viernes, 5 de julio de 2013

UN PUÑADO DE VALIENTES: EL ATAQUE A PETO EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1854

El espíritu militarista de un pueblo que nunca fue tomado después de su "reconquista", en noviembre de 1848, de las manos de las huestes de los mayas rebeldes, (ya sea porque más de una generación de petuleños, desde el mismo noviembre de 1848, se prepararía para la guerra desde los 12 años, o porque la Virgen de la estrella los impulsaba, según la memoria oral de los mayores del pueblo, a defender con tenacidad suicida al pueblo convertido en el "dique" o "la llave" de los pueblos hacia Mérida) se comprueba en estos dos extractos de noticias de septiembre de 1854 que inserto a continuación.
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El Regenerador, periódico oficial yucateco, 15 de septiembre de 1854, informa sobre el infructuoso ataque a Peto el 6 de septiembre de ese año, por parte de las tropas de los rebeldes del oriente:
Vemos ante todo que, si bien la villa de Peto sufrió mucho de los bárbaros de cuya ferocidad no pudo ser defendida en toda su extensión por la escasa tropa que la guarnecía, aquellas infames hordas que la atacaron con harto arrojo y obstinación, al fin fueron rechazadas por el heróico valor de los nuestros; fueron vencidas y derrotadas, en una palabra; pues vencidas y derrotadas deben considerarse á esas feroces bandas de asesinos y salvajes, siendo así que abandonaron la empresa llevándose mal heridos á sus jefes principales, y dejando armas y cadáveres en el terreno de la lucha. De manera que si como apenas había la tropa necesaria para cubrir el punto, la hubiera habido también suficiente para una vigorosa salida, la dispersión de los derrotados hubiera sido la más completa, y nuestra victoria la más útil a la patria. Se ve también, por la comunicación de la vigilante y activa prefectura de Izamal, que las hordas que avanzan saqueando á los pueblos del interior, son esos mismos indios derrotados que no pudiendo apoderarse de Peto, invaden á las poblaciones indefensas; y que, por consiguiente, lo que más conviene ahora es salirles al encuentro, para atajar sus depredaciones horribles con que al paso que se alientan y se rehacen para mayores empresas, disminuyen nuestros recursos aumentando, sobretodo, el terror de los pueblos.
El mismo periódico El Regenerador, del 18 de septiembre de 1854, informaba:
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Aterrarse en el momento del peligro y, pasado éste, entregarse de nuevo á la confianza, como si el peligro no pudiese volver; he aquí la conducta de una gran parte de los hombres de nuestro país.
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Hace como ocho días que con la noticia de la invasión de Peto por los bárbaros, todos aquellos se sobrecogieron de espanto y hasta murmuraron extrañando que los indios tomasen una ofensiva tan audaz sobre nosotros, que salvando la línea del Sur, atacasen un punto tan importante y que hace dos o tres años estaba seguro de no ser asaltado por las hordas salvajes, dispersas entonces y derrotadas hasta el interior de sus bosques y desiertos [...] El terror subió de punto cuando se supo que los enemigos después de un obstinado combate en Peto, cargaron sobre otros pueblos incapaces de defensa y en donde, por consiguiente, las hordas bárbaras ejecutaron saqueos, homicidios y se llevaron familias cuyo cautiverio nos hace presumir los más horribles crímenes cometidos en esas infelicísimas familias.
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Los bárbaros habían formado un gran plan para nuestra ruina y que hubieran llevado á cabo sin su derrota [el 6 de septiembre de 1854] en Peto, por lo que los heróicos defensores de esta villa se han hecho dignos del general y profundo reconocimiento de sus conciudadanos. Pero vencidos los indios en dicho punto, se echaron, como dijimos, sobre otros pueblos indefensos para no perder del todo el golpe preparado. Cargados de botín se han vuelto tal vez a sus guaridas.

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