Revisando los periódicos
virtuales de la Península, esta mañana me topé con una “noticia curiosa” que me
hizo tomar el café de un solo trago y salir afuera para darle una larga calada a un cigarrillo que recuerdo que traía en la bolsa de mi chamarra. Y recordé el
aforismo o la sentencia del polígrafo yucateco, Roldán Peniche Barrera, que tal
vez me describe a la perfección: “El yucateco –insaciable lector de
periódicos y revistas- ha mostrado siempre un particular interés por las
noticias insólitas."
En efecto, no miento si digo que soy un insaciable
lector de periódicos, revistas y libros; y que siempre he mostrado una
enfermiza atracción por las noticias insólitas, raras, peregrinas, increíbles,
enigmáticas, sutiles, terroríficas, de brujas, duendes, hechizos y espantos. En
mi afán por construir una historia totalitaria, no he obviado las notas curiosas, y hoy, por lo visto, mi vocación de lector de noticias insólitas me
hizo incurrir en el delito de comentar una de ellas. Una nota de prensa
aparecida en un diario de Quintana Roo, decía que un “joven pescador” había
capturado un cocodrilo, y que al llegar la policía en su auxilio, este joven,
que no refieren su nombre para felicitarlo aquí por tan loca hazaña, ya tenía
inmovilizado “y amansado al gran y feroz lagarto.” Como he dicho, esta noticia
me puso efusivo y aplaudí al instante, pues para mi, los lagartos del Hondo se
han vuelto un asunto literario que pide toda la atención posible.
La nota traía
también una fotografía del joven de 15 años con el lagarto de más de 2 metros
de largo maniatado de sus terribles y jurásicas fauces. Después de leer esta
nota, me aventuré a recordar el espíritu de algunos especímenes chetumaleños
que he conocido. Mientras hay una clase de chetumaleños apocados, existe otra,
de origen yucateco, que son resueltos hasta el espanto. Tal es el caso de este
quinceañero. Steve Irwin es una niña de 3 años frente a este "joven"
pescador chetumaleño, que con un cordel solamente, amansó a tremendo animal.
Pero la
pregunta es, ¿por qué se metieron con este animal que vive en su medio natural
(la bahía y el Hondo)? Tal vez tanto este Steve Irwin del trópico húmedo, como
los wiros de la policía chetumaleña, que posteriormente llevaron a Semarnat al
lagarto, contravinieron varias normativas de protección a la fauna. Por lo
demás, la forma como explica su temerario proceder "el muchacho" (la
nota de prensa, seguramente fue escrita por un Alex Dorado Dzul cualquiera con
ínfulas de periodista escritor), es digna de contarse en una historia con todo el estilo
garciamarqueño, porque Chetumal en más de un sentido resulta garciamarqueña.
El jovenzuelo,
que tal vez gusta de ver el Discovery (arguyo
que Steve Irwin es su héroe) pescaba quitado de la pena, la mañana del domingo pasado, en playas
roqueñas de la mítica colonia del Barrio Bravo, a unos metros del "Salón
Bellavista,” reconocido lugar de recreación a donde asisten los chetumaleños y
chetumaleñas hermosas, así como la clase política local – “la aristocracia de
la hamaca”- cuando quiere darse sus baños de pueblo y convivir con la wirada.
Con solamente una caña "modificada,” cordel de albañil, anzuelos y un bote
de carnada, seguramente el joven veía el horizonte apacible de esa distante
bahía bañada de azul, verde y ópalo cuando, de repente, las aguas calmosas que bañan a Chetumal vomitaron a un “saurio”
perezoso que iba directo a donde él y sus compañeros se encontraban, con toda la pinta de que ese lagarto había salido de un set de Parque Jurásico. “En tierra el lagarto -pensó el joven, un
consumado naturalista salido tal vez de unas clases podridas de biología de la
UQROO- deja su estado inmortal y baja a la condición de pinche
lagartija moribunda.” Ya con esa idea lunática clavada en su mente afiebrada, el chamaco
barriobravero contó su locura, como sólo un chetumaleño de sepa lo puede
contar, con retazos de un instintivo García Márquez:
“Al verlo tan cerca me espanté, pero no intenté correr, le tiré la
camisa en la cabeza, me intentó dar coletazos, me abrió el hocico, pero logré
sujetarlo con fuerza, ya que el animal buscaba regresar al agua donde son
inmortales. Estuvimos luchando hasta que se cansó..."
Desde luego, uno no tiene
sino asombro para el chetumaleño; porque tal vez en la acción enfermiza de este
quinceañero barriobravero, podemos contemplar, encapsulada, a toda una
tradición de hombres feraces, selváticos, casi salvajes, que inundaron el
Territorio cuando la selva lo era todo y, según Beteta, los lagartos llovían en
las tardes de estío y la mosca chiclera y el colmoyote escarbaban la carne viva
de los “gambusinos de la selva” y las fiebres palúdicas y las nauyacas y el
rugido del jaguar y el machete de los indios indómitos, habrían de modelar a
una estirpe de hombres y mujeres hechos con la arcilla de la soledad, que
construirían la última ciudad de todas, Payo Obispo, y dormirían frente a una
bahía con olor a maderos pudriéndose y a lagartos que eran vomitados por el
Hondo y comidos en caldo por aquella raza de yucatecos que sabían más palabras
en inglés que en español…los viejos payoobispenses.
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