miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL NONI




Una de aquellas frutas que más detesto, es el noni (Morinda citrifolia). Comencé a odiarlo por su nombre antes de conocerlo en vivo: la palabra me disgustó. Y cuando lo olí, y sobre todo cuando una vez pisé sin querer un fruto podrido de este árbol, lo terminé de odiar para siempre. No hay reconciliación entre el noni y yo.

Originario del sudeste asiático -así como el muy yucateco flamboyán-, de esta "fruta del diablo", "gunábana cimarrona", etc., se ha dicho que, en brebaje, produce flaquera y es bueno para la diabetes. Otros embelecos fraguados por chismes de vieja, afirma que a los impotentes los vuelve desfloradores profesionales. Pero lo que me interesa subrayar, de esta fruta corrosiva, es lo siguiente: el noni no es originario de estas tierras, así como muchos productos en apariencia nativos (se duda hasta de que el maíz mesoamericano sea originario de América), y muchas variedades de plantas no son autóctonas de por estos rumbos.

Yo jamás bebería el noni por su brutal, salvaje y violento sabor similar a azufre mezclado con estiércol (aunque, a ciencia cierta, no sé a qué sabrá el azufre mezclado con estiércol). Y más cuando se pudren los frutos y forman plastas similares a las porquerías que tiran las gallinas malitas de la molleja y con soberanas cagaleras emplumadas de Dios es Cristo.

Si algún día fundara un pueblo, la única regla de convivencia sería el siguiente ucase satrapezco: 

Al que se le sorprenda sembrando, cosechando, haciendo brebajes o fornicando bucalmente con el noni, de inmediato será pasado por las armas.

1 comentario:

Karen B. Marin dijo...

Mi amigo, prepara el paredón y el revolver porque mi jardín es cepa de nonis. SALUDOS. :)

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