La nueva novela de José Saramago, Caín, publicado por Alfaguara, ha suscitado polémica entre los altos jerárcas de la Iglesia Católica portuguesa. No es la primera vez que don José "desasosiega" las buenas conciencias de los mitrados. Con El evangelio según Jesucristo, en el que observábamos a un cristo completamente humano (un húerfano del carpintero José, que duda, teme, ama y fornica poéticamente con María Magdalena) pasó lo mismo. Y esto porque don José, una persona que ejerce, a cada respiro, la lucidez, no se anda con medias tintas en su concepto que tiene sobre el libro sagrado de cristianos, beatos, y otros santurrones de igual jaez fundamentalista:
La Biblia es un manual de malas costumbres, un catálogo de crueldad y de lo peor de la naturaleza humana, un libro que tuvo mucha influencia en nuestra cultura y hasta en nuestra manera de ser; sin la Biblia, los seres humanos serían
probablemente mejores.
Del parricidio de Caín, Saramago ha dicho que no el pobre hombre fue el causante del crimen, sino ese monstruo carnicero, "cruel, envidioso e insoportable", nombrado como Dios en el antiguo testamento, al rechazar los frutos que el hijo de Eva y Adán le había presentado.
Esa Biblia, junto con su "burocracia celeste" (frase de Paz), sus Torquemadas y autos de fe inquisitoriales, sus silencios en la quema de judíos durante la segunda guerra mundial, la historia de sus Papas obsedidos de sangre, y sus gestas de exterminio para la propagación de la fe, ha sido la causante de muchos desvaríos de su iglesia, las iglesias: crímenes, asesinatos e idioteces eclesiales a raudal, plagando la historia maldita de los hombres. La historia de las cloacas de la humanidad es un engendro, no del impotente demonio, sino de la lectura sosegada de los Evangelios.
En un comentario al pie de una nota de prensa, escribí que Caín, ese pobre hombre, junto con el buen Judas Iscariote, tan vilipendiados y maldecidos los dos por los "pobres de espíritu", en realidad han sido víctimas de los designios de la torpeza divina (de esa divinidad, no la existente, pues no existe nada más allá de la muerte, sino de la imaginación enfermiza de los hombres). Caín fue el primer
izquierdista, pienso.
Y seguiré pensando que todas las religiones del mundo, (ninguna, ni la del Buda, o la fe de los ateos, se salva), sólo han dado fastidio, violencia y muerte al hombre. La Católica tal vez es la peor de todas, por el hecho comprobado de que se sirvió del poder, del poder de los distintos imperios para propagar por el mundo su fe asesina, a costa de la vida y la libertad de los pueblos.
Si el infierno existe, esperemos que no haya en él curas pederastas, fariseos que comulgan todos los días sus pobrezas de espíritu, obispos como el Íñiguez y el Rivera, entre otras podredumbres mitradas. Y sí, Caín fue el primer revolucionario, no el primer parricida, que seguramente habrá pensado, cuando el monstruo divino le rechazó su primera cosecha, lo siguiente: "Señor, vaye mucho a chingar a su madre el hombre. ¿Qué es eso de rechazar los frutos de la tierra, que he hecho germinar con sumo trabajo?. Caín es la izquierda, el Abel es una mosca muerta que se dejó matar para complacer los caprichos del imbécil que creo un mundo tan imperfecto. A continuación, les dejo unos aforismos de don José sacados de los Cuadernos de Lanzarote (1993-1995):
Llevaron a Dios a todos los lugares de la tierra y le hicieron decir:"No adoréis esa piedra, ese árbol, esa fuente, esa águila, esa luz, esa montaña, que todos ellos son falsos dioses. Yo soy el único y verdadero Dios". Dios, pobre de él, estaba cayendo en flagrante pecado de orgullo.
Dios no necesita del hombre para nada, excepto para ser Dios.
Cada hombre que muere es una muerte de Dios. Y cuando muera el último hombre, Dios no resucitará.
Los hombres, a Dios, le perdonan todo, y cuanto menos lo comprenden más le perdonan.
Dios es el silencio del universo y el hombre el grito que da un sentido a ese silencio.
Dios: un todo arrancado a la nada por quien es menos poco más que nada.
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