En Pierre Menard, autor del Quijote, Borges dice que la historia "no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió".
sábado, 25 de febrero de 2012
En la Escuela de Jurisprudencia se enseñará el Derecho nacido del actual movimiento social
Ayer, consultando el Diario Oficial del estado, de marzo de 1922, en el Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de Yucatán (CAIHY), me topé con una circular curiosa. Por esas lejanas fechas era reciente la fundación, y el inicio de labores de la respetable Universidad Autónoma de Yucatán, que en sus orígenes fue socialista en todo momento, pugnando por la educación “racionalista”, libre de todo dogma salido de “un edificio frontal al Palacio de Gobierno” donde laboraba el gobernador socialista de Motul. A 90 años de su fundación, al ciudadano actual le sorprende percatarse de enjambres de la derecha más cerril yucateca (esa derecha con silicio e incienso de misa en sus ideas propias de “la clase reaccionaria”) enquistados en diversas facultades de esa universidad. Sobre todo, en la Facultad de Derecho. El Diario Oficial que consulté, en el día 7 de marzo de 1922 trae un desplegado de Castillo Torre (1891-1978) y Arturo Cisneros Canto, director y secretario respectivos de esa nueva casa de estudios jurídicos, y era intitulado como sigue: “En la Escuela de Jurisprudencia se enseñará el Derecho nacido del actual movimiento social”. La circular era dirigida expresamente “a los catedráticos de la Facultad de Jurisprudencia de Yucatán”, y en dicho documento se hacía votos por el cambio del derecho a partir de ahora: se pasaría, decían los dos juristas cercanos a la furia destructora y constructora del Dragón Rojo de Motul, a una transformación radical del derecho que se enseñaría en Yucatán, sintetizado en la “evolución del Derecho hacia el socialismo”. La nueva directiva de la recién creada “Escuela de Jurisprudencia de Yucatán”, hacía uso de los elementos marxistas para cuestionar un derecho burgués, creado por los grupos dominantes, legislado por los barones del henequén, escrito a base de explotación del indio por esa rupestre y reaccionaria sociedad decimonónica yucateca que “hoy protesta” y que es “la misma que hace algunos años, tenía un sistema ignominioso de infame esclavitud, y que dio tema a John Kenneth Turner para escribir su famoso libro ‘Barbarous Mexico’. Esa sociedad que hoy grita en nombre de la humanidad, es la que en los campos flagelaba al infeliz peón; es la que tenía las cárceles llenas de agitadores, es la que añora los Barbachano y los Martínez Arredondo” (CAIHY, Diario oficial del Estado, marzo 14 de 1922).
El derecho, para la nueva directiva, estaría dispuesto a “experimentar una transformación paralelamente con lo que se estaba verificando en el proceso de la civilización” encarado por el socialismo yucateco. Esto no es nada nuevo, y habría que recordar los “factores reales de poder” para la instauración de un nuevo régimen jurídico. En la creación de las constituciones, el constitucionalista Tena Ramírez señalaba estos factores extrajurídicos que inciden en los textos normativos fundamentales de un estado: “Se trata de los factores reales de poder, que rigen en el seno de toda sociedad y que funcionan según la fórmula expresiva de Lasalle”. “Se toman esos factores reales de poder, dice Lasalle, se extienden en una hoja de papel, se les da expresión escrita y, a partir de ese momento, incorporados a un papel (la Constitución), ya no son simples factores reales de poder, sino que se han erigido en derecho, en instituciones jurídicas, y quien atente contra ellos atenta contra la ley, y es castigado”. Castillo Torre, abogado revolucionario y que conocía las leyes de los estadíos de Comte, conocía perfectamente esa tradición jurídica francesa, y ahora, con los factores reales de poder de la nueva Constitución de 1917, desbordaba a ésta y canalizaba la fiebre del “experimento socialista” en Yucatán para incidir en una pedagogía revolucionaria de la enseñanza del derecho: “El Derecho individualista ha cumplido con su misión, de acuerdo con la ley comtiana del desarrollo del conocimiento, y el fenómeno biológico de la evolución del Derecho al concepto socialista, tiene que informar de las enseñanzas que se imparten en la Facultad a menos que, desdeñando la ineludible Ley de evolución de las instituciones sociales, neguemos a la Facultad el derecho de regenerarse, condenándola a perecer”. Haciendo, según Castillo Torre y Cisneros Canto, crisis la sociedad industrial del “egoísmo estupendo” con la recién gran guerra apenas terminada, la nueva Escuela de Jurisprudencia de Yucatán tenía la obligación ineludible de “alzar un concepto más humano, más generoso del Derecho, en consonancia con los signos que se vierten en los tiempos nuevos” (CAIHY, Diario Oficial del Estado, marzo 7 de 1922). A noventa años de la creación de la UADY, habría que recordar los principios fundantes de esa Universidad creada al calor de los discursos candentes del gobierno socialista de Carrillo Puerto, un gobierno que creyó en los “signos que se vierten en los tiempos nuevos”, que no quería ser sólo un “experimento socialista”, que no quería ser sólo un interregno entre la barbarie de la sociedad esclavista pintada por Kennet Turner, y la barbarie autoritaria que vendría luego. Un gobierno que puso las bases institucionales para la educación libertaria creando la hoy nonagenaria Universidad Autónoma del Estado de Yucatán.
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