “rebelión”, ni como revuelta. A lo mucho, puede describirse como una escaramuza bulliciosa.
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