lunes, 30 de noviembre de 2009

Las letras mexicanas se han cubierto de gloria


La Revolución Cubana de los primeros años sesenta, esa gesta romántica de los barbudos que bajaron de Sierra Maestra en 1959, para entrar triunfantes a La Habana el uno de enero de ese año -ya con Batista subido al avión que le salvaría el pellejo de sátrapa aterrizándolo en República Dominicana-, no es ni la sombra de lo que es hoy actualmente. A saber, no una revolución “petrificada”, sino un totalitarismo gerontocrático que naufraga solitario en un piélago anacrónico de nacional-comunismo trasnochado; en donde el único puerto posible, y deseable, es la democracia con la condición sine quan non de los derechos civiles y políticos no excluyentes de las obligaciones del Estado, expresadas, por los apologistas acríticos de los ímpetus narcisistas del ególatra Fidel Castro, como “logros de la revolución” (derecho a la salud, educación).
En los primeros tiempos de esta historia de la Cuba castrista, cuando el voluntarismo adolescente, la falta de una estructura institucional sólida y estratificada por una administración prudente de la cosa pública, el metafísico “hombre nuevo” de Guevara, el estoicismo revolucionario, el peligro de reales y supuestas invasiones yanquis a la Isla posterior a Girón era reciente (con el tiempo, esta jurisprudencia invasora se convertiría, junto con el embargo, en el chivo expiatoria de los desmanes y despotismos de, en palabras del supremo escritor Cabrera Infante, la “castradura que dura” aún en pleno siglo XXI), asistiéndose a un exceso de populismo (“Sartre: ¿y si un día el pueblo le pide la luna? Fidel Castro: señal de que la necesitan”) y a una especie de enamoramiento profundo entre la intelectualidad latinoamericana y mundial , Rafael Hernández (2009) y Ambrosio Fornet (2006) indican que antes del año “rojo” de 1968 (Hernández), como preámbulo al Pavonato o Quinquinio Gris, y a los Procesos de Moscú tropical del año de 1971, en que el poeta Heberto Padilla, encarcelado en una mazmorra inquisitorial, se auto flagelaría públicamente hasta el paroxismo para exorcizar sus pecados contrarrevolucionarios como “quintacolumna” del Imperialismo, en Cuba había una libertad insospechada para crear arte, literatura, pensamiento anticolonial (el Calibán de Retamar, por ejemplo), cine y teatro.
Esta suerte de simbiosis entre la República de Castro y la República de las letras, fue hecha trisas en 1971. En efecto, podríamos señalar a 1971 como el año axial entre los que se apoltronaron como castristas, y los que se definieron como anticastristas cuando el “Caso Padilla”, como caja de Pandora levantando la tapa de la marmita podrida de totalitarismo para soltar los demonios de lo políticamente correcto en el arte, la literatura y cinematografía, previó, a un tiempo, una sociedad que entraba en el proceso de rigidez eslava posterior a 1972, cuando Cuba ingresa al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), que la vincularía estructuralmente al campo socialista. Uno de los protagonistas de este periodo abundoso en filosofías totalizadoras, maniqueas, con sus escoliastas y sus herejes en el que se inserta el Caso Padilla, Jorge Edwards, el embajador del Chile de Allende en ese entonces, según el, “el único protagonista secreto, silencioso, del bullado y bullicioso ‘caso Padilla’”, explica lo que sucedió con el poeta (golpeado, aterrorizado, él y su esposa, Belkis Cuza Malé, por la seguridad del Estado de Castro) que rompió la luna de miel de la intelectualidad mundial con la Revolución que se convertiría en feudo y propiedad del hijo de gallego latifundista de Birán:

El “caso” estalló cuando el poeta Heberto Padilla fue encarcelado en La Habana a fines de marzo de 1971. Padilla había colaborado con la Revolución en todos sus comienzos y era en su país uno de los escritores con mayor cultura marxista y con más conocimiento del socialismo real. Su encarcelamiento ocurrió dos días antes de que yo tuviera que salir bruscamente de Cuba, adonde había sido enviado en calidad de Encargado de negocios por el gobierno de Salvador Allende para abrir la embajada chilena. Se acusaba a Padilla y a sus amigos de haberme dado una imagen negativa de la situación cubana y a mí se me acusaba de haberles prestado oídos complacientes, hostiles a la revolución, y de haber transmitido esa visión deformada, tendenciosa, al Ministerio de Relaciones de Chile (Edwards, 1989: 35).


Si bien concuerda con la apreciación de Fornet y Hernández, de que 1968, año en que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) abjurara del premio que le otorgó a la pieza teatral Los siete contra Tebas, del escritor homosexual Antón Arrufat, y al poemario que llevaría a la desgracia contrarrevolucionaria a Padilla, Fuera del juego, llegando hasta el punto esta institución de publicar dichos libros con un prólogo en el que señalaba su desacuerdo porque eran obras que servían al “Imperialismo”, Gilman cita una reflexión del crítico literario mexicano, Emmanuel Carballo, sobre el fantasma del estalinismo recorriendo la cultura cubana desde antes de 1968. Los escritores cubanos de la década de los sesenta, pensaba Carballo:

“No quieren rebajar la calidad del arte ni sobreestructurar las posibilidades actuales del público lector cubano (…) El costumbrismo, el realismo idealista y el realismo crítico son recetas de cocina a que se acude con demasiada frecuencia (…) se le pide [a los escritores] para un futuro no tan remoto que pongan en práctica el optimismo. Y el optimismo y la literatura son como una pareja mal avenida: tarde o temprano terminan por divorciarse (Gilman, 2003: 202)


Ese divorcio entre la intelectualidad latinoamericana y mundial, se daría posterior de que Castro respaldara la invasión soviética a la Primavera de Praga con su “socialismo con rostro humano”, y reventaría y se explicitaría al saberse la detención de Padilla en abril de 1971 y su posterior mea culpa autoflajelante. Cuando Padilla ganó el IV concurso de la UNEAC con su poemario citado, entró en un proceso de desgracia (se quedó un año sin trabajo cuando el Granma prescindió de sus servicios). Zoé Valdés escribe que durante este periodo de terror totalitario contra este escritor que tal vez pecó de ingenuidad política (no se puede ir por el mundo totalitario hablando a diestra y siniestra, porque nadie sabe hasta dónde pueden ser comprometidas sus palabras), Padilla vivió la más terrible de las pesadillas, siendo objeto de persecuciones, vigilancia extrema y acusaciones hasta el punto de ser catalogado como colaborador de Pierre Golendorf, fotógrafo francés supuestamente vinculado a la CIA, quien pasó varios años en las cárceles de Castro antes de regresar a su patria .
Como para “reconciliarse” con la Revolución (es decir, para conseguir trabajo), el poeta polemizaría con Cabrera Infante entre diciembre de 1968 y enero de 1969 , y le escribiría una carta personal a Castro solicitándole trabajo, mismo que consiguió, vía misiva de respuesta del propio Fidel, al día siguiente en la Universidad de La Habana. Incluso Padilla, antes de entrar a los infiernos del “esperpéntico mea culpa” (frase de Juan Goytisolo), publicó un poema con el perfil más rancio del realismo socialista que uno pudiera imaginarse, dedicado a Ho-Chi-Minh (“En la muerte de Ho-Chi-Minh”) en 1969, y tal pareciera que el diferendo con la Revolución se sosegaba (ibidem: 234). Sin embargo, como recuerda Edwards, los celadores de la Revolución lo vigilaban, día y noche, como carroñeros tras la presa solitaria e indefensa:

Hubo un momento, cuando noté que la vigilancia policial, a los tres meses de mi estada en la isla, se acentuaba y que Padilla hablaba con imprudencia cada vez mayor, en que le dije que la situación me empezaba a parecer francamente peligrosa y que convenía que se mantuviera alejado de la embajada chilena, reducida en esos días a un par de habitaciones del hotel Habana Riviera. Pues bien, la Seguridad del Estado, que conocía bien al poeta y lo manipulaba sin que él se diera cuenta, no halló nada mejor que colocarlo en una buena habitación del mismo hotel, a poca distancia de la mía. Para evitarle los inconvenientes de las colas, de la vida práctica. ¡Para ayudarlo a escribir! Él, con una mezcla muy suya de ingenuidad y de vanidad, lo tomó como la mejor prueba de que no se hallaba en absoluto en desgracia. Yo, en cambio, me sentí doblemente alarmado, y los hechos demostraron pronto que mi preocupación se justificaba plenamente (Edwards, 1989: 36).


Era, en efecto, muy dicharrachero Padilla, muy imprudente a la hora de opinar en “Tiempos difíciles” . En un Estado que iniciaba el proceso de rigidez rumbo a la dictadura caudillista, en un estado que se totalitarizaba, el simple juego de palabras, el leve cambio en la acentuación de ellas, podría complicar la existencia del que las expedía. Y más cuando en Fuera de Juego, Padilla hayase escrito estas perlas de ironía, de nihilismo, de espíritu poético que se hacía mofa, pitorreándose métricamente en versos afilados, de esas “cacatúas” que “confunden el amor con el terror”:

¡Al poeta, despídanlo!

Ese no tiene aquí nada que hacer.

No entra en el juego.

No se entusiasma…

Echen a un lado al aguafiestas,
a ese malhumorado
del verano, con gafas negras
bajo
el sol que nace .



Ese poeta, que en el poema En tiempos difíciles, cuenta que le pidieron su tiempo, manos, ojos, labios, piernas, pecho, corazón, hombros, para juntarlo con el tiempo de la Historia (totalitaria); y que esas donaciones, para forjar, supongo, el fantasmagórico “hombre nuevo”, serían inútiles

“…sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles
ésta es, sin duda, la prueba decisiva”.


Tal vez la lengua, interpretando este poema, sea la conciencia crítica para no callar, para señalar que la razón poética, y la razón sin más, están fuera de juego de los interesados en domeñar la cultura para sus intereses de poder.
Cuando las aguas de aquella tormenta del 68 que conjuraron esos poemas, junto con Los siete contra Tebas, al parecer habían escampado, el 20 de marzo de 1971 Padilla, junto con su esposa, fue detenido y acusado de estar involucrado en acciones contrarrevolucionarios (“Dentro de la revolución, todo, contra la revolución, nada”, ya les había advertido a los intelectuales Castro desde 1961, y ahora hacía la exégesis y praxis de ese axioma de amor totalitario). Entre el 23 de marzo y el 30 de abril de 1971, Padilla y sus carceleros revivieron los Procesos de Moscú de Bujarin, Rádek y otros bolcheviques, pero con la pequeña diferencia -indica Paz- de que Stalin pensaba que el futuro de la Revolución se jugaba en conspiraciones internacionales, mientras que el régimen de Castro suponía que lo logrado por sus barbudos caería a punta de versos libertarios:

Tránsito de la historia como pesadilla universal a la historia como chisme literario: las autoacusaciones de Heberto Padilla (…): ¿la suerte de la Revolución cubana se juega en los cafés de Saint-Germain des Prés y en las salas de redacción de las revistas literarias de Londres y Milán? Stalin obligaba a sus enemigos a declararse culpables de insensatas conspiraciones internacionales, dizque para defender la supervivencia de la URSS; el régimen cubano, para limpiar la reputación de su equipo dirigente, dizque manchada por unos cuantos libros y artículos que ponen en duda su eficacia, obliga a uno de sus críticos a declararse cómplice de abyectos y, al final de cuentas, insignificantes enredos políticos-literarios (Paz, 2004: 171).


En efecto, ¿qué ganaba el régimen de Castro, sus comunistas y sus hombres de charreteras revolucionarias, el enemistarse de a oquis con la intelectualidad mundial cuando la Isla, exceptuando Moscú y sus satélites, gravitaba sóla en el “coto de caza” de la Guerra Fría? La voz de múltiples personalidades del mundo de las letras y el pensamiento (Jean Paul Sartre, por ejemplo, el personaje más señero de los escritores progresistas en el primer mundo, visitando la Isla en solidaridad con ella), si bien no podían ser equiparadas con la fuerza de los lobbies de poder mundial, sí era (recuerdo el Tribunal Russell que sentenció como criminal al gobierno de Estados Unidos en su guerra arrasada con Vietnam) una ayuda invaluable, aunque moral y simbólica, para la Isla. Las acusaciones públicas de Padilla en la UNEAC fueron tan vergonzantes (no para el poeta, sino para sus carceleros), que no puedo dejar de citar una parte de la alocución de Padilla en el que inmola su individualidad, su persona, reconociendo sus faltas “gravísimas”, “imperdonables, realmente censurables, realmente incalificables”, a la Revolución:

(…) éste es el hombre que objetivamente trabajaba contra la revolución y no en beneficio de ella, éste es el hombre que cuando hacía una crítica no la hacía al organismo que debía criticarse sino que hacía la crítica al pasillo, que hacía la crítica al compañero, con mala intención. Se me dirán que eran críticas privadas, que eran críticas personales, que eran opiniones, pero para mí eso no tiene importancia. Yo pienso que si yo quería ser escritor revolucionario y un escritor crítico, mis opiniones privadas y las opiniones que yo pudiera tener con mis amigos tenían que tener el peso moral de las opiniones que yo debía tener en público (Gilman, 2003: 238)


Después de esta autoinmolación, vendría, como hemos dicho, la ruptura de una buena parte de la intelectualidad latinoamericana e internacional con la Revolución Cubana. El Pavonato se iniciaba, y la Revolución ya no sería la misma, esa especie de romanticismo heroico de los primeros años, en el que la libertad para crear y discutir llegó a una escala que no se repetiría nuevamente. La carta de Mario Vargas Llosa del 4 de mayo de 1971 , más violenta, confrontativa y tajante que la misiva diplomática anterior, señalaría un punto de inflexión, un antes y después de su aparición en Le Monde, entre la intelectualidad y la Revolución. Firmada por Sartre y la Beauvoir, Italo Calvino, Isacc Deutscher, Giulio Einaudi, los Goytisolo, Alberto Moravia, Ricardo Porro, Carlos Franqui, Jorge Semprún, Susan Sontag, entre otros (la firmaron más de 54 escritores de renombre, entre ellos, los mexicanos Carlos Monsiváis, Juan Rulfo y el recién Cervantes 2009, José Emilio Pacheco ) la carta se dirigía al mismísimo comandante en jefe:

Creemos un deber comunicarle nuestra vergüenza y nuestra cólera. El lastimoso texto de la confesión que ha firmado Heberto Padilla sólo puede obtenerse mediante métodos que son la negación de la legalidad y de la justicia revolucionaria. El contenido y la forma de dicha confesión, que con sus acusaciones absurdas y afirmaciones delirantes, así como el acto celebrado en la UNEAC en el cual el propio Padilla y los compañeros Belkis Cuza, Díaz Martínez, César López y Pablo Armando Fernández, se sometieron a una penosa mascarada de autocrítica, recuerda los momentos más sórdidos de la época del estalinismo, sus juicios prefabricados y sus cacerías de brujas… (Vázquez Montalbán, 1998: 332).


Días antes, ya al conocerse en Europa la noticia del arresto, Fornet indica que “se había puesto en marcha el mecanismo” que llevaría al Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, del que emergería el militar Pavón Tamayo (Fornet, 2007:13 y 14), testaferro de los hermanos Castro, que personificaría el Gran Inquisidor de la cultura cubana durante un lustro. Un mecanismo, escribamos aquí, con todos los matices totalitarios. En ese congreso, el primero de mayo de 1971, Castro, en su discurso de clausura, había respondido a “esos intelectuales imbuidos de una ética individual” (Vázquez Montalbán, op.cit: 336), catalogándolos de “basuras”, “descarados”, que en vez de estar en la trinchera de combate “vivían en los salones burgueses usufructuando la fama que ganaron cuando en una primera fase fueron capaces de expresar algo de los problemas latinoamericanos”. Para Castro, esos intelectuales no eran sino “agentillos del colonialismo cultural” que estaba en guerra contra Cuba. Para desembarazarse de posibles nuevos Casos Padillas, Castro dio el ucase de cerrar la puerta de jurados de concursos y revistas editadas por la Revolución y Casa de las Américas, a los escritores que no comprobaran, contra viento y marea, su condición de verdaderos revolucionarios: no habría más “concursitos” en los que se arrogarían el papel de dictaminadores, pues, “¡Para hacer el papel de jueces –peroraba Castro- hay que ser aquí revolucionarios de verdad, intelectuales de verdad, combatientes de verdad! (…) Y las revistas y concursos, no aptos para farsantes (Gilman, op.cit: 242).
Llegaba a su fin el enamoramiento de una parte considerable de la intelectualidad con la Revolución. Actualmente, los últimos alabarderos de Castro, son pocos y se cuentan con los dedos de las manos: García Márquez, Galeano, Dorfman, Chomsky . El consenso mayoritario que se da, tanto en intelectuales de izquierda como conservadores, es que Cuba es una dictadura, un régimen ineficiente y gastado de tanto usufructuar los primeros años de Revolución. Una dictadura, señalo, gerontocrática, hermanística. Flaco favor se le hace a la izquierda latinoamericana seguir apoyando esa gerontocracia que sólo subsiste por sus mecanismos de represión y de vigilancia estatal. El Chavismo tal vez prolongue la agonía de este régimen, pero el futuro para Cuba es la democracia, que se resume, claramente, en ese espíritu libre del que fuera estandarte el enfant terrible y provocador de la literatura cubana: Heberto Padilla. Sea lo que fuere, la apreciación de su carácter o su ingenuidad política, lo cierto es que Padilla se atrevió a abrir la tapa de la marmita podrida del totalitarismo cubano que se gestaba en la mente afiebrada de poder de Castro: “el carácter ejemplar de la rebelión solitaria del poeta Heberto Padilla”, es digna de encomio y marca una jurisprudencia para la futura democracia cubana. Como dijo Paz, actitudes como la de Padilla “nos muestran que lo verdaderamente excepcional, sobre todo en nuestros países, consiste en defender al individuo frente al ‘hombre excepcional’” (Paz, 2004: 171).

Foto: Padilla y Zoé Valdés.


Bibliografía

Cabrera Infante, Guillermo, 1993, “La confundida lengua del poeta”, en Mea Cuba, España, Plaza y Janés editores.
Edwards, Jorge, 1989, “Enredos cubanos (dieciocho años después del ‘caso Padilla’)”, Vuelta, año XIII, Núm. 154, septiembre, pp- 35-38.
Fornet, Ambrosio, 2007, El Quinquenio Gris: Revisitando el término, Conferencia leída por el autor el 30 de enero de 2007, en la Casa de las Américas (La Habana), como parte del ciclo «La política cultural del período revolucionario: Memoria y reflexión», organizado por el Centro Teórico-Cultural Criterios.
Gilman, Claudia, 2003, Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina, Argentina, Siglo XXI editores Argentina.
Hernández, Rafael, 2009, “El año rojo. Política, sociedad y cultura en 1968”, en Revista de Estudios Sociales, Núm. 33, agosto, Colombia, pp- 44-54.
Martin, Gerald, 2009, Gabriel García Márquez. Una vida, México, Debate.
Montaner, Carlos Alberto, El reñidero intelectual: la revolución cubana y sus últimos alabarderos, texto en línea: http://www.firmaspress.com/Alabarderos.pdf
Paz, Octavio, 2004, “Las ‘confesiones’ de Heberto Padilla, en Obras completas, volumen 9. La letra y el cetro, México, Círculo de lectores/ Fondo de Cultura Económica (coeditores), pp- 171-172.
Padilla, Heberto, 2001, Poemas del libro Fuera de juego, en Revista hispano cubana, Núm. 9, pp- 131-134.
Ramonet, Ignacio, 2006, Fidel Castro, biografía a dos voces, México, Debate.
Valdés, Zoé, 2006, Heberto Padilla: delito de poeta, texto en línea: file:///H:/heberto_padilla.htm
Vázquez Montalbán, Manuel, 1998, “La revolución no tiene quien le escriba”, en Y Dios entró en La Habana, Madrid: El País, Aguilar editores, pp- 331-391.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Cuenta el cerdo su visión


Surgiste del abismo bifronte
la gran boca halitosa del ser
El retorno amenazaba con ínfulas de eternidad tu mirada
Una isla apocalíptica que no fue Patmos
su viento arremolinaba a tu espalda
Osada Circe
viva tras las verdades de yelo de sus pócimas
dijo
no se si dijiste
¡No es aquí Ítaca!
y Escila y Caribdis nos miraban
cambiando incesantes
el rumoreo de sus aguas
(Tú ni siquiera me gruñiste)

viernes, 20 de noviembre de 2009

Lecturas


Leo con insistencia, sin tregua, pero desapasionadamente, a Eliseo Diego, poeta cubano que escribiera una poesía hambrienta de eternidades minuciosas, es decir, una poesía de pequeños fragmentos de abismos: “Libro de quizás y de quien sabe”.
En el “aviso al incauto lector”, hay una defensa cervantina de nuestro lenguaje (todas las defensas del español, ineluctablemente, tienen un tono quijotesco ante tanto lenguaje pedestre que se escucha a diario, sobre todo si el que habla ha ido a la universidad y se ha matriculado en derecho), una muestra de gratitud sin ostentación hacia este idioma con el cual pensamos, amamos u odiamos:

No es obra del azar, me parece, sino de la necesidad, el hecho de que existan cientos o miles de idiomas o dialectos distintos. Cada uno es un don precioso de la especie. Cada uno es una ventana abierta desde un ángulo imprevisto hacia el secreto del universo. Quiera Dios que sepamos cuidarlos y preservarlos como merecen. A mí me tocó en suerte el español.


Cuando evoca a la inefable, Eliseo “habla” de ella como “la negra cotidianeidad…”. La muerte, la inefable, la tan cotidiana, la que tú mueres, la que de tanto pensada, sentida, olida, amada, odiada, la que se ha vuelto un lugar común en tu memoria y en tus aprensiones, ¿es en verdad cotidiana? No la vemos, pero es tan sentida su presencia que se ha convertido en la más aterradora vulgaridad, la que hace común el destino tragicómico de ser hombres, sombras de paso en esta tierra de los muertos. Otra frase de este libro, de esta especie de testamento literario, es esta:

Leer es como vivir: corre uno el riesgo de llegar al fin y no enterarse.


Del vivir, como todo hijo no de familia sabe, es el arte más difícil, peor que el cálculo infinitesimal. ¿Quién ha experimentado el momento exacto en que el vivir se acorta, finaliza? Todos los muertos, los sin palabra. En la lectura uno siempre estará consciente de que el final nunca llega. El terror ante la muerte implica entonces una sola cosa: el asco ante el hecho de que nuestros cansados ojos no seguirán en la brega de leer, pues, como dijo Borges, es una felicidad, la más grande felicidad.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Mentiras piadosas


Todas las mujeres que he querido se resumen en una sola, pero eso es mentira. Mentira la unanimidad, los eternos odios y los sempiternos abrazos. Para Revel, la mentira es la primera fuerza que dirige al mundo actual, y me parece que desde siempre…Aunque reducidas a una escala íntima, las mentiras piadosas rigen al mundo para ablandar las verdades caníbales en el plexo sensible de las almas débiles: eres un asco, diría el desprecio anónimo de alguien (y si fuera la Violeta de Vilax, el asco proporcionaría una especie de odio inmerecido, una basca no merecida, un vómito que no me he dado a la tarea de edificar).

Aunque el motor del mundo es la mentira, en realidad, prefiero los incisivos de una verdad caníbal...

“¡Me das asco!, no me vas a coger, poetita fusilero; es una utopía que entre tú y yo se de la fornicatio precisa”


...desbrozándome inútiles esperanzas coitales con la musa eterna, o las idiotas ilusiones de un mañana entre sus ancas. Podría decir, siguiendo el trillado estoicismo de los que hacen de la paciencia un sistema de creencias: Ni tengo deseo, ni esperanza, ni fe, cherié, por descoyuntarte los ijares.

Se que a diario se entra a un proceso de decadencia, y mi lado misántropo anda en el sótano de la decadencia; se que el pauperismo poblacional ronda en todas las escalas y condiciones sociales, y yo, a su vez, planeo sobre todas las condiciones axiales de mi orfandad de la musa; y que ni los cirios o las velas encendidas al dios cristiano o al dios marxista o al dios de mi abuela sin memoria, nada pueden contra la gran mentira de felicidad posible únicamente en el rostro unánime de las Violetas, Susanas, Menganas o Perenganas; rostro lancinante por fiero, bello, estercolero. Rostro que es todos los rostros de un rostro olvidado. La puta idea fija de que hablaba el poeta.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Dilucidaciones sobre Violeta


El texto que a continuación transcribo, no procede de mí sino de un trabajo del maestro Vilax, fantasmático filósofo, o filosofastro misántropo de una aldea sin esperanza perdida en la laja peninsular. Que quede claro que yo solamente soy su amanuense, o si se quiere, su facilitador para que sus apolilladas dilucidaciones viajen por el ciberespacio, y qué no tengo ningún quever con la papisa aquella (¡qué más quisiera!), objeto del fáustico deseo del maestro Vilax.


¿Qué hizo Dios para ser Dios? ¿Qué el algebrista para tener a Violeta? (apostilla: En toda la inmensa obra desperdigada de este Diógenes yucateco del siglo XXl, el nombre de Violeta –muchacha dilucidada por la nostalgia, el odio y la idealización poética –aparece muy seguidamente en las reflexiones del maestro Vilax. ¿Quién es, exactamente, Violeta? seguro se preguntan. "Podría decirse -me señalaba Vilax en una charla alcohólica milenaria- que Violeta es el ideal de belleza de los moradores de la península; también, que bien podría ser un monstruo, una obsesión, una “conciencia de ser imagen”, o lo que diablos se le apetezca. En realidad, pienso yo, Violeta es esa novia que nunca tuvimos".

El “loco amor” que rebasa la voluntad, y nos libera de la prisión, de la prisión del aburrido, gañan, abstracto e ilusionista yo inexistente. Yo soy la imagen que ella segrega.

Mi único culto, al solitario ídolo que le brindo reverencias fundamentalistas, es al cuerpo de la mujer amada. Soy un fervoroso entusiasta del culto femenino. Sólo que ella no se aparece como la virgen, y yo no me atrevo a hacer papeles secundarios como juan dieguito.

Me di a la tarea de glorificarla sin voz
en los patios inservibles de las universidades baldías.
Amplié el comentario de sus sandalias,
puse peros a los desconocidos que no le habían visto;
me esforcé, exmarxista sin tiempo en el descenso del verano,
en decirle a los camaradas,
que era como la fórmula encadenada
de un “Perito en lunas” de Hernández,
así de bella, así de incompresible,
y así y así y así que no se cómo decir…

Tuvieron que pasar más de 2,500 años para que Helena de Troya reencarnara en el cuerpo de Violeta. Es una pena que yo no sea ni siquiera el perro de Paris.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Crónica del No


“Nosotros decimos no”,
Cuando el slogan del dinero repite
La muerte acordada de nosotros.

Tenemos armas que defender
Frente a las armas de un ejército sin alma:
El arma de la palabra que camina,
El alma de la justicia que se obstina.
“¿Sería bella la belleza, sino fuera justa?”
Nosotros decimos no a las estéticas injustas

Decir no sin desencanto,
“Diciendo no al devastador imperio de la codicia”,
el imperio de la muerte,
el imperio de los poderosos.
Digo sí a la fraternidad combativa
Diciendo no a la división clasista del discurso de unos cuantos;
y sí, mil veces sí a la hierba de la esperanza,
diciendo no al apartamiento de los pueblos sin ella.
¿Sería Justa la Justicia si no fuera bella?
Toda justicia sin belleza es una justicia sin alegría,
Discurso burocrático traspapelando sonrisas de muchachas.

Digo sí.
Decir siempre sí sin romper la propuesta de decir el No.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Cuando cayó el Muro de Berlín otros lo reemplazaron



Por Marcos Roitman Rosenmann


El mundo se encontraba dividido entre países comunistas y mundo libre. La guerra era total y se mostraba en todas las dimensiones de la vida cotidiana. Desde el lenguaje propagandístico hasta lo sutil de las películas de espías o los inocentes cómics donde los buenos y los malos siempre eran los mismos. En Occidente no existía mayor vergüenza que el Muro de Berlín y así fue adjetivado. Tras el llamado telón de acero se encontraban las tinieblas, el frío, el hambre, la falta de libertad y un sistema perverso e inhumano.

Todo estaba permitido dentro de la estrategia por derribarlo. Eran tiempos donde la derecha conservadora, en Estados Unidos, tomaba el mando y Ronald Reagan variaba la política de su antecesor James Carter. Ya no habría contemplaciones con los soviéticos y sus aliados. El comunismo debía retroceder, cualquier maniobra se justificaría en pro de este objetivo. Sus aliados perdían autonomía dentro de un nuevo escenario mundial. Se trataba de pasar de la distensión a la disuasión. Una nueva política de seguridad hemisférica emergía en el Pentágono y la Casa Blanca. Se apoyaba a los talibanes en Afganistán y no había reparo en manifestar su total compromiso con las dictaduras del cono sur. Asimismo se emprendía por primera vez una acción política institucional destinada a revertir procesos. Pasaban a mejor vida las acciones encubiertas para derrocar gobiernos democráticos. Ahora serían la Cámara de Representantes y el Senado estadunidenses quienes otorgarían fondos públicos para dichas maniobras. La intervención en la isla de Granada fue el primer aviso. Más adelante se armó y financió a la contra nicaragüense para desestabilizar al gobierno sandinista. Y las fuerzas armadas de El Salvador y Guatemala disfrutaron de similares fondos para luchar contra los ejércitos de liberación nacional. Honduras se constituyó en el portaviones de la región y Panamá acabaría siendo invadida bajo estos parámetros, subvencionando a sus cipayos. Costa Rica, país sin fuerzas armadas, recibiría decenas de millones para compras de helicópteros, armamento ligero y semipesado. Su incremento relativo en gasto militar fue el más elevado de la región llegando a su pico durante el gobierno de Óscar Arias. Estas políticas se reflejan en los documentos de Santa Fe I y II y el Informe Kissinger para Centroamérica.

Poco espacio había para la acción de los países no alineados. Su actividad era cuasi testimonial, aunque expresaba una posición firme demandando la no intervención, el derecho de soberanía y el cese de la carrera armamentista. Igualmente, sus programas eran parte de un proyecto democrático ligado a la lucha antimperialista. Pero poco se podía hacer. Las grandes potencias y los bloques militares se contraponían bajo un peligroso escenario nuclear. La OTAN y el estado mayor del Pacto de Varsovia no ahorraban esfuerzos ni medios para neutralizar al enemigo. En este contexto el Pentágono diseñará la estrategia de misiles conocida como la guerra de las galaxias. La Unión Soviética, asustada por la dimensión del plan, decidió echar toda la carne en el asador. Así, destinó más fondos a la industria militar, lo que supuso el principio del fin. No había manera de hacer frente a las necesidades de la economía civil. El colapso era cuestión de tiempo. Mientras tanto, la guerra de las galaxias nunca llegó a ponerse en práctica. Fue una cortina de humo que los servicios de inteligencia soviética no lograron desentrañar.

En esta lógica y como un castillo de naipes, un sistema político articulado bajo el control de los partidos comunistas se derrumbaba. Polonia y el movimiento Solidaridad encabezaron el lento declive del comunismo realmente existente. Más tarde no hubo tiempo para pensar en las alternativas socialistas y democráticas. Resurgieron los nacionalismos y el mapa europeo se recomponía. Los países se quebraban y las guerras civiles y étnicas apoyadas por Occidente daban sus frutos. El mapa político cambiaba. Una multitud de nuevos estados emergía al amparo del reconocimiento de Francia, Alemania y el propio Estados Unidos. Así, se entremezcló la justa reivindicación por mayores espacios de participación y justicia social con la emergencia de proyectos asociados a una nueva distribución del poder internacional con hegemonía del capitalismo neoliberal. Los países occidentales apoyaron y financiaron a los disidentes y los partidos anticomunistas. Los procesos electorales fraudulentos los auparon al poder. La euforia prendió en las calles. En Rumania no hubo contemplaciones. Se ajustició, se asesinó y se encarceló desde el presidente hasta los agentes de la seguridad. El camino fue similar en otros países. Sin olvidar que en la Unión Soviética el Partido Comunista fue declarado ilegal por quienes habían sido sus dirigentes. Pero ya nada importaba, el objetivo se había cumplido. El capitalismo salía triunfante en medio de una reconversión neoliberal. La caída del Muro de Berlín sería el emblema. Inicialmente destruido a martillazos y más tarde por el hacer de las palas mecánicas desapareció de un plumazo. Casi 30 años de historia se hacían añicos. Hoy salvo los berlineses mayores de 20 años saben por dónde pasaba. Mientras tanto, los turistas se conforman con adquirir un trozo en las tiendas de souvenirs. Su triste final, convertirse en una mercancía, no estaría seguramente presupuestado entre los objetivos de sus constructores. Asimismo, su destrucción fue más que un símbolo, el acontecimiento se dotó de un mensaje: nunca más deberían levantarse muros políticos, ni ideológicos. La humanidad había aprendido la lección.

Ahora bien, cuando muchos se sintieron libres y partícipes de un nuevo mundo sin muros, otros han ido emergiendo, esta vez dentro del propio capitalismo. Sus arquitectos son los actuales afectos a las políticas sistémicas, sean socialdemócratas, neo-oligárquicas o liberales. De esta guisa Israel levanta su muro para evitar la libre circulación de los palestinos. En España se erige otro para frenar la inmigración y mostrar el poder de Occidente. Rodeado de alambradas, vigilado por militares provistos de armas con sensores de calor, y carteles disuasorios escritos en castellano, árabe, francés e inglés, se convierte en la frontera que divide el mundo de la opulencia de aquel representado por los países pobres. Y por último, en Brasil, Lula construye una barrera para separar los barrios ricos de las favelas. Todos ellos muros de la indecencia a los cuales debemos sumar los de la ignominia. Éstos son visibles para unos pero invisibles para otros. Siempre han existido y tienen nombre; son el muro del hambre, la explotación, el colonialismo, la xenofobia y el racismo. Por tanto, celebrar la caída del Muro de Berlín es más bien un acto de hipocresía si con ello buscamos descalificar las luchas anticapitalistas y democráticas. Ni el socialismo ha sido derrotado ni el capitalismo se yergue triunfante.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Ricardo Ucán Seca y Sara Brightman: las dos caras del discurso



En días pasados, el gobierno yucateco se encargó de promocionar, ad náuseam, "El Concierto de la Pirámide", de la soprano inglesa Sara Brightman, celebrado en Chichén el 31 de octubre. En dicho concierto, la crema y nata de la élite yucateca (la radicada al norte-norte de Mérida, en el que despuntaba, por su ingobernable incultura, la señora gobernadora) llevó el "multiculturalismo" oficial hasta proporciones patéticas. La bella inglesa estuvo acompañada por la Orquesta Sinfónica yucateca, y su voz, su cuerpo, y sus ojos como cuchillas ardientes, a no dudarlo, cimbró la majestuosidad arquitectónica de la ciudad de los brujos del agua.

Digo que "El concierto de la Pirámide" llevó el multiculturalismo oficial hasta el dolor insoportable de barriga, un dolor moral de barriga, que también existe, por dos motivos que les doy a ustedes a consideración. Por un lado, mientras la élite yucateca (y no tan yucateca, basta con ser blanco o blanqueado en Yucatán para subir la escala social) sacaba, saca, en cada concierto dado por sopranos inglesas o tenores españoles, beneficios crematísticos y promoción "turística" de los templos y vestigios arquitectónicos de los mayas, por el otro, en la desnutrición de la infancia maya yucateca, en los cercos sociales, económicos, jurídicos, políticos, el desprecio abismal que la élite yucateca siente por los grupos indígenas en Yucatán, es más patente que nunca. Un investigador del Ciesas Peninsular, me hacía el comentario de que, mientras que en Quintana Roo, al menos los cruzoob tienen una ley que escamotea las autonomías indígenas, los pueblos mayas yucatecos ni a leyes culturales llegan. "En Yucatán no hay indios", es la respuesta tácita de los grupos en el poder para justificar la omisión de una ley indígena cultural (y no digo política) que ponga en sintonía, con el Convenio 169 de la OIT, la Declaración Universal de derechos indígenas de la ONU de 2007, y las reformas a medias de la Constitución mexicana, las leyes estatales y municipales yucatecas. Sobre todo, una reforma al sistema penal yucateco. En Yucatán "No hay indios", y todos son iguales ante la ley, no obstante que muchos solamente hablan una lengua, el maya, y que otros no se rigen, en sus acciones, bajo una rígida conceptualización dogmática occidental del derecho. Sobre todo, del derecho liberal que homogeiniza las diversidades culturales.

El caso de don Ricardo Ucán Seca es un ejemplo triste y vergonzoso de esta rigidez legaloide del sistema penal yucateco, que, al fin y al cabo, se traduce en el desprecio y el oprobio de la élite yucateca (no hablo de partidos, hablo de élites) hacia los pueblos mayas. Por un lado, promocionan conciertos en Castillos para que la niña de papá pueda estrenar el vestido comprado en las pasarales de Milán. Por el otro, escupen la dignidad humana de un indígena cuyo único delito fue defender la integridad y la vida de su familia. Y lo del caso de don Ricardo, no fue por "diferencias culturales", sino por violaciones fragrantes del debido proceso legal (no contó con una asistencia adecuada que hablara su lengua en todo el proceso; el homicidio que se le imputa, está justificado legalmente en todo código penal y en la constitución, bajo la figura jurídica de defensa personal). En este link, podemos encontrar un resumen detallado de las violaciones a los derechos jurídicos de don Ricardo.

El día de mañana se cumplirá una semana del concierto orgiástico de la soprano inglesa; y ayer, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) puso en evidencia los actos de discriminación a que fue víctima don Ricardo, como respuesta a una demanda interpuesta por el Grupo Indignación en contra del gobierno yucateco, en sus tres niveles de gobierno. Una nota del Diario, demuestra la tozudez burocrática de los litigantes de caché del gobierno yucateco, al defender a la jueza que llevó el caso de Ucán Seca, señalando que este último habla perfectamente el español, lo que no es así.

Los integrantes del Grupo Indignación, incluso, refirieron la estúpida y racista idea del Tribunal Superior de Justicia de Yucatán, que señaló en su momento que don Ricardo Ucán "no es indígena maya debido a que en su localidad hay luz, escuela y diversos servicios". ¡Háganme el favor!, seguidores idiotas de Redfield, suponer que una comunidad "maya" es sinónimo de cero luz eléctrica, ninguna escuela, y nada de aspirina, agua potable, etcétera. Si esto no es racismo jurídico, ¿qué chingados entonces?

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Del fin de la historia y el socialismo como posibilidad


En días recientes pasados, los ex presidentes de Estados Unidos Bush padre, el de la extinta URSS, Mijail Gorbachov, y el ex canciller federal de la antigua Alemania Oriental, Helmut Köohl, festejaron los 20 años de la caída del muro de Berlín. En años posteriores de los sucesos del 89, que puso punto final al estalinismo zarista (que no socialismo, recordemos a la primavera de Praga con su “socialismo con rostro humano”), el politólogo norteamericano, Francis Fukuyama, en su polémico libro, El fin de la Historia y el último hombre, de 1992, proclamó, sialítico, el triunfo absoluto e indiscutible, a nivel internacional, del credo político-económico norteamericano (con todos sus excesos que este credo expoliador trae consigo, desde luego).

Desde entonces, un lugar común es decir: el último hombre de Fukuyama es el que sólo busca su bienestar material, a toda costa y no importando el desbroce de cualquier predicamento moral que estime cordura solidaria, o diques contra las olas de depredación financiera sin cortapisas, como la actual suscitada en el centro neurálgico del Imperio, la que todavía resentimos. El último hombre es el hombre sin interés en el sacrificio ajeno, indiferente a la grandeza de los actos de fraternidad; es un solipsista ingobernable. La verdad, es que se me hace difícil encarnar en ese monstruo de deseos fáusticos jamás satisfechos. El hombre – también el último, Nietzsche dixit –es algo que debe ser superado. O si no, suprimido, aniquilado. Considero que soy un ser demasiado humano y vulgar, como para sublimar mi espiritualidad en lo puramente material. Para quien tiene la voluntad de león, conocer constituye un placer, y reconozco que el placer de la lectura es lo más fantástico que me ha sucedido. No me rebajo a ser consumista (en primera porque no tengo "centavitos" de más, y en segunda porque me considero un marxista radical).

Vuelvo a Marx. Él resumió, en una feliz frase, el porvenir de la humanidad:

Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces es necesario formar las circunstancias humanamente.


No afirmaría que el socialismo –real o irreal- sea ahora una utopía tachada, pero sí algo que debe ser revalorado con las únicas armas de la inteligencia: la crítica y la imaginación. El siglo XX, no podría decir si para bien o para mal, nos ha quitado toda careta de ingenuidad utópica, nos ha vuelto con excesos seres desconfiados ante todo discurso rotundo que no admite interpelación, duda, escepticismo, disensión o extrañamiento. La entrega no es fácil, y se hace rete arto difícil militar en una sola posición. El cambio y la dialéctica del movimiento se han perpetuado en el hombre moderno, por eso es que siento más contemporáneo, más cálido, más familiar, a Heráclito que a Platón, a Diógenes que a Marx.
Se ha dicho que mientras existan hombres existirá la utopía. Hay que preguntar en qué clase de utopía se piensa. Borges tuvo una utopía, Hitler otra. De esas dos, ¿cuál es la que se pretende?

El GULAG, las matanzas orgásmicas de Pol-Pot, y los fusilamientos sumarios de Castro en el Caribe, por supuesto, no es consecuencia obvia del estudio y el análisis del pensamiento marxista, tergiversada criminalmente por los fanáticos apocalípticos del neoliberalismo antropofágico. No es consecuencia explícita, quiero decir. En los escritos de Marx se recurre a imágenes de rebelión, de rompe cadenas y de aniquilamiento del stablishment esclavista de forma rápida y expedita.

Imagínense a Cristo que se imagina la historia de su nombre ligada a la atroz historia del catolicismo venal. El Mesías sentiría asco –esa es la palabra- de sí, al ver que en su nombre se instalan patíbulos de ahorcamiento y se prenden hogueras de verde leña para purificar, con el fuego abrasador, los pecados de herejes, brujas, marranos e incrédulos. Ahora imagínense a Marx. Marx diría: “¡Qué bien! tenemos un imperio de proletarios, seguid así". Pero a veces la violencia es necesaria. La verdad y la libertad no se conquistan solamente con predicamentos bobos de democracias pachonas. Basta un sólo tiro de kalashnikov para que surjan las verdades omitidas.

martes, 3 de noviembre de 2009

Caín: el primer izquierdista


La nueva novela de José Saramago, Caín, publicado por Alfaguara, ha suscitado polémica entre los altos jerárcas de la Iglesia Católica portuguesa. No es la primera vez que don José "desasosiega" las buenas conciencias de los mitrados. Con El evangelio según Jesucristo, en el que observábamos a un cristo completamente humano (un húerfano del carpintero José, que duda, teme, ama y fornica poéticamente con María Magdalena) pasó lo mismo. Y esto porque don José, una persona que ejerce, a cada respiro, la lucidez, no se anda con medias tintas en su concepto que tiene sobre el libro sagrado de cristianos, beatos, y otros santurrones de igual jaez fundamentalista:

La Biblia es un manual de malas costumbres, un catálogo de crueldad y de lo peor de la naturaleza humana, un libro que tuvo mucha influencia en nuestra cultura y hasta en nuestra manera de ser; sin la Biblia, los seres humanos serían
probablemente mejores.


Del parricidio de Caín, Saramago ha dicho que no el pobre hombre fue el causante del crimen, sino ese monstruo carnicero, "cruel, envidioso e insoportable", nombrado como Dios en el antiguo testamento, al rechazar los frutos que el hijo de Eva y Adán le había presentado.

Esa Biblia, junto con su "burocracia celeste" (frase de Paz), sus Torquemadas y autos de fe inquisitoriales, sus silencios en la quema de judíos durante la segunda guerra mundial, la historia de sus Papas obsedidos de sangre, y sus gestas de exterminio para la propagación de la fe, ha sido la causante de muchos desvaríos de su iglesia, las iglesias: crímenes, asesinatos e idioteces eclesiales a raudal, plagando la historia maldita de los hombres. La historia de las cloacas de la humanidad es un engendro, no del impotente demonio, sino de la lectura sosegada de los Evangelios.

En un comentario al pie de una nota de prensa, escribí que Caín, ese pobre hombre, junto con el buen Judas Iscariote, tan vilipendiados y maldecidos los dos por los "pobres de espíritu", en realidad han sido víctimas de los designios de la torpeza divina (de esa divinidad, no la existente, pues no existe nada más allá de la muerte, sino de la imaginación enfermiza de los hombres). Caín fue el primer
izquierdista, pienso.
Y seguiré pensando que todas las religiones del mundo, (ninguna, ni la del Buda, o la fe de los ateos, se salva), sólo han dado fastidio, violencia y muerte al hombre. La Católica tal vez es la peor de todas, por el hecho comprobado de que se sirvió del poder, del poder de los distintos imperios para propagar por el mundo su fe asesina, a costa de la vida y la libertad de los pueblos.


Si el infierno existe, esperemos que no haya en él curas pederastas, fariseos que comulgan todos los días sus pobrezas de espíritu, obispos como el Íñiguez y el Rivera, entre otras podredumbres mitradas. Y sí, Caín fue el primer revolucionario, no el primer parricida, que seguramente habrá pensado, cuando el monstruo divino le rechazó su primera cosecha, lo siguiente: "Señor, vaye mucho a chingar a su madre el hombre. ¿Qué es eso de rechazar los frutos de la tierra, que he hecho germinar con sumo trabajo?. Caín es la izquierda, el Abel es una mosca muerta que se dejó matar para complacer los caprichos del imbécil que creo un mundo tan imperfecto. A continuación, les dejo unos aforismos de don José sacados de los Cuadernos de Lanzarote (1993-1995):


Llevaron a Dios a todos los lugares de la tierra y le hicieron decir:"No adoréis esa piedra, ese árbol, esa fuente, esa águila, esa luz, esa montaña, que todos ellos son falsos dioses. Yo soy el único y verdadero Dios". Dios, pobre de él, estaba cayendo en flagrante pecado de orgullo.

Dios no necesita del hombre para nada, excepto para ser Dios.

Cada hombre que muere es una muerte de Dios. Y cuando muera el último hombre, Dios no resucitará.

Los hombres, a Dios, le perdonan todo, y cuanto menos lo comprenden más le perdonan.

Dios es el silencio del universo y el hombre el grito que da un sentido a ese silencio.

Dios: un todo arrancado a la nada por quien es menos poco más que nada.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Declaración de amor a Selene


Me da un profundo soponcio
pensar que el mundo gira rápido
sin que me de cuenta
bajo las suelas gastadas de mis botas
No busco motivo alguno
para escribir sobre el orín de la noche
el ovillo de Ariadna
o el cuadro de la odalisca de Ingres
que me escorza la verdad
del eterno dolor de cabezas femenino
He dicho que la luna no es bella,
pero esta noche quisiera desdecirme,
decirte entonces:
Selene, tu siempre has sido bella
Oscilo de una idea a otra
sin saber donde termina el pensamiento
Para el hastiado de saber, la vida
le resulta menos complicada con tu luz
He renunciado al absoluto hermosa Selene
Mi alimento es el hambre de cada día
mi destino el mar donde te meces

domingo, 1 de noviembre de 2009

Calaveritas


Mi amiga Karen, estudiosa de los mitos agrícolas y la organización social de los pueblos indios, a la cual admiro y respeto, me ha dedicado una "calaverita". En estos días en que las ánimas o los pixanes conviven y bailan, se recuestan y degustan las tradiciones gastronómicas de un pueblo que se burla de la muerte, las calaveritas son un pretexto para la rima y el ripio bandolero. Comparto la calaverita que doña Karen me dedica:

"Leyendo un libro se encontraba Don Gilberto.
Vociferando y apurado, escribía su argumento,
cuando pasa la Calaca llevándose a Fidel.
Volcado en coraje defiende al combatiente:
“¡Hey, parca chica!, ¡no te lo lleves!”
La huesuda, carcajeándose, contesta estridente:
“Tranquilo mi buen, que me lo han mandado a devolver".

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