El día 4 de mayo de 1901, el general porfirista entrado en el invierno de su vida militar, Ignacio Bravo (de ingrata memoria todavía entre los descendientes de los cruzoob, porque en 8 años en que ejerciera el poder de forma total en el oriente de la Península, Bravo se dedicó a hacer el negocio de su vida en las selvas inhóspitas y palúdicas del centro de Quintana Roo, además de la guerra a las esmirriadas huestes rebeldes, sobrellevando con viajes anuales al altiplano central sus fiebres palúdicas, así como sus achaques de viejo), lacónicamente escribió un telegrama desde Chan Santa Cruz, informando a los señores D. Rodulfo y D. Delfín G. Cantón, que el bastión de los mayas rebeldes de Chan Santa Cruz, por fin ya entraba a la órbita del Estado nacional.
El Eco del comercio transcribió el domingo 5 de mayo de 1901, el telegrama de Bravo:
Sres. Rodulfo y D. Delfín G. Cantón. Mérida.
Los patrióticos deseos de Uds. Están satisfechos: hoy á las 7 de la mañana comenzó á flamear en esta población (Chan Santa Cruz) el glorioso pabellón nacional.- Firmado. Ignacio A. Bravo.
Esa simple frase dio inicio a lo que por más de cincuenta años, desde que los mayas del sur y oriente de Yucatán se rebelaran en el verano de 1847 de las taras coloniales de la sociedad yucateca barnizada con la ideología liberal, los yucatecos todos -y me refiero no solo a la élite meridana, sino a las distintas élites pueblerinas de Yucatán- esperaban tan ansiosamente celebrar: la "pacificación", a como diera lugar, de los osados “bárbaros” cruzoob. Los diarios de la época, como El Eco del comercio, dan cuenta de las tumultuarias olas de festejo en la capital de los dzules, Mérida, al saberse el triunfo de la “civilización” sobre la “barbarie”. El Eco del comercio terminaba la nota periodística que hacía referencia del recién telegrama de Bravo (Ocupación del Cuartel General de los mayas rebeldes, 5 de mayo de 1901), diciendo lo siguiente:
Tal es el tenor del lacónico y grandilocuente telegrama que ha tenido la bondad de facilitarnos para su publicación, nuestro apreciado amigo D. Delfín G. Cantón.
Decimos en nuestro editorial de hoy, que la guarida del maya sustraído por tantos años á la obediencia del Gobierno Nacional, sería ocupado militarmente el día de hoy, pues parecía indicada esta fecha gloriosa, para ejercer el primer acto del dominio sobre aquellos campos. Un día más ó un día menos, nada significa ante la trascendencia y la importancia de la ocupación del cuartel general de los indios mayas. De ello nos ocuparemos en nuestro próximo número: por hoy nos limitaremos á congratularnos con toda la sociedad yucateca, por el primer mensaje telegráfico, fechado en Chan Santa Cruz, en el que se anuncia que la bandera de la patria flamea nuevamente en aquellas regiones.
El editorial de
El Eco del comercio, no deja lugar a dudas sobre la forma como los meridanos tomaron la noticia:
Al recibirse la noticia en esta ciudad, se dispararon salvas de artillería, se lanzaron cohetes voladores que atronaron los aires: las locomotoras de los diversos trenes llenaron de ondas sonoras el espacio con sus prolongados silvatos (sic); las campanas echadas á vuelo, unieron sus voces de bronce á la de las alegres dianas de las bandas de tambores y cornetas: todo ello para celebrar debidamente el primer mensaje fechado en Chan Santa Cruz y firmado por el recto, pundonoroso y sereno militar, Sr. General D. Ignacio A. Bravo.
A él, al Sr. Presidente de la República, y al Sr. Ministro de la Guerra enviamos nuestras felicitaciones por este interesantísimo hecho, que formará época en los anales de la civilización mexicana y en la brillante era de paz que ha sabido inaugurar y sostener el Sr. General D. Porfirio Díaz.
Sin duda, las palabras de los editorialistas de El Eco del comercio cifraban en unas cuantas palabras a una sociedad yucateca que no veía a los mayas más que como peones de carga o "bárbaros insumisos": era, en palabras de los voceros de la oligarquía del henequén, el triunfo de la "civilización" capitalista sobre la "barbarie" indígena.
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