Señor José, tu
vives en nuestro corazón
Y aunque te
fuiste para nunca volver,
Desde ahora tu
nombre queda para recordarte,
Y junto a
nuestros héroes Cocom, Canek, Ay,
Chi y Pat,
agregaremos a Tec.
Geraldo Can
Pat, poeta de Tibolón.
Cuando un visitante del
pueblo de Ixil se topaba con José Tec Poot y quedaba fascinado por el conocimiento y el don de gentes de José, irremediablemente preguntaba a los vecinos quién era el personaje, y un viejo del pueblo decía con orgullo: “Es nuestro antropólogo”, y Tec Poot
en verdad que era el antropólogo nativo del pueblo de Ixil….
El 19 de septiembre es una
fecha triste para todo México, pero más triste para la antropología yucateca, y
más triste aún para un pequeño pueblo del norte yucateco: Ixil, pues esta es la fecha en que el prometedor investigador
y antropólogo maya, José Tec Poot, dejó de existir a tan temprana edad de 36
años.
Y es que Tec Poot, con orgullo pueblerino, habló con amor y cariño sobre las cebollitas de Ixil y se preocupó por
las inundaciones frecuentes de su pueblo. Como un sabio apicultor, Tec
Poot habló sobre la miel dando cátedras a Boccara; y para
que los monolingües del castellano entiendan la grandeza de los que pusieron el
mundo neocolonial yucateco patas arriba en 1847, tradujo del maya al español la proclama guerrera de
Manuel Antonio Ay y Jacinto Canek; y fue pionero de los defensores de la
cultura y la lengua maya, siendo maya él mismo pero sin jactancias y sin medrar
con la etnicidad, como muchos mayas de dientes afuera hacen ahora, porque Tec
Poot era de otra madera, muy distinto a esos “mayas profesionales” que se
destilan en estos tiempos de neoindigenismo barato, de neoindigenismos de logreros.
Poot nos recordó un viejo estribillo maya que le contó su abuelo, y que su padre decía que era un canto antiguo de estas tierras del Mayab: El Wech, una canción de protesta, según Tec Poot, contra los opresores extranjeros, los dzules de barbas rubicundas. El maestro Poot, que conocería casi todos los pueblos yucatecos mediante la Unidad de Culturas Populares en Yucatán que el dirigió, también ayudó a De la Garza en la localización de pueblos yucatecos para la redacción de las Relaciones Histórico-Geográficas de la Gobernación de Yucatán. Trabajando con campesinos de Peto, Tzucacab y Tekax, Tec Poot contó la terrible calamidad que produce en las milpas las lluvias del K’ankubul’ Ha, lluvia del sur y de cualquier otro punto que a los tres días de caída pone roja las hojas del maíz y a las raíces seca.
Poot nos recordó un viejo estribillo maya que le contó su abuelo, y que su padre decía que era un canto antiguo de estas tierras del Mayab: El Wech, una canción de protesta, según Tec Poot, contra los opresores extranjeros, los dzules de barbas rubicundas. El maestro Poot, que conocería casi todos los pueblos yucatecos mediante la Unidad de Culturas Populares en Yucatán que el dirigió, también ayudó a De la Garza en la localización de pueblos yucatecos para la redacción de las Relaciones Histórico-Geográficas de la Gobernación de Yucatán. Trabajando con campesinos de Peto, Tzucacab y Tekax, Tec Poot contó la terrible calamidad que produce en las milpas las lluvias del K’ankubul’ Ha, lluvia del sur y de cualquier otro punto que a los tres días de caída pone roja las hojas del maíz y a las raíces seca.
Antropólogo maya cuando la antropología
yucateca (una antropología blanca escrita desde la colonialidad del poder de la ciudad letrada meridana) se
encontraba copada por los dzules de Mérida, Miguel Alberto Bartolomé –aquel argentino
que le sacó ampollas al culo de la academia decimonónica yucateca de la
década de 1970-1990, con La dinámica social de los mayas de Yucatán, donde
habló de la situación interétnica neocolonial que todavía existe en buena parte de la sociedad yucateca del siglo XXI- recuerda que cuando el joven Tec Poot, ese
hermano nuestro, iba a la antigua facultad de antropología de Mérida, las
niñitas de papi y los hijitos “revolucionarios” bien encebados (burgueses
podridos, pero adoradores prostitutos de utopías cadavéricas como las fiebres
tercianas de la guerrilla centroamericana, la cubana, las sudacas maoístas), le
decían al joven Tec Poot que qué hacía ahí, con ellos, frente a estos
civilizados blancos que estudiaban la antropología blanca yucateca, escrita y
aprendida desde la colonialidad del poder; que era un desvarío de un atrevido
indio el presentarse en los recintos de la ciencia yucateca escrita desde la
colonialidad del saber; que mejor se hubiera esperado a que las niñitas de papi y los hijitos revolucionarios
burgueses de mami ,fueran a Ixil a entrevistarlo, pues veían que Tec Poot sería
un buen “objeto", nunca sujeto, de estudio, un informante bien informado. Esta era la anécdota
que Bartolomé apuntó en un libro que no recuerdo su título y no tengo a mano en estos momentos.
El 19 de septiembre de
1985, cuando el país se vistió de luto por el terremoto, la vida de este
insigne antropólogo maya que ayudó para la descolonización de la antropología yucateca,
llegó a su final de forma trágica. Tec Poot, con un compañero de trabajo, Miguel Arzápalo, se
habían alojado en el cuarto 541 del Hotel Regis de la avenida Juárez. Este
hotel colapsaría completamente, y después se incendiaría. Las búsquedas del
antropólogo maya casi se iniciaron desde el mismo día de la tragedia: mientras la ciudad de
México era un caos de escombros y muerte, el poeta Carlos Montemayor, amigo de
Tec Poot, en mangas de camisa ayudó en la búsqueda, pero el cuerpo de Tec Poot no se encontraría.
Después vendrían los homenajes post mortem al hijo de doña Loreto Poot y del
campesino Paulino Tec. Sarkisyanz diría, con justicia, que Tec Poot fue
inspirador de investigadores extranjeros, adaptados a la lengua por el impulso
constructor de Tec. El 14 de octubre de 1985, el Auditorio de la Facultad de
Ciencias Antropológicas de Mérida llevaría desde esa fecha el nombre de José Tec Poot; y
ese mismo año, doña Loreto, recibiría la Medalla Yucatán, con que el gobierno y
la academia yucateca reconocían, siempre tarde, a la vida y obra de un hombre
que fue un punto de inflexión para la deconstrucción de la colonialidad del
saber en Yucatán.
Nota.
Este artículo no pudo
haber sido escrito sin el libro de Miguel Ángel Orilla Canché, José Tec Poot: Una vida dedicada a los mayas.
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